Trabajador, afróntalo: ganas menos de lo que produces. Todos los días te levantas temprano, pasas ocho o más horas de tu vida trabajando para otro y vuelves agotado a casa. No puedes permitirte tener una enfermedad grave: tu jefe podría ganar más con un empleado con mejor salud. No puedes permitirte decir lo que piensas: a tu jefe podría parecerle mal y buscar un empleado menos molesto. No puedes permitirte ser creativo: tu jefe, al que no ves nunca, sabe mejor que tú cómo hacer el trabajo al que dedicas ocho, nueve o diez horas diarias. No puedes permitirte nada de esto porque necesitas cobrar a final de mes ese dinero, que es menos del que mereces, pero que es el único que vas a recibir. ¿Y a dónde va el dinero que te falta? A tu jefe. ¿Es eso justo?
Trabajadora, afróntalo: no te valoran como mereces. Todos los días trabajas lo mismo (o más) por la mitad de lo que ganan tus compañeros. No puedes permitirte un error: dirán que no puedes hacerlo tan bien como un hombre. No puedes permitirte tener hijos: tu jefe se sentiría más seguro con un empleado que no tuviera posibilidades de tener que irse del trabajo para dar a luz. No puedes permitirte quejarte de cobrar menos que un hombre por trabajar lo mismo: te llamarían feminazi y tu jefe tendría que echarte para que no pusieras nervioso al resto de la plantilla. Y si produces lo mismo que alguien que cobra más, ¿a dónde va el dinero que te falta? A tu jefe. ¿Es eso justo?
Inmigrante, gitana, negra, asiática, magrebí, afróntalo: eres la explotada entre las explotadas. No puedes permitirte un aspecto no blanco, porque antes de abrir la boca ya te habrán juzgado. No puedes permitirte un respiro: dirán de toda tu etnia que sois unos vagos. No puedes permitirte venir de fuera y tener un contrato: seguro, dirán, que solo vienes a robar trabajo, aunque curiosamente la que trabaje de más seas tú y el que se lleve el dinero sea otro. Pero, si no tener contrato no hace que tu trabajo valga menos, ¿a dónde va el dinero que te falta? A tu jefe. ¿Es eso justo?
Nuestro sistema es injusto y hay alguien que se beneficia de él: se encarga de que no cambie. ¿Quién? Tu jefe, el empresario, el burgués, el tipo que no construyó tu lugar de trabajo ni los recursos que utilizas, y que desde luego no los hace funcionar. Sin embargo, se lleva el dinero que tú produces y te deja las migajas justas para que mañana tengas que venir a por más.
No, eso no es justo, y no cambiará si no lo cambiamos.
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