Antonio González
La claudicación de la izquierda parlamentaria es una renuncia consciente
Decía Lenin: «La «democracia pura» es un embuste de liberal que embauca a los obreros. La historia conoce la democracia burguesa, que reemplaza al feudalismo, y la democracia proletaria, que sustituye a la burguesa». (Contra el revisionismo. La revolución proletaria y el renegado Kautsky)
Los partidos denominados de izquierda o progresistas de ámbito estatal y con representación parlamentaria -viejos y de nuevo cuño- desde que pisaron las Cortes han ido perdiendo el norte cada vez más (bastante perdido lo tenían incluso de antes). Unos iban a cambiar las cosas “desde dentro” (PCE e IU), otros iban a “asaltar los cielos” (PODEMOS) y otros que había que “reformar la constitución para avanzar” (PSOE). Si hay algo que es común a todos ellos es que no quieren enfrentarse a la monarquía, han renegado a la lucha revolucionaria. Todos se dicen partidos de izquierda y/o republicanos pero organizar a las masas para una ruptura con el régimen monárquico los paraliza.
PSOE y PODEMOS nunca han convocado un acto republicano (salvo en ámbitos cerrados y privados minoritarios) y menos aun apoyado concentración o manifestación republicana local, provincial o estatal. Antes al contrario hay numerosos testimonios de la actitud antirrepublicana de sus ediles, alcaldes y altos cargos. Son los garantes de la segunda transición y su función es frenar las luchas populares que vayan hacia la ruptura. Su única preocupación es hacer gestos de progresismo para ganarse unos votos que les garantice la poltrona llegando a retorcer incluso el lenguaje (pe. “casta” para no citar a la oligarquía financiera que es a la que se refiere; “transversalidad” para ocultar la lucha de clases, etc) para que parezca que son los que traerán los cambios necesarios. Y solo eso es: apariencia, fachada, un bluf; cambiarlo todo para que todo siga igual, como explicaba magistralmente Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela El Gatopardo (cita que la monarquía borbónica sigue a rajatabla como hemos visto). Esto no quita para que amplios sectores de sus bases sí se sientan republicanos y lo manifiesten en cuanto tienen oportunidad.
En cuanto al PCE e IU, han recorrido otros caminos, todos erráticos por su naturaleza reformista, que les ha llevado a lo que ahora son: un cajón de sastre que va detrás de los acontecimientos. Presumen de republicanismo pero poco hacen por traerlo. Como los anteriores, son también pieza fundamental para hacer de bomberos de la monarquía. La renuncia del PCE a la bandera republicana y su asunción de la monarquia en la transición del 78 ya fue toda una declaración de principios de su abandono de la lucha por la República. Pero IU no se queda atrás. En las últimas elecciones del 26J, en un documento interno, el partido de Alberto Garzón pedía a su militancia abstenerse de llevar a los actos electorales banderas republicanas y también recomendó no acudir a los mítines con banderas comunistas. Muy escasas veces se ha visto a algún dirigente o parlamentario de ambos partidos en las manifestaciones republicanas pese a saber que su apoyo es importante para visibilizar el movimiento republicano. Ambos partidos se han enquilosado en actos memorialistas –necesarios, por otra parte- sin más perspectivas y objetivos que rendir un homenaje. Tras su último congreso dicen volver a ser marxistas-leninistas y Garzón, dirigente del PCE, dice que Lenin “era un revisionista equiparable a Berstein”, algo que ni los historiadores mas anticomunistas se atreven a decir por ser una soberana estupidez; quieren traer la República a golpe de referéndum y proceso constituyente pero no explican cómo lo van hacer, ni cómo van organizar y unir un amplio movimiento republicano que lo apoye y respalde. (La iniciativa de Federación de Republicanos sobre una consulta popular “¿Monarquía o República?, por el derecho a decidir”, encaminada a crear tejido social republicano más que a obtener resultados que por otra parte no tienen mas que un valor simbólico, ha tenido amplia aceptación en muchos sitios que, de diferentes modos organizativos, la están llevando a cabo en todo el estado). Al igual que ocurre con PSOE o PODEMOS, amplios sectores de su militancia sí ven la necesidad de luchar por la III República y participan activamente en su consecución.
Esta es la perspectiva de esta izquierda parlamentaria que por los hechos examinados no parece que vayan a ser quienes organicen al pueblo para el advenimiento de la III República. En definitiva: renuncian conscientemente de la ruptura con la monarquía, por eso sus acciones se limitan al corsé que el régimen monárquico les ha impuesto o aceptaron con sus componendas.
O, más preciso aún, su renuncia consciente a dar un vuelco a la situación es la tapadera para ocultar lo evidente: la lucha de clases que tanto temen la monarquía y los capitalistas. Su misión es reformar el capitalismo, evidentemente sin tocar sus estructuras, y para ello no necesita militantes, movilizaciones y luchas. Necesitan simulacros para convencer al personal de que los voten para cambiar ciertas cosas; que en el Parlamento –o las instituciones- es donde hay que incidir (queriendo convencernos de traerán la República con pequeñas reformas sin importancia) y que la lucha en la calle es algo puntual para rebajar el nivel de frustración y de indignación popular. Lo de organizar a las masas ni se lo plantean, les ha costado años desmantelar lo organizado con mucho esfuerzo (el gran tejido social de mediados de los años 70 de asociaciones de vecinos, de jóvenes, de estudiantes, de mujeres, etc que movilizaban a miles de personas, desapareció gracias a su intervención) y tener así a la gente dispersa en multitud de mareas y movimientos sin ningún nexo entre sí (pese a ser todos movimientos de protesta social popular) que les permita un mejor control. El “divide y vencerás” que tanto gusta al capitalismo. Ahora tratan de orientar el voto para que las reformas puedan ir un poquito mas lejos que con el PSOE pero no olvidemos que el PSOE es su espejo, al que todos ellos se miran y al que quieren parecerse y coger su espacio y, sobre todo, es la casa común de esa “izquierda” claudicante, resultado de la degeneración revisionista que empieza a tomar cuerpo en los años 60 del siglo pasado.
Organización y República
Todas estas noticias de la corrupción monárquica han reabierto las esperanzas de cientos de miles de republicanos y amplios sectores populares como ya ocurrió en el 2013 y 2014 en el que decenas de miles de republicanos se manifestaron contra la monarquía, corrupción, cacerías y amoríos de Juan Carlos I y por la III República.
Aquel movimiento republicano en auge tuvo la oportunidad de ser una alternativa popular que solo unos pocos supieron ver y que otros, manipulando las protestas del 15M y destrozando a toda la izquierda se dedicaron, con todo el apoyo de los grandes mass media del país, a crear partidos “transversales”, populistas cuyo fin, como se vió después, no ha sido otro que frenar el avance del movimiento rupturista en auge. En aquel momento engañaron a muchos miles de personas con su discurso huero, sin objetivos, que tocaba las emociones pero no les daba, ni les da, salida política. Y eso le valió a la oligarquía que sostiene a Felipe VI para seguir con un régimen franquista de baja intensidad frente a los que en la calle gritaban, gritan, “lo llaman democracia y no lo es”.
Hoy son muchos los que se han frustrado, como reflejamos en nuestros documentos de entonces y dijeron los republicanos mas consecuentes en su momento que ocurriría. Y otros aun siguen creyendo a esos partidos, PODEMOS e IU fundamentalmente, con una fe cuasi religiosa, pero ni el uno ni el otro, juntos o por separado le sirven ya al régimen de parapeto (las negociaciones sobre la investidura de P. Sánchez son un buen ejemplo de todo lo expuesto), pero seguirán siendo su parapeto si no avanzamos por el camino revolucionario.
El problema es que todas esas personas de izquierda, esos republicanos, buscan una alternativa, saben que hay que traer la III República para hacer los cambios que nuestro pueblo necesita, pero no encuentran quién puede orientarles tras la confusión en la que les han sumido unos partidos de “izquierda” sumisos al régimen.
Por ello, muchos han, hemos, tomado iniciativas, personales o colectivas, creando actos, ateneos, agrupaciones republicanos que den continuidad a la lucha por la III República. Sin embargo, ahora es el momento de organizar y unir todas esos esfuerzos –y los que se generarán- en un amplio movimiento popular y republicano que, con un programa mínimo de acuerdos, se consolide como alternativa y cambie la correlación de fuerzas que sirva para debilitar y derrocar a la monarquía y lo que representa.
Y esa y no otra es la tarea que debemos asumir los republicanos y los comunistas, la izquierda consecuente, si de verdad queremos tener una República por y para nuestro pueblo. Ese es el principal problema y tarea que tenemos como partido y que debemos afrontar los marxistas de los Pueblos de España: la necesidad de crear organización, hacer lucha ideológica inteligente y reconstruir el combate político y social que ha dejado vacías las calles y ha desplazado fuera de escena la cuestión principal, el antagonismo capital-trabajo y la lucha de clases, que los capitalistas no solo no han perdido de vista sino que han reafirmado durante este período de crisis de su sistema. En un tiempo en que las fuerzas de los comunistas son muy escasas, atomizadas y dispersas y que al sujeto político se le ha amordazado la voz, nuestras pocas fuerzas deben ir destinadas a lograr dichos objetivos.