Sofía Ruiz
Artículo publicado en la revista de CIPOML, Unidad y Lucha Nº 37, Octubre de 2018
Este año se ha cumplido el 200 aniversario del nacimiento de Carlos Marx, generando multitud de debates, desde distintos ámbitos, sobre su vida y su obra.
El legado de Marx sigue vigente en nuestros días, como no va a estar vigente cuando el capitalismo sufre una grave crisis, que estalló en el centro del imperio hace unos pocos años y que sigue haciendo estragos y nos empuja a un nuevo gran ciclo de endeudamiento llevándonos a niveles impensados de desigualdad.
En este debate abierto en el 200 aniversario del nacimiento de Marx queremos ahondar en el análisis de la opresión de la mujer desde el conjunto de categorías que Marx construyo en “el Capital” para analizar los profundos procesos estructurales por los que el modo de producción capitalista se reproduce a sí mismo. Tema que ya ha sido abordado por el feminismo marxista de la mano de teóricas como Lise Vogel o Susan Ferguson, etc., pero que sigue abierto al debate y la investigación
Es una cuestión controvertida puesto que gran parte del feminismo se separó del marxismo en los años 80-90 del siglo pasado; además se ha producido un retroceso en el movimiento popular, acompañado de la pérdida de muchas de las conquistas sociales y laborales a causa del ajuste del modo de producción capitalista. La desorientación, las desafecciones y las reorientaciones dieron lugar a un compromiso cada vez más débil con la política revolucionaria y la emancipación.
La causa que se esgrimió para huir del Marxismo, y para el rechazo de la economía política marxista fue su marco explicativo reduccionista e inadecuado para construir una teoría comprensiva de la opresión de la mujer. Eran y siguen siendo falsas ideas que se repetían incansablemente sin ninguna base real, precisamente Marx jamás cayó en un materialismo vulgar o economicista, En el Capital existen pasajes, como el referente a la acumulación originaria en los que la intervención activa del Estado, la coerción, la lucha de clases son los componentes constitutivos de una relación de explotación que no está determinada por leyes puramente económicas o mecánicas.
Al mismo tiempo, en el feminismo burgués, el patriarcado pasa, de ser una forma de organización familiar, a una forma de organización social. Para muchas feministas de la época el Patriarcado es un sistema ideológico independiente, cuyo motor reside en el proceso de producción de significados e interpretaciones del mundo; pero la ideología es la forma en que interpretamos nuestras condiciones de vida y nuestras relaciones con estas condiciones determinadas… ¿Dónde está la relación entre la ideología y las condiciones sociales de existencia? esa conexión no existe o no se explica por lo que caen en una concepción del patriarcado fetichista y a-histórica.
La concepción del patriarcado como un sistema independiente dentro de la sociedad capitalista es la más extendida, no sólo entre las teóricas feministas, sino también entre las activistas porque se trata, al fin y al cabo, de la interpretación más intuitiva e inmediata de los fenómenos de opresión y poder basados en el género, que experimentamos cotidianamente, y acusan al feminismo marxista de reducir la complejidad plural de la sociedad a meras leyes económicas sin comprender correctamente la irreductibilidad de las relaciones de poder. Esta acusación tendría sentido si el capitalismo se entendiese únicamente como un proceso estrictamente económico de extracción de plusvalía y por lo tanto, como un conjunto de reglas económicas que determinan este proceso; y el feminismo marxista entendiera las relaciones de poder como el resultado mecánico y automático del proceso de extracción de plusvalía. Este reduccionismo no tiene cabida en la complejidad y riqueza del pensamiento de Marx, ni en la mayor parte de la tradición marxista. (“Reflexiones degeneradas: Patriarcado y capitalismo”: Cinzia Arruzza)
La concepción materialista de la historia, es el gran legado de Marx, y como dice Silvia Federicci, en el “Patriarcado del salario”, ha sido de gran importancia para la perspectiva feminista , el comprender que para entender la historia y la sociedad tenemos que entender las condiciones materiales de la reproducción social; Reconocer que la subordinación social es un producto de la historia, cuyas raíces se encuentran en la organización específica del trabajo, ha tenido un efecto liberador para las mujeres puesto que ha permitido desnaturalizar la división sexual del trabajo y las identidades construidas a partir de ella, al concebir las categorías de género no solo como construcciones sociales, sino también como conceptos cuyo contenido está en constante redefinición, que son infinitamente móviles, abiertos al cambio, y que siempre tienen una carga política; Analizar la posición social de la mujer desde el prisma de la explotación capitalista del trabajo también deja patente la continuidad de la discriminación basada en el género y aquella basada en la raza, y nos permite trascender la política de los derechos que da por sentada la permanencia del orden social existente y no logra hacer frente a las fuerzas sociales antagónicas que se interponen en el camino de la liberación de las mujeres.
La concepción del patriarcado como un sistema ideológico independiente trajo consigo la dualidad en la teoría de las causas de la opresión de la mujer y por tanto la dispersión teórica y práctica de la lucha de la mujer por su emancipación.
La construcción de una teoría unitaria que explique las causas de la opresión de la mujer en el capitalismo es una de las tareas en las que siguen poniendo todo su empeño y esfuerzos feministas marxistas como Nancy Fraser, Cincia Arruzza, Lise Vogel, Susan Ferguson, Iris Yung…y un largo etcétera . En este esfuerzo se enmarca el análisis de la opresión de la mujer poniendo la reproducción de la fuerza de trabajo en el centro de la producción capitalista.
La reproducción social
Según Marx la fuerza de trabajo es la mercancía que sostiene el conjunto del modo de producción de plusvalía. El capital “surge únicamente donde el poseedor de medios de producción y de existencia encuentra en el mercado al trabajador libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica envuelve toda una historia universal»1. (Marx, El Capital. Libro I, Capítulo IV)
Habiendo identificado la fuerza de trabajo como el eje sobre el cual el sistema entero gira, Marx declara: «Veamos ahora más de cerca esta mercancía peculiar, la fuerza de trabajo ¿cómo esta mercancía especial se produce y reproduce a sí misma?
En la teoría de la reproducción social suele entenderse que existen dos espacios separados y dos procesos de producción separados: el económico y el social, usualmente comprendidos como el lugar de trabajo y el hogar. En esta comprensión, el trabajador crea plusvalía en el trabajo, y es por lo tanto parte de la producción, de la riqueza total de la sociedad. Al final del día de trabajo, puesto que el trabajador es libre bajo el capitalismo, el capital debe renunciar al control sobre su proceso de regeneración y por tanto sobre la reproducción de la fuerza de trabajo.
Marx, sin embargo, tiene una comprensión y una propuesta muy específica para el concepto de reproducción social.
En la Reproducción social del sistema del capital no existe una separación entre una esfera no-económica y la económica, sino que el impulso económico de la producción capitalista condiciona lo que llamamos no-económico. Lo no-económico incluye entre otras cosas, qué tipo de Estado, de instituciones jurídicas y de forma de propiedad tiene una sociedad, mientras que éstas a su vez son condicionadas, pero no siempre determinadas, por la economía. Marx entiende cada nivel particular de la valorización del capital como un momento de una totalidad lo que le lleva a afirmar claramente en El Capital: “cuando es visto, por lo tanto, como un todo conectado, y en el flujo constante de su renovación incesante, cada proceso social de producción es al mismo tiempo un proceso de reproducción”. (Marx, Capital, vol. 1)
El proceso de producción capitalista, por lo tanto, visto como un proceso total conectado, esto es, un proceso también de reproducción, no sólo produce mercancías, ni sólo plusvalía, sino que también produce y reproduce la relación misma de capital; de un lado al capitalista, del otro al trabajador asalariado. (Marx, Capital, vol. 1)
Marx se refiere a la reproducción de la totalidad de la sociedad, lo que nos lleva de vuelta a la mercancía única, la fuerza de trabajo, que necesita ser reabastecida y en última instancia reemplazada sin que haya ningún freno o interrupción al circuito continuo de producción y reproducción.
La comprensión de este proceso de producción de mercancías y la reproducción de la fuerza de trabajo como unificadas nos lleva a abandonar no sólo el marco de trabajo de esferas diferenciadas de producción y reproducción, sino que también, puesto que la reproducción está ligada con la producción dentro del capitalismo, tenemos que abandonar la idea de que el capital renuncia al control sobre los trabajadores y trabajadoras cuando dejan el lugar de trabajo. (Tithi Bhattacharya en “Reproducción social del trabajo y clase obrera global”)
Llegados a este punto , el hogar, la esfera privada está controlada por el capital y forma parte del proceso de producción y reproducción del capital; por tanto, lo que nos interesa de la unidad familiar, la familia de la clase trabajadora donde se produce y reproduce la fuerza de trabajo no es solo su estructura interna, no es solo que este organizada sobre las bases de la diferencia de género y edad, lo que nos interesa y es fundamental, es la relación estructural que la vincula a la reproducción del capital.
La base socio material de la opresión de las mujeres no se encuentra en las relaciones de género que se producen en el seno del hogar, aunque sea fácil llegar a esa conclusión porque es la primera evidencia, sino que estas son una consecuencia. El elemento esencial de la opresión de las mujeres en las sociedades capitalistas no es el trabajo doméstico al servicio de hombres y niños, por muy opresivo que sea. La producción y reproducción de la fuerza de trabajo es una condición esencial, para la dinámica del sistema capitalista, haciendo posible la reproducción del capitalismo. ( Susan Ferguson y David McNally,” Capital, fuerza de trabajo y relaciones de género” )
El hecho de que la producción de la fuerza de trabajo este dentro del ámbito privado y que sean necesarios cuerpos sexuados de mujer para la procreación y la lactancia explica por qué el capital junto al Estado capitalista necesitan regular la capacidad biológica de las mujeres para producir la siguiente generación de trabajadores .La familia nuclear heterosexual y con una organización patriarcal que ya existía con anterioridad fue, la que a través de modificaciones y reforzamientos de los vínculos de parentesco, mediante políticas sociales de los Estados capitalistas dio lugar a la forma familiar compatible con la reproducción privatizada de la fuerza de trabajo adaptándola al nuevo orden de género burgués.
Por tanto y como consecuencia de lo expuesto, el marco de análisis no es el hogar en sí mismo sino en relación con la reproducción del capital. La causa de la opresión de las mujeres en las sociedades capitalistas se localiza en las relaciones centrales del modo de producción capitalista
Con la finalidad de mantener la producción y regeneración de la fuerza de trabajo, el capitalismo requiere mecanismos institucionalizados a través de los cuáles ejercer el control sobre la reproducción biológica, formas familiares, la crianza de los hijos y el mantenimiento del orden de género. A pesar de que las relaciones hombre-mujer en el hogar pueden expresar y socialmente reproducir un orden de género donde el masculino es dominante, esto, no permite cubrir la totalidad de las opresiones a las que se ven sometidas las mujeres. Es decir, el orden de género capitalista se apoya estructuralmente, no en un patriarcado transhistórico o en un modo de producción doméstico separado, sino en la articulación social entera entre el modo de producción capitalista y los hogares de la clase trabajadora, una articulación vital para la producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
La aparición de la nueva familia obrera y la figura del “Ama de Casa”.
Marx, en el libro I del capital describe la brutalidad del trabajo capitalista de manera descarnada; refiere la situación de la clase trabajadora en la primera Revolución industrial poniendo especial empeño en relatar la situación de las mujeres y niños, la degradación de la familia obrera, el hacinamiento en que vivían, la mortalidad infantil.
La vitalidad, salud y resistencia de la clase obrera se agotaron gradualmente durante la primera fase de la industrialización. Los obreros estaban exhaustos desde muy corta edad y sus hijos estaban enfermos y débiles. Crecían y vivían en condiciones miserables, se les ponía a trabajar con ocho o diez años. Explotados, malnutridos, viviendo en barrios marginales atestados, los obreros de los pueblos hilanderos de Inglaterra vivían enfermos y morían pronto. En la década de 1860, la esperanza de vida era inferior a treinta años. La mortalidad infantil era muy elevada como consecuencia de la falta de atención materna. Los inspectores de fábrica reconocían que al no estar en casa la mayor parte del día, las obreras no tenían más remedio que dejar a sus hijos con alguna mujer más anciana, que les alimentaba con pan y agua y les daba grandes dosis de opiáceo, para tranquilizarlos. (Margaret Hewitt “Infants Preservatives”)
La clase obrera no podía, con salarios bajos e interminables horas de trabajo, reproducirse a sí misma y suministrar un flujo estable de trabajadores.
Entre 1850 y finales de siglo, la Segunda Revolución industrial produjo una gran transformación en el sistema de producción con el paso de la industria ligera a la industria pesada, es decir, del textil al acero, el hierro y el carbón como sectores industriales principales y fuentes primarias de acumulación de capital. Estas nuevas industrias, exigían un tipo de trabajador más fuerte y productivo.
Es a partir de estas fechas que se empezó a reducir el número de horas de trabajo de las mujeres en las fábricas, especialmente de las casadas, para que así pudieran realizar sus tareas domésticas. Así surge la creación de la nueva familia obrera, la familia nuclear de un hombre, una mujer y sus hijos. El papel del hombre era trabajar a tiempo completo y ganar un salario capaz de proporcionar un mínimo nivel de vida para la familia. La mujer, el ama de casa tenía la misión de restaurar la fuerza de trabajo del hombre, así como de dar vida y cuidar a los hijos. La necesidad de un nuevo tipo de obrero, más saludable, más robusto, más productivo y, sobre todo, más disciplinado y domesticado, es una de las causas de la aparición de este modelo de familia. De ahí que se expulse gradualmente de las fábricas a mujeres y niños, que se introduzca el salario familiar, que se eduque a las mujeres en las virtudes de la domesticidad, que, en suma, se instaure un nuevo régimen reproductivo y un nuevo contrato social.
Sería erróneo pensar que las mujeres o los hombres trabajadores opusieron alguna resistencia a la instauración de la nueva familia trabajadora: para las mujeres el modelo de familia en la que serían mantenidas mientras educaban a sus hijos era una buena alternativa a las 12 horas al día esclavizadas en una fábrica y a la obligación de cuidar a los hijos al mismo tiempo. Tanto para los hombres como para las mujeres trabajadoras la familia era una forma de garantizar compañerismo y afecto.
El vinculo entre la producción y reproducción del capital y la familia obrera está claro; la familia es uno de los pilares del sistema capitalista y se acopla a la perfección a este y garantiza que se produzca y reproduzca la fuerza de trabajo necesaria y con las características adecuadas para la producción y reproducción del capital. La “creación” de la nueva familia obrera con la instauración del Ama de Casa produce un nuevo régimen reproductivo en el que la mujer pierde la independencia económica y por tanto la autonomía. La jerarquía de género se refuerza lo mismo que la división sexual del trabajo y las relaciones sexuales afectivas quedan sumidas en la reproducción biológica y la dependencia del varón. La perdida de la independencia económica al depender del salario del varón se institucionalizo y la desigual división de poder en el núcleo familiar ha disciplinado tanto las vidas de las mujeres como las de los hombres, Porque también nuestra dependencia del salario único, ha mantenido a los hombres atados a sus trabajos, y a las condiciones laborales de estos.
El trabajo doméstico.
¿Cuál es la naturaleza del proceso social a través del cual, la fuerza de trabajo se auto produce? Esta pregunta tuvo una respuesta errónea durante los años 60 y 70 del siglo pasado que dio lugar a la reivindicación del salario domestico; puesto que su análisis consistía en argumentar que dado que el trabajo domestico produce fuerza de trabajo que crea valor y plusvalor para el capital, también el trabajo domestico tenía que ser una forma de trabajo generador de valor. Pero lo cierto es que el trabajo en el hogar no está mercantilizado: produce valores de uso, no mercancías cuya venta genere plusvalía para el capitalista. En la familia obrera el trabajo domestico oprime a la mujer, es evidente pero la causa socio material de la opresión de la mujer es la necesidad del capital de regular y controlar ese trabajo de restauración y de producción de la nueva generación de trabajadores que hace posible la reproducción del capitalismo y para ello apoyado por el Estado y el resto de instituciones sociales y religiosas configura un modelo de familia donde la jerarquía de género ayude a perpetuar los roles impuestos por las necesidades del capital.
El trabajo domestico es socialmente necesario para la producción y reproducción del capital, Marx se refiere al trabajo necesario como aquel que es un coste necesario para el capital, el trabajo que debe ser pagado (en salarios) del fondo del capital. Por esto, Marx se refiere a los salarios como capital variable. Hay mucho más trabajo impagado, trabajo, que no tiene que ser pagado por el capital, que es necesario para la reproducción de una sociedad capitalista. Y el capital está, en efecto, enormemente asistido por el hecho de que los niños nazcan, se críen, alimenten, y eduquen en unidades basadas en el parentesco, así como los adultos se reproducen física, psicológica y socialmente allí. Más aún, los capitales individuales aquí se benefician de una práctica social que no forma parte de ninguno de sus costes necesarios. Aquí, por lo tanto, no hay tasa de explotación, porque estas prácticas no están mercantilizadas (producen valores de uso pero no valor), y porque no hay un coste estructural directo para el capital, por lo tanto el trabajo domestico no es necesario en el sentido en que Marx lo entiende, aunque si es esencial.
Marx, al establecer que las actividades que reproducen la fuerza de trabajo son esenciales para la acumulación capitalista, hizo evidente que este trabajo tan desdeñado, tan naturalizado, tan despreciado constituye el pilar fundamental de la organización capitalista del trabajo, y resolvía la relación entre género y clase.
El valor de la fuerza de trabajo
¿Cómo se determina el valor de la fuerza de trabajo? El valor de la fuerza de trabajo, como el de cualquier otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para su producción, en este caso, para la reproducción del trabajador. Así, Marx señala: “Para mantenerse, el ser viviente necesita una cierta suma de medios de subsistencia. El tiempo necesario para la producción de la fuerza de trabajo se reduce, por eso, al tiempo de trabajo necesario para la producción de estos medios de subsistencia, o sea, el valor de los medios de vida necesarios para la subsistencia de su poseedor” (Carlos Marx. El Capital. Tomo I). El trabajador gasta una cantidad determinada de músculos, energía cerebral, nervios que debe reponer para realizar el trabajo durante los días que trabaja a la semana. Pero además el trabajador tiene otras necesidades como alimentos, calefacción, vivienda y vestido, que varían de acuerdo a las condiciones climáticas, geográficas y culturales de cada país. Marx agrega que, a diferencia de otras mercancías, “la determinación del valor de la fuerza de trabajo contiene, por tanto, un elemento histórico y moral. Sin embargo, para un país y una época determinada, está dada la suma promedio de medios de subsistencia necesarios”. El límite mínimo del valor de la fuerza de trabajo “está dado por el valor de aquella masa de mercancías cuyo diario aprovisionamiento es indispensable para que el portador de la fuerza de trabajo…pueda renovar su proceso de vida; es decir, por el valor de los medios de vida físicamente indispensables” (Carlos Marx. El Capital. Tomo I).
Por lo tanto, si el precio de la fuerza de trabajo cae por debajo de este mínimo, se traducirá en que el trabajador no podrá desarrollarse de manera suficiente. Algo esencial para que el sistema se mantenga y el valor continúe valorizándose es que los vendedores de la fuerza de trabajo puedan perpetuarse en el tiempo, ya que el ser humano es mortal y por lo tanto llega un momento en que la fuerza de trabajo abandona para siempre el circuito de intercambio y debe ser repuesto por otro trabajador. Al respecto escribe Marx:
“La suma de los medios de subsistencia requeridos para la producción incluye también los medios de subsistencia de los sustitutos, es decir, los hijos del obrero, de modo tal que esta raza especial de poseedores de mercancías se eternice en el mercado” (Carlos Marx. El Capital. Tomo I). Marx también menciona el hecho de que el trabajador debe adquirir ciertas habilidades y destrezas, lo que implica la formación o educación de éste, lo que hoy se conoce como “capital humano”: “Estos costos de aprendizaje, extremadamente pequeños para la fuerza de trabajo común y corriente, entran en la suma de los valores invertidos en su producción” (Carlos Marx. El Capital. Tomo I).
Por lo tanto, para que se produzca y reproduzca la mercancía especial, la fuerza de trabajo es imprescindible el trabajo domestico, es decir, sin el trabajo doméstico los trabajadores no pueden reproducirse a sí mismos, y sin trabajadores, a su vez, el capital no puede reproducirse. El valor de la fuerza de trabajo no se determina por el tiempo de trabajo necesario para su producción, porque la fuerza del trabajo es una mercancía que se produce fuera de los circuitos y modo de producción capitalista, aunque controlada por el capital. El capital paga por esa mercancía especial no el tiempo necesario para producirla, sino lo que cuesta reproducirla, lo que cuesta la subsistencia…el valor de todo lo que necesitan los trabajadores para reproducirse, excepto la mano de obra femenina a la que el capital no le da valor. Es una mano de obra desvalorizada.
Así pues, podemos concluir que la teoría de la reproducción social es un gran avance para el logro de una teoría unitaria que explique la opresión de la mujer en el capitalismo basándose en la comprensión que Marx tiene del capitalismo como algo más que un sistema económico. Para Marx, el capitalismo es una amplia formación social que incluye la «reproducción de la clase trabajadora» como una condición esencial de la producción de valor.
BIBLIOGRAFIA
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