C. Hermida
Irene Nemirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942), procedía de una familia judía que, tras la revolución bolchevique, huyó a Francia, asentándose en París. Estudio en La Sorbona y escribió su primera novela en 1929, David Golder, con la que saltó a la fama.
Su vida se vio truncada por la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de Francia. Como decenas de miles de judíos, Nemirovsky murió en Auschwitz, donde había sido deportada junto a su marido. Pero antes había guardado para sus hijas en una maleta el manuscrito de Suite francesa, novela que se publicó en 2004 con gran éxito y que supuso el redescubrimiento de esta escritora. Desde esa fecha, sus libros vienen siendo reeditados con gran éxito.
El peón en el tablero es un relato ambientado en la Francia de los años treinta del pasado siglo, en una época de crisis económica que se refleja en la vida de Cristophe Bohum. Su padre había conseguido una buena situación económica y social y su infancia transcurrió en un ambiente acomodado. Ya en la madurez, casado y con un hijo, la empresa familiar ha quebrado y el protagonista se ha convertido en un simple asalariado, a las órdenes del que fue empleado de su padre, Beryl, que se ha quedado con la empresa.
Cristophe lleva una existencia rutinaria, sin alicientes profesionales y humillado por su situación. La novela refleja una sensación de fracaso que afecta a toda su existencia, también a sus relaciones familiares. Una vida gris, desesperanzada, con un poso de amargura. Una vida en la que solo parecen alegrarle momentáneamente pequeñas escapadas en su coche para tomar unas copas; o los encuentros con Murielle, la mujer a la que amó en su momento. La novela describe con maestría lo que es la frustración existencial de una persona incapaz de sobreponerse a unas circunstancias adversas.
Nemirovsky no alcanza en esta obra la cumbre literaria que consiguió en Suite Francesa, pero logra captar magistralmente la situación psicológica del personaje central, sus obsesiones y su malestar profesional y vital. Esta novela posee una notable calidad narrativa, capaz de transmitir al lector los sentimientos de Cristophe, atrapado en un mundo presidido por una padre enfermo, una mujer de la que ya no está enamorado y un hijo al que no es capaz de comprender.
Aunque no hay demasiadas referencias históricas, la frustración del protagonista es en buena medida la de una generación que participó en la Primera Guerra Mundial y quedó marcada por los horrores de la contienda. Las vivencias del frente y el contacto continuo con la muerte causaron un cuestionamiento de valores morales en los combatientes y una crisis existencial que tuvo importantes derivaciones políticas. La angustia del protagonista, su resentimiento social, su soledad, son también el reflejo de una situación colectiva.
En fin, una buena novela, con destellos de magnífica literatura. Muy recomendable.