Publicado en Evrensel, órgano del Partido del Trabajo (EMEP), de Turquía.
Evrensel: Los resultados electorales de Grecia han sido acogidos calurosamente por las fuerzas progresistas/democráticas europeas. ¿Qué lectura hacéis de estos resultados?
Consideramos que la victoria de Syriza significa el rechazo generalizado a la política de miseria impuesta por la UE. Por otra parte, si no tenemos en cuenta las fallidas promesas de Hollande antes de su elección en Francia, es la primera vez que una fuerza que accede al poder en la UE cuestiona la política de «austeridad». Valoramos este triunfo porque puede devolver la iniciativa a las fuerzas populares del continente, ya que pone sobre la mesa la posibilidad de revertir los ataques de los últimos cinco años.
Evrensel: ¿Pensáis que Syriza podrá aplicar una política que responda a las necesidades del pueblo griego y a las expectativas de la izquierda europea? ¿Hasta qué punto su fuerza y su visión política pueden permitirle llevar a cabo este esperado cambio?
Ello dependerá no sólo de la determinación de los líderes de Syriza, sino también de la correlación de fuerzas interna e internacional: la búsqueda de aliados en el exterior (tanto los pueblos como otros gobiernos) por parte de Syriza, así como la capacidad de las fuerzas obreras y populares de forjar instrumentos de unidad, frentes populares, en los distintos países, que permitan presionar a Bruselas, pueden torcer el brazo a los burócratas de la UE en algunas cuestiones básicas, tanto para Grecia como para el resto de países. En la medida en que Bruselas tema que Grecia pueda ser una cabeza de puente para otras potencias que aporten financiación (Rusia, China), o que la estabilidad interna se vea afectada, puede hacer concesiones que aflojen la presión sobre los trabajadores. No se puede olvidar el elemento político, más allá de las cuestiones puramente económicas, que sin duda empujan a la UE, en el contexto de una creciente tensión interimperialista, a proseguir la merma de derechos para fortalecerse en la pugna con los otros bloques. Por otra parte, las dudas sobre qué dirección tomar van a darse también entre los propios capitalistas y sus representantes políticos, debido a estos factores.
Evrensel: ¿Qué lectura hacéis de las reacciones de los dirigentes políticos y económicos europeos frente a la victoria de Syriza? ¿Se puede decir que Syriza va a revolucionar «la estabilidad europea»?
Obviamente, a los jerifaltes europeos les resulta más cómodo un gobierno de Nueva Democracia en Atenas para proseguir su brutal programa a la mayor velocidad posible: de ahí las amenazas lanzadas en las semanas anteriores a las elecciones.
Sin embargo, los contactos previos de Tsipras con figuras relevantes de la política y las finanzas internacionales, así como las quitas anteriores a la deuda griega y los cambios impuestos por Draghi en la política del BCE ya permitían entrever una segunda posibilidad, que se ve reforzada por la respuesta positiva de las bolsas a la victoria de Tsipras: que los capitales europeos opten por un moderado viraje como el que les ofrece Syriza, más o menos prolongado, que evite el hundimiento de la economía griega, con sus impredecibles secuelas, al que apunta la política impuesta en estos años. Téngase en cuenta, además, que el programa de Syriza se centra en la deuda que está en manos del BCE (si bien buena parte de ella fue cedida por la banca privada), ya que es más fácil, al menos en teoría, llegar a una solución política sobre ella; mientras que ha asegurado que va a respetar el pago de la parte que se encuentra en manos privadas. Así pues, puede que las presiones sobre la Troika no vengan sólo del nuevo gobierno griego, sino también de esos mismos tenedores privados, para garantizar el cobro de sus préstamos.
Evrensel: ¿Qué ventaja, o bien qué desventajas, podría aportar a la lucha de clases de los trabajadores en Europa esta victoria de las fuerzas progresistas en Grecia?
Es necesario aprovechar el momento para recuperar la iniciativa e incluso pasar a la ofensiva. Syriza ofrece algunos elementos que favorecen nuestras posiciones en el debate en general, y en el que se da dentro de la izquierda en particular: la importancia de la organización, la reivindicación de la izquierda, y sobre todo la unidad en torno a cuestiones de principio nos favorecen en la pelea frente a los diferentes populismos que han ido creciendo en toda Europa.
Por supuesto, también hay muchos aspectos que no compartimos, tanto ideológicos como organizativos, y habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar los dirigentes de Syriza y –lo que es más importante- hacia dónde les empujan sus propias bases. Pero estos elementos son fruto de la propia debilidad de las fuerzas revolucionarias, que en ningún país europeo hemos sido capaces de promover y dirigir este tipo de alianzas amplias, como sí hacen los camaradas tunecinos, por citar un ejemplo cercano. Como en este caso, en muchas cuestiones el desarrollo dialéctico de la situación en Grecia puede ser el espejo en el que mirarse para ir desbrozando el camino en nuestros países respectivos y señalar en cada momento las lecciones tácticas que nos proporcione sobre formas de unidad y su funcionamiento, programas, actitud de la oligarquía, etc. En todo caso, si finalmente Syriza fracasa, nuestra misión es llegar a ese punto con un mayor desarrollo de la lucha de clases en nuestro propio país y con las fuerzas obreras y populares más preparadas y organizadas para el combate.
Evrensel: ¿Los medios presentan a Podemos como una versión de Syriza? ¿Es esto cierto? ¿Por qué?
Podemos es una destilación del revisionismo, su último producto, un intento de recomponer ese campo. Pero en Podemos el elemento pequeñoburgués es decididamente hegemónico, tecnocrático y sumamente agresivo frente a los principios y organizaciones de la izquierda, lo cual en Syriza no se da. Incluso abundan en su seno los elementos procedentes de partidos de la derecha o abiertamente fascistas. Mientras que los griegos han ensanchado su base social sin renunciar a su identidad (por más que hayan moderado sus propuestas), Podemos no marca un espacio propio, ya sea en el centro o en la socialdemocracia: procura engullirlo todo basándose en una calculada ambigüedad y en la diversificación de mensajes, en función de su público. Por eso, igual se dan un abrazo con Tsipras, para beneficiarse de su victoria y de las simpatías de la izquierda española, que marcan diferencias con Syriza para no espantar a los sectores de centro a los que quieren atraer (de hecho, su líder, Pablo Iglesias, ha señalado en más de una ocasión que «las definiciones ideológicas sirven mal para entender la situación»). En lo interno, recuerdan a los métodos bonapartistas, y desde luego su funcionamiento es menos democrático que el de cualquier partido de la izquierda. Los órganos de dirección de Syriza reflejan mucho más fielmente, desde luego, la pluralidad interna (que, por lo demás, en general responde a divergencias ideológicas, lo cual ni por asomo sucede en Podemos).
Podemos se ha propuesto acabar con la izquierda política organizada y cortar cualquier vínculo de las masas populares con las luchas pasadas: ese es su papel, y por eso recibe el apoyo de importantes grupos de comunicación, que ven en ellos el posible recambio del PSOE como la izquierda del régimen.
Evrensel: ¿Cómo es Podemos en cuanto a su programa? Si gana las elecciones legislativas anunciadas, ¿puede llevar a cabo algunos avances y hacer aprobar leyes en interés del pueblo español, al que las clases dirigentes han hecho pagar la crisis? ¿Por qué?
Los dirigentes de Podemos (el reducido círculo de profesores y técnicos que, realmente, marca su política) provienen del revisionismo, así que no es de extrañar que, al menos formalmente, compartan muchas de las propuestas que la mayoría de fuerzas de izquierda incluyen en su programa mínimo: sociales, laborales, medioambientales… Pero ponen el énfasis en la denuncia de la corrupción y en la falta de democracia, igual que hizo en 2011 el 15M (movimiento en el que muchos de ellos se foguearon), lo cual les permite conseguir la «transversalidad» (interclasismo) de la que suelen alardear. Realmente han conseguido conectar con aspiraciones compartidas por la gran masa de la población (muchos de estos dirigentes son expertos en comunicación política); pero se trata de objetivos que no van a permitir avanzar ni un milímetro, especialmente porque van unidos, como decíamos, al combate más encarnizado contra la izquierda, que ellos incluyen en lo que llaman «vieja política». Su objetivo es, en fin, ganar las elecciones a toda costa. Por todo ello, procuran eludir cualquier cuestión que pueda resultar “espinosa”, como la República, el laicismo, la autodeterminación de los pueblos…
Su papel quedó sobradamente demostrado cuando, tras las elecciones europeas, en pleno apogeo, evitaron comprometerse ante la “abdicación exprés” del borbón, lo que sin duda contribuyó (junto a la pasividad del revisionismo “tradicional”) a desmovilizar a unas masas que se manifestaban abiertamente por la República. De hecho, la ilusión que han generado sobre las próximas elecciones contribuyó a que 2014 se saldara con un millar menos de manifestaciones que en el año anterior.
Mucho nos tememos, por ello, que una victoria de Podemos en las elecciones generales de finales de año no supondría un avance en las posiciones populares. Lo ambiguo de sus intenciones, el núcleo pequeñoburgués de su política y el escaso o nulo nivel de conciencia de clase de la mayor parte de su base social no permiten augurar grandes cambios. Para ello haría falta mucha mayor decisión y firmeza que las demostradas hasta ahora. Por el contrario, esa victoria de Podemos podría desembocar en una nueva frustración que aprovecharía la reacción más negra. Y eso, tras haber facilitado la erosión de las fuerzas de izquierda, lo que contribuiría a debilitar a nuestra clase.
Lo más probable es, sin embargo, que se produzca algún tipo de operación “lampedusiana” con el fin de lavar la cara al régimen y facilitar otro largo periodo de dominación oligárquica, con algunas pinceladas “sociales” más o menos duraderas: recordemos la afinidad de Pablo Iglesias con Rafael Correa, y que la oligarquía española ya permitió al PSOE desarrollar algunas reformas keynesianas en los años ochenta, con similares objetivos y resultados parecidos a los que apuntamos aquí. Unas medidas, en fin, que no pongan en riesgo los aspectos esenciales de su dominación de clase, empezando por la forma de Estado. De hecho, no sería sorprendente que se produjera una eclosión de «participación ciudadana» destinada a legitimar la monarquía por la vía del referéndum, en una situación en la que la burguesía tendría las cartas marcadas. Y se da la circunstancia, además, de que en las últimas semanas se han dado algunos contactos y “guiños” entre Podemos y diversos sectores del PSOE (entre sus interlocutores estuvo Zapatero, quien fuera el responsable de los primeros recortes, en 2010): un partido que, seguramente, teme correr la misma suerte que el PASOK.
Por eso, insistimos en señalar que PODEMOS no es Syriza: aparte de las diferencias que indicábamos más arriba, la formación de la izquierda griega adquirió desde un principio unos compromisos que, al menos inicialmente, está cumpliendo. PODEMOS, sin embargo, ha ido matizando paulatinamente sus propuestas y se ha limitado, como señalaba recientemente un conocido periodista de izquierda, a «poner muchas cosas encima de la mesa», sin comprometerse realmente a nada.