X Congreso del PCE(m-l)
En la actualidad, diversas señales alertan sobre el agravamiento de la situación económica mundial. Las medidas dirigidas a recuperar la actividad y paliar los efectos de la pandemia no pueden solventar la crisis general del capitalismo y, así, el incremento de la deuda pública, la inflación y la ralentización del crecimiento en el centro imperialista vuelven a encender las alarmas en los centros de poder del capital global.
Con ello, se incrementan los desequilibrios sociales y se encona, inevitablemente, la crisis social y política. No solo se trata de la inflación provocada por la guerra en Ucrania, que sigue afectando notoriamente a los productos básicos y, por tanto, golpea con particular saña a las clases populares: a las tendencias de largo plazo a la financierización de la economía, se añade que el capital busca mayores rentabilidades en sectores especialmente sensibles para las condiciones de vida del proletariado, como son la vivienda, la educación y la sanidad.
Asimismo, la competencia por las materias primas y los mercados está provocando una agudización de las contradicciones interimperialistas, que las potencias abordan con agresividad creciente, a la vez que un incremento de las tensiones en el seno de estas, tanto entre diferentes fracciones de sus burguesías como entre estas y las clases trabajadoras. Como consecuencia, se observa cada vez más claramente la preparación para la guerra en los ámbitos económico, político e ideológico.
Este desarrollo es evidente desde hace varios años en África, donde la penetración del capital chino y la creciente influencia rusa, a la búsqueda de recursos naturales y posiciones estratégicas, han chocado con los intereses “occidentales” en amplias regiones del continente, lo que ha derivado en golpes de estado y conflictos civiles con intervención de tropas extranjeras, el desarrollo del yihadismo y el reforzamiento de regímenes despóticos al servicio de una u otra potencia, como es el caso de Marruecos en el Magreb.
Igualmente, pese a que en la guerra de Ucrania lo que está en liza son las respectivas áreas de influencia de dos potencias imperialistas como los EEUU y Rusia, no podemos obviar que el objetivo otanista es también desgastar al principal aliado de China, quien, a su vez, se enfrenta de forma cada vez más agresiva a los intereses e injerencias “occidentales” en el área del Indo-Pacífico, donde está en juego la vía marítima de la “Nueva Ruta de la Seda”.
Pero, sin duda, donde el enfrentamiento por la hegemonía se está dando de forma más descarnada y brutal es en el Próximo Oriente: allí, las ansias de dominio de Estados Unidos y sus aliados ha incendiado toda la región, con el objetivo de ir estrechando el cerco a Irán, potencia regional y socio estratégico fundamental de China en la región, y frenar la influencia de la potencia asiática y de Rusia en la zona. Para ello, no han dudado en dar vía libre al genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, la anexión de hecho de Cisjordania y la invasión de un estado soberano como el Líbano por parte de Israel, a lo que se suma la destrucción del Yemen y, ahora, la ocupación y posible destrucción del estado sirio por parte del yihadismo armado por “Occidente”, todo ello con la complicidad de otras potencias regionales, como Turquía y Arabia Saudí. De esta forma, el Derecho Internacional y las instituciones en las que cínicamente se apoyaba el imperialismo para ejecutar sus planes y para regular los equilibrios entre las diferentes potencias han saltado definitivamente por los aires.
A esta escalada en lo militar le acompaña la creciente guerra económica y comercial: por una parte, China y sus aliados del grupo BRICS exploran vías hacia la desdolarización de los intercambios internacionales y cuestionan la hegemonía “occidental”, si bien lastrados por las rivalidades internas; paralelamente, se anuncia el incremento de las barreras proteccionistas, que, sumadas a las sanciones y embargos, previsiblemente agudizarán las tensiones y la competencia por los mercados y los recursos.
Sin embargo, frente a este creciente riesgo de guerra generalizada, y a pesar de las campañas nacionalistas y chovinistas, también se recupera la respuesta de los pueblos, que se oponen a nuevos derramamientos de sangre dirigidos a asegurar los beneficios del capital, mientras sufren las consecuencias de la inflación, la escasez y la escalada autoritaria y represiva en el interior de los estados.
En esta situación, es tanto más decisivo un claro deslindamiento de los campos, que afecta también a las corrientes que se reclaman comunistas. Es evidente que, en una situación de cambios profundos y acelerados, cunde la desorientación, y de ahí que asistamos ahora al alineamiento de las diferentes fuerzas de la izquierda con unos u otros imperialismos. En este sentido, debemos señalar el papel crucial de la CIPOML, a la hora de definir con precisión la situación política y el carácter de los diferentes actores y para orientar, en consecuencia, las luchas de los trabajadores y de los pueblos contra la tiranía y la destrucción impuestas por la burguesía. Es de resaltar que, pese a las dificultades que atraviesa el movimiento comunista, y en medio de la creciente confusión ideológica en las filas de la izquierda en todo el mundo, la Conferencia sigue incorporando nuevos partidos y organizaciones y afinando sus instrumentos ideológicos y políticos. El rico caudal de experiencias de nuestros partidos hermanos, así como los análisis compartidos y las lecciones que extraemos de todo ello, enriquece nuestra acción política de forma decisiva y nos arma ideológicamente para afrontar las luchas con mayor decisión.
En este marco, es por tanto vital incrementar, en nuestro país, la lucha sin cuartel contra el militarismo y el imperialismo en general y la sujeción del Estado español, en particular, a los dictámenes del imperialismo de los EEUU, la UE y la OTAN. En esa dirección, nos comprometemos a contribuir a desarrollar, organizar y elevar la respuesta del proletariado y de los sectores populares a una política belicista que incrementa la explotación en todos los órdenes y que los conduce a la miseria y a convertirlos en carne de cañón. Frente a la política asesina del capital, la clase obrera debe defender sus conquistas históricas y llevar a cabo una lucha sin cuartel contra quienes pretenden degradar aún más sus condiciones de vida bajo la bandera de la guerra y el nacionalismo. El PCE (m-l) estará presente en esa trinchera junto a sus hermanos de clase.
¡VIVA EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO!
¡OTAN NO, BASES FUERA!