J. Romero
“…Y no corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y más vigoroso… a que despoje a otros bandidos más viejos y más hartos. Lo que deben hacer los socialistas es aprovecharse de la lucha de los bandidos para derrotar a todos ellos. A este fin, los socialistas deben ante todo decir a los pueblos la verdad, o sea: que esta guerra es una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud… Basta considerar la guerra actual como una prolongación de la política de las “grandes” potencias y de las clases fundamentales de las mismas para comprender al punto cuan extremadamente hipócrita, farisaica y antihistórica es la opinión de que pueda justificarse la idea de la defensa de la “patria” en esta guerra…” V.I. Lenin “El socialismo y la Guerra” 1915.
Hace unos días, la propaganda del reaccionario gobierno de Kiev se felicitaba tras la autorización dada por EEUU, Gran Bretaña, Alemania y otros países para utilizar en suelo ruso las armas suministradas a su ejército. La cuestión es que el imperialismo europeo siguiendo el dictado yanqui, está profundizando en la dinámica de guerra: ya se habla abiertamente de la reinstauración del servicio militar obligatorio, y todos los pasos que dan, avanzan en una mayor implicación en el conflicto ucraniano. Todos esperan que la autorización dada al régimen de Kiev para utilizar las armas suministradas en territorio ruso, tenga una inmediata respuesta del gánster Putin y su corte, lo que no hace sino alimentar una dinámica de confrontación a las puertas de Europa. Al parecer, de eso se trata.
En otro artículo trataré sobre la posición de los radical oportunistas; en este toca aclarar la política de las instituciones de la UE y de los estados europeos y el papel que juegan el social liberalismo y el oportunismo revisionista en esta escalada belicista. Recientes aún las elecciones al Parlamento europeo, en las que, como señalaba el comunicado del Secretariado de nuestro Partido, era significativo el crecimiento del voto a fuerzas fascistas que, paradójicamente, mantienen una posición formalmente ambigua, sino pro Putin en lo relativo al conflicto en Ucrania, es claro el común acuerdo entre la derecha tradicional, la “izquierda” institucional y el nuevo fascismo presente en los gobiernos europeos a la hora de sostener militarmente al régimen de Kiev y profundizar la militarización del continente:
La Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, dirigente de la CDU alemana avisaba en Febrero: “la guerra no es imposible”; su “Ministro de Asuntos Exteriores”, el social liberal español Borrel, añadía a principios de abril: “la posibilidad de una guerra convencional de alta intensidad ya no es una fantasía”; Macrón, fiel a su estilo chovinista y soberbio, levantaba un gran revuelo en Febrero al asegurar que no descartaba el envío de tropas francesas a Ucrania, e insistía en Mayo: “no descarto nada, porque nos enfrentamos a alguien que no descarta nada”. Así, paso a paso, derecha e “izquierda” rivalizan en ardor guerrero. Incluso, la izquierda reformista francesa incluye en los puntos 8 y 9 del programa de su “Nuevo Frente Popular” para las inminentes elecciones Presidenciales en ese país lo siguiente: “Reafirmamos nuestro apoyo al progreso de la construcción europea, a la reindustrialización del continente, a la Europa de la defensa, a la Unión Europea como espacio pertinente para salir de la dependencia en materia alimentaria, médica, industrial, energética, militar… Nos reafirmamos en el sostén incondicional a Ucrania frente a la agresión de Putin, y en el respeto total de las fronteras”.
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Hace unas semanas, el Ministro de defensa alemán, el social liberal Boris Pistorius, presentaba una fórmula con la que pretendía “abrir un debate sobre la recuperación del servicio militar”. En ella, proponía la creación de un registro de varones militarmente aptos, pare reclutar a varios miles de “los más motivados” cada año, para prestar un servicio militar de entre seis y 23 meses en las Fuerzas Armadas alemanas.
Pistorius era muy claro al justificar su propuesta: “… a partir de 2029 Rusia será capaz de atacar militarmente Estados de la OTAN según los expertos… tras la abolición del servicio militar en 2011 y las correspondientes estructuras de movilización ha quedado en el Ejército “un gigantesco hueco… En caso de tener que defendernos, mañana, pasado o en tres años, no podríamos movilizar porque no sabemos a quién. Esto es insostenible”.(1)
El estado burgués necesita un ejército preparado para una guerra que hoy en día exige la utilización de armas altamente tecnificadas; ya no se trata de enfrentar cuerpo a cuerpo grandes masas de soldados, como en 1914; ahora, como demuestra el genocidio en Gaza, en la guerra moderna se ven involucrados cada vez de forma más directa los civiles: se bombardean ciudades, infraestructuras energéticas, sanitarias, etc.; por eso, la burguesía, al menos en principio, precisa técnicos militares más que “carne de trinchera”. De modo que proponiendo, como hace Pistorius, la selección de un cuerpo alejado de su clase, entrenado aparte, como un selecto grupo de mercenarios capaces de manejar las armas modernas, se cubre el hueco del que habla el ministro, sin arriesgar que los soldados puedan volver las armas contra sus amos.
Sus compañeros de Gobierno rechazaron la propuesta; la derechista CDU iba más allá y proponía, paradojas de la política burguesa, universalizar el servicio, incluyendo a las mujeres y aumentando el número de efectivos; en definitiva, hay diferencias entre las fuerzas de la burguesía, pero no son sobre aspectos esenciales para el capital: preparar a su nación para la guerra; aún no se ha concretado la forma, pero sí se afianza la militarización de la economía y de la vida social; en definitiva, el capital se prepara para la guerra.
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A mediados de Junio, se reunía el G7 en Italia; la cita era un perfecto resumen del momento político pues, como señalaba el New York Times, “a excepción de la anfitriona, Meloni, todos los líderes llegaban a la reunión asediados, acosados o en peligro político en sus propios países. La anfitriona, Meloni, invitaba a un selecto grupo de líderes que reflejan a la perfección la pelea entablada entre las cabezas de los dos bloques que se enfrentan por la reorganización del orden mundial imperialista y el intento de involucrar a nuevos o viejos aliados en el combate; entre los muchos invitados al encuentro: Narendra Modi (India), Lula Da Silva (Brasil y responsable de turno del G20), Erdogán (Turquía), Zelensky (Ucrania), el Papa e, invitado expresamente por ella, J. Milei (Argentina), una de las cabezas, junto con la propia Meloni del frente ultraliberal y filofascista que se extiende por el mundo… Estados miembros del BRICS, junto a países de África y el Indo pacífico, cuyo apoyo o dominio se disputan las principales potencias, una amalgama, en fin, que pretende resumir el interés de las grandes potencias aliadas por mantener la tensión en su puja contra China y Rusia, que se encona.
Meloni, la anfitriona adelantaba: “el G7 no es una fortaleza cerrada que tenga que defenderse de nadie. Es una oferta de valores que abrimos al mundo, que tiene el desarrollo compartido como un objetivo”. Es decir, la burguesía en la persona de una de sus lideresas más reaccionarias, admiradora declarada del fascismo y formalmente “antisistema”, que desarrolla una de las legislaciones migratorias más estrictas y restricciones a las organizaciones de solidaridad que operan en las costas de su país(2), amiga y conmilitona del frente fascistoide que agrupa a personajes como su amigo Milei, cuya política está llevando a la miseria a más de la mitad de la población argentina, habla de “desarrollo compartido” en paz, en tanto, prepara activamente la guerra. Von der Leyen remataba: “en tiempos turbulentos, el mensaje más fuerte que podemos enviar es el de la unidad”.
Desde el principio, el centro de los debates de la cumbre fue el refuerzo de la posición común en la guerra económica y militar contra China y Rusia; la Unión Europea ya había anunciado que incrementará hasta el 38% los aranceles a los automóviles eléctricos importados de China a partir de julio; pero los líderes de las potencias imperialistas aumentaron la virulencia de sus ataques contra la potencia imperialista rival: “China no está suministrando armas a Rusia, pero sí la capacidad para producir esas armas y la tecnología disponible para hacerlo, por lo que, de hecho, está ayudando a Rusia”, señalaba el presidente yanqui, Biden.
Es decir, como otros encuentros entre imperialistas, la del G/7 fue una cumbre para la guerra. EEUU y Japón firmaron en paralelo sendos acuerdos de seguridad con Ucrania. “Nuestro objetivo es fortalecer unas capacidades creíbles a nivel de defensa y disuasión de Ucrania para el largo plazo… este acuerdo respalda un puente hacia la eventual membresía de Ucrania en la OTAN”, señalaba la delegación de EUU al firmar el acuerdo con Zelensky. La cumbre acordó también la cesión de 46.000 millones de euros al gobierno ucraniano, procedentes de los casi 300.000 millones de dólares en reservas de divisas rusas congelados por los bancos occidentales, como represalia contra Rusia tras su invasión de Ucrania.
En definitiva, pasados más de dos años de guerra que ha costado decenas de miles de muertos y una destrucción enorme entre dos pueblos hermanos, la burguesía de ambos estados afronta la prolongación del conflicto sin un final cercano. Ambos pueblos están siendo utilizados en una pelea inter imperialista por mantener los privilegios y el beneficio de una minoría de explotadores.
Y, como en su día hicieron los social traidores, la izquierda reformista europea se ha implicado directamente en el sostén de la política belicista del imperialismo, aceptando plenamente las consecuencias de su acción, apoyando las tesis de quienes defienden una única voz de la UE como potencia imperialista, el aumento del gasto militar en momentos de aguda crisis económica con una demoledora consecuencia social, en lugar de defender activamente una política progresista, popular y consecuentemente antiimperialista que defienda la solidaridad entre los pueblos y rechace la guerra como recurso a la rapiña del capitalismo imperialista.
Justificaciones hay muchas, pero si no se entiende que, en la época del imperialismo, la guerra es la consecuencia de la pelea entre las potencias por el control de los mercados, para repartirse un mundo ya repartido con anterioridad, apartando a las potencias debilitadas para situar en su lugar a las más fuertes; si no se entiende que la única posición coherente es enfrentar la guerra entre los países en defensa del interés del capital y transformarla en una guerra entre las clases para acabar con la explotación; si todo eso no se entiende, no es posible mantener una posición consecuente ante la guerra.
Una parte de la burguesía liberal, la de las potencias occidentales que han impuesto su dominio desde el final de la II Guerra Mundial, justifica la guerra en la defensa de la democracia, su democracia; el orden, su orden, frente a los rivales; otra parte, la de aquellas potencias nuevas que exigen su parte en el botín, dicen querer un orden multipolar “más justo”, en el que no existan conflictos entre los explotadores, algo imposible sin recurrir a la guerra entre ellos.
El Estado monárquico, lo mismo que el franquismo, forma parte conscientemente del bloque comandado por EEUU y participa en las actividades de su principal bastión militar en Europa: la OTAN, una organización con 32 Estados miembros, que interviene en conflictos fuera de las fronteras europeas para cuya defensa, dicen, fue creada; y siempre interviene para garantizar los intereses del imperialismo occidental.
No caben justificaciones: España permanece en la OTAN por disposición ilegal del Estado monárquico que ha incumplido todos los compromisos que asumió en el Referéndum de 1986, vaciándolo, por tanto, de sustento legal. La situación internacional, los preparativos del imperialismo para la guerra, exigen una política orientada claramente hacia la paz entre los pueblos, como proclamaba la Constitución de la II República. La participación de nuestro país en las misiones militares de un bloque militar agresivo como la OTAN, la utilización de las bases, puertos y aeródromos de nuestro país por parte de fuerzas militares extranjeras implicadas en conflictos que únicamente responden al interés del capital imperialista, suponen un riesgo creciente para nuestro pueblo en caso de guerra; la colaboración del Estado monárquico y el gobierno de coalición en la agudización del militarismo no tiene soporte político ni jurídico; solo sirve al interés del imperialismo.
Es necesario y urgente articular una respuesta popular contra la tendencia militarista que domina la política del imperialismo. Y es necesario y urgente hacerlo en torno a un programa que ayude a entender el origen de esta situación y enfrentarlo adecuadamente, combatiendo también al socialchovinismo que embellece el imperialismo ruso y chino afirmando que sus guerras solo son los dolores del parto de un nuevo mundo multipolar más justo.
En el caso de Ucrania, rechazar las consecuencias de la guerra, sin desnudar las causas, lo mismo que hablar de un pacifismo abstracto que en realidad es pasividad frente a la guerra, es la postura de la burguesía diletante y cómplice final del guerrerismo imperialista. En esta guerra, no son los pueblos los que controlan los acontecimientos y, por tanto, la única salida racional a esta como a las demás guerras que el capitalismo ha encendido y sigue azuzando, llegará cuando los pueblos de ambos estados, vuelvan sus armas contra su propia burguesía recuperando el sentido político liberador que les hermanó durante años en la primera patria proletaria de la historia; pero esa alternativa parece ahora muy lejana.
NOTAS
(1). Su propuesta pasa porque los 400.000 varones que cumplen cada año la mayoría de edad reciban un formulario que deben responder de forma vinculante sobre sus aptitudes físicas, su formación y su disposición a servir en el Ejército. El ministro estima que de estos un 25 % se declara interesado. “Se seleccionará a los más en forma, a los más adecuados y a los más motivados”, añadió Pistorius.
(2). Todo ello cuando, de acuerdo con Naciones Unidas, en el Mediterráneo central se han registrado más de 20.000 muertes y desapariciones de inmigrantes que querían llegar a las costas europeas, desde 2014.