C. Hermida
La Santa Compaña es la segunda novela de Lorenzo G. Acebedo (seudónimo) en la que se desarrolla una trama detectivesca ambientada en Santiago de Compostela en el siglo XIII. El protagonista, Gonzalo de Berceo, intenta solucionar unas extrañas muertes acontecidas en el cabildo de la catedral. En la novela se mezclan la ironía, la erudición, la afición al vino, visiones fantásticas, la lujuria del clero, los intereses económicos y un amplio repertorio de motivos que recrean una peculiar visión de la Edad Media en la ciudad gallega.
Es cierto que la narración es entretenida, está bien tejida literariamente, con buenas dosis de humor a lo largo del texto, pero no se puede calificar de extraordinaria novela, como se ha hecho desde determinados medios de comunicación. El autor escribe con soltura, sabe recrear ciertos ambientes medievales, pero el resultado puede calificarse de correcto, sin más.
Es imposible, mientras se lee esta novela, no recordar esa obra maestra que es El nombre de la rosa. Si Umberto Eco era capaz de presentar un universo medieval realista, lleno de matices históricos e intelectuales, en un texto que atraía al lector desde la primera página, Lorenzo Acebedo no logra en ningún momento generar ese nivel de atención e interés. Lo que en Eco era la obra de un escritor genial, en La Santa Compaña encontramos el buen hacer de un artesano, que conoce su oficio y compone un relato que no desmerece, pero lejos de la excelencia literaria. Es la misma diferencia que encontramos entre el autor del Pórtico de la Gloria y quien esculpía una gárgola.
En la crítica literaria española hay mucho aprendiz que se deja deslumbrar por lo que simplemente son fuegos de artificio y no sabe distinguir entre la corrección y la excelencia. Para eso, es preciso tener un bagaje literario muy sólido, que incluye la lectura a fondo de los clásicos. Conocer el nombre de algunos grandes escritores y haberlos leído apresuradamente no es suficiente para pontificar sobre Literatura.