Alex M., JCE(m-l)
Cada día, nos levantamos y pensamos, ¡joder, qué vida de mierda! ¿Pero realmente nosotros, la juventud de la clase obrera, nos paramos a pensar por qué sentimos esto?
Mil veces hemos escuchado: —¡Vuestra generación, sí que vive bien, sois unos flojos!— o —¡Cómo os gusta quejaros! En mi época… [INSERTE BATALLITA DE CUÑAO].
En esta introducción, buscamos resaltar la omnipresencia de la alienación, ese fenómeno que a menudo sentimos pero que, por diversas razones, puede pasar desapercibido en nuestra vida cotidiana. ¿Por qué, a pesar de ser conscientes de su presencia, a veces optamos por ignorarla? No necesariamente porque sea más fácil vivir así, sino porque la alienación se ha integrado tan sutilmente en nuestra realidad que rara vez cuestionamos su existencia.
La alienación, lejos de ser una elección consciente, se ha vuelto una parte inherentemente arraigada en nuestras vidas, tejida en la rutina diaria y las complejidades de la existencia moderna. La falta de reflexión no proviene de una comodidad inherente en la ignorancia, sino más bien de la normalización de este fenómeno, que se ha convertido en una parte tan integral de nuestras vidas que su presencia a menudo se pasa por alto.
Esta dinámica nos lleva al segundo punto de nuestro análisis: la ideología. No es que conscientemente decidamos ignorar la alienación porque sea más fácil o gratificante vivir así. Más bien, la sociedad contemporánea a veces prefiere no confrontar directamente la alienación debido a las complejas intersecciones de factores económicos, culturales y estructurales que han normalizado esta desconexión.
En lugar de ser una elección consciente, la falta de atención a la alienación puede atribuirse a la tendencia humana a adaptarse a las circunstancias, incluso cuando estas circunstancias son intrínsecamente disfuncionales. En las próximas secciones, exploraremos las repercusiones de esta alienación arraigada, manifestándose como ideología, y cómo estas dos fuerzas moldean la experiencia de la juventud obrera en la sociedad actual.
La alienación: un monstruo invisible.
La alienación, aunque sabemos que está presente, a menudo la relegamos a un segundo plano, como si fuese más fácil vivir ignorándola. Pero ¿es realmente más fácil o, simplemente, más gratificante a corto plazo? Este fenómeno nos desconecta de nosotros mismos, de nuestras aspiraciones más profundas, y nos sumerge en una realidad que parece despojada de significado.
Nos enfrentamos a la rutina diaria como autómatas, arrastrándonos hacia un destino que a menudo parece ajeno. La repetitiva frase “¡joder, qué vida de mierda!” resuena como un eco inquietante que nos persigue a lo largo del día. Pero ¿cuál es la raíz de este malestar? La alienación nos enlaza con la sensación de ser meros engranajes en una maquinaria social, donde nuestras aspiraciones individuales y colectivas se desdibujan en la monotonía.
La ideología: el tejido invisible que nos envuelve.
Cuando hablamos de ideología, no nos referimos solo a las corrientes políticas o filosóficas abstractas. La ideología se entrelaza en nuestra educación, en el tejido de nuestras amistades y en la dinámica de nuestras familias. Es el conjunto de creencias y valores que forman nuestro pensamiento común, la lente a través de la cual interpretamos el mundo que nos rodea.
Explorar estas dos fuerzas, la alienación y la ideología, nos lleva a un terreno complejo que define nuestras vidas. Pero ¿cómo podemos liberarnos de estas cadenas impuestas y alcanzar una existencia más auténtica?
Rompiendo cadenas: la necesidad de la emancipación.
La alienación, esa sensación de desapego y desconexión, no es un destino inevitable. Al reconocer sus raíces en nuestras vidas y en la estructura social que habitamos, podemos comenzar el proceso de emancipación. La ideología, con sus hilos invisibles que nos envuelven, también puede ser desentrañada y cuestionada.
Surge la necesidad de una transformación radical, una que va más allá de las soluciones superficiales. La propuesta de un partido marxista-leninista se presenta como una vía hacia la emancipación frente al capitalismo.
Marxismo-leninismo: un camino hacia la emancipación.
El marxismo-leninismo proporciona un marco teórico sólido para entender las estructuras de poder y las relaciones de clase que perpetúan la alienación. Al abrazar los principios de la lucha de clases y la construcción de un estado proletario, se nos ofrece una herramienta para desafiar el sistema que nos oprime.
La necesidad de un cambio radical en la sociedad exige una visión unificada y una acción colectiva. Un partido marxista-leninista debe ser el vehículo para canalizar la energía y la conciencia de la juventud de la clase obrera hacia una transformación significativa.
Conclusión: forjando un futuro emancipado.
En última instancia, la alienación y la ideología son obstáculos que solo podemos superar a través de una comprensión profunda y una acción decidida. Un partido marxista-leninista no es solo una respuesta, sino un llamado a la acción, a la construcción de un futuro donde la emancipación del capitalismo sea la realidad que vivimos, y no solo una aspiración.
La juventud de la clase obrera tiene el poder de transformar su realidad, de liberarse de las cadenas de la alienación y la ideología impuesta. La lucha por la emancipación no es fácil, pero es esencial para construir un mundo donde la vida no sea simplemente “una mierda”, sino una expresión plena de nuestras aspiraciones y deseos.
En la unión y la acción, en la adopción de una perspectiva marxista-leninista, encontramos el camino hacia la verdadera liberación. Este llamado no es solo a una transformación individual, sino a una revolución colectiva que nos lleve a un futuro donde la autenticidad y la igualdad no sean meras aspiraciones, sino realidades palpables. El desafío está ante nosotros: ¿continuaremos siendo víctimas de la alienación y la ideología, o nos levantaremos para construir un mañana emancipado? La respuesta yace en nuestras manos y en la unidad de nuestras acciones.