Comunicado del Comité Ejecutivo del PCE (m-l)
En noviembre de 2011, el ultrarreaccionario PP obtenía la mayoría absoluta, recogiendo el voto del desencanto y el hartazgo con las políticas antipopulares de su antecesor, Zapatero. Desde entonces, el Gobierno Rajoy ha venido aplicando aún más brutales recortes sociales, políticos y económicos. La respuesta del proletariado y de las clases populares no se hizo esperar: la movilización se generalizó de un extremo a otro de España, y la lucha de la mayoría trabajadora acercó al compromiso político a los sectores más activos en la movilización, lo que hizo avanzar a su vez la unidad de la izquierda, a pesar de todas las incomprensiones y dudas.
Es en este contexto en el que surge una corriente ideológica ajena al movimiento obrero pero que, sin embargo, llevaba mucho tiempo influyendo en el ideario de las principales fuerzas de la izquierda reformista. Esta corriente tomó cuerpo en una organización cuyos dirigentes han hecho de la dispersión orgánica, de la indefinición ideológica y la ambigüedad política sus señas de identidad: PODEMOS, que obtuvo un éxito inesperado en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, apoyada por medios de comunicación controlados por un sector de la oligarquía y favorecida, sobre todo, por la apatía de los dirigentes políticos y sindicales reformistas que, forzados a romper con el régimen que han apuntalado desde el inicio de la transición, se negaron a hacerlo.
Este éxito ha hecho que una parte importante de la izquierda, educada en una concepción exclusivamente electoralista de la lucha política, haya hecho suyas las tesis de la corriente “ciudadanista”, impulsando la constitución de plataformas dispersas cuya característica común es la renuncia a los objetivos políticos generales de la lucha popular y, consecuentemente, la renuncia a superar el régimen monárquico que causa la degeneración democrática que sufren los pueblos de España.
Estas plataformas no son, la mayoría de las veces, expresión del cambio que reclama la mayoría trabajadora, sino el intento de sectores pequeñoburgueses, asustados por la degradación antidemocrática que vivimos y que les afecta, de mantener, retocándola, la estructura política que nos ha llevado a la actual situación de alarma social. No son el producto del proceso de movilizaciones que hemos vivido y que necesitaba definir unos objetivos comunes a todas las luchas, sino un modo de debilitarlas, creando falsas expectativas de mejora amparadas únicamente en la esperanza de un cambio electoral, algo que las últimas elecciones andaluzas han probado inútil.
Echar al PP de las instituciones que controla es un objetivo común en las próximas elecciones. Apremiados por esta urgencia, muchos compañeros cayeron en la trampa de confundir el “ciudadanismo”, que renuncia a los objetivos políticos, desprecia la ideología y la organización de clase, con la unidad popular, que no puede darse si no es articulada en torno a posiciones comunes de ruptura. Pero, en los escasos meses que han transcurrido desde la aparición en escena de PODEMOS, la vacuidad de estas corrientes ideológicas pequeñoburguesas ha quedado en evidencia:
- No han hecho avanzar la unidad de la izquierda sino que, por el contrario, han provocado una mayor dispersión de las fuerzas populares y su retroceso a posiciones localistas, que debilitan objetivamente la fuerza del movimiento popular enfrentado a un enemigo con intereses de clase definidos y apoyado por un entramado jurídico y orgánico muy poderoso que controla los resortes de poder del Estado (como efecto añadido de la diversidad de candidaturas instrumentales, la derecha puede asegurarse un control holgado de las diputaciones provinciales, que son el órgano no elegible directamente por los ciudadanos que sale reforzado de la reciente reforma de la Ley de Bases de Régimen Local).
- Con sus mensajes más que ambiguos, su lenguaje interclasista y la sacralización de conceptos políticos sin contenido de clase, esta corriente ha abierto el camino al populismo de derecha de Ciudadanos, que lleva camino de constituirse en la muleta electoral de la derecha más rancia y reaccionaria.
- No solo no han sido capaces de dar coherencia a la movilización, generalizada pero dispersa en reivindicaciones sectoriales, sino que, como decimos, han contribuido a debilitarla.
- No solo no han permitido, en general, avanzar hacia una mayor democratización del movimiento popular, favoreciendo la participación de los trabajadores, sino que, en no pocas ocasiones, han dado lugar a grotescos espectáculos de lucha entre camarillas para imponer sus candidatos.
Únicamente el compromiso ideológico de clase y la firmeza política pueden permitir superar el marasmo de la izquierda institucional española, que paga ahora su compromiso con el statu quo fruto de un pacto anterior que, como quieren hacer ahora, evitó la ruptura (y el cambio real) a la muerte del dictador.
De hecho, poco a poco se va desinflando la avalancha de la ideología pequeñoburguesa y se confirma la certeza histórica del análisis de Rosa Luxemburgo sobre estas viejas corrientes oportunistas: «…Al calificar indistintamente al burgués y al proletario como “ciudadano”, para acabar hasta con los antagonismos verbales, [se] identifica al hombre en general con el burgués y a la sociedad humana con la sociedad burguesa».
Para aclarar esta situación y que todo quede en su lugar, debemos seguir trabajando por la unidad de los sectores de la izquierda consecuente y de clase y redoblar los esfuerzos para consolidar las organizaciones populares, hoy cuestionadas por la avalancha disolvente del “ciudadanismo”; debemos dar prioridad al contacto con los trabajadores que sufren la ofensiva del capital y a los que la burguesía intenta desarmar ideológicamente para debilitar su empuje político.
Con todo, y a pesar de la dispersión y de la confusión creadas por la cháchara pequeñoburguesa,hay lugares en los que sí se ha logrado articular coaliciones que, localmente al menos, han mantenido un objetivo común por la ruptura y por la República Democrática, Popular y Federal como marco común de la unidad: coaliciones o candidaturas encabezadas por compañeros y compañeras honestos y comprometidos en la dura lucha de clases que se desarrolla en España, dispuestos a pelear por los derechos de la mayoría trabajadora y que no han renunciado a trabajar por la unidad de la izquierda sin ambigüedades, con la claridad y la firmeza que la situación requiere.
Dado que la tendencia general en estas elecciones municipales y autonómicas es la dispersión, la única orientación general de voto posible es la de apoyar aquellas coaliciones y candidaturas de izquierda, entre ellas aquellas presentadas o en las que participa la Federación Republicanos (RPS), que apuesten por profundizar la lucha de clases y se comprometan efectivamente por una unidad de principio. Y aislar aquellas candidaturas que persistan en mantener el equívoco de confundir el voto del cambio con el de la indefinición y la confusión.
Que nadie dude de que cuando pase este “año electoral”, cuando cese la resaca “ciudadana”, continuarán los mismos problemas; pero estamos convencidos de que el proletariado y las clases populares recuperarán la lucha y habrá nuevas oportunidades para lograr la unidad consecuente de la izquierda. En ese momento deberemos tener en cuenta que las políticas de colaboración de clase y pactos de la izquierda institucional no valen; tampoco sirve su estructura orgánica apoyada en familias, capillas y tribunos de la conciliación.
Mas la solución no está en propuestas aparentemente “nuevas”, pero basadas en viejas concepciones que reniegan de la organización en el combate por la emancipación y de los objetivos de la clase obrera; que nos dicen que la cuestión no está en la ideología; para las que solo existen problemas de gestión ineficaz y de corrupción; que equiparan, en fin, los intereses de clase con el término “ciudadano”. Ahora nos toca denunciar a los farsantes que vacían de contenido político los programas y falsean el significado de las palabras para imponer los miedos de la burguesía.
Madrid, 19 de abril de 2015