«Francia está en guerra»: por una vez, Hollande, Valls, Le Drian y otros dicen la verdad. La dramatización de la situación, en momentos en que el país se hunde en la crisis y las rivalidades internacionales se acentúan, nos recuerda el lavado de cerebro que acompañó los preparativos de la guerra de reparto imperialista de 1914-18.
Las aventuras militares cuelan mejor si se disfrazan de «guerras justas» por los valores universales de la República.
Manipulando la emoción y la indignación provocadas por los odiosos atentados del 7 de enero, tratan de capitalizar las masivas manifestaciones que el gobierno francés ha organizado con la colaboración de la reacción europea e internacional, para lograr que sea aceptada la política belicista que el imperialismo francés trata de hacer creer que se trata de guerra contra el terrorismo. Los habitantes de los barrios populares acudieron poco [a las manifestaciones]; sin embargo, los dirigentes de los principales partidos políticos participaron en esa manipulación. No han tardado en aparecer los primeros frutos envenenados de tan sagrada unión.
En un país minado por el desempleo y los bajos salarios, y cuando en todos los ministerios se impone la austeridad, los presupuestos para el de Defensa se han incrementado. Actualmente se plantean nuevos reclutamientos para poder luchar en territorio exterior, y en la metrópoli contra el enemigo interior.
El día después de la movilización del 11 de enero, Hollande anunció el envío del portaviones Charles de Gaulle a participar, en el marco de la OTAN, en los bombardeos del Estado Islámico en Iraq y en Siria. Que los años de guerra en Afganistán y en Iraq contra los talibanes no hayan logrado liberar a los pueblos de esas fuerzas oscurantistas, sino que, al contrario, hayan fabricado más «yihadistas» de los que han liquidado, poco importa a nuestros dirigentes. Lo que les importa en esos países, ricos en petróleo y petrodólares, es ondear la bandera y mostrar el moderno arsenal, el más avanzado, para mayor beneficio de los mercaderes de cañones. Se dispara la venta de material militar a Arabia Saudita, a los Emiratos Árabes Unidos, a Catar, cuando resulta que en esos países se encuentran los principales instigadores y financieros del terrorismo islámico.
Eso poco importa: dos días después de la manifestación del 11 de enero, los diputados votaron masivamente por la prolongación de los golpes franceses en Iraq por 448 votos contra uno. Excepto el Front de Gauche, que se abstuvo, todos los grupos intervinieron como uno solo, antes de entonar La Marsellesa, algo que no sucedía en el salón del Congreso de los diputados desde 1918.
Reforzar las operaciones militares en África
En el continente africano se refuerza y se extiende la operación Barkane. El ministro de Defensa organiza múltiples reuniones con sus colegas africanos, con el único tema de la seguridad y la lucha contra el terrorismo. Incluso las reuniones de la Francofonía están marcadas por esa obsesión. Es elocuente el vocabulario utilizado: la «línea del frente» va en la zona subsahariana desde Senegal hasta el Chad, con sus «bases militares permanentes», como las de Gao en Malí y N’Djamena en Chad. En el norte, el ejército ha reactivado en el Sáhara antiguos fortines de la época colonial, las «bases avanzadas» de Madama en Níger y de Fort Largeaud en Chad. Al sur, la línea del frente Abiyán-Dakar cubre las «bases de retaguardia». Además, se están construyendo «bases especializadas» en Niamey, en Níger, para drones, y otra base en Burkina Faso para recoger información. Semejante dispositivo demuestra que el imperialismo francés se prepara para cualquier eventualidad, y particularmente para desempeñar un papel de primer orden en caso de que se extienda la zona de guerra hacia Libia y contra la secta criminal de Boko Haram en Nigeria, donde el ejército de Chad ha empezado a intervenir con el apoyo logístico de Francia.
Preparar a la opinión pública
La manipulación de las emociones mediante el llamamiento a «la unidad nacional» en el interior, y a la «guerra mundial contra el terrorismo» en el exterior, responde a la necesidad de preparar a la opinión pública para nuevas guerras. Tratan de legitimarlas ante el pueblo francés y los del mundo. En 2015 como en 1914, la unión nacional tiene el regusto amargo de la guerra. Como escribimos en La Forge de enero: «Hay momentos en los que hay que saber decir NO»
¡No a la unión nacional con la reacción! ¡Sí a la solidaridad internacional con los pueblos!
Publicado en La Forge nº 559, órgano central del Partido Comunista de los Obreros de Francia.