J. Romero
Ha bastado un mes con Trump y su equipo en la Casa Blanca para trastocar las reglas de juego en la guerra imperialista por los mercados. Las primeras medidas de la nueva administración yanqui han vuelto a demostrar que los imperialistas no reconocen acuerdos ni alianzas permanentes. Entre aquellas medidas, el impulso de la “paz” en Ucrania, negociando directamente con Putin, su viejo amigo reaccionario, defensor, como él, de la mística de los dictadores propia de la versión terrorista del Estado burgués; negociando su “paz” en Arabia Saudí (la autocracia teocrática que, junto con el Israel nazi sionista, es la más firme y fiera escudera del imperialismo yanqui en Oriente Medio), sin la presencia de representantes del Estado ucranio, ni de la Europa del Capital y de la Guerra, que era hasta ahora el cancerbero de los intereses de EEUU en esta parte del mundo y que está implicada hasta el fondo en ese conflicto.
Que algo estaba cambiando, se sabía desde hace semanas: la rápida victoria de los talibanes en Siria contra su enemigo Al Asad después de década y media de guerra abierta, y la insultante propuesta de Trump sobre la expulsión de los gazatíes de su tierra y sus constantes amenazas de desatar el terror en la franja, como si el sufrido hasta ahora de manos del ejército sionista no fuera suficientemente inhumano, la calma tensa del régimen iraní frente a todos estos cambios que le afectan directamente, etc; estos movimientos en una zona que es uno de los principales focos de conflicto del planeta por la implicación de las grandes potencias, no hubiera sido posible sin este “nuevo clima”, sin que la Rusia de Putin y China tuvieran garantías de que sus intereses económicos y militares quedaban suficientemente garantizados.
El perdedor de esta nueva fase de la guerra interimperialista, al menos de momento, ha sido la Europa del Capital y de la Guerra. Las decisiones de Trump respecto de Ucrania han pillado a las grandes potencias imperialistas de Europa por sorpresa, con el paso cambiado: negarles el status de negociador en las conversaciones con Putin, es algo que los Macron y cia. no pueden consentir, simplemente, porque pone en duda su misma condición de potencia imperialista.
La actitud de las diversas fuerzas políticas son las esperables: Los partidos liberales y social liberales que controlan las principales instituciones de la UE, se rasgan las vestiduras por el agravio, pero mantienen firmes sus votos de alianza con EEUU y su compromiso con la OTAN, punta de lanza militar del imperialismo occidental. Los charlatanes fascistas como Orban, Abascal y, en general la extrema derecha de la Europa capitalista, se deshacen como lacayos que son, en alabanzas al trumpismo; por muy dura que sea su verborrea nacionalista sobre la patria y la independencia, ese ha sido siempre su papel, el de capataces del capital: sumisos frente al patrón e inmisericordes con el oprimido.
Revisionistas y oportunistas de toda laya y color se felicitan; los radical oportunistas siempre pueden decir que su aliado Putin ha conseguido sus objetivos y jactarse de que la “vieja” Europa haya recibido su merecido, enseñando sus vergüenzas y miserias, aunque no sepan para qué les puede servir a ellos esa evidencia. Lo paradójico es que hayan sido Trump y su corte de grandes empresarios fascistoides quienes han dado el paso hacia ese “mundo multipolar” del que peroraban los revisionistas, ese “ultraimperialismo” en el que las potencias se reparten “amigablemente” las áreas de influencia, distribuyen las ganancias de la explotación conjunta del mundo y regulan las relaciones entre ellas con instituciones comunes aceptadas por todas las potencias, en paz y armonía.
Pero las reglas del “nuevo orden”, como han dejado bien claro los dos “negociadores”, se resumen en una: aceptan la paz siempre que se cumplan sin rechistar sus condiciones; el resto de “actores” son “invitados de piedra”. El plan es sencillo; repartir Ucrania: para Putin el Dombás, de modo que pueda construir la “Gran Rusia” neo zarista con la que sueña el dictador reaccionario; y para EEUU las “tierras raras”(1).
Quedan flecos para lograr el mundo ideal del capitalismo imperialista, claro: el papel de India, por ejemplo, un país inmenso, al que los nuevos amos del pentágono tienen en gran estima, pero un estado que trabaja por sus propios objetivos y donde el gobierno lo ejerce una agresiva formación ultra nacionalista; o el de la misma Arabia Saudí, que mantiene un férreo control sobre grupos fanáticos cuya lealtad depende en última instancia de pulsiones irracionales (¿como olvidar el atentado de las torres gemelas, llevado a cabo por Al Qaeda, un teórico aliado del imperio yanqui, alimentado y sostenido inicialmente por el Pentágono y protegido por Arabia Saudí?).
Pero, quienes nos hablan de ultraimperialismo, deberían saber que el acuerdo entre los imperialistas no va a durar más de lo que tarden en enfrentarse de nuevo los intereses de las potencias en liza, pues pelean por los mismos mercados. Hoy el objetivo yanqui, es marcar distancias con sus socios europeos, dejando al margen a sus viejos aliados periclitados; pero los intereses de control económico de China, EEUU, Rusia, siguen siendo contrarios y la lucha entre ellos se vuelve aún más intensa; en definitiva: el mundo en manos del imperialismo se vuelve cada vez más inestable y, es precisamente por ello, imprescindible el mantener la posición firme, racional y de clase de los marxista leninistas para afrontar los cambios.
Sea como fuere, la cuestión es que las decisiones de Trump han provocado un choque en la mayoría de las potencias que comparten las fechorías del patrón yanqui en la OTAN. La Conferencia de Seguridad de Munich marcó un nuevo hito en la relación entre los socios de la OTAN: “Después del discurso del vicepresidente Vance tenemos que temer que nuestra base de valores comunes ya no sea tan común” decía casi entre lágrimas el presidente de la cumbre, Christoph Heusgen.
Indignados por el trato recibido de su viejo aliado en estos tiempos convulsos y confusos, los líderes de la Europa del Capital y de la Guerra, llaman al rearme. El Presidente de Francia, la potencia que abanderó el ataque a la Libia de Gadafi, que ha explotado (y sigue haciéndolo) sus viejas colonias africanas a sangre y fuego, llamó arrebato a su compinches, seleccionando los que cree más fieles y separando los capos de lealtad dudosa (2). La primera de las dos cumbres celebradas en París, la del 17 de febrero, reunió a los más cercanos al núcleo de dirección de la UE, incluyendo un histórico aliado y cabeza del imperialismo occidental, Reino Unido, hoy señalado como apestado por la ultra reaccionaria administración yanqui. (3)
En esta coyuntura internacional tan fluida, muchos, a la pregunta sobre ¿qué hacer?, proponen “mas Europa”, avanzar en la unificación de la UE para superar las estructuras nacionales que impiden crear y armar un ejército europeo y decidir colectivamente de manera rápida y eficaz los pasos a dar frente a EEUU, Rusia, China, etc. Pero, ¿de qué Europa hablan? ¿que Europa se trata de construir en los cenáculos de Bruselas?
Debemos de tener claro que la Europa del capital y de la guerra es la conclusión de un proceso histórico controlado por el capitalismo y que, precisamente por ello, no permite la constitución de una Europa de los pueblos. Las contradicciones internas de la UE vienen determinadas por ese proceso. La Europa capitalista es una potencia que ha sembrado la muerte en las que eran sus colonias y quiere prepararse para la guerra, para seguir participando en la rapiña, porque ve que se queda fuera del reparto. Esta Europa no puede ser más que otro agente de explotación y guerra.
Obviar la esencia de clase de las instituciones políticas es el camino más recto para el error o para la traición. La UE, nunca ha sido un proyecto que interese a los pueblos. Por más que la enorme interconexión entre los intereses económicos del capital europeo, generada tras décadas de “mercado común” haya creado una profunda imbricación también entre las estructuras económicas y comerciales de los países miembros, los intereses políticos de los distintos estados de la UE son profundamente contradictorios y tienden a serlo más, conforme la crisis obliga a cada burguesía a tomar partido en la pelea interimperialista, haciendo más difícil que compartan una orientación política común (la Hungría de Orban, por ejemplo, está claramente situada en la órbita de Putin, con el que comparte una similar visión ultra nacionalista y reaccionaria).
Hoy, como hemos dicho muchas veces, la UE es un conglomerado de intereses estatales tan heterogéneo que no puede adoptar las decisiones con la rapidez que una potencia imperialista necesita para contar como interlocutor reconocido en la guerra por el reparto del mundo, en un periodo tan convulso y fluido como el actual.
Como ya señaló en su momento Lenin, y la historia posterior ha confirmado fehacientemente: “Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales «avanzadas» y «civilizadas», los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios”.
La Unión Europea no ha tenido nunca como objetivo construir una Europa de los pueblos, sino intentar unificar los objetivos del gran capital para la explotación de los pueblos europeos y la participación eficaz en la pelea entre imperialistas por controlar los mercados del mundo. Y esto último es lo que las últimas decisiones del gobierno yanqui ha puesto (ha mostrado, más bien) en peligro. En conclusión, la urgencia para las potencias europeas es avanzar en la autonomía respecto a su anterior aliado yanqui, y, sobre todo, rearmarse y militarizar la economía y la vida social en Europa para preparar a sus pueblos para una lucha a mano armada por las riquezas ajenas.
Los estados de la UE, se han comprometido a incrementar su presupuesto militar y, desde hace meses, hablan ya abiertamente de preparar a la sociedad para la guerra, advirtiendo que frente al objetivo de la “seguridad” (la seguridad para sus negocios e intereses de clase) deben declinar todos los objetivos de avance en derechos sociales y democráticos (claro lo dejó el Secretario General de la OTAN, el político liberal holandés, Mark Rutte: “…díganles que la seguridad importa más que nada…Por término medio, los países europeos gastan fácilmente hasta una cuarta parte de su renta nacional en pensiones, sanidad y sistemas de seguridad social…Dar prioridad a la Defensa requiere liderazgo político. Puede ser duro y arriesgado a corto plazo, pero es absolutamente esencial a largo plazo»).
Si los traidores afirman que es posible un mundo en paz dentro del capitalismo en su fase imperialista; los comunistas afirmamos que cualquier acuerdo entre imperialistas, solo puede suponer una pausa coyuntural en su guerra por el control económico del mundo; objetivamente sus intereses económicos les llevan a un estado de conflicto permanente que acerca a la humanidad a una catástrofe económica y social cuyas consecuencias las pagan la clase obrera y los pueblos del mundo.
En febrero de 1946, en unas condiciones más favorables para nuestra clase; recien derrotado el nazi fascismo y avanzando la lucha por la democracia popular; con el ejemplo vivo de la Unión Soviética y el enorme prestigio del movimiento comunista que dirigía la lucha por la emancipación en la inmensa mayoría de los países, Stalin recordaba lo evidente: ”… Quizá sea posible evitar catástrofes militares, encontrar un modo de redistribuir periódicamente las materias primas y los mercados entre los países de acuerdo al peso económico de cada uno tomando decisiones responsables y pacíficas. Pero todo esto es imposible en las condiciones capitalistas actuales del desarrollo económico mundial”. Tomado de “El Fin de la Globalización. Lecciones de la Gran Depresión”, Harold Hames
Hoy, la producción capitalista está desbordada, el capital especulativo domina la inversión financiera, la pelea por las materias primas y por los mercados es feroz; en definitiva, hoy, el capital imperialista se prepara de nuevo para la guerra.
Perder esto de vista es dar un paso hacia el abismo. La mejor respuesta al imperialismo es reforzar la lucha organizada del proletariado por el socialismo y avanzar hacia la unidad popular frente al peligro de guerra. La única manera de evitar la guerra entre los pueblos es avanzar unidos a nuestros hermanos de clase de todo el mundo, para reforzar la guerra de clases.
NOTAS
(1) Según el gobierno ucraniano, el país tiene las primeras reservas europeas de litio y uranio y posee 25 de las 34 materias primasreconocidas en 2023 como «críticas» por la Unión Europea. Tomado de Grand Continent. En una entrevista con Fox News, Trump argumentó que Washington ha gastado “cientos de miles de millones” para apoyar a Kiev contra la invasión de Rusia y que debería recibir una compensación a cambio…“Les dije [a Ucrania] que quiero el equivalente a 500.000 millones de dólares en tierras raras”.
(2) El ultrareaccionario Orban no fue convocado a las cumbres celebrada en París, aunque sí su amiga y conmilitona, Meloni.
(3) A principios de enero, en una de sus habituales salidas de tono que quedan como anécdotas en el amplio historial de provocaciones de este personaje, E. Musk llegó a plantear la necesidad de declarar la guerra a Reino Unido.