J. P. Galindo
El pasado 15 de mayo el ministro de Presidencia aseguró públicamente que la economía española «va como una moto» y el presidente del Gobierno, un día después, aclaró que «no va como una moto, va como un cohete», en referencia a las previsiones de la Comisión Europea sobre el posible crecimiento económico de nuestro país para este año y el que viene, que lo situarían a la cabeza de la UE.
Para justificar su optimismo, Sánchez recordó que 4 de cada 10 empleos que se crean en la UE son españoles, que solo 1 de cada 10 es empleo temporal y que los afiliados a la Seguridad Social han llegado a los 21 millones; consecuencias, dice, de la reforma laboral aprobada en 2021 por el gobierno de coalición PSOE-SUMAR. Además, el presidente sacó pecho de las subidas del Salario Mínimo y de las medidas «antiinflación» que llevan aplicándose varios años, recordando que España fue el segundo país de la OCDE donde más creció la renta real per cápita de los hogares en el año 2023.
Hasta aquí, el triunfal relato de la realidad que vivimos cada día los españoles. Ahora, los datos.
Según datos del INE, publicados en febrero de 2024, el porcentaje de población española en riesgo de pobreza o exclusión social subió en 2023 hasta el 26,5% del total, siendo el grupo social más afectado el de los menores de 16 años. Al mismo tiempo, la población que ya sufre «carencia material y social severa» alcanza el 9%, niveles ambos que no se alcanzaban desde el año 2014, en plena recesión.
Las mismas fuentes señalan que la cantidad de familias que no pueden hacer frente a ningún tipo de gasto imprevisto rozó el 40% en el año 2023, lo cual significa una subida de casi dos puntos respecto a 2022, y el nivel más alto desde 2016, mientras que los hogares que llegan a fin de mes con muchas dificultades supera el 9%, lo que se acerca al peor dato registrado (el del año 2020) y supone 6 décimas más que en 2022.
El pasado mes de mayo, al mismo tiempo que el presidente echaba las campanas al vuelo, el Banco de España daba un par de datos preocupantes: en el primer trimestre de este año, la deuda pública española ha llegado a ser equivalente al 109% del PIB total, es decir, nada menos que 1 billón 613.063 millones de euros. El otro dato, el de la situación económica de las familias demuestra que, desde 2004 hasta hoy, el patrimonio económico general de las familias ha bajado en 80.000€ de media, siendo aún mayor el desplome entre las familias encabezadas por alguien menor de 35 años: entre 100.000 y 200.000€
El escenario que retrata el Banco de España es el de una juventud atrapada en la precariedad, con empleos temporales (existen mil trampas para sortear la obligación del contrato fijo), y sueldos de miseria, incapaces de acceder a los préstamos e hipotecas bancarios por su situación laboral, pero también incapaces de hacer frente a los precios del alquiler de viviendas. Más de la mitad de los nacidos en torno a 1988 (alrededor de los 36 años) aún se ven obligados a vivir en la casa de sus padres.
Todo esto, dice el Banco de España, es consecuencia directa de la evolución del ciclo inmobiliario que marcó nuestra economía desde la segunda mitad de los años 90 del siglo XX, y que todavía determina nuestra situación económica y social. Los mayores de 45 años, que pudieron comprar viviendas a precios bajos en los primeros años 2000, mientras se inflaba la burbuja especulativa, después han mantenido un patrimonio aceptable, mientras que los más jóvenes nunca pudieron entrar al mercado inmobiliario, y hoy siguen sufriendo las consecuencias.
La brecha económica entre generaciones se está agrandando. Hace 14 años las familias encabezadas por una persona menor de 35 años y que disponían de una vivienda en propiedad eran el 69%, mientras que hoy se reduce al 32%, al tiempo que los propietarios mayores de 55 años llegan al 80% y más de la mitad dispone, además, de una segunda vivienda.
Según la EPA de abril de este año, el primer trimestre de 2024 ha visto un aumento en la tasa de desempleo inédita desde 2013. El paro alcanzó en estos primeros tres meses a 117.000 trabajadores, cuando la media en la década anterior fue 27.500, manteniendo una racha ininterrumpida de tres años de subidas del número de parados sobre la media (104.700 en 2023 y 66.010 en 2022), que el Gobierno justifica con el aumento paralelo de la población activa.
La realidad, como se suele decir, es obstinada y no se detiene en interpretaciones más o menos fantasiosas e interesadas. Las clases trabajadoras de España (como las de todo el mundo, por otra parte), no encuentran soluciones en las promesas o los relatos de la socialdemocracia (sea la vieja socialdemocracia del PSOE, la novísima de SUMAR o la marca electoral que toque según el momento), que aplica reformas parciales para no tocar el fondo de la estructura económica; que anuncia prohibiciones de desahucios mientras se desahucian a cientos de familias; que lamenta la privatización de los servicios públicos mientras mantiene y blinda el marco legal que permite la privatización; que reconoce al martirizado pueblo palestino su derecho a tener un Estado propio, al mismo tiempo que continúa colaborando política, militar y económicamente con el ocupante que lo empuja al exterminio; etc., etc.
La dictadura burguesa está firmemente asentada sobre cimientos de mentira y manipulación masivas, repetidas, y ampliadas por las empresas de comunicación a su servicio (todos los grandes medios de comunicación españoles están controlados por solo 8 multinacionales, bancos y fondos de inversión), que han renunciado a la tarea de informar para asumir, gustosas, la tarea de formar opinión; de crear ideología a través de la cuidadosa selección de datos y construcción de relatos interesados.
Los datos reales apenas llegan a las clases trabajadoras, eclipsados por el ruido mediático. Es prácticamente imposible que el relato propio de nuestra clase (que también existe, que es el que más nos debería interesar, porque es el nuestro y no el de nuestros explotadores), llegue a las masas. Pero entre el relato oficial, el ruido político que nos bombardea constantemente desde la televisión, radio, prensa e internet, y la realidad que nadie nos cuenta porque la vivimos como trabajadores y trabajadoras, se produce la contradicción en la que nuestra clase se asfixia.
Es urgentemente necesario que nuestros datos y nuestra experiencia real como clase trabajadora explotada se convierta en relato. Porque cuando la realidad se expresa en forma de relato, podemos analizarla, podemos contemplarla en perspectiva (de clase), y podemos planificar nuestra respuesta colectiva. Mientras nuestro mapa mental esté dibujado por nuestros enemigos de clase, seremos incapaces de avanzar un solo paso hacia su derrota, como es lógico. Somos millones de trabajadores y trabajadoras explotados a la vez, viviendo experiencias iguales que necesitan respuestas iguales, pero nos mantienen aislados, enfrentados y distraídos gracias a su relato dominante y omnipresente. «Divide et impera» decían los romanos: divide y vencerás.