Por Raúl Marco
No hay mitin o reunión de varios partidos que no acabe con un «¡Viva el internacionalismo proletario!». La hermosa consigna lanzada en el Manifiesto Comunista, «Proletarios de todos los países, uníos», se grita y se repite, mas, ¿somos realmente conscientes de lo que significan esas palabras? Palabras, consigna que Marx y Engels opusieron a la consigna idealista hasta entonces utilizada de «Todos los hombres son hermanos» que, evidentemente, no correspondía a la realidad. Leer y sopesar los planteamientos del Manifiesto Comunista (teniendo en cuenta que en algunas cuestiones existe un lógico desfase), lleva siempre a la necesidad de materializar esa consigna, de llevarla a la práctica.
Marx insistía en no olvidar que
«La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados.»
La solidaridad entre los proletarios del mundo y sus pueblos es el alma del internacionalismo proletario.Todos los comunistas nos referimos a él y tratamos de aplicarlo en nuestras relaciones, no siempre con acierto y a menudo superficialmente; empero, asumimos como una necesidad vital ese principio y procuramos darle sentido en la medida de nuestras fuerzas. La CIPOML, desde el principio, desde que la fundamos hace ya más de veinte años, insistía en la Proclama Comunista (agosto de 1994):
«Ratificamos nuestra decisión de mantener en alto la bandera del marxismo-leninismo, de luchar por su aplicación, de convertir nuestros partidos y organizaciones en una alternativa política y social, organizativa, a escala nacional e internacional. Nuestros Partidos y organizaciones reafirman su decisión de combatir junto a la clase obrera y los pueblos, junto a los demócratas, patriotas y progresistas, para oponer a la dominación capitalista la lucha por la revolución social del proletariado».
Algo hemos avanzado, en unos lugares o países más que en otros, pero estamos aún muy lejos, no solo de alcanzar nuestros objetivos estratégicos, es decir, la revolución, sino de una unidad de acción que rebase el marco de nuestras reuniones y conferencias, que son realmente un paso importante, pero que, a juicio mío, ya no es suficiente, se queda un poco estrecho.
«El internacionalismo proletario es, ante todo, la ideología científica de la comunidad de intereses de la clase obrera de todos los países y naciones. En segundo lugar, es el sentimiento de solidaridad de los trabajadores de todos los países, de fraternidad de los hombres del trabajo. En tercero, es un determinado tipo de relaciones entre los destacamentos nacionales de la clase obrera. Dichas relaciones se basan en la unidad y armonía de acción, en la ayuda y el apoyo recíprocos. Se basan en el principio de libre aceptación, en la conciencia de que tales relaciones responden a los intereses vitales de los obreros de todos los países.»(V. Kussinen, La misión histórica de la clase obrera, 1959).
Siempre hemos mantenido la idea de la necesidad de avanzar hacia la constitución de la Internacional. Nos lo hemos planteado como una necesidad, como un objetivo válido, para la construcción y desarrollo del movimiento obrero y popular. Como una tarea pendiente que debemos abordar paso a paso, sin precipitaciones ni improvisaciones, mas sin dejarla para las calendas griegas.
Claro que no se pueden quemar etapas, que atravesamos por circunstancias internacionales y nacionales complejas, con grandes diferencias de una región a otra. No son las mismas circunstancias las que se dan en países como Alemania o Francia, que las que se dan en Marruecos, Costa de Marfil, Ecuador o Turquía. Esas diferencias de circunstancias, al analizarlas concretamente, señalan características particulares que hay que tener en cuenta al llevar a la práctica resoluciones generales. En el VII Congreso de la III Internacional (Komintern), se precisaba la necesidad de «partir de las condiciones y particularidades concretas de cada país al resolver todas las cuestiones».
Sin embargo, paréceme que un somero análisis de la actual situación del mundo y el grado de desarrollo de la CIPOML, desarrollo desigual de sus componentes, como es lógico e inevitable, nos lleva a plantear si se dan ya algunas condiciones para dar pasos más decididos y concretos hacia ese objetivo hasta ahora, inconscientemente, abstracto.
Los comunistas debemos tener en cuenta nuestro pasado, ver los pros y los contras de la andadura del movimiento comunista internacional, sacar y utilizar en su justa medida las experiencias, tanto las positivas como las negativas, pero siempre teniendo en cuenta que trabajamos para el presente y el futuro y que el pasado es eso, pasado.
Por ejemplo, es interesante ver cómo Lenin1 definía cada una de las internacionales y alguna de las conclusiones que extrae de ese análisis:
«La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo.
La II Internacional marca la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento entre las masas en una serie de países2.
La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeñoburguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado [subrayado por Lenin].
(…) La importancia histórica universal de la III Internacional, de la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a llevar a la práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado. Esta previsión genial, esta teoría genial se está transformando en realidad (…) Ha comenzado una nueva época en la historia universal. La humanidad se sacude la última forma de esclavitud: la esclavitud capitalista, o sea, la esclavitud asalariada. (…) ¿Cómo ha podido suceder que haya sido precisamente uno de los países más atrasados de Europa el primero en implantar la dictadura del proletariado, en organizar la República Soviética? Quizá no nos equivoquemos si afirmamos que precisamente esta contradicción entre el atraso de Rusia y su “salto” a la democracia, a la democracia soviética o proletaria, por encima de la democracia burguesa; que precisamente esta contradicción ha sido una de las causas (además del peso de las costumbres oportunistas y de los prejuicios filisteos sobre la mayoría de los jefes socialistas, que hizo particularmente difícil o retardó la comprensión del papel de los Soviets como arma de lucha del proletariado). Pero los “líderes” corrompidos por el oportunismo, seguían y siguen rindiendo culto a la democracia burguesa, calificándola de “democracia” en general.
(…) Temporalmente –se sobreentiende que sólo por poco tiempo- la hegemonía en la Internacional revolucionaria del proletariado ha pasado a los rusos, tal como pasó en diversos períodos del siglo XIX, a los ingleses, luego a los franceses y más tarde a los alemanes. (…) en comparación con los países adelantados, a los rusos les ha sido más fácil comenzar la gran revolución proletaria, pero les será más difícil continuarla y llevarla hasta el triunfo definitivo, en el sentido de la organización completa de la sociedad socialista» (subrayado por Lenin).
Destacar la importancia de la gran labor llevada a cabo por la Komintern (o III Internacional) no es necesario a poco que se conozca la historia del movimiento comunista internacional. Se creó ante una situación concreta, de necesidad de romper con el oportunismo y socialchovinismo en el que cayeron algunos de los integrantes de la II Internacional y sus dirigentes «filisteos», como los calificaba a menudo Lenin. Es decir, no se creó porque sí, sino porque era necesario para desarrollar e impulsar la lucha y el trabajo de los partidos del proletariado: ante un panorama y situación concretos, había que dar respuestas concretas. Y la III Internacional las dio cumplidamente. Se teorizó e impulsó la constitución de los frentes populares. Vale la pena recordar que, en su segundo Congreso, la III Internacional aprobó 21 condiciones a cumplir por los partidos que quisieran adherirse a ella.
¿Por qué esas condiciones aprobadas en el segundo congreso y no en el primero?
«En la época en que se desarrolló el primer congreso, en la mayoría de los países sólo existían tendencias y grupos comunistas. El segundo congreso (…) se reúne en otras condiciones. En la mayoría de los países existen ahora, en lugar de tendencias y grupos, partidos y organizaciones comunistas. (…) La II internacional está irremediablemente derrotada. Los partidos intermedios y los grupos de «centro», considerando desesperada su situación, se esfuerzan por apoyarse en la Internacional comunista (…) esperando conservar sin embargo una «autonomía». El deseo de algunos grupos dirigentes del «centro» de adherirse a la III Internacional (…) nos confirma indirectamente que la III Internacional constituye una fuerza que crece constantemente. La Internacional comunista está amenazada por la invasión de grupos vacilantes e indecisos que aún no han podido romper con la ideología de la II Internacional.»
Esas consideraciones deben hacernos reflexionar. No se trata de establecer paralelos, digamos históricos, pues aunque se den situaciones similares que nos lleven a comparar, las conclusiones no pueden ser las mismas, dada que la situación, aunque similar, no es idéntica. Si no analizamos en concreto, en la práctica, no podremos sacar conclusiones acertadas.
Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena echar un vistazo a algunas de las 21 condiciones para la admisión en la III Internacional:
«1. (…) La propaganda debe ser hecha de manera tal que su necesidad surja para todo trabajador, para toda obrera, para todo campesino. (…) Es inadmisible que los órganos de publicidad abusen de su autonomía para llevar a cabo una política no conforme con la del partido.
3. (…) los comunistas no pueden fiarse de la legalidad burguesa. Es su deber crear en todas partes, paralelamente a la organización legal, un organismo clandestino, capaz de cumplir en el momento decisivo con su deber hacia la revolución.
6. Todo partido deseoso de pertenecer a la III Internacional debe denunciar tanto al socialpatriotismo confesado como al socialpacifismo hipócrita y falso; se trata de demostrar sistemáticamente a los trabajadores que, sin la liquidación revolucionaria del capitalismo, ningún tribunal de arbitraje internacional, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización «democrática» de la Liga de las Naciones pueden preservar a la humanidad de las guerras imperialistas.
8. (…) Todo partido perteneciente a la III Internacional tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de «sus» imperialistas en las colonias. De sostener, no con palabras, sino con hechos todo movimiento de emancipación de las colonias. (…)
9. (…) llevar a cabo una propaganda perseverante y sistemática en los sindicatos y otras organizaciones de masas obreras.
11. (…) tienen como deber revisar la composición de sus fracciones parlamentarias, separar a los elementos dudosos, someterlos, no con palabras sino con hechos, al Comité Central del Partido.
12. (…) el Partido comunista sólo podrá desempeñar su papel si está organizado del modo más centralizado posible, si es mantenida una disciplina de hierro cuasimilitar y si su organismo central está munido de amplios poderes (…) y cuenta con la confianza unánime de los militantes.
13. Los partidos comunistas de los países donde los comunistas militan legalmente deben proceder a depuraciones periódicas de sus organizaciones con el objeto de separar a los elementos interesados o pequeñoburgueses.
16. la Internacional comunista y su Comité Ejecutivo deben tener en cuenta condiciones de lucha muy variadas en los diversos países y sólo adoptar resoluciones generales y obligatorias en los problemas donde ello sea posible.»
Son interesantes estos aspectos contenidos en las 21 condiciones. Mas, hay que repetirlo, debemos tomarlos a título indicativo, incluso de orientación, pero huir del calco mecánico, pues las circunstancias actuales no son las mismas que en 1919.
Está claro el importante papel que desempeñó, en líneas generales, la Komintern o III Internacional. No es por casualidad que la reacción y los diferentes oportunismos y revisionismos hayan atacado y calumniado vilmente a la Internacional. Cabe recordar cómo los revisionistas chinos llegaron a declarar que la revolución china se llevó a cabo en contra de la opinión e incluso presión de la Internacional. Personalmente les hemos oído decir que Stalin les aconsejó que se unieran a Chiang Kai-Chek, y acuñaron la fórmula, para disimular su antiestalinismo, de que en Stalin, pese a todo, era más lo positivo que lo negativo.De esa manera se demarcaban de los jruschovistas, pero sólo en la forma.
Los revisionistas de España, Francia, Italia… desarrollaron a su manera políticas que son en esencia la negación del internacionalismo, de todo lo que preconizaba la III Internacional. ¿Qué son si no las tan cacareadas «vías nacionales», la «reconciliación nacional» en España, la «coexistencia pacífica»; qué es el eurocomunismo, sino el reducir la colaboración, de palabra, a una sola parte del mundo? ¿Qué es toda la teoría togliattiana del compromiso storico con su burguesía? Todos ellos atacaron a la III Internacional, en la que habían participado y cuya ayuda habían aprovechado en todos los terrenos. Aquellos oportunistas y renegados acabaron afirmando que la Internacional no servía para nada. La evolución de esos revisionistas y sus camarillas es harto elocuente: de luchadores por «la libertad, la paz, la justicia social» se convirtieron en adalides de la democracia burguesa. Abandonaron el leninismo, en una palabra, traicionaron. Lo que no está muy claro es si su trayectoria fue producto de una degeneración, o algo premeditado y llevado a la práctica poco a poco. El caso de Santiago Carrillo en España es paradigmático: fue trepando hasta llegar a secretario general del PCE, eliminando para ello todo obstáculo, incluso físicamente, como Enrique Líster denunció en su libro ¡Basta!
¿La disolución de la Komintern, en 1943, fue acertada, fue un error? Hay serias dudas al respecto. Cierto es que la Guerra Mundial, la lucha contra el nazifascismo, contra el imperio hitleriano, etc., no facilitaba el funcionamiento de la dirección de la Internacional. Es una cuestión a analizar, pero una cosa es evidente: su disolución tuvo consecuencias muy negativas, como fue la actitud de algunos partidos, después de la guerra y derrota de Alemania, de posponer la lucha de clases a la reconstrucción del país, es decir, la reconstrucción capitalista (caso de Francia e Italia, por ejemplo).
Y la degeneración revisionista. ¿Hubiera podido evitarse esa degeneración ideológica que tan duramente ha golpeado al movimiento comunista internacional? Es difícil afirmar una cosa o la otra. La Internacional no era una vacuna, no era una garantía contra las desviaciones ideológicas y políticas, no podía asegurar que no surgieran desviaciones, fracciones, manifestaciones revisionistas…Pero también se puede afirmar que la dispersión ideológica en nada favorece a los destacamentos comunistas, sino todo lo contrario.
No es fácil emitir juicios a posteriori, mas hay que tener en cuenta que la existencia de la Internacional, dirigida por los comunistas (leninistas) crea la obligación, para todos sus componentes, de asumir una postura clara sobre las cuestiones importantes, lo que ayuda a romper el inmovilismo. Los congresos periódicos que fijan tareas globales pueden impedir el indiferentismo de los oportunistas.
La CIPOML está avanzando, dando pasos muy positivos y las reuniones plenarias son buenas plataformas político-ideológicas. Eso es evidente y ya se deja sentir. Pero por eso precisamente se puede afirmar que las discusiones, las reuniones y encuentros de nuestros partidos y organizaciones no pueden suplir a una Internacional. Esta bien el discutir y sacar conclusiones internas y públicas. Pero eso ya no basta. La práctica nos exige más esfuerzos, más trabajo en común para construir una auténtica y férrea unidad.
A lo largo de estos años de ruptura y lucha contra el revisionismo y el oportunismo, de mucho hablar de unidad, etc., hemos visto cómo algunos partidos, en la práctica, imponían sus puntos de vista elaborados unilateralmente. Cierto es que, al principio de los años sesenta, partidos con mayor experiencia asumían una excesiva responsabilidad, mientras que los débiles ideológicamente caían en la confusión y el seguidismo hacia los fuertes.
¿Se puede decir que, si hubiera existido una Internacional, eso se hubiera podido evitar? Posiblemente, pues al haber una dirección colectiva, todo el entramado organizativo necesario, se atajan los problemas. La supresión de la Internacional, pese a las condiciones existentes en el mundo, en 1943, se puede considerar un error.
En la resolución del Presídium de la Internacional, en mayo de 1943, se afirma:
«Los comunistas, guiados por la doctrina de los fundadores del marxismo-leninismo, nunca fueron partidarios de conservar formas caducas de organización, siempre supeditaron las formas de organización del movimiento obrero y los métodos de trabajo de esta organización a los intereses políticos vitales del movimiento obrero en su conjunto, a las peculiaridades de la situación histórica concreta y a las tareas que se deducen directamente de esta situación.[…]
Teniendo en cuenta el crecimiento y la madurez política de los partidos comunistas y de sus cuadros dirigentes en los diversos países, y considerando además que, durante la guerra actual, una serie de secciones plantearon la cuestión de disolver la Internacional Comunista como centro dirigente del movimiento obrero internacional, el Presídium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, imposibilitado a consecuencia de la guerra mundial de convocar un Congreso (…) propone: Disolver la I.C. como centro dirigente…»
La situación dificultaba el funcionamiento de la Komintern, eso es innegable, pero no justificaba su disolución. El argumento de la madurez de los partidos, de sus cuadros dirigentes, en tal caso hacía posible mantener, en esa situación de guerra mundial, vivo el espíritu internacionalista que luego, en líneas generales, se diluyó en un nacionalismo burgués. Ese mismo argumento fue utilizado, en los años 70-80, por los que se oponían a las reuniones multilaterales y lograron retrasar la unidad hoy alcanzada, sembrando la división entre los partidos marxista-leninistas, practicando un seguidismo lamentable, que posteriormente llevó a algunos a la desaparición.
Es necesario, con toda la prudencia necesaria, plantearse el dar pasos más firmes y concretos hacia un organismo internacional. Somos conscientes de las dificultades, son muchos los aspectos a tener en cuenta, organismos a montar, etc., etc., incluidos unos estatutos o normas, incluso un centro geográfico, además de asegurar unas finanzas mínimas.
Todo ello ha de prepararse concienzudamente, sin improvisaciones. No es tarea baladí, de unas semanas o meses. Eso llevará tiempo, mucho tiempo, pues hay que empezar por profundizar la unidad de pensamiento y de acción, unir la teoría a la práctica, de todos los partidos y organizaciones que conformamos la CIPOML. Y de los nuevos que van a venir.
En el mundo actual, en el que las contradicciones interimperialistas crecen, donde todavía el proletariado no tiene conciencia cabal del papel histórico que ha de desempeñar, se hace más urgente la unidad activa de los comunistas y, por ende, de la organización internacional que logre unificar planteamientos y posiciones. No se trata de volver al pasado, sino de encarar el presente hacia el futuro con decisión, claridad de ideas, firmeza organizativa, funcionamiento concreto, con decisión y una nueva disciplina. Y no dar cuartel a los vacilantes pertinaces que no acaban de decidirse y pueden sembrar la desmoralización.
«La revolución es algo grande y tremendo, no es un juego de diletantes o una aventura romántica« (Gramsci).
La Tercera Internacional y su lugar en la historia. V.I. Lenin , 1919.
«La II Internacional (1889-1914) ha sido una organización internacional del movimiento proletario, cuyo crecimiento se desarrollaba en amplitud , cosa que no dejó de influir en el descenso temporal del nivel revolucionario, en el fortalecimiento temporal del oportunismo que, a fin de cuentas, llevó a dicha internacional a una bancarrota ignominiosa» (ibídem).