Comunicado
Cuando el gobierno de Pedro Sánchez convocaba estas elecciones, la victoria de la derecha y el acceso de una fuerza fascista al parlamento en Andalucía acababan de poner en evidencia que el reformismo y el miedo de la izquierda institucional a enfrentar con claridad y decisión los gravísimos problemas que afronta la mayoría trabajadora, su dispersión y falta de objetivos verdaderamente transformadores, abren el camino al fascismo. Como señalaron la mayoría de los analistas, fue precisamente la abstención de los sectores populares, hartos de la incapacidad de las fuerzas de la izquierda institucionalizada, la que facilitó la victoria de la derecha.
Eran semanas en las que la alarma cundía entre los dirigentes de izquierda institucionalizada. Poco se hablaba de las causas, menos aún de las alternativas para superar la situación. Eran momentos en los que la victoria de la derecha reaccionaria era más que una posibilidad. Una derecha que se despacha sin límites, con propuestas verdaderamente cavernarias y franquistas y programas que propugnan abiertamente recrudecer hasta el extremo la dominación de clase del gran capital. A pesar de ello, la dispersión de la llamada izquierda del cambio seguía creciendo y la ambigüedad del gobierno social liberal respecto a la ofensiva nacional joseantoniana de la derecha cavernícola contra los dirigentes nacionalistas catalanes, alcanzaba cotas preocupantes.
En este contexto, a finales de marzo, el Comité Central de nuestro Partido, llamó en su comunicado a votar por las izquierdas. Éramos plenamente conscientes de lo limitado del trabajo institucional y así lo indicábamos en el informe aprobado por el CC: “… Las elecciones del próximo 28 de abril, no van a cambiar nada sustancial del panorama político. Lo que no quiere decir que nos sea indiferente su resultado. A pesar del oportunismo de unos y otros en el campo de la izquierda, es preciso evitar que la reacción aproveche la debilidad del campo popular para avanzar posiciones”.
Se trataba, como indicábamos en el mismo comunicado, de “ganar tiempo para avanzar en la acumulación de fuerzas, en la movilización y articulación organizativa de los más amplios sectores de la clase obrera y clases populares, en la unidad de la izquierda y en la unidad popular con objetivos rupturistas y republicanos, sin lo cual no se puede hacer frente eficazmente a la reacción ni sentar las bases para eliminar sus pilares”.
El resultado de las elecciones generales celebradas ayer, pone en claro que nuestra decisión fue acertada. La derecha ha salido de esta cita dividida y debilitada, aunque ni mucho menos derrotada. La victoria ha sido de nuestra clase y los pueblos de España, que han dejado meridianamente claro que a pesar del desánimo generado por el reformismo, su disposición a combatir el fascismo sigue alta. Un solo dato resume el carácter de esta cita: la participación en las elecciones ha aumentado en más de 2 millones de personas.
El hundimiento de la reacción en Cataluña y País Vasco, demuestra además la justeza política de quienes defendemos el derecho a la autodeterminación de los pueblos hasta sus últimas consecuencias al tiempo que proponemos compartir juntos la lucha por los derechos políticos y sociales de la mayoría trabajadora, por la soberanía y la independencia de nuestro país frente al imperialismo.
Por todo ello, el PCE (m-l) valora positivamente el resultado electoral. Pero dicho esto, hay que añadir que sería un gravísimo error que la izquierda institucional considerara éste como un cheque en blanco para continuar aplicando sus ambiguas y limitadas políticas. Por el contrario, el resultado de las elecciones incrementa aún más la responsabilidad de los dirigentes social liberales y ciudadanistas frente a las clases populares. Y eso deben tenerlo particularmente claro los dirigentes de Unidas Podemos que han perdido más de un millón de votos y un 40% de escaños.
El PP, tras dos legislaturas en las que ha aplicado con mano de hierro una brutal política de recortes en todos los ámbitos sin una oposición reseñable por parte de la izquierda institucional, todo hay que decirlo, es, con diferencia, el gran derrotado, con la pérdida de más de la mitad de sus escaños.
Queda por ver, una vez más, qué hace la fuerza ganadora, el PSOE, y el futuro gobierno. Si no avanza con resolución en el cumplimiento de los compromisos adquiridos que pueden suponer cambios reales en la vida de la gente, si mantiene la ambigüedad actual frente a las posiciones reaccionarias en relación a la cuestión nacional, si continúa su política de sumisión en materia económica, política y militar respecto de la UE y el imperialismo yanqui, si no para la privatización de servicios públicos y empieza a aplicar una política de desarrollo industrial y económico controlado por el Estado frente al inmenso poder de las grandes empresas y entidades financieras que realmente controlan todavía sus principales resortes…si la explotación inmisericorde de jóvenes, mujeres, inmigrantes y mayores continúa, que nadie se extrañe de que abrirá la puerta ala bestia fascista, que volverá a lanzarse al combate contra el campo popular.
Decíamos en nuestro comunicado sobre las elecciones: “en la situación de creciente competencia interimperialista, y en medio de una coyuntura económica que se agrava, la oligarquía va a poner en juego todos sus instrumentos para sostener -y endurecer cuanto sea necesario- el régimen político, con el fin de hacer frente a sus necesidades de reestructuración económica en las condiciones más favorables a sus intereses. Y esos instrumentos, qué duda cabe, incluyen formas y medidas que en poco o nada se diferencian del fascismo”.
Por parte del social liberalismo y del ciudadanismo, hasta hoy todo se ha limitado a una mera política de gestos y palabras; ninguno de los principales recortes impuestos por las fuerzas que sostienen el régimen del 78 (incluidos los impuestos por gobiernos social liberales) ha sido derogado: ni las reformas laborales que han expandido el trabajo pobre y precario y han desprotegido a los trabajadores frente al patrón, ni las leyes mordaza que limitan y penalizan el ejercicio de los derechos democráticos, ni aquellas normas, como el artículo 135 de la Constitución, que sujetan nuestra economía y nuestro futuro al interés de las grandes corporaciones nacionales y extranjeras.
Quedan aún las elecciones Municipales, Autonómicas y Europeas del próximo 26 de mayo, pero que nadie dude de que las cuestiones trascendentales que impone el régimen monárquico como límite de la vida política y de cuya superación depende la posibilidad de encarar el desarrollo de una política social y de progreso, no se van a resolver sólo con buenas palabras y llamamientos a la paz social, o accediendo a unas instituciones cuya acción cada vez está más limitada por las normas generales del régimen, que condicionan de forma determinante la acción política.
Del PSOE, poco cabe esperar: un partido sujeto a fuertes tensiones internas entre su dirección nacional y dirigentes territoriales o barones, cuya posición en cuestiones trascendentales apenas difiere de las de la derecha reaccionaria, y comprometido activamente en el sostén de un régimen, el monárquico, cuyas bases constitutivas impiden objetivamente desarrollar políticas verdaderamente progresistas.
Sin embargo, abundan los datos que apuntan al crecimiento en amplios sectores populares del hartazgo con un régimen que impide el desarrollo de políticas de progreso; crece también el apoyo a una ruptura con él que permita avanzar. Cada vez son más quienes opinan que es imprescindible avanzar hacia la unidad popular en torno a programas de progreso.
Y en esta tarea colectiva, no es menor la responsabilidad, en primer lugar, por su presencia parlamentaria, de Unidas Podemos, y del conjunto de la izquierda y, de modo particular, de las fuerzas de clase. Para lograr la unidad popular frente al fascismo no vale escudarse en una visión canónica y sectaria de la política y considerar que únicamente es aceptable el programa propio de cada fuerza.
Algo se ha avanzado: importantes sectores de la izquierda política compartimos, a pesar de la dispersión, un programa dirigido a la ruptura con el régimen monárquico y de lucha contra el fascismo rampante.
Lo determinante en los meses futuros va a ser “avanzar en la acumulación de fuerzas, en la movilización y articulación organizativa de los más amplios sectores de la clase obrera y clases populares, en la unidad de la izquierda y en la unidad popular con objetivos rupturistas y republicanos, sin lo cual no se puede hacer frente eficazmente a la reacción ni sentar las bases para eliminar sus pilares”.
Nuestro Partido hace un llamamiento a todas las fuerzas de izquierda, populares y progresistas a implicarse decididamente en esta tarea.
¡LUCHA UNITARIA CONTRA LA REACCIÓN Y EL FASCISMO!
¡POR LA UNIDAD POPULAR!
¡POR LA REPÚBLICA POPULAR Y FEDERATIVA!
29 de abril de 2019
Secretariado del Comité Central