Comunicado del Comité Ejecutivo
A 85 años de la proclamación de la Segunda República, afrontamos este 14 de Abril, de nuevo, en unas condiciones de grave crisis social, por más que el régimen y sus portavoces insistan en pintar un panorama distinto: una tasa de paro por encima del 20%; aumento de la pobreza en los hogares trabajadores, hasta el punto de provocar una alarmante disminución del consumo de alimentos de primera necesidad; emigración incesante de jóvenes al extranjero…
En el ámbito político, pese al reflujo de la movilización popular, y mientras asistimos al baile de sillones representado por las fuerzas –viejas y “nuevas”– del régimen, el Estado no ha bajado la guardia: muy al contrario, el incesante endurecimiento de la legislación para castigar la protesta se ha visto acompañado por periódicos ataques a los derechos democráticos, como han demostrado los casos de los Ocho de Airbus, los titiriteros, etc. Y, por si todavía hubiera alguna duda, el reciente apoyo al acuerdo con Turquía ha confirmado que el gobierno de Rajoy se alinea con lo más reaccionario de la Europa del capital y la guerra.
Y, pese a todo, el desarrollo de la situación política permite ser más optimistas que hace un año. Hoy nos encontramos en mejores condiciones para recuperar la iniciativa para los trabajadores; pero, para ello, es necesario no dejarse vencer por el pesimismo, situando en su justo lugar la evolución de la política institucional: una política que, es cierto, ha provocado la decepción entre algunos sectores; y ello se debe a las posibilidades extremadamente limitadas que ofrece el marco jurídico para lo que se ha dado en denominar «el cambio».
Así es: miles de militantes y votantes de la izquierda, que abandonaron las calles en 2014 ante la promesa de «asaltar los cielos», precisamente cuando el régimen monárquico se encontraba contra las cuerdas, asisten atónitos al espectáculo de unos representantes del «cambio» que no tienen empacho en negociar sillones con el PSOE socioliberal; que se enfrentan a los trabajadores municipales, pero se retiran con el rabo entre las piernas ante los bancos; que dejan en la estacada a quienes son procesados por hacer uso de la libertad de expresión; que utilizan torpemente (en el mejor de los casos) la memoria histórica republicana; que otorgan contratos a compañeros de lista («todo legal»)… Un “cambio” que no es capaz ni de pactar con la socialdemocracia, de la que se reivindica, ni tampoco de presentar una alternativa coherente y decidida al régimen monárquico. Y, mientras tanto, el reaccionario PP puede confiar en que el tiempo y la incoherencia se encargarán de erosionar el apoyo popular de estas corrientes, para presentarse como garante de la estabilidad, pese a la corrupción masiva; mientras tanto, también, los partidos de la oligarquía hacen suyas las ambigüedades sobre las que se ha construido el ciudadanismo: “centralidad”, “transversalidad”, “regeneración”… De esta manera, todos ellos habrán puesto su parte para hacer posible la segunda transición que apuntale a un régimen carcomido en su totalidad; una podredumbre que incluye a la Casa Real al completo, como se está demostrando.
Tan cruda realidad no debe, sin embargo, hacer cundir la desesperanza y el desánimo. Es cierto que la inconsistencia del ciudadanismo –y de quienes sacrificaron los principios para abrirle el paso– ha hecho sobrados méritos para ello. Sin embargo, lo que demuestra la experiencia de estos dos años es que los trabajadores y sectores populares no podemos cifrar nuestra esperanza en las cuestiones formales, y mucho menos en el “todo vale”. No podemos confiar nuestro futuro a las poses y a una elite de comunicadores y tecnócratas, “olvidando” que la emancipación de la clase obrera debe venir de los propios trabajadores, y que esta no se consigue con afirmaciones ambiguas, sino con principios claros y la decisión necesaria para ponerlos en práctica.
En los últimos meses, estamos asistiendo a una reactivación del movimiento obrero y popular aún incipiente, pero esperanzadora: la combatividad de los trabajadores de la limpieza madrileña y del acero vasco, el triunfo de Coca-Cola, la solidaridad con los Ocho de Airbus y los titiriteros, indican que los trabajadores vamos retomando la senda de la movilización para defender nuestros intereses. Los recientes encuentros de comunistas en Madrid y Galicia son también un indicador de que las fuerzas revolucionarias, las que estamos por la ruptura con el régimen corrupto de la monarquía y el capital, empezamos a reagruparnos. Y lo mismo está sucediendo con diversas fuerzas republicanas en torno a este 14 de Abril.
Cada vez más trabajadores, y muchísimos jóvenes entre ellos, se sobreponen al estupor provocado por los mensajes equívocos y la dispersión. En este 14 de Abril, podemos afirmar con certeza que somos cada vez más los que estamos seguros de que sin República no hay cambio, y que seguimos decididos a hacer realidad la REPÚBLICA DEMOCRÁTICA, POPULAR Y FEDERATIVA como única vía posible, aquí y ahora, hacia mayores cotas de libertad, igualdad y bienestar para nuestra clase.
¡VIVA LA REPÚBLICA!
¡ESPAÑA, MAÑANA, SERÁ REPUBLICANA!
Abril de 2016