Por J. Romero
En varios de sus escritos recuerda Marx este aforismo de una sátira de Horacio: “Mutato nómine de te fábula narratur” (Bajo otro nombre, a ti se refiere la fábula). Este título viene a cuento de un escrito publicado por Diario.es, el 1 de febrero, en el que un grupo de dirigentes de CCOO anuncian la presentación de un proyecto alternativo para el XI Congreso de la Unión de Madrid de este sindicato
“Hoy, como hicimos hace cincuenta años, necesitamos comprender mejor y conectarnos más con una sociedad que sufre el debilitamiento de los instrumentos de protección y de equilibrio distributivo”, señalan los firmantes en las primeras líneas de su escrito. Suena bonito, es verdad, pero no es más que la envoltura de un nuevo producto del viejo aparato oportunista de CCOO, con el que se quiere colar de estraperlo una lectura del proceso “repensar el sindicato” contraria a lo que han expresado los que participaron en él.
¿Realmente es comprender mejor y conectar con los trabajadores, lo que buscan los líderes de esta iniciativa, cuya primera puesta en escena se dio a finales del pasado año, con una carta firmada por cuatro Secretarios Generales? Basta un somero repaso a los cargos de los firmantes para entender hacia donde apunta su intención: todos ellos son cuadros del aparato de las Federaciones de Industria y Servicios a la Comunidad de CCOO de Madrid, entre los que se encuentran algunos nombres señeros del viejo equipo que amparó el viraje de Antonio Gutiérrez y, posteriormente a su sucesor, José María Fidalgo (hoy en nómina de la fundación FAES del ínclito Aznar), ejecutó la represión contra los representantes del Sector Crítico (el único que ha mantenido posiciones coherentes frente a la deriva de la dirección hacia el sindicalismo claudicante) o arropó a Toxo, cuando firmó el último acuerdo de pensiones, en 2011, etc. Puro y duro aparato, puesto para la ocasión en funciones de aguerridos garantes del “cambio” en CCOO. La zorra cuidando a las gallinas.
Hasta aquí, no pasaría de ser una anécdota, una de tantas en una organización como CCOO, el principal sindicato de masas, que enfrenta un debate interno de mucho calado, en el que, como suele ocurrir a veces, las posiciones políticas aparecen veladas por la retórica, de modo que los que intentan impedir que el sindicato sea un instrumento de la clase trabajadora, cuentan la fábula, como si no fuera con ellos; y, colocándose al otro lado del espejo, presentan su causa, libre de contradicciones, inmaculada, adornada en una retórica casi mística. He aquí una muestra: “Tenemos el reto de construir espacios de participación donde mujeres y hombres jóvenes puedan incorporarse a la actividad sindical cotidiana y participar en las decisiones para, desde la visión de su propia participación militante, construir un instrumento más útil para la defensa de los derechos de la juventud trabajadora”
Pero, ¿Quién puede creerse semejante declaración de principios de quienes han sido siempre manos ejecutoras de una política precisamente opuesta? ¿Cómo creer a un aparato que, en lugar de abrir la organización para dar cabida a toda nuestra clase, ha blindado la estructura del sindicato. No, lo que hay detrás es un intento, uno más, de imponer la ley del aparato de las grandes federaciones en las que se apiña la aristocracia obrera empeñada en mantener su estatus, por la vía del diálogo social.
Varias son las urgencias que los afiliados han expresado en el proceso “repensar el sindicato”; las más importantes y sentidas: incrementar la estructura territorial para abrir el sindicato a las mujeres, a los jóvenes, a los parados y falsos autónomos, a los trabajadores en definitiva más desprotegidos frente a la patronal; exigir que se respete la opinión de los afiliados, para que no vuelva a ocurrir que el fruto del “diálogo social” sea una frustración más que se impone sin consulta; impulsar la vida del sindicato, las asambleas, la movilización, los instrumentos que han permitido a nuestra clase ser fuerte en condiciones muy difíciles; que el sindicato, en fin, deje de implorar el diálogo con un gobierno que ya ha dicho que no va a cambiar lo esencial de sus brutales reformas y pase a la ofensiva frente a los enemigos de clase, en lugar de abrir una batalla interna que puede debilitar aún más a la organización, con el único objetivo de controlar las estructuras orgánicas que pueden permitir que el sindicato sea visto como algo propio por los sectores de nuestra clase que hoy solo encuentran en él un muro burocrático y corporativo.
Quienes encabezan esta propuesta, han desarrollado estos últimos cuatro años un proceso de fusiones cuyo debate se hurtó en el anterior Congreso Confederal, para no “tocar temas espinosos”, y que ha terminado reduciendo el organigrama de CCOO a 7 federaciones de rama: Por eso, a estas alturas no resulta creíble que dirigentes de las dos federaciones que han visto más reforzado su aparato burocrático, fruto de las fusiones, se presenten como adalides del sindicalismo de clase.
Sin duda, CCOO de Madrid, como el conjunto del sindicato, necesita un profundo cambio para adecuar su estructura a las necesidades que afronta hoy la clase obrera. Es verdad que muchos de los dirigentes que la iniciativa Más Unión cuestiona, han compartido con ellos esa deriva que ha alejado el sindicato de su clase: aceptaron (de mala gana probablemente, alguno de ellos así lo ha reconocido) la política de fusiones, callaron cuando la dirección del sindicato firmó en 2011 un pacto de pensiones con Zapatero, cuatro meses después de una Huelga General contra su gobierno ya debilitado y que terminó pactando con el PP el artículo 135 de la Constitución; han sido, en definitiva, espectadores pasivos de una política que ha alejado a CCOO de los trabajadores. Pero, con todo, la Unión de Madrid ha hecho un esfuerzo estos últimos años por plantearse los problemas y abrir un debate, respetando la pluralidad, para avanzar en las respuestas.
El propio manifiesto expresa el problema con meridiana claridad: “Caminamos, de no remediarlo, hacia federaciones de rama, especializadas y más corporativas y hacia uniones territoriales desconectadas de la base afiliativa que se expresa en los centros de trabajo y, por tanto, debilitadas en su perfil político y sindical. El riesgo es que Comisiones Obreras de Madrid caiga en la autarquía”.
Sí, ese es el riesgo cierto. Lo que está en marcha es un intento, uno más, de llevar a CCOO de Madrid a la “autarquía”, de ponerla al servicio de federaciones de rama especializadas y corporativas. Pero, la pelea que tiene hoy ante sí CCOO es de gran calado. Y la Unión de Madrid, es un escollo para que quienes no han tenido empacho en transformar la organización de los trabajadores en un muro frente a ellos en lugar de su instrumento para la lucha, impongan plenamente su ley, a costa de debilitar el sindicato.
Y, si es así, si tanto interés tienen Toxo y sus portavoces de Más Unión, en ganar Madrid, eliminando ese escollo en su camino, basta esa razón para implicarse en la batalla del XI Congreso de la Unión de Madrid del campo de quienes al menos han tenido la decencia de intentar impedírselo.
Los trabajadores necesitan recuperar la dirección del sindicato para una política distinta, radicalmente distinta de la que hasta ahora ha aplicado el núcleo de dirección de la Confederación encabezado por Toxo, que apadrina esta iniciativa.
La fábula trata, precisamente de ellos.