La escalada de precios y la escasez de productos básicos son consecuencias directas del enfrentamiento económico y militar entre la OTAN y Rusia, que la clase obrera paga en sus propias carnes.
El pasado 28 de febrero, Josep Borrell, actuando como máximo responsable diplomático de la Unión Europea anunció que la UE está en guerra. De momento se trata de una guerra económica (aunque nuestra aportación militar no ha dejado de crecer desde el inicio de la invasión rusa), pero las principales víctimas, como en toda guerra, son las clases populares.
Los trabajadores llevamos soportando, crisis tras crisis, quince años consecutivos de pérdida de capacidad económica: bajada de sueldos, subida de precios, paro, degradación de condiciones de trabajo… Prácticamente todos los males imaginables han desfilado ya por nuestra economía. Y todos ellos han venido acompañados de la correspondiente retahíla de excusas y justificaciones de los gobiernos de turno: crisis mundial, recesión europea, reestructuración del mercado nacional, etc. La pandemia de 2020 y ahora la guerra en Ucrania no son más que los últimos disfraces para tratar de esconder una realidad: el capitalismo agoniza en una crisis general de la que no puede salir.
Pero esa agonía no anuncia una muerte rápida. El barco se hunde, sí, pero los trabajadores somos esclavos encadenados a los remos; si no somos capaces de liberarnos, el capitalismo nos hundirá con él.
Los poderes públicos, que gestionan cientos de miles de millones al año, nos dicen que no hay dinero para mantener abiertos los ambulatorios de barrio, ni para tener los suficientes colegios e institutos públicos sin recurrir a la concertada. Por supuesto, también se niegan a actuar políticamente sobre los recursos fundamentales (electricidad, gas, agua, vivienda, transporte, etc.), dejándonos a nuestra suerte ante ladrones profesionales que nos cobran por los bienes y servicios que nosotros mismos producimos.
Nuestra clase, el proletariado, está sola frente a los saqueadores empresariales y sus cómplices políticos. Esperar soluciones o simple solidaridad de su parte es una actitud tan inútil como suicida. Quieren convencernos de que ha estallado una guerra económica en febrero de 2022, pero no es cierto. Quienes cada mes tenemos que hacer milagros económicos para llegar a fin de mes, mirando con angustia la aguja del depósito de gasolina o la factura de la luz, sabemos que esa guerra económica no ha empezado ahora en Rusia. Esa guerra se llama lucha de clases y la sufrimos desde siempre.
Estamos solos como clase pero somos millones. Somos quienes creamos, repartimos y vendemos todos los productos que existen; somos quienes hacemos posibles todos los servicios fundamentales que sostienen la sociedad, desde servir un café hasta mantener el servicio eléctrico operativo. Nuestro poder es inmenso, pero lo desperdiciamos en beneficio de una minoría que nos desprecia y nos saquea.
Nos falta organización. Necesitamos reunirnos y hablar entre nosotros, poniendo en común nuestras necesidades e intereses exclusivos, como clase, para organizar nuestra resistencia primero, y nuestro avance después. El barco se sigue hundiendo y tenemos que romper nuestras cadenas.
¡NI GUERRA ENTRE PUEBLOS NI PAZ ENTRE CLASES!
Partido Comunista de España (marxista-leninista)
Juventud Comunista de España (marxista-leninista)