A. Bagauda
La agenda política del nuevo curso viene marcada por el proceso de investidura (incierto), consecuencia de resultados electorales y decisiones reales y que tendrá lugar a finales de septiembre, y por todo el conjunto de declaraciones, reuniones, intrigas y negociaciones de unos y otros derivados de la misma.
Mientras nos bombardean con esto, queda velado el movimiento de corrientes profundas, fundamentalmente económicas, que son las que dan vida y forma a unos u otros acontecimientos políticos. Veámoslo someramente
A nivel internacional se profundiza la crisis, continúa la guerra en Ucrania y se agudizan rápidamente las contradicciones entre los imperialismos (dicha guerra, los acontecimientos en África o el potente polo de atracción del BRICS lo ilustran), perfilándose cada vez más nítidamente dos grandes bloques imperialistas. Uno en torno a China-Rusia, el otro a EEUU y la UE, cada vez más sometida a los dictados de los yanquis y la OTAN. Su enfrentamiento, de momento, se da en el terreno económico aunque no está exento de conflictos armados locales como el que puede tener lugar en Níger.
En una situación de crisis y fuerte competencia interimperialista, como la actual, el capital ve comprometida aún más su tasa de ganancia, que busca mantenerla a toda costa; básicamente, a través de la reducción del capital variable, es decir, de los salarios. Esto, la crisis y aquellos acontecimientos internacionales se trasladan a nuestro país de múltiples formas. En el plano económico-laboral, llevamos con una alta inflación (actualmente en el 2,6%, con la subyacente en el 6.1%) (1) desde 2022, sin que los salarios subieran a la par. El V AENC (acuerdo entre patronal y burocracia sindical) een modo alguno supone una reversión de ese desajuste sino la continuación del mismo a favor de los capitalistas, por lo que, sin echar la vista más atrás, los asalariados llevamos cerca de 2 años con una importante pérdida de poder adquisitivo.
Esto conlleva, en el plano social, dramáticas situaciones en las familias trabajadoras, como los desahucios (más de 38.2666 en 2022)(2), las dificultades del pago de las hipotecas y de acceso a la vivienda, la denominada pobreza energética (11% de los hogares españoles – datos 2021), la pobreza general (casi 10 millones de españoles viven en riesgo de pobreza y cerca de 5 millones en pobreza extrema – datos 2022)(3), amén del cierre de negocios familiares y pequeñas empresas por el aumento del IPC y el endurecimiento de los créditos (En 2022, 1.151 pymes tuvieron que cerrar). Hay, pues, un empeoramiento generalizado de las condiciones de vida de las masas.
Esto ocurre durante una legislatura, aún no terminada, dirigida por el “Gobierno más progresista de la historia”. El Estado de su Majestad, con su congreso, parlamentos y gobiernos central y autonómicos, no mejora la vida de los ciudadanos. Esta es la tozuda realidad. Porque, lejos de la demagogia y el cacareo de sus medios de comunicación, no sirve al pueblo sino al espurio lucro privado.
Es en este contexto en el que hay que situar la próxima investidura a la Presidencia del Gobierno y, con ella, las directrices de Bruselas sobre la vuelta a la política de estabilidad fiscal: deuda y déficit públicos por debajo, respectivamente, del 60% del PIB (ahora, en el 113%) y del 3% (actualmente en el 4,8%). Es decir, vuelta a las políticas “austericidas”. Y si no se cumplen: sanciones financieras. Estas orientaciones establecidas en marzo fueron naturalmente asumidas por el actual Ejecutivo (léase, tanto por los social-liberales del PSOE como por los reformistas de Unidas Podemos): “… España cumplirá con el Pacto de Estabilidad vigente en la UE en 2024” (Mº Hacienda), según el “Programa de Estabilidad 2023-2026” que remitió a finales de abril a la Comisión Europea.
Ante esta situación y las agresiones que nos esperan, el panorama del campo popular, hegemonizado por la “izquierda” continuista, es árido, como estéril ella. Sumar, ese nuevo experimento, pese a estar conformada por 15 formaciones continúa el declive electoral iniciado con Podemos (agonizante)/Unidas Podemos desde abril de 2019. Así la caracteriza, al tiempo que lanza una advertencia, uno de sus correligioniarios, vocero del revisionismo, M. Monereo: “Si algo ha mostrado Sumar es su debilidad orgánica, su heterogeneidad y la carencia de un proyecto solvente. Esto no es nuevo y viene de la época de Unidos Podemos. En cada elección más avances del bipartidismo, menos votos y erosión de la base militante y de los vínculos organizados en los territorios. Sumar juega en el territorio y con las reglas de los partidos sistémicos y eso está pasando factura. Formar parte de un gobierno como el que se avecina puede terminar siendo el fin de una izquierda española alternativa y con voluntad transformadora” (“Una segunda oportunidad. No habrá una tercera”, elviejotopo.com, 30/07/23).
“Voluntad transformadora” de la que habría que hablar en pasado. Sumar, débil ideológica y, sobre todo, organizativamente, sin perfil político propio, se limita a ser la comparsa del PSOE, su pepito grillo, volcada en la reedición de un nuevo ejecutivo de coalición. Ha pasado el Rubicón: atlantista de facto, ha traicionado sus propios orígenes, su código genético; se ha convertido en un puntal más del Régimen del 78. Busca, a lo sumo, limar las aristas más afiladas del capital, empolvarle la cara para que se muestre con rasgos más amables, humanos. Reformista a ultranza, queda atrapada en la angosta posibilidad de reformas dados el fuerte pulso de la crisis y las urgencias del capitalismo. Centrada, en exclusiva, en el mezquino parlamentarismo (y en el becerro de oro de sus sillones) rehúye de, teme y frena todo movimiento popular (recordemos las movilizaciones de los pensionistas), que puede poner en jaque el statu quo. Es, en definitiva, una izquierda venal, periclitada, campo yermo, inservible para la defensa, impulso y dirección de las masas obreras y populares. De ella, nada nuevo, ningún cambio, se puede esperar. Sumar, resta. El ciclo del 15M queda cerrado.
Se imponen algunas conclusiones:
Primera: Gobierne quien gobierne, sea el bloque de la derecha reaccionaria o el “progresista”, empezará a aplicar las directrices de la UE, del gran capital, que serán una vuelta de tuerca más para el proletariado y clases populares. Veremos menos gastos sociales y más ingresos vía impuestos, que podemos adivinar sobre qué espaldas recaerán; mayores desgarros sociales y deterioro de los servicios públicos. Comprometerán aún más nuestras condiciones de vida.
Segunda: ¡Gobierne quien gobierne los servicios públicos y las pensiones se defienden!; ¡los derechos laborales, sociales y políticos se defienden!; ¡se defienden los intereses populares y de la clase obrera!.
Tercera: Si la investidura es de Pedro Sánchez, la aplicación de la política dictada por Bruselas pondrá una alfombra roja a las derechas franquistas para hacerse con el Gobierno.
El 23 de julio los pueblos de España las frenaron en seco. El fascismo 2.0 sufrió un varapalo, que abrió una crisis dejando ver conflictos entre distintas corrientes donde, parece, la más “integrista” ha reforzado su poder. Algunos medios hablan del ocaso de Vox, mas, creemos, que el fascismo (con independencia del nombre que tome) ha venido para quedarse. No han cambiado las condiciones que lo alimentan. A pesar de ese trance han ganado posiciones políticas y sociales a lo largo de la legislatura, el 28M les aupó a varios gobiernos autonómicos y reforzaron su presencia en las corporaciones locales; el fascismo y la reacción hegemonizan distintos aparatos de Estado, empezando por la judicatura (la judicialización de la política obedece a ello) y terminando por el ejército; y poderes fácticos como la Iglesia están de su lado.
Y es que cuando no se lo combate coherente y tenazmente se le abre paso (es como la mala hierba que no se arranca). Ni el gobierno de coalición, ni los partidos que lo integran, lo han hecho. Tampoco han dado solución a los problemas sangrantes de la población, lo que, junto a los errores (no pocos) cometidos, indirectamente ayuda a medrar al “repugnante gusano de caño sucio” (Machado), sobre todo entre los sectores más golpeados y vulnerables.
Cuarto: Mientras los trabajadores, el pueblo, no se organice, movilice y luche, mientras no surja una izquierda realmente “alternativa y con voluntad transformadora”, habrá un desequilibrio, en nuestra contra, en la correlación de fuerzas: gran debilidad del campo popular, fortaleza del campo oligárquico, con su estado, sus agentes políticos y un fascismo que, pese a traspiés, se desarrolla y consolida y busca el asalto al Gobierno.
El proletariado y las clases populares están políticamente huérfanos. No tienen representación parlamentaria, ni una fuerza política que las agrupe y oriente sus luchas. Es una necesidad vital crearla, dar los pasos necesarios, con inteligencia pero con firmeza, con generosidad pero con claridad, para construir una alternativa política-organizativa que aglutine a los sectores sociales más conscientes y empiece a dar la batalla en defensa de sus intereses, derechos y conquistas, contra los ataques del capital, combatiendo al fascismo en todos los frentes, a la oligarquía; que empuje hacia la ruptura con este podrido y antipopular régimen.
NOTAS
(1) Debido no solo a la Guerra en Ucrania sino, y sobre todo, al mantenimiento e incremento de los márgenes de beneficios empresariales y a las políticas inflacionistas de las instituciones del capital.
(2) Aunque el Consejo de Ministros ha aprobado la ampliación, hasta el 31 de diciembre, de la suspensión de los desahucios, esta pausa se da cuando se reúnen determinadas condiciones.
(3) “El Banco de España calcula que 1,6 millones de hogares no pueden hacer frente a sus gastos esenciales”, “… ha pasado de ser el 7% de las familias al 9% tras la inflación y la subida de tipos”, elpais.com, 06/07/23“)