Feliks S.
La situación económica y social de nuestro país anticipa desde hace tiempo un posible estallido social. La escalada inflacionista que no cesa (octubre cerrará con un IPC por encima del 7%) no ha venido acompañada por incrementos en salarios que lo mitiguen: sólo el 17% de los convenios firmados en enero de este año tenían cláusula de revisión salarial, es decir que se revise el salario al alza cuando el IPC supere la subida pactada, y la media de subidas para 2022 es de solo un 2%.
Además, llueve sobre mojado: la clase trabajadora no sólo ve sus salarios empeorar en términos relativos desde hace décadas, sino que también sus “ingresos en especie”, es decir, los servicios sociales públicos de los que gozan (sanidad, educación, pensiones, etc.) no han hecho más que empeorar lastrados por la “austeridad” y las privatizaciones.
Ante esto la respuesta de la cúpula sindical ha sido digna de consumados burócratas, mucho más cómodos en los despachos que en las calles. Al igual que sucedió con la reforma laboral de la ministra Díaz, CCOO y UGT han preferido mantener su respuesta en ruedas de prensa y reuniones con la patronal y el gobierno en lugar de organizar una contestación masiva en las empresas y en las calles.
Declaraciones grandilocuentes, pero sin nada que las apoyen.
Ahora, ante la presión de los sindicalistas de base y de grandes masas que ven atónitas esta actitud se ven obligados a convocar manifestaciones, pero en lugar de utilizarlas como catalizador de un movimiento por los derechos de la clase trabajadora, las convierten en un desfile folclórico. Máxime exponente es la manifestación convocada el 3 de noviembre (a la que llamamos a acudir) en Madrid: día laborable y por la mañana. No vaya a ser que a las masas trabajadoras les vaya a dar por unirse a la convocatoria.
Es decir, un mero acto simbólico al que acudirán delegados sindicales, pero sin sustento: no se ha intentado movilizar a nadie, no se ha debatido nada. En resumen, no se propone nada más que pedir a la patronal que sean buenecitos y suelten algunas migajas para que la rueda del sistema pueda seguir girando sin interferencias. Realmente hace dudar quién está más asustado de un movimiento obrero que abogue por una mejoría real de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
La deriva burocrática de los grandes sindicatos es denunciada por los comunistas desde hace mucho, pero en momentos críticos como los que se avecinan (depauperación acelerada de la clase trabajadora, fascismo a las puertas del poder, crisis energética que cada vez más golpeará a las clases populares, nuevos conflictos bélicos imperialistas, etc.) es fundamental denunciar estas actitudes y promover, en su seno, un sindicalismo combativo y democrático.
Ahora más que nunca necesitamos que las mayores organizaciones obreras de nuestro país se pongan a trabajar, que sirvan de escuela de lucha a los trabajadores, que les ayuden a organizarse para combatir por la mejora de sus condiciones laborales y de vida y a este sistema caduco. Y para ello, los comunistas no podemos alejarnos de los sindicatos sino todo lo contrario, empujar dentro de ellos en esa dirección y agrupar en torno a esas posiciones a un mayor número de trabajadores y sindicalistas. Y en ese camino, debemos estar en primera línea, hombro con hombro con nuestros compañeros de trabajo, como ejemplo de entrega, de dedicación y lucidez.