X Congreso del PCE(m-l)
Desde nuestro último Congreso, hemos vivido en un periodo continuo de guerra y de crisis económica y social. El imperialismo ha llevado las contradicciones económicas, políticas y sociales hasta el límite, creando una polarización que se traduce en la exacerbación del enfrentamiento entre los bloques imperialistas y en el resurgir del fascismo.
La extrema derecha fascista, su chovinismo, guerrerismo y nacionalismo extremo, abandera la defensa de los proyectos de guerra del imperialismo en sus respectivos países. Conforme aumenta la beligerancia entre las potencias imperialistas, el nuevo fascismo avanza en sus posiciones y se consolida en cada vez más espacios, también institucionales, tanto en el plano nacional como en el internacional.
La Unión Europea en su conjunto, como institución, y cada uno de los estados que la conforman, asumen y se acercan cada vez más al discurso y las propuestas de la extrema derecha, principalmente en las relacionadas con la inmigración: el imperialismo provoca y alimenta los conflictos y extiende la explotación de los países dependientes, provocando las migraciones; y utiliza el fascismo y sus conceptos irracionales para crear un ambiente propicio para extender la represión y la violencia institucional. Incluso la Comisión Europea cuenta ya con dos miembros de la ultraderecha fascista, dejando en evidencia que el proceso de fascistización avanza en la Europa del Capital y de la Guerra.
En España, las instituciones del régimen y del Estado monárquico nunca rompieron con el franquismo, la última dictadura fascista en Europa. La falta de depuración de las estructuras del Estado fueron el caldo de cultivo para la aparición y desarrollo de fuerzas como Vox y otros grupos reaccionarios de ideología cavernaria.
Ahora, la dureza de la crisis provocada por el imperialismo, su brutal ataque a los derechos económicos y sociales, no ha encontrado respuesta en las fuerzas revisionistas que aceptaron compartir con el social-liberalismo la política del Gobierno de Coalición; por el contrario, cerraron filas con la falsa democracia monárquica, con el régimen del 78, que ha sido la cuna y el sustento del neofascismo y cuya estructura política e institucional impide el desarrollo de una política de progreso.
No obstante, la crisis también incrementa las contradicciones internas entre las fuerzas afines al régimen y provoca brotes de contestación popular que crecen, como ha demostrado la respuesta ejemplar del pueblo valenciano en apoyo de sus vecinos y rechazo de la incompetencia de las instituciones monárquicas.
Ante esta coyuntura, los comunistas debemos prestar especial atención a extender los espacios de socialización y entornos populares, combatiendo y expulsando al fascismo de ellos; y difundiendo la necesidad de recuperar la vida colectiva y de solidaridad de clase, al mismo tiempo que se refuerza el tejido social y se señalan los motivos sistémicos que provocan estas crisis. Combatiendo al fascismo, combatiremos también al imperialismo, y viceversa.
Ante la confusión reinante, el Partido y sus militantes debemos permanecer firmes en lo ideológico, para evitar ser lastrados por influencias pequeñoburguesas, reformistas o radical-oportunistas, que apoyan de facto, más allá de su retórica, a una u otra de las potencias imperialistas que preparan la guerra; debemos tener claras nuestras prioridades, sin permitir que estas corrientes nos alejen de nuestras metas y nos impongan su agenda. Además, la polarización política y el avance del fascismo nos exigen diseñar y perfilar respuestas tácticas que nos ayuden a desmantelar la demagogia fascista frente a cuestiones como son la familia, la patria o la inmigración.
El postmodernismo y las diversas tendencias ideológicas oportunistas han impregnado tanto a la izquierda reformista como a la radical-oportunista, conduciéndolas a centrar su actividad en las políticas reformistas, identitarias, dejando de lado la lucha en torno a la contradicción capital-trabajo y la lucha de clases, acarreando concepciones erróneas, que son aprovechadas por la extrema derecha para alejar a las masas de la ideología de clase y facilitan la acción de las concepciones e ideologías más reaccionarias.
Tan sólo trabajando en base a las necesidades urgentes y reales de la clase trabajadora, podremos frenar el avance del fascismo y ejercer el papel que nos corresponde como vanguardia de la lucha obrera. En esta lucha, debemos formar alianzas con otros sectores populares democráticos que comparten con nosotros la necesidad de marcar una frontera clara frente al confusionismo reformista de la izquierda sumisa: existe una ligazón dialéctica entre la lucha contra el fascismo y por el desarrollo de un programa democrático y popular, y la lucha contra el régimen monárquico heredero del franquismo y su constitución de 1978, que es un freno objetivo para el avance, de verdad, en democracia. En definitiva, debemos combinar la flexibilidad táctica a la hora de construir alternativas populares y unitarias, con objetivos transformadores y la firmeza de principios frente al revisionismo reformista.
Sólo así se combate al enemigo fascista, sólo así se podrá armar a nuestro pueblo con la fuerza que le permita afrontar la lucha eficaz por sus derechos. Frente al fascismo: Unidad, Claridad y Firmeza. Frente al fascismo, solidaridad con nuestros hermanos de clase e internacionalismo.
¡NI GUERRA ENTRE PUEBLOS NI PAZ ENTRE CLASES!
¡ABAJO EL FASCISMO Y EL IMPERIALISMO!
¡VIVA EL PCE (M-L)!