Álvaro Heredia
Lidiar con las frustraciones ligadas a la militancia y la organización representa un obstáculo para el desenvolvimiento de los jóvenes comunistas. Su desarrollo teórico y práctico, de hecho, puede verse entorpecido por desánimos propios del “no nos sale nada” o “si es que la gente pasa”. Hace varios meses, abordamos en un artículo dicha problemática y dedujimos que, más allá de ofuscarnos, hemos de analizar material y dialécticamente el contexto de, por ejemplo, los jóvenes estudiantes: tras ello, trazamos conclusiones que obedecían al clima posmoderno y desmovilizador que aqueja a buena parte de la juventud y la arrastra a las fauces del inmovilismo. Precisamente, poseyendo este análisis y aplicándolo a la realidad, lograremos poco a poco transformarla. He aquí, grosso modo, el proceder adecuado para superar los retos y artimañas con que el capital espolvorea y desarma a los explotados del mañana.
¿Para qué recordar el artículo que referencia el primer párrafo? No se trata de jactancia por un análisis correcto, sino de la rutina y la lucha mismas de cada militante en su centro de estudio. Así, al examinar las piedras en el camino de los jóvenes comunistas, considero que existen dos procederes que nos permiten sortearlas:
El primero es la misma práctica, la aplicación consciente y comunista de la política del Partido al contexto de cada militante. No debería constituir ninguna sorpresa que nuestra tarea avanza conforme la empezamos, continuamos y desarrollamos. Si nos quedamos de brazos cruzados, frustrados “porque las cosas no salen”, le estaremos abriendo las puertas de la organización al liberalismo de par en par. Resulta muy cómoda, liberal y anticomunista la postura de “las cosas no salen, así que paso de hacer nada”. Me recuerda a los niños que, al comprobar su escasa maestría a la hora de emprender una actividad, se enfadan, acusan y se van a casa a llorar. No deja de sorprender que, ocasionalmente, los camaradas más críticos con la táctica y la estrategia del Partido son aquellos que no la aplicaron nunca. Sí, intimida a veces un reparto, exige constancia la captación de militantes, hay que sacar una tarde para hacer una pancarta, redactar un artículo, etc. No hablamos de labores titánicas, sino de práctica militante. Soy un partisano convencido de que cualquiera de nosotros puede sacar un par de horas un día a la semana para encauzar la tarea militante. Tanto si estamos de exámenes, como si andamos con trabajos.
El segundo proceder que nos saca de ese derrotismo anticomunista —que debemos desterrar sin miramientos— es la lectura. Es más, en este caso, me refiero, más allá de la literatura estrictamente teórica, a novelas, relatos, cuentos cortos. Tanto mejor si nos referimos a obras inspiradoras, combativas, revolucionarias. Quizá, al tomar perspectiva de la entrega admirable de los comunistas a lo largo de la historia, concebimos nuestras tareas como realizables y nos aflora esa vergüenza “torera” al ver lo que Pavel Korchaguin aportó a la causa mientras a nosotros nos cuesta bajar a la copistería a imprimir octavillas. Naturalmente, se trata de un ejemplo burdo, en contextos radicalmente diferentes y desafíos alejados. Sin embargo, merece la pena leer estas historias por el contenido profundamente optimista e inspirador con que impregnan la mente de cada militante. Defiendo que, además, refuerzan nuestra moral, elevan nuestro nivel teórico y nos reportan ejemplos de organización; en este sentido, un libro capital es el “Poema pedagógico”, de Antón Makárenko.
No exagero al señalar que cualquier camarada de la Juventud o el Partido debería leerlo, por el empaque, la audacia marxista-leninista del narrador, su enfrentamiento al formalismo, su búsqueda incansable de la verdad y la liberación del género humano. Hay tantas obras, como la prosa y los relatos de Kollontai; el “Domingo rojo” o, por supuesto, “La madre”, de Gorki; “Réquiem por un campesino español”, de Ramón J. Sender; “Forjados por la tormenta”, de Ostrovski, etc.
Camarada, si te encuentras frustrado, desanimado con tu desenvolvimiento militante, existe solución: adelante con las tareas, adelante con la lectura.