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Celebramos este 1 de Mayo, día Internacional de la Clase Obrera, en momentos de recrudecimiento de la lucha de clases, cuando el gran capital aumenta la explotación en todo el mundo y se prepara para una pelea interna por los mercados, recortando derechos, endureciendo la represión y reforzando el control de los instrumentos jurídicos que le garantizan su completo dominio del poder del estado; una pelea que lleva la guerra y la destrucción a Siria, Yemen, Palestina y otros países, provoca víctimas inocentes y fuerza la diáspora de millones de personas. Momentos en los que el fascismo vuelve a asomar su zarpa, mientras la izquierda mantiene una peligrosa dispersión de objetivos.
En España, el régimen habla de recuperación económica, pero esta recuperación no llega a nuestra clase: el trabajo es cada vez más precario y miserable, hasta el punto de que el 15% de los trabajadores con empleo son pobres, nuestras pensiones están amenazadas al igual que los servicios públicos prioritarios y, sin embargo, el gasto del estado se destina cada vez en mayor proporción a reforzar el militarismo (el gobierno se ha comprometido a incrementar el presupuesto militar del 0,9 % del PIB actual al 1,5%, en los próximos seis años), la represión contra las clases populares y a garantizar las inversiones de las grandes empresas mediante subvenciones y ayudas de todo tipo que aseguran sus beneficios y el rescate de sus negocios en caso necesario.
Hoy, el fraude fiscal, el rescate de la banca que ha permitido su concentración en un puñado de entidades, el de las autopistas radiales que son un ejemplo de negocio basado en la corrupción y la especulación, y otros gastos causados por la oligarquía, suponen un coste para el Estado de miles de millones de euros que sufragamos mayoritariamente los trabajadores a través de los impuestos. De hecho, a pesar de que el beneficio empresarial ha crecido hasta un 42,8% del valor añadido bruto, el Impuesto de Sociedades que pagan los empresarios solo supone un 7% de los ingresos fiscales.
La lucha entre las diferentes facciones de la derecha reaccionaria, hace probable incluso la caída de Rajoy y su partido abrumado por la corrupción, pero a pesar de sus querellas internas, en las instituciones el bloque de poder mantiene una identidad plena en las cuestiones políticas de fondo: continuidad de los recortes, compromiso con las políticas liberales de la UE, y militaristas de la OTAN, etc. y responde al problema planteado en Cataluña unido en la negativa a reconocer el derecho de los pueblos a la autodeterminación, aplicando leyes de excepción y violando clamorosamente la separación de poderes.
El surgimiento de plataformas ciudadanistas sin objetivos políticos ni verdadera coordinación desvió la indignación popular contra los recortes al terreno del reformismo institucional y ha terminado por permitir con su política errática y reformista que la derecha reaccionaria recupere la iniciativa. No obstante, la confusión que creó en su momento va dando paso a una incipiente reactivación de la movilización, aunque sigue existiendo una tendencia, impulsada por fuerzas del campo popular ajenas al movimiento obrero, que fomenta la dispersión de las luchas, rechaza la organización, y defiende una peligrosa indefinición política amparada en mensajes populistas y ambiguos.
Hay fuerzas del campo popular que niegan la importancia de que nuestra clase tenga sus propios objetivos políticos independientes y enfrentados a los del capital, fuerzas que afirman que hablar hoy de clases sociales es “reduccionista”, que la unidad popular solo se puede articular renunciando a los objetivos políticos transformadores, que sin cambiar de raíz la estructura del Estado en España, sin acabar con la monarquía y sus bases políticas, es posible, mediante reformas desde las instituciones, avanzar en la recuperación de los derechos de la mayoría trabajadora, hoy en la picota.
Sin embargo, la experiencia de estos últimos cuatro años, nos enseña que eso no es posible, que pretender hacer frente a los problemas sociales y políticos, y a las nuevas amenazas que se ciernen sobre la mayoría trabajadora, solo desde las instituciones, renunciando a nuestra organización independiente y a un cambio de raíz en la estructura política y económica del estado, es engañarnos y desarmarnos frente al capital.
Los comunistas afirmamos que la unidad de clase es imprescindible para construir la Unidad Popular, una unidad que solo traerá frutos efectivos si la dirigimos, con claridad y firmeza contra la monarquía continuista y sus instituciones políticas que dan asiento a un régimen particularmente reaccionario, como heredero del franquismo que es.
Hoy, cada vez en mayor medida, los derechos democráticos son formalidades que el gobierno y sus cómplices políticos se saltan cambiando cuantas leyes consideran necesario y aplicándolas por medio de tribunales e instituciones controlados directamente por el poder político. Son posibles cambios en las caras que aplican las políticas cada día que pasa más reaccionarias, pero el cambio de estas solo lo puede garantizar la lucha coherente y organizada de nuestra clase.
Vienen tiempos duros, tiempos de lucha en los que será necesario reforzar nuestras organizaciones de clase, empezando por los sindicatos, coordinar las luchas de los diversos sectores, avanzando hacia una movilización general y sostenida. Y definir con precisión y claridad nuestros objetivos políticos para defendernos de los ataques del capital y avanzar hacia la emancipación.
¡¡¡VIVA EL 1 DE MAYO!!!
¡¡¡UNIDAD DE CLASE CONTRA EL CAPITAL!!!
¡¡¡VIVA LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA!!!
¡¡¡UNIDAD POPULAR POR LA REPÚBLICA POPULAR Y FEDERATIVA!!!
¡¡¡POR EL SOCIALISMO!!!