Artículo publicado en “En Marcha”, órgano de expresión del Partido Comunista de Ecuador Marxista Leninista
Expresiones de ese voluntarismo son, por ejemplo, sobredimensionar el papel del individuo en la transformación social, que lleva a concluir que las personalidades son las hacedoras de la historia y no las masas, los colectivos.
Hace pocas semanas entró en circulación la edición Nº 49 de la revista Unidad y Lucha, Órgano de la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista-Leninistas, CIPOML. Está demás señalar la importancia y el gran valor teórico-político que tienen sus artículos, que reflejan el importante esfuerzo que los partidos realizan para analizar e interpretar el escenario político de sus países, los acontecimientos internacionales o sus experiencias en el accionar político, siempre bajo la óptica del marxismo-leninismo. Estos esfuerzos teórico-políticos confirman, una vez más, la validez del marxismo-leninismo y el desarrollo que este experimenta en las nuevas condiciones en las que el mundo se desenvuelve en la actualidad.
El artículo que nuestro Partido presenta en esta edición de Unidad y Lucha lo escribe Pablo Miranda y versa sobre el Revolucionarismo pequeño burgués. La crítica a esta manifestación ideológico-política viene desde los primeros años del movimiento obrero y comunista internacional; lo enfrentaron Marx y Engels al interior de la Asociación Internacional de Trabajadores y también los bolcheviques (con Lenin y Stalin a la cabeza) en distintos momentos del desarrollo de la Revolución Rusa. «Toda la historia del pensamiento revolucionario ruso durante el cuarto de siglo último es la historia de la lucha del marxismo contra el socialismo populista pequeñoburgués», escribió Lenin en 1905, en un artículo que lleva por título Socialismo pequeñoburgués y socialismo proletario. Quince años después, en una de las obras más importantes del marxismo-leninismo, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, publicada en 1920, Lenin afirma que «el bolchevismo ha crecido, se ha formado y se ha templado en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeño-burgués, parecido al anarquismo o que ha tomado algo de él y que se aparta en todo lo esencial de las condiciones y exigencias de una consecuente lucha de clase del proletariado. […] El pequeño-burgués “enfurecido” por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. Son del dominio público la inconstancia de estas veleidades revolucionarias, su esterilidad y la facilidad con que se transforman rápidamente en sumisión, en apatía, en fantasías, incluso en un entusiasmo “furioso” por tal o cual corriente burguesa “de moda”.»
El hecho de que este sea un tema enfrentado desde hace muchos años en el movimiento obrero y comunista, no significa que esté fuera de lugar, pues, el revolucionarismo pequeño burgués se manifiesta de diversas maneras en circunstancias específicas y, al tener origen en las concepciones ideológicas burguesas y pequeñas burguesas, estará presente mientras la burguesía y la pequeño burguesía existan.
Por eso, Pablo Miranda inicia su artículo con una reflexión fundamental: «El cumplimiento de las responsabilidades históricas del partido del proletariado —dice Miranda— demanda su adhesión militante a los principios revolucionarios del marxismo-leninismo, la confrontación sin cuartel a las tesis y propuestas del revisionismo y la social democracia, así como la denuncia y la demarcación ideológica y política con las concepciones de la pequeña burguesía, que principalmente se expresan en el revolucionarismo pequeño burgués». Destacamos dos elementos de lo citado: que los militantes comunistas, para cumplir a plenitud con los objetivos estratégicos, deben afirmarse en la ideología del proletariado, el marxismo-leninismo; la necesidad de demarcar posiciones ideológico-políticas con las concepciones de la pequeño burguesía, como expresión de la política de clase (de la clase obrera) que aplica el partido marxista-leninista.
Puntualiza, además, que en la confrontación de clase, entre los trabajadores y el pueblo con la burguesía, se producen circunstancias «en las que están presentes, en el movimiento social y en el partido, las ideas de la burguesía y la pequeña burguesía, específicamente el revisionismo y el oportunismo, así como el revolucionarismo pequeño burgués.»
Recalcando que en la sociedad de clases, la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes, Miranda advierte que «en la subjetividad de las masas trabajadoras y de la juventud incide el pensamiento burgués y pequeño burgués y se expresa en su comportamiento social y político», y particularmente en la juventud se evidencia actitudes «proclives a asumir posiciones voluntaristas respecto del desenvolvimiento de los procesos político-sociales».
Expresiones de ese voluntarismo son, por ejemplo, sobredimensionar el papel del individuo en la transformación social, que lleva a concluir que las personalidades son las hacedoras de la historia y no las masas, los colectivos. El marxismo no desconoce el papel de los individuos y las personalidades, se requiere de estas, pero esas personas sobresalientes surgen del movimiento social y sin la acción y lucha de las masas sus ideas políticas no se materializan.
El voluntarismo subestima la importancia de las condiciones objetivas y subjetivas para el triunfo de la revolución, cree que el triunfo de la revolución «depende de la calidad de los revolucionarios que se proponen realizarla, …que puede cumplirse según los deseos de los protagonistas, los dirigentes revolucionarios. La tesis de que se puede hacer la revolución sin el protagonismo de las masas, sin ganarlas para la política revolucionario del partido, sin que reconozcan y acepten las propuestas y consignas del partido; de que es suficiente construir un destacamento político y militar que desarrolle la lucha y que, seducidas por esas posiciones, las masas siguen al que lucha, es una de las posiciones políticas del revolucionarismo pequeño burgués», dice el autor.
Pero el revolucionarismo pequeño burgués también está presente en la vida del Partido. En su funcionamiento «hacen su aparición manifestaciones del individualismo y el personalismo, que se expresan de manera diversa y en particulares circunstancias. […] en la actividad de la conducción de la organización y la lucha de las masas se prioriza el rol del individuo, de la persona, a veces, inclusive, aparecen expresiones de caudillismo. […] El colectivo funciona defectuosamente. Algunas decisiones se asumen de manera personal y se coloca al colectivo ante los hechos consumados. Varias actividades están al margen del evaluación y el control de la célula o el comité del partido.» De esa manera Miranda identifica algunos problemas existentes en la vida del Partido, y llama a «enfrentar de manera consecuente y hasta las últimas consecuencias estas desviaciones ideológicas y políticas».
«Frente a esas actitudes —dice Miranda—, el Partido debe insistir en el cumplimiento de sus Estatutos, sobre todo en la sujeción a la política y a las propuestas políticas de cara a la organización y la lucha de las masas. En la teoría y en la práctica, en las concepciones y en las actividades del Partido se debe garantizar la naturaleza de clase del mismo, de su política y propuestas».