P. Recife
Luis Durán (Oñate, Guipúzcoa, 1967) es uno de los narradores y dibujantes cuya narrativa deja huella en la psique del lector. Su trayectoria, marcada por una búsqueda constante de experimentación narrativa y estilística, nos regala ahora Los pájaros que al surcar el alba (Dolmen Editorial), una obra que fusiona historias cruzadas con la atmósfera nocturna de Madrid en los años 50/60.
El eje de la trama es Abril Vega, una escritora y periodista cuya ambición la lleva a internarse voluntariamente en un manicomio femenino. Abril busca recopilar material para su próximo libro, tras haber conseguido éxito previo infiltrándose en una prisión de mujeres. Sin embargo, este nuevo desafío la llevará a enfrentarse con un entorno que desborda sus expectativas, siendo presa de su propia arrogancia. Así, a través de los ojos de Abril, el autor disecciona no solo el entorno psiquiátrico, sino también el costumbrismo de un Madrid cuya modernización se siente inminente, dejando atrás a nuestros personajes.
El título de la obra es tan intrigante como los personajes que nos lo cuentan, pues este simbolismo refleja el viaje interior de los personajes, dejando cierto sabor de melancolía, contando aspectos no tan lejanos de nuestra vida en la ciudad, que ha su vez se sienten lejanos, de otra época.
Uno de los personajes más memorables de la obra es Saturnino, uno de los últimos serenos de Madrid. Inspirado por una placa conmemorativa que Durán vio cerca de Ventas, Saturnino encarna la nostalgia de una profesión en extinción frente a los avances tecnológicos. La historia se ambienta en 1962, en un Madrid en transformación, donde los serenos observan cómo su mundo desaparece lentamente, creando un ambiente, digamos, victoriano, como el crepúsculo de una era que cae inminente.
Aunque ambientada en un manicomio, la obra trasciende las referencias evidentes a Alguien voló sobre el nido del cuco, Los renglones torcidos de dios, u obras similares, con giros de guión que son predecibles para el lector, pero extrañamente reconfortantes. Si es cierto que el remate final se siente precipitado, y el lector que suscribe estas palabras hubiera disfrutado más con un final de ritmo más pausado, como el resto de la obra.
Aun así, esta novela gráfica se hace altamente disfrutable en especial por la línea argumental del personaje del sereno, descubriendo ya un oficio olvidado por muchos, acompañado por un elenco majestuoso de secundarios que enganchan más que la propia Abril Vega.
El trabajo del color en la obra crea un efecto visual que resalta el misterio y el dramatismo. La presencia de blanco, negro y sombras crea escenas nocturnas, que reflejan a la perfección las miserias de la España de aquella época. Estos personajes han sido dotados de tal carácter que se comen las páginas con su sola presencia, creando un mosaico de vidas que se sienten reales y cercanas.
En Los pájaros que al surcar el alba, Luis Durán ofrece una obra que entrelaza narrativa, simbolismo y una profunda reflexión sobre el tiempo y el cambio. Un trabajo imprescindible.