Agustín Bagauda
Decíamos en la anterior entrega que la pequeña burguesía, por su condición de clase, no se quiere enfrentar con el sistema y, por ello, cuando habla de cambio climático o crisis ecológica lo obvia o se pone de perfil, no lo señala coherentemente como causa y, por tanto, no plantea una alternativa al mismo. Es la misma pequeña burguesía que está promoviendo la Huelga Mundial por el Clima de esta semana, con el visto bueno de determinada burguesía (la ligada a la explotación de las energías alternativas, renovables o que ven en “lo verde” una fuente de beneficios) y la cobertura de los grandes medios de comunicación.
Puesto que, básicamente, plasma el contenido de la huelga y condensa el pensamiento hegemónico sobre esta cuestión creemos conveniente comentar, aunque sea someramente, el manifiesto “27 de septiembre, Huelga Mundial por el clima. En defensa del futuro, de un planeta vivo y de un mundo justo”, firmado por Juventud por el Clima/Fridays For Future, 2020 Rebelión por el Clima, Alianza por el Clima y Emergencia Climática Ya.
El manifiesto se abre con esta afirmación: “Una crisis climática que es consecuencia de un modelo de producción y consumo”.La realidad es que no es consecuencia de un «modelo de producción», sino de un “modo de producción”, el capitalismo, si bien éste ha “echado mano” a lo largo de su historia de distintos “modelos” de acumulación del capital, siendo el neoliberal el actual. La cuestión no es baladí, porque de dicha afirmación se deduce que cambiando el «modelo» sin cambiar el «modo» se puede dar solución a la «crisis climática», lo cual es falso. Por otro lado, y como venimos diciendo, de entrada se obvia la causa y, al hacerlo, las medidas propuestas para la solución del problema se quedan en el mero reformismo, llevan a un callejón sin salida o a terrenos peligrosos, como vimos en la anterior entrega.
Más adelante demandan la “reorganización del sistema de producción”. Aquí sí que hablan de la producción con un carácter sistémico, estructural, no como “modelo”, pero nótese que lo que plantean es su “reorganización”, no su eliminación o superación. Quieren un imposible: un capitalismo verde y humanizado.
Continúa con esta otra aseveración: “La responsabilidad de las instituciones europeas y el gobierno español es estar a la altura de las necesidades que exige el momento”. Cuando en lugar de señalarles como responsables de la crisis, lo que les dejaría fuera de la solución, dicen que tienen la “responsabilidad de estar a la altura”, ponen en ellos las esperanzas de la solución, cuando precisamente son los gobiernos y estados del capital y las instituciones imperialistas, junto con sus amos, la burguesía y los terratenientes, los responsables de esa crisis ecológica y climática. Obvian el capitalismo y su estructura de poder, a los que blanquean.
¿Acaso hay que pedir “responsabilidad” al fascista Jair Bolsonaro que, frente al incendio del Amazonas, se definió como «capitán de la motosierra y el nuevo Nerón»? Incendio cuyos responsables fueron “los terratenientes que cultivan la selva tropical con el objetivo de usarla como un área de pastoreo para el ganado” (Jornal A Verdade, PCRB). ¿Acaso podemos «poner al zorro a cuidar las gallinas»?
Consecuentemente con lo anterior, “Las organizaciones firmantes piden que… se declare, de manera inmediata, la emergencia climática y se tomen las medidas concretas necesarias…”; y posteriormente: “Demandamos que los gobiernos analicen cómo lograr este objetivo y propongan los planes de actuación necesarios”
Se limitan a «pedir» y lo hacen a los representantes del voraz capitalismo (a los que desconocen como tales). Los agentes e instituciones políticas del capitalismo imperialista hacen oídos sordos a esas peticiones, como no pude ser de otra manera, porque su función es, precisamente, asegurar el funcionamiento del capital.
Pero es que, además, se traslada un mensaje ideológico: las cosas se consiguen pidiendo. Pareciera que se nos quiere educar en la caridad y en la sumisión: “pide a los poderosos que, como gente filantrópica y caritativa que son, nos darán”. Y oculta la políticamente incorrecta idea de que solo la lucha organizada podrá arrancar de sus manos las reivindicaciones y tomar en las nuestras el poder. Se amortigua, vela, la lucha de clases.
Sin salir del capitalismo, del imperialismo, enuncian que se tiene que “Realizar un giro de 180 grados en las políticas comerciales internacionales, acabando con la firma de tratados de comercio e inversión”. Pero es que el comercio internacional no tiene otro objetivo que la materialización del beneficio de las empresas capitalistas, con la venta de sus productos, bienes o servicios; el cierre del circuito de acumulación de capital. No va a cambiar mientras perviva el sistema.
¿A qué responde sino la progresiva liberalización del comercio, desde los productos industriales en los años 70 del siglo pasado, hasta los servicios, incluidos la educación, la sanidad y los servicios sociales, en la época actual; a qué, la creación de multitud de instituciones y organismos internacionales como el AGCS, el ALCA, el GATT, la OMC, la OCDE, etc. que empujan en ese sentido? ¡A las necesidades y lógica del capital! Y es que la extensión de la esfera de la mercancía es el medio para la acumulación del capital.
Y si para ello tienen que arrasar tierras, bosques, mares y pueblos, lo harán sin alterárseles el pulso. Qué objetivo tiene el imperialismo sino garantizar se coloquen las mercancías nacionales en terceros países, robar sus recursos (y debilitar a oponentes); cuál es la función de las guerras de agresión e imperialistas sino la aplicación de esta política mediante la fuerza y la violencia.
¿¡Y quieren «acabar con la firma de tratados de comercio e inversión» sin ni siquiera mencionar y, mucho menos, plantear una alternativa al capitalismo imperialista?! Lo suyo es puro idealismo, utopía de la mala.
Es muy fácil lanzar propuestas que no comprometen a nada, propuestas que no obligan a cuestionar ni a combatir el marco político y económico.
Vayamos con la guinda del pastel:“la justicia y la democracia deben ser pilares fundamentales de todas las medidas que se apliquen, por lo que han de crearse mecanismos adecuados de participación y control” y abogan por la “democratización de los sistemas energéticos, alimentarios, de transporte, etc.”
Se sobreentiende que los garantes de esa “justicia”, “democracia”, “participación” y “control” son los gobiernos, estados e instituciones internacionales. Mas, lo son del capital, no de los pueblos. ¿Son esas instituciones de la burguesía, rapaz y agresiva, imperialista, la que va a crear esos mecanismos, para que el “demos”, el pueblo, decida y actúe en contra de sus intereses? Es esa burguesía que con sus “comités centrales” y estados viola sistemáticamente los derechos sociales y las libertades políticas, la democracia; que tortura, comete genocidios, invade y desgarra países y arrambla con el medio ambiente. ¿Son ellos los que van a “democratizar los sistemas energéticos, alimentarios, de transporte, etc.”, que no sería otra cosa que la nacionalización de todos esos sectores económicos para ponerlos en manos del pueblo y su estado y en contra de sus propios intereses? ¡O estos señores se han caído de un guindo o nos toman por tontos!
Pensemos, por ejemplo, en nuestro país, donde los derechos laborales, sociales y las libertades democráticas, ganadas por la clase obrera y el pueblo con su lucha (y no con caritativas peticiones), están siendo eliminados a pasos agigantados por el régimen monárquico y sus corifeos.
¡Cómo pueden proponer esto sin hablar siquiera del capitalismo, ni poner en cuestión su estructura de poder!
Terminamos, a modo de resumen:
1. Obvian la causa de la llamada crisis climática y ecológica, el capitalismo imperialista. Obvian la lucha de clases, propia de este sistema.
2. En coherencia, no plantean una alternativa al mismo, con lo que dejan el problema sin resolver.
3. No señalan a los responsables: Los capitalistas, magnates y terratenientes. Lo que indirectamente lleva a concluir que todos somos responsables, con los inconvenientes y peligros que apuntábamos en el anterior artículo.
4. Blanquean e infunden falsas expectativas sobre la estructura de poder que da sostén y promueve el capitalismo: gobiernos, estados e instituciones internacionales al servicio del capital.
5. No plantean, por tanto, contra quiénes y qué hay que dirigir la lucha organizada de los pueblos: contra la clase dominante, sus instituciones políticas y el propio sistema capitalista. Su propuesta deja indemne al causante de la crisis climática y a los responsables de la misma.
6. Derivado de todo ello, sus consignas o lemas son hueros, vacíos de contenido; su discurso son cantos de sirena y no hace otra cosa que meterse en un callejón sin salida, en un laberinto del que es imposible salir porque sus propuestas entrañan contradicciones irresolubles. Su discurso y medidas rezuman puro idealismo (ingenuo o, mejor dicho, cínico), son pura ilusión.
7. Quieren, sin nombrarlo, un capitalismo bueno, con rostro humano y verde; eliminar sus aspectos más detestables, salvajes y perniciosos. Lo cual es un imposible, “pedir peras al olmo”. Y lo hacen desde la petición, y por tanto desde la desactivación de la lucha, a aquellos que son los responsables de esta crisis.
26 de septiembre de 2019