P. Recife
Seamos claros: detrás de la convocatoria de la manifestación del pasado 15 de Junio, con los lemas: “Hasta que se vayan”, ”Monarquía no, democracia sí”, está un intento más de perpetuar el mal reformista que aqueja desde el principio a lo que hemos venido a definir como izquierda sumisa: el de querer suplir la voluntad de las masas, su organización y su propia autoestima, jugando con las consignas en función de los intereses particulares de los líderes en cada circunstancia electoral. Como siempre en la lucha entre lo necesario y lo posible; el oportunismo se olvida en su trabajo de lo necesario, justificándose en “lo posible”.
En su momento, cuando, muerto el asesino, la calle era un clamor en lucha por recuperar la legalidad democrática republicana rota por un golpe, Santiago Carrillo, decía: “por un color de una bandera el P.C.E. no arriesgará una nueva guerra civil”, dando el primer paso hacia la miseria de hoy, al confundir la forma: “el color de la bandera”, con el fondo: “la democracia”; llamando a su partido a ahogar los anhelos de la clase trabajadora, para “evitar una nueva guerra civil”.
No, no se trataba entonces, ni se trata ahora, de defender un color distinto para la bandera de nuestro país, sino de luchar por todo lo que hay detrás de esa bandera, que resume el esfuerzo y el sacrificio de miles de hombres y mujeres por acabar con el poder de una podrida casta de explotadores que nunca han dudado en sacrificar “la patria” para engordar su bolsillo.
El poder del pueblo, el punto y final a las míseras cloacas de la dictadura; la “democracia”, que sin su apellido: popular y republicana, no es más que un disfraz formal para los mismos poderes que habían sostenido la dictadura; todo eso estaba detrás del color que tanto molestaba al traidor Carrillo. Hoy sufrimos todos los días el resultado de aquella renuncia: las mismas miserias y los mismos miserables (o sus sucesores) que se tiran a la cara la corrupción del otro en un insoportable espectáculo; idénticos miedos, amenazas, miserias y riesgos.
En la convocatoria, se había empeñado con particular encono, la formación morada, cuyos dirigentes no hace tanto callaban sobre la alternativa republicana, porque “no toca”, según decían; regalaban un ejemplar de “Juego de Tronos” al hijo del rey designado por Franco como sucesor, o decían que la ideología les importaba un pimiento. Conforme iba quedando en descubierto el fondo reformista de su programa, PODEMOS se volvía más morado (precisamente el color que tan poco aprecio tenía para “don” Santiago).
Lo de menos es cual fue el seguimiento de esta convocatoria estatal, proclamada con intensidad durante días por las redes sociales de revisionistas y ciudadanistas coaligados; no se trata de entrar en la guerra de cifras entre otras cosas porque, nuestro enemigo común, la derecha fascista tampoco ha conseguido mover a los suyos es sus últimas convocatorias, aunque todos sabemos que la manifestación no cumplió, ni de lejos, las expectativas de los convocantes; fue una cita formal, y, como tal, pasó a la historia sin pena ni gloria: faltó entusiasmo, empuje, juventud. Un trámite más, como tantos.
El intento de convertir la abdicación del borbón bribón en una cita política anual y las consignas elegidas: “Monarquía no, democracia sí” y “Hasta que se vayan”, ilustran sobre el objetivo político de los convocantes; formalmente el contrario al de Carrillo (ahora sí, cambiar el color de la bandera), pero con el mismo fondo: disfrazar de democrático, a un régimen que no es sino la continuación del franquista, esperando que los poderes que lo sostienen renuncien de buen grado, empezando por su cabeza coronada.
Se pasó un velo “pudoroso” sobre la realidad que vive el pueblo: precariedad, pobreza extrema, robo de lo público por los que debieran ser sus servidores, carestía, tortura (sí tortura, en tanto no se derogue de una vez, un monumento a la violencia impune del poder, como la ley mordaza) y recorte de derechos, entre otros males que padece nuestro pueblo.
En definitiva, nada que pudiera molestar realmente al poder. Porque siguen pensando que por estar en el gobierno o en su antecámara, son poder del Estado y necesitan justificar, por ello, que fueron y son necesarios, en lugar de un estorbo. Por eso, Irene Montero, cabeza visible de PODEMOS, declaraba a la prensa en la propia manifestación: “cuando…Podemos está en el Gobierno, hay avance en derechos, que es lo que la gente necesita”. Y el coordinador federal de IU, Antonio Maíllo remataba: es “una marcha por la república en un sentido político de vincular la necesidad de que este país construya un proyecto de esperanza, futuro y de paz”.
Una izquierda fuera de contexto, hablando de paz, mientras participa de un Gobierno que se implica en las guerras del imperialismo; de necesidades y proyectos de esperanza, mientras se pliega a la patronal que controla la baraja del diálogo social; de futuro, sin darse por enterada de que, ahora sin tapujos, el poder real recorta derechos y servicios. Una marcha en pleno contexto de confusión, con el gobierno contra las cuerdas y la calle saturada de convocatorias que, casi siempre, se convocan para dar apoyo a una nueva corriente oportunista y obstaculizar la organización de las masas, levantando al líder o lideresa del momento.
En un artículo anterior decía: “Frente al: “Hasta que se vayan”, como lema, nosotros insistiremos en que, “hay que echarles”; hay que romper con el régimen. El primero pone la voluntad en la familia monárquica, otorga al pueblo un papel pasivo, de mero espectador; el segundo pone la voluntad en el Pueblo, le da un papel activo, protagonista, en esa empresa, llama a la movilización, a la organización, a la lucha para expulsarles del país.” Pues, eso.
Sin embargo, cada vez va quedando más claro que el movimiento republicano consecuente sigue y seguirá su camino al margen de las formalidades del oportunismo, junto a las masas y sus problemas, ayudando a organizarse a quienes con su lucha tienen que ir desbrozando el camino hacia una República Popular, que es mucho más que el color de una bandera.
Y es que, como siempre ha sido, la lucha por la República, o es la expresión política de una pelea que se debe organizar y construir día a día, en la defensa de nuestros derechos, o no es más que un desahogo. A veces, ni eso, porque queda un poso amargo.