Feliks S.
Las cadenas de supermercados regionales Froiz, Lupa, Gadis, Alimerka y La Plaza cuentan en Castilla y León con un convenio colectivo propio. Dicho convenio caducó en 2019 y debido a la pandemia se prolongó durante el 2020 para seguir negociando. En 2021 se retomó la negociación que se vio paralizada por la insistencia de la patronal en ofrecer subidas de sueldo testimoniales.
Ante esto el sindicato mayoritario en el sector, CCOO, decidió simplificar la batería de reivindicaciones en una básica: alcanzar un salario mínimo en el sector de 1200€ mensuales en 15 pagas sin renunciar a ningún derecho vigente.
Para ello se llevó a una intensa campaña movilizadora en forma de asambleas (primero de delegados y después de toda la plantilla) y convocatoria de huelga, la primera en el sector en Castilla y León. La actitud de los trabajadores partía de una indignación por las condiciones que se tenían, pero sin horizonte de como mejorarlas. Poco a poco y gracias al trabajo de muchos representantes y afiliados al sindicato la implicación de los trabajadores fue aumentando, aún siendo muy minoritaria. En las asambleas provinciales en las que se convocó a la huelga sólo participaron en torno al 10% de la plantilla. Sin embargo, la patronal vio algo inédito: una respuesta organizada a sus prácticas abusivas. Es por ello que finalmente las empresas ceden consiguiéndose el objetivo de los 1200€ aunque alargando el plazo para lograrlo en un año más. A cambio se consigue bajar ligeramente la jornada anual para que uno de los sábados de libranza anuales no se tenga que recuperar. Es decir, la mera amenaza de huelga con los trabajadores empezando a movilizarse consigue el objetivo marcado.
Este conflicto nos permite obtener varias conclusiones interesantes que podemos extrapolar a otros sectores o localizaciones.
Primero, largos años de derrotas han pasado factura en las masas trabajadoras llevando a un pesimismo de gran parte de las mismas para las que luchar equivale a perder. Este pesimismo les hace entrar en bucles de lamentación por su situación y resignación por la misma.
Segundo, ese derrotismo se puede revertir en una parte significativa de los trabajadores con organización y objetivos claros y factibles, haciendo que se impliquen las masas en su propio destino. La esperanza de mejoras a través de su propia acción permite disipar esa resignación, al establecer un horizonte cercano y factible.
Tercero, la posición de las patronales es más frágil de lo que a priori puede parecer, pudiendo ser derrotados si se ejerce la presión adecuada. Si décadas de derrotas han hecho al proletariado inseguro de la posibilidad de cambios también ha ocasionado que la burguesía no esté acostumbrada a perder y prefiera evitar un enfrentamiento frontal y ceder a una presión fuerte y consciente.
Cuarto, estas pequeñas victorias son el cimiento para las futuras, ya que hacen ver al conjunto de la clase que es posible ganar si se lucha. Al romper el ciclo pesimista que antes comentábamos se ponen las bases para futuras luchas más ambiciosas. Si se gana una lucha por pequeñas mejoras a través de la organización de nuestra clase es más fácil plantear luchas más profundas.
Por tanto, los comunistas debemos conocer las condiciones objetivas y subjetivas de nuestra clase, saber de sus limitaciones y de las oportunidades que se crean para la organización y la lucha. Es imprescindible para ello reforzar las organizaciones permanentes de nuestra clase, como los sindicatos, para vehicular estas reivindicaciones, que aunque parciales, tienen el potencial de ilustrar el poder que realmente tienen los trabajadores cuando se plantan y luchan.