Por J. Romero
Está en marcha el XI Congreso Confederal de CCOO. El proceso congresual se inicia cuando se empieza a despertar tras la confusión creada por más de dos años de ofensiva ideológica de la pequeña burguesía agrupada en torno al ciudadanismo, pero continúa el estado de caquexia del sindicalismo de clase, prácticamente desaparecido durante un largo periodo.
También ahora, se dejan sentir con fuerza las consecuencias del cambio en la composición orgánica de la clase obrera, un cambio que lleva muchos años produciéndose y ha sido permanentemente ignorado por la dirección oportunista que ha impulsado una política de organización contraria a la que debiera haber aplicado para agrupar y unir a los trabajadores; de modo que sectores que constituyen una parte importante y en constante crecimiento de nuestra clase, no encuentran referencia en el sindicato ni en su estructura cada vez más centralizada, y exigen una mayor participación y cercanía del sindicato.
Por eso, temas hasta ahora aparcados en los debates internos a pesar de la insistencia del Sector Crítico, pasan a primer plano: por ejemplo, como agrupar a los sectores del proletariado más dispersos, aislados y separados de la organización de clase por su propia situación laboral: trabajadores precarios, con cambios continuos de sector de actividad, de pequeñas empresas o micro empresas y por tanto con dificultades para la actividad sindical, etc; como asegurar que el sindicato cumpla su papel de organizador de la lucha por los derechos sociales y políticos, en lugar de limitarse, como hace ahora, a buscar un diálogo social imposible en la actual coyuntura de brutal ofensiva del capital.
El modelo sindical, conciliador y entreguista, que ha dominado tras la llegada a la dirección de CCOO de un equipo de cuadros sin conciencia de clase, ha dado sostén a las políticas de desregulación impulsadas por los distintos gobiernos, tanto del PSOE como del PP, a los largo de los últimos años. Ahora bien, el oficialismo que controla la dirección de CCOO y sus principales federaciones, se ha podido consolidar gracias al apoyo de un sector de la aristocracia obrera que veía en ello una oportunidad de mantener sus conquistas laborales, cuando el imperialismo iba imponiendo gradualmente sus reformas.
Y hoy, ese modelo es incapaz, no ya de dar respuesta a aquellos sectores del proletariado dispersos y alejados de la actividad sindical (expuestos, por ello, más directamente a la explotación empresarial), sino tampoco de garantizar a los trabajadores de la gran empresa y del sector público, hasta el momento protegidos, una resistencia eficaz frente al acoso de la patronal y de sus socios políticos.
No es un problema menor, por otra parte, la crisis que viven las fuerzas políticas que servían de referencia a los dirigentes oficialistas; una crisis que les obliga a buscar apoyo en las nuevas formaciones de la pequeña burguesía, que muestran una abierta hostilidad hacia la organización permanente e independiente de los trabajadores1.
El momento político que vivimos, abre, pues, un periodo de inestabilidad interna, que los oportunistas van a intentar cerrar, pero facilita el trabajo de los comunistas y la extensión de las posiciones más combativas. El malestar interno crece y crece también la percepción (intuición si se quiere) de muchos afiliados y cuadros sindicales de que encerrarse (blindar) la parcela de cada sector, debilita al conjunto de nuestra clase; y es por ello urgente lograr un ámbito de unidad y coordinación más amplio, que el sindicato hoy no aporta.
A pesar de que el oportunismo pequeño burgués ha contribuido a desactivar la movilización, masiva hace unos meses, y a desviar el movimiento popular hacia el reformismo, la crisis y el descrédito del régimen monárquico continúan avanzando, a la espera de una expresión política que el ciudadanismo no ha sido capaz de dar. Se extiende por tanto un vacío, que exige redoblar los esfuerzos por consolidar la organización sindical, que puede ayudar a la clase obrera a recuperar la iniciativa y organizarse.
El periodo de inestabilidad que vive CCOO ha llevado a la dirección oficialista a poner en marcha un proceso de debate controlado denominado “repensar el sindicato” que pretendía ser un trámite formal, pero ha terminado por mostrar claramente, a pesar de sus muchas limitaciones, la preocupación de importantes sectores de la organización (incluso de algunos que hasta ahora han apoyado a los dirigentes oportunistas) con la situación que vive el sindicalismo.
En el proceso de discusión, han salido muchas propuestas que cuestionan aspectos fundamentales de la estructura orgánica y de la política del oportunismo sindical. Entre ellas: dar más importancia a la organización territorial, para acercar el sindicato a los jóvenes y trabajadores de las pymes; crear secciones inter rama que agrupen a los trabajadores de diversos sectores que coinciden en espacios como aeropuertos, grandes centros comerciales, etc; adoptar medidas para que los permanentes sindicales en los centros sanitarios, educativos, grandes empresas, etc ayuden a los trabajadores de las subcontratas que generalmente están desprotegidos ante su patronal; ceder los locales sindicales a las organizaciones populares en los barrios y comarcas y dar más peso a las secciones sindicales frente al aparato cada vez más centralizado y burocratizado tras culminar el proceso de fusiones; reducir la cuota y permitir la constitución en el sindicato de secciones de jóvenes, parados, autónomos dependientes y falsos autónomos; permitir a los afiliados, el pleno derecho a los recursos jurídicos gratuitos, sin exigir los largos periodos de cotización previa actuales, etc.
Pero no solo han surgido propuestas sobre las cuestiones prácticas que ayudan a acercar la organización a los sectores más desprotegidos del proletariado; también se ha planteado el reto de superar el modelo defendido por los dirigentes oportunistas de CCOO y UGT todos estos años, basado en un diálogo social que no era sino un monólogo del capital, y reforzar la unidad de nuestra clase.
Así, por ejemplo, una mayoría de quienes han participado en el proceso “repensar el sindicato” han exigido que se consulte a los afiliados en referéndum vinculante, antes de firmar cualquier acuerdo general; han criticado la política de diálogo social que ha llevado a los dirigentes oportunistas renuncias tan imperdonables como la firma del Pacto de Pensiones de febrero de 2012, unos meses después de la primera Huelga General contra la reforma laboral de Zapatero; han exigido la aplicación sin excusas de los códigos de conducta a los dirigentes sindicales para evitar bochornos como el de las tarjetas black, etc.
Estas y otras muchas cuestiones han sido puestas a debate, aunque es previsible que el aparato de dirección intente evitar que se planteen abiertamente en las asambleas de Congreso. Por eso, este XI Congreso de CCOO no es uno más y los comunistas debemos implicarnos a fondo en él. Nuestra clase se juega mucho en el envite.
Conforme avanzaba el control de los grandes sindicatos de clase por los oportunistas, que utilizaron todos los instrumentos de represión interna a su alcance para consolidarse tras el surgimiento del Sector Crítico, se producía una peligrosa dispersión de numerosos cuadros y dirigentes que lo abandonaban para constituir otros, casi siempre limitados al ámbito de una gran empresa o sector. Esa actitud, promovida por fuerzas políticas radical oportunistas que confunden el objetivo revolucionario de los comunistas con una visión anarquizante, ha contribuido a dispersar más las luchas y debilitar la unidad del proletariado. Hoy, es urgente recuperar la unidad, para enfrentar un tiempo político decisivo en todos los órdenes y que va a exigir de todos, la máxima fortaleza2.
Es una buena noticia que el sector crítico se haya reactivado, porque puede servir de catalizador del malestar existente, para que los núcleos más combativos del sindicato se unan frente al entreguismo de la dirección. Es probable que no existan condiciones para ganar la batalla, porque el aparato movilizará todos sus recursos y pondrá todo tipo de obstáculos para asegurarse el control, y porque la ideología pequeñoburguesa que predica el trabajo en plataformas y agrupamientos dispersos y temporales, sigue teniendo fuerza. Pero es imprescindible iniciarla, uniendo fuerzas en torno a las propuestas de regeneración que siempre han sido seña de identidad del sector crítico.
Del 12 de diciembre al 31 de enero próximos, se celebrarán las asambleas de primer nivel, en las que se elegirán los delegados que participarán en los sucesivos congresos de rama y territorio. De lo que pase en esas asambleas va a depender en gran medida que el principal sindicato de clase, con más de 900.000 afiliados, despierte y cumpla su papel de organizador de la respuesta de nuestra clase ante los ataques por venir.
Contacta con los compañeros del sector crítico de tu sector
Participa en las asambleas
————————
[1] En ese proceso de acercamiento entre unos oportunistas y otros, se inscribe la organización de un Master universitario que bajo el título “Política mediática” reúne a un equipo docente formado por alguna de las más egregias figuras del oportunismo; el sindical: Fernando Lezcano, Ramón Górriz, Bruno Estrada, entre otros; y el podemita: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, JC Monedero, Carolina Bescansa y un largo etcétera, incluido el “jujem” José Julio Rodriguez. El master forma, a quien esté dispuesto a pagar los 2800 euros que cuesta, en los secretos de la nueva política virtual.
[2] Reelegido el Gobierno Rajoy con la ayuda del social liberalismo y desvanecido el sueño interclasista de la pequeña burguesía, la Comisión Europea ya ha puesto plazo para la aprobación de los nuevos recortes que permitan al nuevo Gobierno cumplir el compromiso de déficit. Y que nadie dude que las medidas cargarán sobre la espalda de los sectores populares las consecuencias de la crisis capitalista.