Comité de Madrid del PCE (m-l)
La mañana del 27 de Septiembre de 1975, en los últimos estertores del régimen franquista, hace ya 48 años, nuestros camaradas José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, militantes del PCE(M-L) y del FRAP, y los compañeros Juan Paredes Manot (Txiki) y Ángel Otaegui, militantes de ETA político-militar, fueron vilmente asesinados, tras unos juicios farsa mediante consejos de guerra.
Nuestros camaradas fueron jóvenes comunistas de ideal inquebrantable, abnegados luchadores comprometidos con la causa republicana y antifranquista hasta sus últimas consecuencias, héroes de nuestro partido y del conjunto del pueblo español, que, junto a miles de luchadores anónimos, fueron asesinados por avanzar hacia una sociedad más justa, por la república, el socialismo y el comunismo.
Hoy, 48 años después de aquella fatídica jornada, los crímenes perpetrados por la dictadura terrorista de Franco siguen impunes gracias al estado monárquico y el régimen del 78, heredero del régimen franquista, que trata de imponer la desmemoria y relegar al olvido todos los crímenes cometidos por la dictadura fascista.
Vivimos tiempos difíciles para las clases populares de nuestro país, que viven un giro reaccionario en la política, una crisis económica galopante causada por las contradicciones del capitalismo, con un ataque directo de la oligarquía financiera contra nuestras condiciones de vida, traducido en un aumento de la precariedad laboral, la privatización de los servicios públicos, la pérdida de poder adquisitivo, el aumento de la deuda pública o la dramática situación social que provoca el aumento de los precios del alquiler, gracias a la insuficiente ley de vivienda aprobada por “el gobierno más progresista de la historia”. Queda claro que, a falta de inversión productiva, el capital financiero se ha convertido en una aspiradora de dinero ajeno con el que poder especular, absorbiendo a todos los sectores.
Esta coyuntura, se vive además en un contexto internacional agitado, con un choque entre varios bloques imperialistas que luchan por un nuevo reparto del mundo, que ya no pasa solo por la guerra económica, sino por la guerra abierta en la periferia del imperio, como hemos podido ver con el recrudecimiento de la guerra de Ucrania, o lo recientes acontecimientos en Niger.
Hoy más que nunca, es necesario reforzar la organización permanente de las clases populares en torno a objetivos comunes que permitan poner freno a la ola reaccionaria que quiere imponer el capital, pues sin ellos, la lucha de clases amenaza y cada vez con menos caretas, con una regresión hacia el fascismo criminal y asesino.
Hay que abordar el fondo del problema: Sin derruir el podrido régimen monárquico, heredero directo del franquismo y su Constitución del 78, no hay solución posible para los graves problemas de las clases populares.
Sin ruptura, no habrá cambio.