La sentencia del Caso Gürtel ha mostrado que la corrupción salpica toda la estructura del PP y, por tanto, también al Gobierno central y a su presidente, lo que ha desatado una crisis que los principales partidos del Parlamento intentan solventar forzando el adelanto electoral o promoviendo una moción de censura.
Qué duda cabe que la caída del Gobierno del PP sería una gran noticia para la clase trabajadora y los pueblos de España. Es un gobierno representante de una casta de vividores políticos que han encabezado, con la ayuda activa o el silencio de otras fuerzas burguesas -conviene no olvidarlo-, una brutal política de recortes sociales, laborales y políticos, que han dañado profundamente los intereses de la mayoría trabajadora.
No obstante, debemos denunciar que existe práctica unanimidad entre las fuerzas políticas que van a llevar las iniciativas parlamentarias en silenciar que este escándalo es uno más de una larga serie de tramas que prueban la impunidad con la que actúa el bloque político que controla los resortes del Estado monárquico, compra voluntades y coopta los dirigentes encargados de aplicar la política que interesa a una minoría explotadora, ese uno por ciento que por sí solo acapara la misma renta que el 70% de la población y utiliza el Estado para afianzar su dominio y garantizar la rentabilidad de sus negocios.
Es la estructura toda del régimen monárquico la que está corrompida hasta la médula, desde la cabeza del mismo, un Rey no elegido y, por tanto, de “legitimidad” franquista, hasta su sistema electoral, su poder judicial -en íntima conexión con el Ejecutivo y que promociona o silencia jueces según su docilidad-, su aparato de manipulación y propaganda, etc.
Es evidente desde hace tiempo (véase el informe del Comité Central ampliado de marzo de 2018) que Ciudadanos, una oscura fuerza política que juega peligrosamente con muchas de las ambigüedades retóricas del populismo fascista y defiende posiciones en no pocos temas aún más reaccionarias que las del Gobierno Rajoy, es la fuerza que quieren aupar al gobierno los mismos que en su momento apoyaron a Felipe González, Aznar y al propio Rajoy, a quien hoy rechazan.
No cabe entender de otra forma el hecho de que una parte importante de las últimas denuncias de corrupción -que han supuesto, en el caso de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, su dimisión- provengan precisamente de personajes y medios de comunicación de los sectores más reaccionarios del PP. ¿Cómo no suponer que estos y otros casos eran conocidos desde hace mucho tiempo y únicamente se han aireado ahora, cuando el riesgo de perder el control de la situación es lo suficientemente bajo como para permitir un recambio de caras para hacer la misma política antipopular sin el peligro de la radicalización y politización del movimiento popular?
Es evidente que un partido como el PP, lleno de corruptos, no puede dirigir el Gobierno, por lo que su caída, insistimos en ello, es un motivo de alegría para todos. Pero nuestro Partido llama a desenmascarar el cinismo de la derecha política y sus medios de propaganda, de Ciudadanos y de todas las fuerzas que han sustentado (“por responsabilidad política” ha sido siempre su excusa) este régimen: quienes blindaron hace cuatro años a Juan Carlos I, nombrándolo Rey Emérito para eludir una posible investigación sobre los numerosos casos de corrupción con los que se le ha relacionado, y quienes desde la izquierda institucional miraron para otro lado, negándose a denunciar tamaña decisión corrupta alegando que no era una prioridad; quienes consienten el latrocinio “legal” por la Iglesia Católica del patrimonio histórico mediante la inmatriculación de miles de inmuebles; quienes aseguran todo tipo de ventajas fiscales a las grandes empresas y entidades financieras o pagan con cargo al Estado las aventuras empresariales de un puñado de sinvergüenzas que engordan sus cuentas de beneficios a costa de subvenciones, exenciones y todo tipo de prebendas, además de la sobreexplotación legalmente consentida de millones de trabajadores y trabajadoras.
Si finalmente el Gobierno del PP cae, si quienes hasta ahora le han apoyado (hace apenas unos días, el PNV y Ciudadanos daban el voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado, a pesar de su carácter antisocial) dejan de hacerlo, debemos tener claro que solo lo hacen para ocultar la podredumbre de todo el régimen e intentar una “segunda transición” que cierre el periodo de inestabilidad que vive, reforzando los elementos más reaccionarios de la Constitución del 78.
No son soluciones técnicas, como la puesta en marcha de una moción de censura o el adelanto electoral, las que pueden revertir el proceso de constante degradación democrática y de ataques a los derechos sociales y políticos de la mayoría trabajadora. Únicamente le haremos frente respondiendo unidos, con la firmeza y claridad políticas que la situación requiere, al reaccionario e ilegítimo régimen monárquico en el que la corrupción es consustancial. De otra forma, con un sistema político y electoral tan podrido como el actual, la conclusión final de esta crisis sería la sustitución del PP por una fuerza igualmente reaccionaria.
Pase lo que pase en los próximos días, el PCE (m-l) llama a todas las fuerzas de izquierda a trabajar activamente por la Unidad Popular y por la República. Sólo la ruptura definitiva con la monarquía continuista, incapaz de dar satisfacción a los anhelos de la mayoría y que ha mantenido el Estado atado a las bases y a la casta empresarial y política impuestas en su día por el franquismo, puede abrir la posibilidad de avance en la lucha por la verdadera democracia y liberar las fuerzas sociales para traerla.
Comité Ejecutivo
28 de mayo de 2018