C. Hermida
El 5 de marzo de 1953 falleció Stalin, uno de los dirigentes políticos más trascendentales del siglo XX, y sin duda uno de los más calumniados, sobre el que se han vertido todo tipo de injurias, equiparándosele con Hitler y culpándole de desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Desde la derecha hasta la izquierda (trotskistas, socialistas y anarquistas) se han difundido desde hace decenios tergiversaciones y mentiras que han convertido a Stalin en una especie de encarnación del Mal.
Afortunadamente, en los últimos años han aparecido algunos libros y estudios que han abierto brechas en el muro del antiestalinismo, a lo que también han contribuido la apertura parcial de los archivos soviéticos de los años treinta del pasado siglo. Sin embargo, los libros de texto españoles de la ESO y el Bachillerato siguen manteniendo versiones falsificadas construidas sobre prejuicios ideológicos, entre ellas igualar el fascismo y el estalinismo bajo la etiqueta de regímenes totalitarios. Incluso en las oposiciones a profesor de Enseñanza Secundaria, algunos opositores defienden esas aberraciones (lo digo porque he sido testigo como miembro de Tribunales de Geografía e Historia). Cuando se trata de Stalin, la objetividad que debe mantener un historiador profesional desaparece y se sustituye por una historia con anteojeras anticomunistas.
Lo cierto es que cuando se analiza la historia de la URSS en el período llamado estalinista, hay datos y hechos que son incuestionables:
-La economía planificada convirtió a la URSS en una potencia mundial en los órdenes económico, científico y técnico.
-El Ejército Rojo fue absolutamente decisivo en la derrota del nazismo.
-Hubo un intenso desarrollo cultural. Desapareció el analfabetismo y millones de obreros y campesinos accedieron a los estudios superiores.
Todos estos logros fueron, sin duda, una obra colectiva, pero la capacidad de trabajo de Stalin, sus conocimientos teóricos y su visión política fueron absolutamente fundamentales en la transformación de la Rusia Soviética. Nadie niega que ese proceso tuvo unos costes sociales importantes ni que hubiera represión, pero eso no tiene nada que ver con las interpretaciones en las que la URSS aparece como una inmensa prisión.
Los datos de los archivos han rebajado ostensiblemente las cifras de la represión (los profesionales del antiestalinismo no parecen haberse enterado) y la adhesión al régimen era mayoritaria. El patriotismo del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria (1941-1945) lo confirma.
Cuando se habla de la dictadura de Stalin, se ignora que en la URSS había una Constitución, unos órganos de gobierno, el Soviet Supremo, el Comité Central del Partido y Repúblicas Federadas; es decir, un conjunto de instituciones y aparatos de Estado que tomaban decisiones. La imagen de un zar rojo todopoderoso es una mala caricatura del gobierno de la URSS.
Sobre Stalin se ha tejido una auténtica leyenda negra, pero para combatirla no hace falta formular una leyenda blanca. Basta simplemente con mantener unos criterios de rigor y honestidad en el tratamiento los acontecimientos históricos; ceñirse a las fuentes documentales, a esas “evidencias primarias de época” a las que se refiere Ángel Viñas. Desgraciadamente, sigue habiendo mucho aficionado a la Historia, mucho tertuliano indocumentado, mucho periodista sin escrúpulos, que han hecho de la mentira su profesión y se dedican a intoxicar y a propalar bulos. Aunque tarde, la verdad histórica se abre camino y también ocurrirá en este tema.
Nuestro partido, fundado hace sesenta años ha reivindicado siempre la figura de Stalin, ha marchado a contracorriente del revisionismo y del falseamiento histórico, y tenemos el mérito de haber contribuido a defender unos principios políticos e ideológicos que otros abandonaron hace años.
Consideramos que Stalin fue un gran dirigente comunista, que sus méritos fueron inmensos tanto en la política nacional como internacional. Y todos los antifascistas del mundo siempre le agradeceremos que la URSS no se rindiera y combatiese hasta la victoria final sobre el nazismo.