El conflicto en el sector de transporte ha estado rodeado de tanto ruido que es difícil discernir qué hay de verdad y cómo posicionarse.
Desde que comenzaron los paros el pasado 14 de marzo, hemos visto cómo la extrema derecha ha intentado capitalizar la protesta y la izquierda institucional ha acusado a los manifestantes de ser títeres en manos de golpistas de ultraderecha.
Para saber qué hay de verdad en estas afirmaciones, debemos partir de la situación del sector y de sus reivindicaciones. El transporte viene desde hace décadas viviendo un proceso de “uberización”, por el cual las empresas se deshacen de trabajadores asalariados, obligándoles a vender su fuerza de trabajo como “trabajadores autónomos” y así ahorrar costes laborales. Se produce, entonces, una atomización empresarial ficticia: la inmensa mayoría de las empresas del sector son simples trabajadores con un camión que realizan su oficio cuando y como las grandes empresas matrices deciden. La situación, mala de por sí, estalla cuando los precios del combustible escalan y hacen que muchos autónomos se vean obligados a ofrecer sus servicios a un precio inferior al coste de los mismos.
De aquí se derivan las dos principales reivindicaciones: regulación del precio de los combustibles y que no se les pague el servicio por debajo del coste de este.
Ambas reivindicaciones creemos que son justas y razonables. En plena espiral inflacionista y especuladora, el estado debe tomar las riendas, especialmente en las materias que más impacto tienen para la clase trabajadora, y asegurar unos precios de combustible adecuados (lo cual redunda en beneficio de toda la clase trabajadora), así como frenar el abuso de poder de las grandes empresas sobre los trabajadores asalariados y autónomos.
Hasta aquí, el conflicto parecería simple y la posición de los comunistas clara: apoyo a las clases populares y sus luchas. El elemento distorsionador es la participación activa del fascismo de Vox a través de su “sindicato” Solidaridad, utilizando las movilizaciones en una doble vertiente: como fuerza de choque contra el Gobierno para intentar desestabilizarlo y, más importante aún, para transmitir una imagen “obrerista”, de defensa de los trabajadores. Es evidente lo falso que es este discurso cuando se comparan las reclamaciones de los transportistas con el programa político de Vox: si los primeros reclaman intervención estatal, los segundos prometen desregulación absoluta.
Ante esto, el gobierno y las fuerzas que lo apoyan juegan la carta de la lucha contra el fascismo (de boquilla, ya que no lo combaten en la esencia) para rechazar de plano las reivindicaciones del sector, aunque, como hemos señalado anteriormente, estas son justas y necesarias.
Es importante hacer notar que esta postura de socioliberales y oportunistas es consecuencia de una situación que se lleva arrastrando décadas: el abandono de la defensa de las clases populares en ámbitos clave y el crecimiento del fascismo por incomparecencia de la izquierda. Lo hemos visto en las luchas del campo, que se han visto copadas por señoritos y agentes de la extrema derecha, silenciando los problemas de los trabajadores agrarios, que viven situaciones de precariedad y miseria difícilmente imaginables.
Por tanto, los comunistas, a través de nuestro partido, el PCE (m-l), hacemos nuestras las reivindicaciones fundamentales del sector del transporte y defendemos la participación en las protestas que los transportistas (trabajadores por cuenta ajena o falsos autónomos) realicen. No podemos dejar que el fascismo siga engañando a las clases populares con sus mentiras y promesas vacías: debemos estar al lado de las luchas populares para darles un sentido revolucionario.
25 de marzo de 2022
Partido Comunista de España (marxista-leninista)