J. Romero
En el balance de la experiencia socialista en la URSS se ha tratado entre los factores que pudieran haber facilitado el triunfo del revisionismo en el primer Estado socialista de la historia, el acceso a la dirección del Partido de una nueva generación que no había vivido la revolución y la consolidación del Estado soviético, ni, por lo tanto, las durísimas batallas ideológicas que libraron los comunistas contra todo tipo de corrientes revisionistas y oportunistas que desde fuera y desde dentro intentaban apartar al Partido de sus responsabilidades y minar su unidad, firmeza y claridad ideológicas. Una generación que había nacido a la lucha política en una sociedad que presentaba una fuerte identidad común, reforzada en la Gran Guerra contra el nazi fascismo y en la que, por tanto, las contradicciones internas y las diferencias de clase, aparentemente se habían amortiguado hasta casi desaparecer.
Sin duda, se trata solo de uno de los factores y no de los más importantes, que ayudan a explicar la victoria del revisionismo moderno en la URSS; pero los cambios de ciclo son cuestiones que debemos tener en cuenta en la actividad política. Y hoy, asistimos a uno de ellos. En España, la vieja generación que vivió la parte final de la lucha contra el franquismo ha terminado su ciclo político vital; esa generación se inició en la lucha militando la mayoría en organizaciones que habían caído ya en las redes del revisionismo moderno y apoyaron la transición sin ruptura que está en la base de los grandes problemas políticos que enfrentamos; esa generación quedó bajo la influencia de corrientes que habían renunciado al objetivo revolucionario del movimiento comunista y ha pasado el testigo de una ideología contaminada por todo tipo de “cosmovisiones” irracionales, místicas, idealistas, que ignoran las causas de los procesos políticos y fantasean sobre la posibilidad de emancipar al ser humano del yugo del trabajo asalariado con reformas parciales sin destruir el Estado burgués.
El surgimiento y consolidación del revisionismo moderno conforme los grandes partidos comunistas abandonaban el leninismo en sus análisis y lo sustituían por “adornos” ideológicos extraños al marxismo, fue acompañado y favoreció a su vez la expansión de “nuevas teorías” anticientíficas. Ahora bien, que se debilitaran los destacamentos comunistas, que la mayoría de ellos abandonaran la dialéctica marxista y renunciaran a la revolución no puso fin a las contradicciones que periódicamente empujan al sistema a situaciones conflictivas que pudieran derivar en procesos revolucionarios. Por ese motivo, la burguesía siempre se ha preocupado de tener en la recámara alternativas “atractivas” que presentar a los sectores juveniles que nacen a la lucha.
En 2018, se cumplieron 50 años del denominado “mayo francés” que marcó la entrada en la escena política del “postmarxismo”: una mezcla de idealismo e ideología pequeño burguesa cuyo único objetivo era desviar a la juventud de la revolución. Aquella revuelta, también tuvo su Puerta del Sol: el teatro Odeón (inaugurado, ¡qué ironía!, por María Antonieta dos siglos antes) que durante un mes se constituyó en “tribuna libre” para que hablara todo el que quisiera. Pero en aquella tribuna apenas se habló de acabar con el estado burgués, ni de sustituirlo por un Estado proletario que acometiera cambios radicales en la estructura económica, política y social; en definitiva, de hacer la revolución.
La prensa burguesa se hacía eco del aniversario recordando alguna de las consignas que aquellos días se hicieron famosas: bajo los adoquines, la playa; prohibido prohibir; la imaginación al poder; sed realistas, exigid lo imposible; el acto instituye la conciencia; pensar juntos, no, empujar juntos, sí; la novedad es revolucionaria, la verdad también; no hay pensamiento revolucionario, hay actos revolucionarios, etc…consignas que expresan poco más que la frustración y la impulsividad de una juventud sin dirección ni objetivos claros, en las que se percibía la influencia de las corrientes revisionistas que renegaban de la revolución. Las consignas no expresaban problemas reales de las masas, sino las pulsiones y las emociones “creativas” de la pequeña burguesía.
Quizá nadie mejor para caracterizar quién dirigía aquel movimiento que Daniel Cohn Bendit a quien la prensa burguesa encumbró como líder de las revueltas estudiantiles: olvidados los impulsos juveniles, este personaje pasó a ser uno más de los políticos burgueses que se ofrecían como sostén del sistema y, a partir de 1994, se encaramó al cargo de eurodiputado en representación de una fuerza tan “pragmática” como el movimiento verde. Ahora se define a sí mismo como: “un apasionado de la construcción europea, que considera la última utopía posible de nuestra época”
Carente de objetivos, habiendo renunciado a resolver la principal contradicción: la que enfrenta al trabajo con el capital, todo se limitó a expresar la frustración de la juventud y a desarrollar la “creatividad” de las consignas; sin proponerse organizar políticamente la lucha en la calle, la respuesta colectiva se formuló, al igual que haría después el ciudadanismo podemita, como una suma desagregada de reivindicaciones que, sin objetivos claros y generales, terminó pronto en ser nada.
En España, a la muerte del dictador, en medio de una durísima lucha política encabezada por la clase obrera y las clases populares que a lo largo de la transición costó la vida a casi ciento cincuenta personas caídas en la represión desatada por las fuerzas franquistas para imponer su “democracia” borbónica y mientras la dirección del PCE se confabulaba con las fuerzas franquistas para hacer tragadera la maniobra, los epígonos de aquel mayo francés intentaron cubrir el flanco “izquierdo” del carrillismo confundiendo a la juventud con las consignas burguesas que llegaban como eco de la experiencia francesa. Únicamente el PCE (m-l) mantuvo contra viento y marea una política coherente contra el régimen franquista coronado y defendió consecuentemente la unidad popular por la República Popular y Federativa.
Años después y tras sufrir un demoledor proceso de ataques dirigidos a liberalizar la economía española, encabezados no solo por gobiernos de la derecha neofranquista (UCD y PP) sino por el PSOE, a partir de la crisis de 2007 el movimiento popular se fue radicalizando. En 2011 el 15 M era presentado por el potente aparato propagandístico burgués como la expresión “revolucionaria” de una juventud sin futuro: “Cuando se apagan las farolas, brilla sol; si no nos dejaís soñar, no os dejaremos dormir; tu botín, mi crisis; nuestros sueños no caben en vuestras urnas; apaga la TV, enciende tu mente...” Estas fueron algunas de las consignas de aquella expresión de rabia espontánea hábilmente aprovechada por el oportunismo para desviar la tensión social que crecía en la calle, hacia la impotencia política.
En aquellas fechas, aprovechando el impulso del movimiento “juventud sin futuro” y la cobertura mediática de la propaganda burguesa, se foguearon algunas de las principales figuras del ciudadanismo que luego alumbraría PODEMOS y sus confluencias. No es casualidad que el ciudadanismo sea una corriente íntimamente ligada al postmarxismo que naciera a la vida política en el mayo francés, y al oportunismo latinoamericano también identificado con las teorías “postmarxistas” de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe entre otros, que bebieron de las mismas fuentes contaminadas por el idealismo burgués. Muchas de las consignas de la primera erupción del ciudadanismo en España, tenían en común con las de la revuelta francesa su renuncia expresa a los objetivos revolucionarios, la acumulación de demandas individuales o parciales para ocultar los objetivos generales, etc.
En todos los casos, los sectores más activos de la juventud, influidos por estas corrientes oportunistas, enredaban su impulso combativo en el idealismo; en todos los casos el oportunismo rentabilizó con el apoyo del sistema el profundo malestar de los jóvenes, desviándolo hacia el formalismo de las instituciones burguesas. En todos los casos, tras un primer periodo de “exuberancia” simbólica y formalismo democrático, terminaron imponiéndose líderes personalistas que elevaron su ego por encima de cualquier estructura orgánica que facilitara el futuro de la lucha política e ignoraron el papel central de la clase obrera en el combate contra el capital. En todos los casos, se impuso la emotividad, se fomentó la actitud diletante de considerar que la simple enumeración fantasiosa de objetivos idealizados basta para alcanzarlos.
Hoy, cuando las relaciones sociales nunca han sido más ajenas a lo humano y cientos de millones de personas malviven mientras unas pocas decenas de grandes capitalistas poseen una parte cada vez mayor de la riqueza social creada por nuestra clase, las contradicciones crecen. En el momento actual, el imperialismo afronta una crisis absoluta, por lo que únicamente se puede esperar más destrucción y miseria generalizadas de su parte. El capital monopolista se quita su careta “social” y “democrática” y empieza a aplicar un programa de recortes de todo orden que pondrá crudamente de manifiesto el papel de su principal instrumento para organizar la guerra contra el proletariado y las clases populares: el estado burgués.
Así pues, están dadas las condiciones objetivas para un rápido incremento del conflicto social y un avance de la conciencia política de los sectores más conscientes de las masas: Desde el punto de vista subjetivo, de la organización de la revolución, en todas partes ha quedado al descubierto la falta de sentido y la incapacidad del oportunismo y del revisionismo para dar alternativas que permitan superar la creciente contradicción entre la posibilidad de avanzar hacia la emancipación y la rápida marcha del capitalismo hacia la catástrofe general. Pero, también, fruto de diversos factores como las nuevas formas de producción que favorecen la dispersión de las unidades productivas, la utilización interesada de los potentes medios de relación “alternativa” controlados por el capital, etc, se fomenta el individualismo y se expanden con mayor facilidad las corrientes irracionales. Por todos los medios, la burguesía busca acercar paulatinamente la esencia real, objetiva, del mundo a una visión idealizada y falseada de él1.El combate, por lo tanto, se da cada vez más claramente entre la concepción racional, materialista y dialéctica del mundo y de la lucha política, y el idealismo en sus más variadas formas.
En las condiciones actuales, el nuevo “idealismo oportunista” ve facilitada su labor porque los sectores juveniles perciben solo las desastrosas consecuencias que la política del revisionismo y del oportunismo han tenido en sus vidas y en la de sus familias, pero se les hurta el debate político sobre las causas, lo que fomenta las reacciones emocionales que los separa de la ideología leninista.
A pesar de todo, se abre paso un nuevo ciclo de lucha que puede llevar a situaciones revolucionarias. En nuestro país, como en el resto del mundo, el periodo de “paz social” ha acabado; y esto ocurre conforme la erupción ciudadanista se apaga y los sectores más activos de la juventud se incorporan a la lucha. Es fácil entender en este contexto la importancia que adquiere recuperar a la juventud consciente para el combate por la emancipación.
Es un dato muy positivo que últimamente una parte de la juventud políticamente activa que ha estado hasta ahora ligada a organizaciones oportunistas o revisionistas hayan dado el paso de romper sus ataduras con ellas. Pero que se pretenda que su reagrupamiento se haga al margen del debate político general, encerrándose en una frontera autoimpuesta, es un profundo error que fomentan nuevas corrientes ideológicas surgidas del pantano de la burguesía, para influir en ellos.
Estas corrientes rechazan, por ejemplo, realizar un análisis colectivo de la lucha política en el campo popular desde la muerte del dictador hasta la consolidación de la maniobra monárquica que permita determinar qué fuerzas y qué corrientes ideológicas pelearon consecuentemente contra la traición en marcha y cuales participaron activamente en ella. Y se niegan porque quieren rehuir su propia responsabilidad en esa traición política que ha tenido tan graves consecuencias.
Pretender que la juventud haga por sí sola, aislada del resto de los trabajadores, el análisis de la experiencia política que a nuestra clase le ha costado más de doscientos años de victorias, derrotas y errores que en cualquier caso han aportado valiosas enseñanzas fundamentales en el momento actual, muestra los esfuerzos de la ideología pequeño burguesa por influir en el reagrupamiento de la juventud políticamente activa, para intentar dividir a nuestra clase sobre premisas falsas ignorando totalmente las experiencias anteriores. Eso sería tanto como desarmar a la juventud frente al futuro, olvidar que nada es más útil para el capital que el “borrón y cuenta nueva”,
Es la nueva generación la que debe recoger el testigo del combate por la emancipación; por eso es tan vital recuperar el sentido de la lucha; y el análisis marxista para interpretar el mundo de forma racional y objetiva es fundamental para ello. Las corrientes que se dirigen a la juventud ensalzando “lo nuevo” como única guía para la acción, quienes intentan apartarles de las enseñanzas que aportan incluso los errores anteriores, objetivamente trabajan a favor del capital.
Debemos ser claros, cuando se quiere partir de cero y se rechaza toda la experiencia anterior del movimiento revolucionario, encerrando el debate y su organización en una estructura aislada de la experiencia común de nuestra clase, realmente lo que se busca es construir una propuesta programática cuya base es el eclecticismo. Si se quisiera de verdad el debate, si se buscara la verdad a partir de un análisis crítico de las experiencias anteriores y su contraste con la realidad actual, no se plantearía encerrar a la juventud tras la frontera de “lo nuevo” como único argumento. Aparentemente “nuevo” también fue en su momento el revisionismo moderno y el ciudadanismo podemita. Y con el tiempo, se ha podido ver que en realidad eran la vieja basura ideológica de la burguesía de siempre.
Es común que las corrientes idealistas rehuyan el definirse como partidos y opten por términos como: ”movimiento”, “espacio”, etc. Se trata de resaltar que lo suyo no busca expresar un programa definido y una visión coherente del mundo para defenderlos organizadamente en la lucha política; no se pretende transformar la realidad, sino “debatirla” separada de la experiencia, en un proceso idealizado y al margen de su esencia objetiva, concreta. Quienes cínicamente quieren apartar a la juventud del torrente de la experiencia revolucionaria del proletariado, no lo hacen para protegerles del error, sino para hacer un servicio al capital que necesita a la juventud fantaseando de nuevo con un futuro, que solo llegará si el proletariado recupera su teoría científica y su ideología, para avanzar hacia el socialismo.
Poco a poco se va notando una mayor participación de los jóvenes en las movilizaciones sociales y obreras, un mayor interés por conocer y debatir sobre política; una actitud más activa en sectores de jóvenes que quieren intervenir directamente en el combate político que libra su clase, que se niegan a idealizar tonterías cuando el mundo afronta una lucha sin cuartel por el futuro. Consecuentemente se ve también un mayor interés por conocer el materialismo dialéctico, la ideología leninista que probó en la práctica la posibilidad real de acabar con el Estado capitalista y emprender la construcción de un Estado proletario sobre otras bases radicalmente distintas. Acompañar la experiencia práctica de la juventud, combatir el indiferentismo y ser implacables en la lucha contra la degeneración idealista es básico y fundamental para nuestro Partido, y lo va a ser más en un futuro inmediato.
1-Junto al optimismo irracional de las instituciones imperialistas que anuncian de contínuo el cercano fin de la crisis, los medios de comunicación burgueses propagan también todo tipo de noticias alarmistas que llegan a ser grotescas pero contribuyen a crear la sensación de imposibilidad de cualquier cambio que pueda suponer un avance hacia la emancipación del ser humano: desde “anuncios” del inminente fin de los tiempos producto de cataclismos estelares, hasta amenazas de extinción inminente por la acción del ser humano, etc.