Por Agustín Bagauda
“El fin no justifica los medios”, no justifica las formas, métodos, consignas y mensajes, porque fines y medios están en dialéctica e íntima comunión, pudiendo resultar, como así ocurre, que siendo inadecuados los segundos los primeros no se consiguen o incluso pueden devenir en su contrario.
¿A cuenta de qué viene esto? A cuenta de la campaña contra la corrupción que ha lanzado el “ciudadanismo”. Nos centraremos, por ilustrativa, en la convocatoria de concentraciones en toda España, el pasado 15 de mayo, del Frente Cívico “Somos Mayoría”, liderado por Julio Anguita, aprovechando la conmemoración del 15-M y en relación con la moción de censura de Unidos Podemos, bajo el lema de “Todos contra la corrupción”, que, en algunas ciudades, fueron impulsadas y organizadas por IU.
Julio Anguita, en nombre del FCSM y de cara a esa “movilización”, hizo un llamamiento a ciudadanos, fuerzas políticas, sindicales, etc., para que “pongan a su gente a trabajar en esto y creen juntas sin banderas, salvo los símbolos de los que cada junta acuerde dotarse”, y para que la “gente de todas las ideologías se organicen en juntas como es costumbre en la historia”. En su comunicado de 30 de marzo se podía leer: “Los actos y actividades de las Juntas en las que se constituye el Ministerio Público no exhibirán pancartas, símbolos u otros signos externos partidarios u organizativos” (las negritas son nuestras).
La bandera no es sino la expresión física de unos principios ideológicos y políticos. Así, por ejemplo, nuestra bandera es expresión de unos principios de clase, en este caso de la clase obrera. Te están diciendo, pues, “ven, pero deja tus principios, que son un lastre; ven, organízate, pero sin ellos, porque aquí tienen cabida gentes de <<todas las ideologías>>”. De entrada, cuando hacen esto quitan a la persona, a la organización, a la clase, el bien más preciado, el arma más importante, los principios, las ideas, los valores propios de su clase, sin los cuales ésta queda inerme frente al enemigo y condenada al fracaso. Ejemplos en la historia, miles.
Recuerda a veces un camarada que la ideología, como la naturaleza, rehúye el vacío. De modo que donde no hay ideología obrera, la hay burguesa, y viceversa (sin negar una gama de grises). Es una lucha de contrarios. Y esa lucha no es abstracta, sino concreta, diaria; palpita cotidianamente en la vida laboral de los trabajadores, en las organizaciones sindicales, en los distintos espacios y foros políticos y hasta en las mismas organizaciones revolucionarias. Todo lo que no es ocupado por la ideología de las clases trabajadoras lo hará por su contrario. Ello tiene su traslado al plano político: si no hay posiciones políticas comunistas y/o de izquierdas, se cederá el espacio político a las de derecha.
Y esto es lo que pasa con la convocatoria, llamamiento y manifiesto del FCSM, con el señor Anguita, con algunos sectores de IU (especialmente los próximos a A. Garzón) y con algunas organizaciones, como Socialismo 21, que insiste en lo mismo: “La moción de censura de Unidos Podemos y el llamamiento a la movilización del Frente Cívico nos muestra el camino…”; “En este combate no hay diferencias políticas que valgan”; “Hay que fomentar la unidad y desterrar los intentos sectarios de apropiarse de las protestas” (Declaración, 4 de mayo). Es lo que pasa con el “ciudadanismo” en general. Se sitúan por encima del bien y del mal, por encima de las ideologías, de las clases, pero como eso es imposible, objetivamente toman partido por una clase. Condenan al ostracismo a las posiciones de clase (trabajadora) y con ello abren las puertas a las ideas de la derecha, incluso de la extrema derecha, con lo que están haciendo un flaco favor a la izquierda, a las clases trabajadoras y populares a quienes dicen defender. Son falsa izquierda.
Al llamar a crear “juntas sin banderas” con “gente de todas las ideologías” están haciendo una invitación explícita, consciente o inconscientemente, incluso a “gente” de ideología de extrema derecha. “Gentes de izquierda, gentes de derecha, daos fraternalmente la mano; id en paz”. Y es que, para ellos, el antagónico binomio izquierda-derecha ha sido superado en esta sociedad líquida.
Se arrían las banderas de clase; se da la bienvenida a ideologías extrañas; se renuncia a las posiciones políticas de clase,…, y cuando eso se hace, cuando todo vale, hacen permeable el espacio obrero y popular a ponzoñosas ideologías. Cuando eso se hace reina la confusión y se da cancha al pensamiento, corrientes, personas u organizaciones racistas, xenófobas y fascistas (lo vimos con Podemos), que, también ellas, airean (demagógicamente, claro) la consigna contra corrupción y otras de corte populista. Cuando eso se hace el resultado suele ser… un monstruo. Luego nos llevamos las manos a la cabeza. Es tal la inconsciencia de los Anguita y Cía que todo esto se hace en un momento de auge del fascismo en Europa, que no solo crece como movimiento sino también como opción política en las instituciones de varios países. Este planteamiento ideológico debe ser combatido; es totalmente ajeno a la “seriedad, dignidad y ejemplaridad”.
El mensaje “sin banderas” tiene además una vertiente organizativa, en el sentido que denosta la misma idea de organización. Porque los principios, expresión de los cuales es la bandera, aglutinan a elementos de una determinada clase, les organiza. Su manifiesto abunda en lo mismo al establecer los condicionantes de que “Las fuerzas políticas, las plataformas, movimientos, colectivos, etc. que estimen conveniente incorporarse a la convocatoria lo harán a través del trabajo individual y personal de sus afiliados y afiliadas” (las negritas son nuestras) y el señalado arriba de que partidos y organizaciones “no exhibirán pancartas, símbolos u otros signos externos”.
Cuenta el individuo, la persona, no la organización; a ésta se la anula, a aquel se le ensalza y glorifica. Es la idea de disgregación y denigración de lo colectivo, del socavamiento de las estructuras permanentes de lucha, propia del “ciudadanismo” y que ya conocemos, y que tendrían como consecuencia última dejar a las clases obrera y populares sin sus instrumento de lucha. He aquí el peligro de tal concepción.
Anguita, el FCSM, y el “ciudadanismo” en general se convierten en correa de transmisión de la ideología burguesa: negación de la organización permanente de lucha, negación de las organizaciones de clase, fomento del individualismo, de la dispersión de fuerzas, de la división, de la desideologización y la despolitización. Son falsa izquierda.
El Frente Cívico dice estar satisfecho con el resultado de la convocatoria “aunque nos hubiera gustado que hubieran sido millones las personas que se hubieran tirado a las calles”… a su toque de silbato. Las concentraciones han sido muy pobres. Salvo en alguna ciudad como Córdoba, ha ido básicamente la militancia. ¿Pero es que acaso no les preocupa a las masas la corrupción? Desde luego que sí. Según el último CIS es el segundo problema, después del paro, para los españoles. ¿Por qué no acuden, pues? A nuestro juicio la razón fundamental es porque el Frente Cívico (y lo podemos hacer extensivo a la mayoría de organizaciones de izquierda) es ajeno a las masas, les es extraño; porque está desligado de las mismas, no está a su lado con sus problemas, colaborando en su resolución, en mitigarlos o simplemente luchando contra ellos; porque no ven en él un instrumento con el que mejorar sus condiciones de vida. Se dicen “Somos Mayoría” pero la mayoría no está con ellos porque ellos no están con la mayoría.
El FCSM (y la mayor parte de la izquierda) pretende, para que las masas respondan a su toque de silbato, suplantar esa labor de calle, en los barrios, en los centros de trabajo, de ligazón con las masas, por llamamientos “abiertos”, “sin banderas”, “sin ideologías”, sin contenido político, porque de esa forma, creen, irá “la gente” en masa. Pero se equivocan, como vimos el pasado día 15. Algo parecido, si no igual, es la derechización de los programas políticos de la “izquierda” porque así creen pescar más votos. Pero se equivocan, como vimos las últimas legislativas con Unidos Podemos, que perdió un millón de votos.
Y cuando las masas no acuden a sus convocatorias echan la culpa a las mismas masas, como siempre ha hecho el revisionismo para cubrir sus vergüenzas. Esta vez, además de cobarde y de una miopía política, resulta repulsivo: “Creemos que no hay otra alternativa (que hubieran sido millones las personas que se hubieran tirado a las calles) y que, mientras no salgan esas personas, seguirán siendo cómplices directas de los crímenes que se están produciendo” (FCSM, “15M: por la justicia y contra la corrupción”, 16 de mayo. La negrita es nuestra). Personas de aristocráticos pensamientos no se mezclan con la plebe, con la chusma, y cuando ésta no responde a su llamada la tachan de “cómplice de los crímenes”.
Esas convocatorias con esos planteamientos, sin contenido político de clase, para que vayan todos, hasta los fachas, porque están ávidos de “gente”, no son sino la expresión de la propia degeneración y perversión ideológica y política del revisionismo, de su propia incapacidad, esterilidad, inoperancia; expresión de los peligros que lleva en sus entrañas el oportunismo.
No queremos terminar sin subrayar otra cuestión al respecto que explica bien el camarada Carlos Hermida: “la corrupción, como ocurre con la fiebre, es un síntoma, no la enfermedad. La corrupción que padece nuestro país es la consecuencia directa del modelo político monárquico. La monarquía, expresión política de un sistema oligárquico establecido durante los años de la transición política, es la causa de las prácticas corruptas que saquean España desde hace décadas. Las tramas corruptas están unidas a las instituciones del Estado por vínculos familiares, intereses económicos y prácticas clientelares,…”. No se es coherente, se echa arena a los ojos del pueblo, se le lleva a un callejón sin salida y se apuntala a la Monarquía si se va contra la corrupción pero, al tiempo, no se pone en la picota al Régimen monárquico. Esta incoherencia vertebra la moción de censura y política de Unidos Podemos y la convocatoria del 15-M.
Contra la corrupción sí, pero no así.