Comité de Madrid del PCE(m-l)
En las últimas semanas y aprovechando el reinicio del curso político, han aparecido diversas convocatorias llamando a actuar contra la desmesurada subida del precio de la electricidad. Todas ellas comparten una característica: son fruto de la visión unilateral, oportunista, de grupos autodenominados revolucionarios que se consideran mesías a los que las masas deben seguir naturalmente, por su propio bien.
Frente a esa concepción oportunista del papel de las organizaciones revolucionarias, el marxismo-leninismo defiende la unidad popular como base de actuación para responder a los ataques del capitalismo, a sus saqueos permanentes en todos los ámbitos de la vida, y también a las desviaciones reformistas, revisionistas y populistas que prometen soluciones milagrosas a cambio de confiar ciegamente en tal organización o tal personaje político. La amarga experiencia del populismo izquierdista, cuyos últimos coletazos estamos observando estos días, no puede dar paso a una reedición “roja” del mismo fenómeno.
La unidad popular no es una “sopa de siglas” ni una alianza política de partidos que compiten entre sí por hacerse con el liderazgo. La unidad popular es el movimiento de las clases populares, representadas por sus múltiples facetas, necesidades, visiones y problemas, contra la raíz común de todas ellas, contra el capitalismo en todas sus formas, más o menos evidentes para sus víctimas. En ese movimiento es en el que los partidos de clase y las organizaciones revolucionarias deben actuar, servir de guía y acompañar a las clases trabajadoras, animando su iniciativa cuando va en la dirección correcta y corrigiendo su trayectoria cuando es errónea, pero sin suplantar a las propias masas, sin convertirse en el pastor que conduce al rebaño.
El “culto a la espontaneidad” que denunciaba Lenin a principios del s. XX, y que empuja a las organizaciones y partidos presuntamente revolucionarios a posicionarse detrás de las masas aparentando estar delante, convocando movilizaciones en nombre de unas masas de las que sólo conocen sus reivindicaciones de oídas, evidencia un divorcio entre esas organizaciones y las masas que dicen representar. Esas convocatorias podrán tener mayor o menor éxito momentáneo; podrán reportar más o menos publicidad puntual a la organización que “se ha marcado un tanto”, pero no habrán servido para avanzar ni un milímetro hacia la Revolución.
Únicamente a través del trabajo constante, pesado y lento, de educación de las masas en sus propios y diversos espacios (escuelas, trabajos, asociaciones, barrios, etc.) se puede avanzar hacia la confluencia de intereses que precede a la Unidad Popular y desde ésta, a la Revolución.
El Partido Comunista de España (marxista-leninista) no sólo denuncia el inhumano saqueo capitalista, del que la subida del precio de la electricidad es sólo una muestra, sino que sigue impulsando y llamando a la organización del pueblo trabajador en asociaciones, colectivos y grupos de acción contra ese saqueo permanente, al tiempo que anima a quienes ya forman parte de organizaciones estables, como partidos y sindicatos, a que les exijan una política de unidad popular, de concentración de fuerzas alrededor de objetivos radicales y de clase, rechazando actitudes sectarias, oportunistas y populistas de todo tipo.
¡Contra el capitalismo criminal, Unidad Popular!
¡Viva la lucha de la clase obrera!
Comité de Madrid del Partido Comunista de España (marxista-leninista)