Scintilla, órgano de Piattaforma Comunista (diciembre de 2021)
La deriva autocrática prosigue en Túnez. El 25 de julio se produjo un golpe palaciego con el que el presidente de la República Kais Saied, invocando el estado de excepción, destituyó al líder del gobierno Hichem Mechichi y suspendió el parlamento.
Desde entonces, los asuntos públicos se gestionan mediante decretos-leyes promulgados por el presidente.
Con el Decreto Legislativo 117 de septiembre de 2021, el populista Saied fortaleció su monopolio autoritario sobre todos los poderes.
El presidente se convierte así en el único jefe del ejecutivo, designa al jefe de gobierno cuya tarea esencial es implementar las políticas establecidas por el propio Saied, nombra ministros y secretarios de Estado y preside el Consejo de Ministros.
Al cancelar la constitución de 2014, también monopoliza los poderes del parlamento y se convierte en el único legislador a través de la promulgación de decretos de ley en todos los sectores como la ratificación de convenios, la organización de la justicia, la prensa y la información, la organización de partidos, los sindicatos y asociaciones, derecho electoral, organización de las fuerzas armadas, libertades y derechos humanos, estado civil, gobierno local, órganos constitucionales y presupuesto.
En cuanto al poder judicial, tampoco escapa a las garras del presidente, ya que es él quien nombra al ministro de Justicia que está a cargo de todo el sistema judicial.
Por tanto, la separación formal de poderes que está en la base de los estados de derecho burgués ha terminado.
Mucha gente ha visto en estas medidas el derrocamiento del partido islamista y sus aliados del poder. Por eso, las medidas se acogieron inicialmente como un alivio. Pero ahora hay manifestaciones de protestas por nuevas elecciones, que son duramente reprimidas por la policía.
Defender una línea independiente que rechace tanto el poder caído de los islamistas como el creciente poder del presidente populista se presenta como un desafío para las fuerzas comunistas y revolucionarias; una tarea difícil, pero no imposible.
De hecho, a pesar de sus reiteradas declaraciones, Saied no ha avanzado ni un centímetro en la lucha contra la corrupción y la impunidad reinante en los dossieres abiertos sobre los mártires de la revolución, sobre asesinatos políticos y terrorismo, que sigue explotando.
Sobre todo, no presentó ningún programa claro sobre cómo hacer frente a la crisis económica y financiera que azota a Túnez durante años.
Los únicos partidos a los que el presidente quiso tranquilizar son los patrones, a los que en repetidas ocasiones ha exhortado al patriotismo, y las potencias extranjeras, a las que recordó que Túnez no cambiará sus alianzas estratégicas.
El Partido de los Trabajadores de Túnez rechaza la deriva autocrática y reafirma su compromiso con la consecución de sus objetivos en el marco de un programa político, económico, social y popular completamente alternativo al de Saied.