Por Jesús Anero
¿Qué es el storytelling? la respuesta inocente sería que es el método para contar historias, con el objetivo de entretener, educar, transmitir la cultura o inculcar un sistema de valores morales en un grupo de personas. Pero esta actividad tan humana, contar historias o cuentos, desde mediados de los noventa, primero en EEUU y posteriormente en Europa, se ha convertido en el instrumento de la mentira de Estado y del control de opiniones.
Algunos ejemplos del uso del storytelling son las marcas comerciales, las cuales han pasado de vender un producto a vender una historia, basta observar los anuncios actuales; nos venden ilusiones, sensaciones, experiencias, mucho más allá del simple objeto que compramos. Un manager inventará historias para motivar o despedir a sus trabajadores, los médicos escucharan las historias de sus pacientes, y estos solo querrán oír las historias que más les gustan, la famosa segunda opinión, los periodistas y reporteros han convertido la información en narrativa, hasta los psicólogos utilizan una terapia similar.
Hasta aquí podríamos decir que el storytelling no es más que una evolución del marketing de los noventa, pero es que esta técnica de persuasión se ha instalado en ámbitos mucho más relevantes. El storytelling está detrás de las últimas campañas electorales más exitosas. George W. Bush y Sarkozy lo han utilizado, ahora los políticos no presentan hechos o promesas en sus campañas, muestran historias más o menos fantásticas, te prometen el país de la miel y las fuentes de leche si les votas, los que quieren detentar el poder utilizan historias convincentes sobre la nación, sus problemas e incluso sobre ellos mismos. Una vez elegidos cambiaran la historia cuantas veces sea necesario, y por supuesto, una vez fuera del cargo, inventaran la Historia que les recordara para la posteridad.
En España, Podemos es un claro ejemplo de storytelling: han contado un cuento para desmovilizar y desinformar a las masas obreras y populares que se alzaban contra el poder burgués, oligárquico y monárquico, sus representantes han sido comediantes que han vendido una sociedad sin clases, donde la oposición al poder capitalista y las instituciones monárquicas y falsamente democráticas se ejercía vía Facebook o Twitter, la reivindicación se hacía “a distancia”, online, para que estuviese perfectamente dirigida.
El storytelling ha provocado operaciones militares como las de Afganistán, Irak o Siria, baste recordar la puesta en escena en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre las supuestas armas de destrucción masivas de Irak.
Actualmente, el storytelling ha llegado a rivalizar con el pensamiento lógico, las historias se han vuelto tan convincentes que se convierten en sustitutivos de los hechos y los argumentos racionales. Seductoras historias pueden convertirse en mentiras o propaganda.
Otro tanto pasa en la economía. Como hemos dicho, ya no se vende un producto o una marca, se cuenta una historia, se acabaron las negociaciones colectivas y las huelgas, ahora se busca “convencer”, o deberíamos decir adoctrinar al asalariado con historias convincentes, como si la empresa no tuviese como único objetivo enriquecer al burgués, sino que fuese una institución por la que el empleado debe dar gustoso su tiempo y su vida; se habla así de un capitalismo emocional, pero esto es una ficción que los directivos de las empresas ejecutan cada vez con mayor soltura y “teatralidad”. Así un directivo de ATT frente a una ola de despidos se dirigía a sus empleados con estas palabras: “La gente tiene que entender bien que todos somos trabajadores contingentes. Todos somos víctimas de los tiempos y los lugares”. En nuestro país no faltan los ejemplos, uno de los últimos ha sido Blesa en el juicio por las tarjetas opacas de Bankia, quien aducía que eran un complemento retributivo justo y necesario, una representación digna de los mejores teatros.
El storytelling “pega” a la realidad relatos artificiales, no es la historia de las experiencias pasadas, sino que traza conductas, orienta emociones para que los individuos, conducidos a identificarse con unos modelos y conformarse con unos protocolos caigan en sus redes y eso tiene repercusiones económicas palpables. El Nobel en Física Steven Weinberg sugería que los relatos convincentes permiten orientar millones de dólares hacia un fin determinado. Un ejemplo es cómo Hollywood ha producido diversas películas para contar la “historia” de esta crisis, una herramienta de propaganda, un mecanismo de inmersión del individuo en una sociedad dirigida, es en definitiva la panacea de la desinformación.
¿Quién está detrás del storytelling en la economía, la política, la vida cotidiana? Evidentemente la burguesía, que ha confiscado el uso del relato para su interés. Este es el hecho que debemos desenmascarar.
Nosotros los marxistas sabemos que todo esto es un cuento, no existen historias que comprar, se compran mercancías, y una de las más demandadas es el propio ser humano, no existe un capitalismo amable ni emocional, el capitalismo es cada vez más salvaje e inhumano, las guerras son fruto de las contradicciones del imperialismo, no son ninguna fantasía, la política no es un “me gusta”, nuestra política es la calle, el obrero, el estudiante, el desempleado, el proletariado.
Por tanto, no os creáis los cuentos de los burgueses, sus anuncios en televisión ni sus campañas políticas; antes, ahora y siempre el único camino es la toma del poder revolucionario por el proletariado, no hay más historias.
Fuente: SALMON, Christian, Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes, Madrid, Península, 2008.