C. Hermida
El modo de producción es uno de los conceptos fundamentales del marxismo. De forma sencilla podemos definirlo como la forma en que una sociedad organiza su economía; es decir, cómo produce y distribuye los bienes materiales que esa sociedad necesita. Esa organización económica se fundamenta en las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, que a lo largo de la historia de la humanidad han ido cambiando.
El modo de producción se caracteriza por la particular interacción entre las fuerzas productivas (medios de producción y fuerza de trabajo) y las relaciones sociales de producción (relación que se establece entre las personas sobre la base de la propiedad o desposesión de los medios de producción). Estas relaciones se estructuran de una manara que es independiente a la voluntad de las personas, puesto que responden al grado particular de desarrollo de las fuerzas productivas de cada período histórico.
La relación con los medios de producción y la apropiación de la fuerza de trabajo origina en la sociedad una división en clases sociales entre propietarios y no propietarios de medios de producción; entre clases dominantes y dominadas, entre quienes producen el excedente económico y quienes se apropian mayoritariamente de él.
Marx y Engels fueron desarrollando este concepto en varias obras: La ideología alemana, Manifiesto Comunista y Contribución a la crítica de la economía política. En su reflexión llegaron a la conclusión que el modo de producción de bienes materiales condicionaba las formas políticas e ideológicas y que a lo largo de la historia de la humanidad se habían sucedido modos de producción diferentes: comunismo primitivo, esclavitud, feudalismo y capitalismo, aunque Marx dejó escritos sobre la existencia del modo de producción asiático. El triunfo de la revolución bolchevique en 1917 conduciría a la implantación del modo de producción socialista en la década de 1930.
En los tres volúmenes de El Capital Marx nos proporcionó un estudio exhaustivo sobre el capitalismo, sus fundamentos, funcionamiento y crisis. En esta obra genial, Marx se basó en multitud de datos empíricos, pero su análisis no se refería a un país concreto, sino que realizaba un estudio del modo de producción capitalista como una entidad abstracta, “ideal”.
Por otra parte, el modo de producción no hace referencia exclusivamente a la esfera económica, sino que es preciso entenderlo como un todo integrado también por una esfera jurídico-política y una esfera ideológica. La articulación de estas tres estructuras, con sus dinámicas propias, pero a la vez interrelacionadas, permite entender el desarrollo histórico.
Ahora bien, un determinado modo de producción adquiere desarrollos concretos, se materializa con peculiaridades propias en cada sociedad, donde se produce la combinación de diferentes relacionas de producción. Para definir estas concreciones sociales empleamos el concepto de formación social. Aun siendo sociedades capitalistas, no es lo mismo la Inglaterra victoriana que la Francia de Napoleón III o la España isabelina. Durante el siglo XIX, las relaciones capitalistas de producción tienden a ser dominantes en buena parte de Europa, pero encontramos también la pequeña producción agraria familiar, la aparcería, el artesanado, etc.; esto es, relaciones precapitalistas. Y esa multiplicidad en el ámbito económico también se manifiesta en cada país en formulaciones políticas y jurídicas diversas, así como en múltiples manifestaciones ideológicas y culturales.
Las formaciones sociales se desarrollan siempre en una dimensión espacio-temporal singular y se van transformando como resultado de la lucha de clases en el ámbito económico, político e ideológico. Esas tres instancias se condicionan e influyen mutuamente de una forma dialéctica, lo que implica desarrollos históricos completamente diferentes. Si a lo largo de la evolución de la humanidad encontramos que no hay dos sociedades iguales, se debe a que múltiples factores se combinan para originar formaciones sociales históricamente determinadas. El concepto modo producción es la clave para entender la evolución histórica general del ser humano, pero el concepto de formación social permite explicar las múltiples peculiaridades de esa evolución.
Es necesario insistir en que si la estructura económica es determinante en última instancia, la esfera política e ideológica, que tienen sus propios ritmos, también influyen en el ámbito económico, pudiendo retrasar o acelerar el desarrollo de las fuerzas productivas, incluso siendo un elemento fundamental en la reproducción del modo de producción. Así, en el feudalismo, la coacción política, extraeconómica, sobre el campesinado era dominante en la extracción de las rentas agrarias y, en consecuencia, la reproducción de las relaciones sociales feudales dependía exclusivamente del mantenimiento del poder político-militar de la nobleza feudal. Y ello sobre la base de que esa nobleza tenía la propiedad jurídica de la tierra, pero los campesinos disponían de la posesión o, lo que es lo mismo, de la propiedad útil. El excedente generado por el trabajo del campesinado siervo solo se canalizaba hacia la nobleza mediante el uso de la violencia política. Sin los ejércitos privados de los nobles, los campesinos jamás hubieran entregado parte de sus cosechas. Por el contrario, en el modo de producción capitalista el mecanismo de explotación se encuentra ligado al mismo proceso de producción mediante la plusvalía generada por los trabajadores.
Solo el conocimiento preciso de la formación social, en toda su complejidad económica, social, política e ideológica, permitirá a un partido comunista establecer la táctica y la estrategia adecuadas para dirigir la revolución. Y para ello es preciso huir del determinismo economicista, que supedita lo político a lo económico mecánicamente. Un claro ejemplo de ello fue la política de los mencheviques, que razonaban de una manera no dialéctica: puesto que la revolución pendiente en Rusia debía tener un carácter democrático, necesariamente sería dirigida por la burguesía; es decir, Rusia se veía obligada a seguir los pasos de las revoluciones burguesas que se habían desarrollado en Europa occidental entre 1789 y 1848.O lo que es lo mismo, la revolución rusa debía quedar limitada a las tareas económicas de la revolución burguesa. Los bolcheviques, por el contrario, comprendieron que las tareas de la revolución democrático burguesa solo podían ser resueltas por una dictadura democrática del campesinado y del proletariado, y esa fue la posición del partido durante muchos años, pero a la altura de 1917 Lenin defendió en sus Tesis de Abril el paso a la revolución socialista, aunque el desarrollo del capitalismo en Rusia era todavía débil, predominaba una economía agraria y el proletariado industrial era minoritario. El genio de Lenin entendió que las condiciones específicas de la formación social rusa hacían posible que la dictadura del proletariado (esfera jurídico-política) se estableciese en un primer momento sobre una economía basada fundamentalmente en la aldea campesina. La agudización de la lucha de clases y la situación provocada por la Primera Guerra Mundial hicieron posible que el proletariado tomara el poder e instaurase un Estado obrero que no se correspondía con la base económica. Y desde ese Estado se crearon las condiciones objetivas para la construcción del socialismo en los años treinta del pasado siglo. La revolución bolchevique fue un ejemplo claro de cómo las instancias económica, político-jurídica e ideológica tienen sus propias dinámicas.
Para los desorientados que acusan al marxismo de centrarse únicamente en el factor económico, atribuyendo a otros factores un papel marginal, recomendamos la lectura de El 18 brumario de Luis Bonaparte, la Guerra Civil en Francia y Escritos sobre España, tres textos de Karl Marx que son un magnífico ejemplo de análisis de una formación social.