Secretariado del CC del PCE (m-l)
¿Por qué luchamos los comunistas? ¿Cual es nuestro objetivo?
La revista Teoría y Práctica que recogía los documentos de nuestro segundo congreso en diciembre de 2010 incluía en la portada la siguiente cita de Lenin que continúa teniendo plena vigencia: “En realidad-una realidad velada por nuevos rótulos seudocientíficos y charlatanescos, o bajo una mediocre no pertenencia a ningún partido- los dos partidos en lucha son el materialismo y el idealismo”
El Partido bolchevique dirigido por Lenin luchó desde el primer momento por la revolución proletaria para acabar con el capitalismo, siempre defendió la unidad del proletariado internacional contra el chovinismo y rompió con la socialdemocracia cuando esta traicionó su compromiso internacionalista votando a favor de los crédito de guerra de la burguesía, implicándose en los gobiernos burgueses. El movimiento comunista que surgió de esa ruptura escribió las páginas más heroicas en la construcción de una nueva sociedad y en la lucha contra el nazi fascismo, la forma de estado terrorista a la que recurrió el imperialismo para intentar aplastar al proletariado. Y lo hizo combinando en todo momento la mayor firmeza en la defensa de los principios ideológicos del materialismo marxista leninista con la flexibilidad táctica que cada momento histórico requería.
Rusia vivió la primera experiencia socialista de la historia; el proletariado ruso dirigido por el Partido Comunista de la Unión Soviética demostró la viabilidad del modelo socialista y su ejemplo iluminó los esfuerzos del proletariado mundial, levantando una ola de solidaridad internacionalista. Hoy Rusia sufre de nuevo la opresión del capital y actúa como un actor más en la pelea interimperialista. Alguien podría preguntarse: ¿por qué entonces luchar? ¿merece la pena combatir por una idea que ha terminado siendo un pequeño rayo de esperanza que rápidamente agotó su luz?
Los procesos históricos no son lineales; se han dado momentos que han abierto caminos y establecido tendencias que permitieron asentar posteriormente los cambios: En enero de 1793 el pueblo francés, por ejemplo, ejecutaba en la guillotina a sus reyes Luis XVI y María Antonieta, y en mayo de 1804, solo once años después, Napoleón Bonaparte se coronaba su emperador. Pero aquella revolución significó el fin definitivo del feudalismo y abrió el periodo de dominio político de la burguesía, rompiendo las barreras que impedían el desarrollo imparable del modo de producción capitalista. De la misma forma, la revolución proletaria en Rusia y la constitución de la Unión Soviética iniciaron un periodo nuevo, el de las revoluciones proletarias. El propio Lenin, era consciente de ello cuando señalaba: “Al proletariado ruso le ha correspondido el gran honor de empezar, pero no debe olvidar que su movimiento y su revolución son solamente una parte del movimiento proletario revolucionario mundial”
La ideología que acabó con aquella grandiosa experiencia, solo pudo hacerlo desde dentro, alegando que ya se habían cubierto todas las etapas y era necesario rebajar la tensión revolucionaria. Y la misma ideología, que contaminó a la mayoría de los viejos partidos comunistas, lleva decenios hablando de la necesidad de acabar con la guerra contra la ideología burguesa y cantando las bondades del Estado liberal para avanzar en la revolución social; los mismos que proponen sustituir la revolución proletaria por las reformas desde el gobierno burgués. Y ahora, los mismos que han combatido siempre las ideas revolucionarias hablan de la necesidad de unidad de los comunistas para afrontar el periodo que viene.
Como decimos, aquella fue una experiencia que únicamente pudo liquidar desde dentro la acción traidora de una camarilla degenerada, pero también la inacción de muchos camaradas honrados que antepusieron erróneamente la “unidad” del partido a la lucha sin cuartel contra el revisionismo y la ideología burguesa en el seno de éste. Esa es una lección que los comunistas no debemos olvidar nunca.
Elena Ódena, la inolvidable fundadora de nuestro Partido recordaba las enseñanzas del proceso revolucionario soviético en su artículo ”La importancia de la Revolución de Octubre” donde señalaba: “…el triunfo de la revolución socialista es imposible sin un partido revolucionario libre de oportunismo de cualquier tipo, intransigente frente a los capituladores, frente a la burguesía y al Estado reaccionario…”
La victoria de los revisionistas al hacerse con el control del aparato de dirección de la mayoría de los viejos partidos comunistas provocó su paulatino adocenamiento y el rápido abandono de las posiciones revolucionarias. En España, el prestigio del PCE que había dirigido la lucha contra el franquismo era enorme; por eso su apoyo fue determinante para el éxito de la maniobra que permitió a la oligarquía española imponer una “transición” sin ruptura haciendo posible que mantuviera el control de los resortes de poder del Estado. Una consigna del traidor Carrillo, cambiando el sentido de un viejo refrán, resume a la perfección esa renuncia: “Yo prefiero ser cola de león a cabeza de ratón”. En aquel momento trascendental, el único partido que se opuso a la maniobra fue el PCE (ML) constituído unos años antes por militantes del PCE fieles al leninismo.
Mucho ha llovido desde entonces, pero conviene no olvidar las lecciones de la historia para no cometer los mismos errores a la hora de determinar el papel de los comunistas en un momento como el actual en el que, empujadas por la crisis del imperialismo, estallan las contradicciones que se han ido fraguando en el campo popular a lo largo de todos estos años.
Asumiendo un papel de impotente “conciencia crítica” a la cola del social liberalismo, el revisionismo y sus epígonos oportunistas han terminado compartiendo la gestión de los intereses de la burguesía en el gobierno de coalición en un momento en el que el capitalismo imperialista afronta su crisis más profunda en décadas. La vaciedad de su política ha provocado su completo descrédito y puesto en evidencia ante el proletariado el papel de quinta columna del revisionismo moderno. Era algo que cabía esperar.
El XXI Congreso del PCE revisionista celebrado en julio pasado ha sido el último eslabón en su largo proceso de descomposición y degradación ideológica. La virulenta lucha interna que se saldó con la victoria de la candidatura oficial por un puñado de votos, no se libró para recuperar la ideológica que habían abandonado hace décadas; fue, como otras veces, una pelea técnica, por momentos barriobajera, sobre cuestiones orgánicas relativas al control del aparato del partido, entre fuerzas que manifiestan entre sí una completa identidad en los planteamientos ideológicos. Los dirigentes de ambos sectores no han planteado en ningún momento el objetivo que debería animar la acción de un partido comunista: la superación revolucionaria del capitalismo imperialista. Como resaltaba una camarada de nuestra juventud, la pelea se dio entre quienes apuestan por mantener el compromiso con un gobierno de práctica social liberal que ha probado sobradamente que no pretende acometer cambios de raíz en la estructura del Estado liberal monárquico y se ha limitado, en el mejor de los casos, a reformas cosméticas que no reforman nada, y quienes apuestan por la vuelta a la política socialdemócrata anterior a la efusión ciudadanista sin implicarse en el gobierno con el social liberalismo.
El momento actual y la unidad de los comunistas
«¡¡Cuanto se habla, se comenta y se grita ahora acerca de la nacionalidad, de la patria!!!…todos exaltan de mil maneras la libertad y la independencia de la patria…es imposible distinguir donde termina el venal adulador del verdugo Nicolas Romanov….y donde empieza el pequeño burgués adocenado, que sigue “la corriente” por estupidez o falta de carácter…nos encontramos ante una corriente ideológica muy amplia, y muy profunda, cuyas raíces están firmemente enlazadas con los intereses de los señores terratenientes y capitalistas de las naciones dominantes. Decenas y centenares de millones se gastan al año en la propaganda de las ideas que convienen a esas clases: el molino es grande y recibe agua de todas partes…” V.I. Lenin
El largo proceso de descomposición del revisionismo moderno ha ido dando paso al surgimiento de decenas de pequeñas fuerzas que autodefiniéndose como comunistas mantienen su matiz político particular en determinadas aspectos programáticos siempre alejados del objetivo estratégico de los comunistas. Acuciados por la profunda crisis de la izquierda y la práctica desorganización del campo popular, la mayoría de estas fuerzas reclaman y se afanan con más o menos fervor en la unidad orgánica de los comunistas como primer paso necesario para avanzar, pasando por alto que, precisamente en la coyuntura actual, uno de los principales escollos para el avance de la lucha de nuestra clase hacia la emancipación es la profusión de pequeños destacamentos que adornan con el manto de “comunista” una ideología que ignora las bases del leninismo. Puede haber quien considere injusta esta afirmación, pero no hay nada más claro, y solo exponiendo claramente los problemas podremos acometer con posibilidades de éxito la tarea de superarlos.
Sí, hoy los comunistas somos débiles; y lo somos por errores propios que han llevado a una peligrosa dispersión ideológica; hoy, se definen como comunistas fuerzas con posiciones verdaderamente aberrantes: para unos, el programa de los comunistas es una versión doctrinal y ecléctica que confunde el objetivo revolucionario con la profusión de consignas fuera de contexto, y la militancia con una actitud “militarista” y una estética unificadora peligrosamente cercana a la del fascismo, que busca simplemente reforzar la autoestima del grupo a costa de separarse del movimiento de masas; otros hacen coro con los sectores más agresivos y reaccionarios de la derecha clamando por la “unidad de la patria” como si el concepto de patria no estuviera ligado también a las clases, como si existiera una tal “patria” que uniera a explotados y explotadores por encima y al margen de las otras “patrias” en las que nuestros hermanos de clase sufren la explotación en nombre de los mismos falsos “altos ideales” que convienen a la burguesía.
Es a la hora de tomar posición ante los grandes problemas que afectan a nuestra clase cuando se perciben más claramente las debilidades ideológicas de una mayoría de los comunistas españoles: unos se empeñan en seguir, dentro o fuera de un gobierno compartido con el social liberalismo, practicando la política de la burguesía; otros, por el contrario, reniegan de lo que consideran acertadamente “cesiones”, pero se niegan a “rebajar” su propuesta estratégica, por lo demás trufada de “radicalismo” pequeño burgués.
El momento que vivimos se caracteriza por la persistencia de una durísima crisis del imperialismo que tiene elementos particularmente peligrosos, como la guerra en zonas cercanas a los núcleos de poder imperialista sobre las que hasta ahora existía un acuerdo tácito entre las potencias para mantenerlas al margen de la confrontación militar abierta por el riesgo de que derivaran en una guerra generalizada entre ellas. Es este un matiz, nada insignificante por otra parte, que refuerza aún más si cabe la necesidad de que los comunistas expliquen el carácter de clase de la guerra y la necesidad de enfrentarla en el marco del capitalismo, no con una posición “pacifista” sino revolucionaria, defendiendo su transformación en guerra revolucionaria; la necesidad de acabar con el imperialismo para acabar con las guerras.
El caso es que, como respuesta a las constantes presiones de EEUU por extender la OTAN hacia la frontera con Rusia y la actitud reaccionaria e interesadamente sumisa del régimen ucraniano ante el amo yanqui, el ejército ruso invadió Ucrania provocando una guerra que dura ya más de seis meses. Frente a ella, un “comunista” como el Secretario General del PCE, Enrique de Santiago, afirmaba que preferiría no estar en la OTAN, pero “si formamos parte de una organización internacional y tenemos obligaciones, es obvio que mientras formemos parte hay que cumplirlas”. Es decir, aunque la “organización internacional” sea un bloque militar agresivo al servicio de los intereses de EEUU, nuestro ingreso en ella sea fruto de un monumental engaño seguido del criminal incumplimiento de los compromisos del Estado y nuestra permanencia en ella acarree riesgos y suponga penalidades para los ciudadanos españoles, el máximo dirigente del viejo PCE propone agachar la cerviz y colocar su lealtad con los compromisos de la burguesía española para con sus aliados imperialistas por encima de las necesidades de la mayoría.
Al otro lado, en defensa del rival imperialista del imperialismo occidental, la misma actitud lacayuna. De esta forma defiende la guerra de Putin y su régimen uno de tantos textos laudatorios del imperio ruso que nos hace llegar, sin firma, uno de tantos grupos “comunistas” empeñados en hacer de altavoz de la propaganda de guerra de la oligarquía rusa: “Rusia NUNCA tuvo esclavos negros ni creó un mercado para comerciar con negros (1600-1800)…Rusia NUNCA participó en la Conferencia de Berlín para repartirse África como un trozo de carne (1884)…”.
Y esto dice otro, firmado por lo que parece un plumífero al servicio del Kremlin, que extiende por la redes el mismo equipo de “comunistas”: “…el modo de relaciones internacionales promovido por Washington, que comprende una sumisión total y completa a sus dictados, solo entusiasma a actores como la Unión Europea…Un servilismo que no lo padecen todos. Una muestra de ello es el impulso que está viviendo BRICS un potente grupo de naciones unidas en su deseo de un orden mundial justo, equitativo y multipolar (sic)…De hecho, acaba de conocerse que Arabia Saudí, Egipto y Turquía se están preparando para solicitar la membresía en esta organización internacional, según Anand Purnima, presidenta del foro internacional del BRICS…” * (1)
Es decir, en su afán por embellecer al sátrapa Putin y su régimen, estos otros “comunistas” no tienen empacho en hacer lo propio con la Rusia zarista o Estados reaccionarios como Arabia Saudí o Turquía, al parecer, amantes como ellos de un “orden mundial justo, equitativo y multipolar”. Las enseñanzas de los grandes dirigentes del proletariado que insistieron siempre en valorar por encima de todo los intereses de clase en juego, son para unos y otros “agua pasada”.
Para fustigar a otros revisionistas de su tiempo que bajaban las banderas de la revolución para apoyar los intereses “patrióticos” de su burguesía, en diciembre de 1914, recién iniciada la Primera Guerra Mundial, Lenin escribía un artículo del que procede también la cita que encabeza este apartado, cuyo título era: “El orgullo nacional de los grandes rusos”. Esto es lo que señalaba en él: “...Nos invade el sentimiento de orgullo nacional, y precisamente por eso odiamos, en forma particular, nuestro pasado de esclavos,…y nuestro presente de esclavos, cuando los mismo terratenientes, auxiliados por los capitalistas nos llevan a la guerra …Nadie tiene la culpa de haber nacido esclavo; pero el esclavo que rehuye aspirar a su propia libertad y encima justifica y embellece su esclavitud (llamando, por ejemplo, al estrangulamiento de Polonia, Ucrania, etc, en defensa de “la patria de los grandes rusos”), semejante esclavo, es un miserable lacayo, que provoca un sentimientto legítimo de indignación, de desprecio y de repugnancia. “el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre”…Precisamente porque la queremos así, decimos: En la Europa del siglo XX (aunque sea en el extremo este de Europa), no se puede “defender” la patria de otro modo que luchando por todos los medios revolucionarios contra la monarquía, los terratenientes y los capitalistas de la propia patria, es decir, contra los peores enemigos de nuestra patria, los grandes rusos no pueden “defender la patria” de otro modo que deseando en cualquier guerra la derrota del zarismo …” Nada determinante reduce la actualidad de esta cita.
Como hemos dicho más veces, cada vez es más clara la evidencia de que el imperialismo crea las condiciones objetivas para el paso a un nuevo modo de producción social; y también de que no es posible un cambio radical que permita la emancipación del ser humano de la esclavitud del trabajo asalariado sin una ruptura revolucionaria con el Estado imperialista, se adorne éste como se adorne (“democrático”, “popular”, “socialista” o liberal). Pues bien, frente a esta realidad, los revisionistas son los primeros en fomentar la confusión defendiendo criterios verdaderamente aberrantes frente a las necesidades de la lucha. Como vemos, hay quien defiende con una pasión irracional las posiciones del gansteril régimen imperialista de Putin, utilizando y deformando de la forma más grosera el glorioso pasado socialista de la Unión Soviética y quien hace lo propio con un bloque imperialista, el occidental, responsable de todo tipo de atrocidades en nombre de la “libertad de mercado”. Y todos ellos con el marchamo de “comunista”.
La tarea del momento: sin ruptura no habrá cambio
“El socialdemócrata (léase, comunista) no debe olvidar nunca ni por un instante, la inevitabilidad de la lucha de clases del proletariado por el socialismo contra la burguesía y pequeña burguesía más democráticas y republicanas. Esto es indiscutible. De esto se desprende la necesidad absoluta de que la socialdemocracia (léase los comunistas) tengan un partido propio independiente y rigurosamente clasista. De aquí se desprende el carácter temporal de nuestra consigna de batir junto con la burguesía, el deber de vigilar rigurosamente al aliado como si se tratara de un enemigo…pero sería ridículo y reaccionario olvidar, hacer caso omiso o menospreciar, a causa de ello, las tareas esenciales del momento, aunque sean transitorias y temporales. La lucha contra la autocracia es una tarea temporal y transitoria de los socialistas, pero todo olvido o menosprecio de esa tarea equivale a traicionar el socialismo y prestar un servicio a la reacción«. Lenin. Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.
Es evidente que para tomar vuelo, el movimiento popular necesita con urgencia la máxima unidad para afrontar el tempestuoso futuro; es evidente también que solo los comunistas, armados con el método dialéctico pueden aportar a las luchas la coherencia y la dirección necesarias hacia objetivos que nos acerquen a la ruptura revolucionaria. Pero para quienes reclaman la unidad orgánica de los comunistas, cabe decir que en el momento político actual esa unidad orgánica si no va precedida de una unidad ideológica, que no podrá alcanzarse sin una lucha a muerte contra los errores revisionistas que nos alejan de nuestros objetivos, únicamente traería más confusión. Obviar esto no solo no acerca la unidad de los comunistas en torno a la ideología revolucionaria que vio nacer el movimiento, sino que tampoco es ninguna ayuda a las necesidades actuales del movimiento popular y las tareas democráticas de la revolución. ¿Que pueden aportar fuerzas tan dispersas ideológicamente, que no sea más confusión?
¿Quiere ello decir que el PCE (ml) se niega a la unidad y rechaza los acuerdos y las alianzas con otros destacamentos de comunistas? No, en absoluto. Entramos en una etapa de la lucha en la que es preciso y prioritario centrar los esfuerzos en unir a los sectores populares, incluso de la burguesía democrática, en torno al objetivo de la ruptura con el régimen monárquico que es también la expresión viva de la traición del revisionismo que en su momento, cuando la fuerza del proletariado aún era grande, desarmó el impulso revolucionario del movimiento popular.
No, nunca hemos cedido en la lucha ideológica contra el revisionismo, ni lo vamos a hacer ahora, pero tampoco hemos sido sectarios, Creemos, de hecho, que el momento actual es el de la máxima unidad entorno a unos objetivos concretos que pasan necesariamente y en primer lugar por la superación democrática del Estado monárquico. En esta lucha es importante el papel de los comunistas, sí; pero confundir la necesaria unidad de acción de los destacamentos comunistas que actúan en el movimiento popular con la exigencia de una previa unidad orgánica entre ellos sin eliminar previamente los restos de la ideología revisionista dominante, sería tanto como evitar la recuperación del leninismo y poner un obstáculo innecesario a la unidad popular que caracteriza la urgencia del momento político.
“Las tareas políticas concretas hay que plantearlas en una situación concreta. Todo es relativo, todo fluye, todo se modifica. “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”. Lenin
El próximo año es electoral; a lo largo de los siguientes meses se van a celebrar elecciones en la mayoría de comunidades Autónomas, todos los ayuntamientos, y a finales de año las generales. Y este largo proceso electoral va a coincidir con la profundización de la crisis generalizada que afronta el capitalismo.
Tras el verano, vamos a comprobar como las limitadas medidas adoptadas por el Gobierno de coalición con objeto de mejorar sus expectativas electorales tras las derrotas en Madrid, Castilla León y Andalucía, no cambiarán nada porque, como venimos insistiendo, los resortes políticos del Estado están supeditados de la manera más incondicional y firme a los intereses de una ínfima minoría cuyo objetivo es descargar sobre la mayoría social las consecuencias de la crisis capitalista que su actividad antisocial han agravado.
Será un momento que facilite la actividad política de quienes planteamos la ruptura radical con el régimen y un cambio completo del modelo de Estado impuesto en 1978; de quienes defendemos la lucha por la República democrática como la tarea del momento. Será el momento de empujar con más firmeza hacia la revolución democrática en el Estado español
Los intentos de los revisionistas por recomponer el campo de la sumisión al régimen monárquico, están aumentando la separación entre las diversas corrientes oportunistas. El resto de las escasas fuerzas organizadas del campo popular, en su mayoría, como venimos insistiendo, controladas o influidas por una u otra corriente “comunista” tienen dos salidas: equivocar el análisis concreto del momento político que se abre y menospreciar la importancia de avanzar hacia la configuración de un frente democrático insistiendo como tantas otras veces han hecho en imponer su propio programa político y condicionar todo avance a las coletillas de cada “familia”: República Socialista, Confederal, Unitaria o Feminista, por ejemplo, negándose a ver que una inmensa mayoría de nuestra clase está al margen de la batalla política, entre otras cosas, por el cesarismo y la soberbia que ha caracterizado el trabajo de los comunistas. O ayudar unitaria y lealmente a configurar a corto plazo una alternativa de ruptura, republicana y democrática como primer paso hacia la revolución socialista que los comunistas defendemos.
No nos hacemos ilusiones. La división es grande; la confusión, el miedo (y el miedo es una pulsión que en política tiende a frenar el impulso revolucionario de las masas) y el desencanto, aún mayores; el control de los grandes medios de manipulación de masas (incluidas las redes sociales) por grandes grupos ligados estrechamente a los sectores más reaccionarios de la oligarquía financiera, absoluto. Pero, con todo, amplios sectores de las clases populares, incluida una parte de la burguesía democrática hasta ahora ligada a las tesis oportunistas, que esperaba un cambio en lugar del desengaño y la frustración provocados por éstas, buscan una salida que saben únicamente pueden encontrar en la ruptura democrática con el régimen.
Si algo ha probado la política del revisionismo desde que aceptó formar parte del Gobierno con el social liberalismo (esa fue la consumación dialéctica del camino que iniciaron con la aceptación del régimen monárquico en 1978) es que en nuestro país, solo se abrirá paso a la libertad y a la verdadera democracia, solo se comenzarán a crear las condiciones para solucionar los principales problemas que afrontan las masas trabajadoras: económicos, sociales y democráticos, si se rompen las cadenas con el franquismo, si se rompe con el régimen. Hoy son muchos quienes entienden que sin ruptura no habrá cambio. Y, para los comunistas del PCE (m-l), ayudar a unir toda esa fuerza hoy dispersa y confusa es la tarea del momento.
*(1).- Brics es el acrónimo formado por la inicial de los países que pusieron en marcha este foro: Brasil, Rusia, India, China, y a partir de 2010 Sudáfrica. Se trata de una organización política que comenzó las negociaciones para su formación en 2006 y celebró su primera cumbre en 2009