por Carlos Hermida
El ascenso de VOX en las elecciones del 10 de noviembre, tanto en número de votos como en diputados, convertido en la tercera fuerza política de España, nos debe llevar a una profunda reflexión sobre lo que está ocurriendo en nuestro país en particular y en el conjunto de Europa. ¿Por qué en una situación de crisis económica, cuando las condiciones materiales de las clases populares se degradan, y las organizaciones reformistas se desacreditan, los partidos marxista-leninistas no son capaces de crecer y atraerse a las masas, mientras que avanzan las organizaciones abiertamente fascistas o cercanas al fascismo?
Aquí hay algunas cuestiones que los comunistas debemos analizar con detenimiento, más allá de insistir en la firmeza ideológica.
En primer lugar, es indispensable conocer la realidad material de la clase obrera, su situación objetiva, pero también los aspectos subjetivos, los elementos emocionales y psicológicos, que también cuentan. Por ejemplo, el tema de la inmigración.
Hay que reconocer que la inmigración es una cuestión muy compleja que afecta a los trabajadores, a las clases populares. Y no se puede abordar simplemente condenando la xenofobia y el racismo de la extrema derecha. Los inmigrantes viven en los barros populares y allí se produce en muchas ocasiones un choque económico y cultural con los vecinos. Es una realidad y los comunistas tenemos que abordarla sumergiéndonos literalmente en los problemas de esos barrios y proponiendo soluciones, porque de lo contrario, y ya lo estamos viendo desde hace años, el fascismo se extiende entre los trabajadores. Decir a los obreros que tienen que ser solidarios con los inmigrantes es una frase vacía. Habrá que explicar el problema en asambleas de vecinos, denunciar a los empresarios que contratan de forma ilegal y decirles a los inmigrantes que deben sindicarse, luchar e integrarse culturalmente en las zonas en las que viven.
Lo mismo ocurre con las ocupaciones de viviendas. Apoyamos la ocupación de pisos vacíos en manos de los Bancos, pero nos oponemos a las mafias que hacen de la ocupación un negocio. Los comunistas deben implicarse directamente en las luchas populares. Y no creo que en España se hayan involucrado a fondo en las plataformas contra los desahucios, por poner un ejemplo.
Hay una capa muy amplia de pequeña burguesía y de las denominadas clases medias en los países desarrollados. Es necesario llegar a ellas ¿Sabemos cómo hacerlo? ¿Realmente conocemos la situación económica de los ingenieros, los médicos o los pequeños comerciantes? ¿Y su mentalidad? Explicar a estos sectores sociales lo que es el comunismo es estéril si no nos conocen en la vida diaria.
También es fundamental arrebatar a la derecha la bandera de la patria, que el fascismo manipula en su favor. Es evidente que este tema es un asunto complejo y difícil de abordar para los comunistas, pero no debemos olvidar que este elemento emocional está presente en los sectores populares. ¿Cómo hacer compatibles el internacionalismo proletario y el patriotismo? Parece una contradicción insoluble, si recordamos la formulación marxista: los obreros no tienen patria. Ahora bien, creemos que esta frase requiere ciertas matizaciones. Lo que quería decir Marx es que los obreros tienen en todas partes el mismo enemigo: la burguesía. En consecuencia, los trabajadores de un país no pueden identificarse nunca con los intereses de la burguesía. Son clases antagónicas. Las apelaciones a unos supuestos intereses nacionales encubren siempre el interés de las clases dominantes. Como clase dominada y explotada, el proletariado debe estar unido y ser solidario independientemente de sus raíces nacionales.
Pero esto no significa que los trabajadores no se identifiquen con la cultura, el arte, la literatura o determinados hechos históricos del país en el que han nacido y viven. No es lo mismo el nacionalismo y el patriotismo. El primero es excluyente, se fundamenta en la exaltación de unos supuestos valores propios frente al extranjero, al que se ve como un enemigo. El patriotismo, por el contrario, no insiste en la diferencia frente a otros, no se sitúa en una confrontación frente a otros pueblos.
Se puede hablar de un patriotismo popular, ligado a las luchas de las clases dominadas frente a las clases dominantes, o a las luchas a favor de la soberanía nacional. En el caso de España, hay un patriotismo republicano que defendieron José Díaz, Dolores Ibarruri, Juan Negrín, Azaña, y tantos otros, frente al fascismo.
En este sentido, no existe una contradicción entre internacionalismo proletario y patriotismo, porque este concepto no lo entendemos como la defensa de intereses comunes entre burguesía y proletariado, sino que lo ligamos a la defensa de los intereses populares y a la protección del patrimonio cultural e histórico de nuestro país.
Estas son cuestiones concretas que es preciso abordar si las organizaciones marxista-leninistas queremos crecer. La firmeza ideológica es preciso demostrarla en la praxis y no solo con citas de los clásicos en los documentos. Hay una cosa que es clara. Si nuestros análisis son correctos y no llegamos a las masas, algo está fallando y muy seriamente.
Muchos camaradas tienen una visión idílica de la clase obrera. Es una clase con contradicciones internas, con intereses diversos, con planteamiento absolutamente reaccionarios en muchos temas. Una cosa es el papel histórico del proletariado y otra la situación concreta de esa clase en una coyuntura determinada. Para llegar a los trabajadores hay que conocerlos en su vida diaria, no basta con leer libros y recordar sus gestas heroicas.
Para combatir al fascismo no es suficiente con recordar los espantosos crímenes que cometió en el siglo XX; es preciso por parte de la izquierda ofrecer a las clases populares una alternativa política clara y coherente, y hablar sin complejos ni eufemismos. Defender el derecho de autodeterminación, denominar terrorismo social al trabajo precario, defender que la violencia popular es absolutamente legítima frente a la violencia estructural del capitalismo; hablar de lucha de clases, de la necesidad de construir una economía socialista… ese es el lenguaje de la izquierda verdadera, ese es el lenguaje de los comunistas. Lo demás es confusionismo, ambigüedad, que finalmente se traduce en frustración. Y en ese contexto de frustración, de falta de futuro que experimentan amplios sectores sociales, crece el fascismo.