por S. Ruiz
“El impulso de acumular significa una continua reforma de las instituciones que el capitalismo mismo ha creado: La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.” (Carlos Marx y Federico Engels. Manifiesto Comunista)
Los cambios de los instrumentos de producción y las relaciones de producción, modifican las relaciones sociales, así como las estructuras políticas, económicas y jurídicas que conforman al Estado. Con la crisis de los años 30, el capitalismo entendió que el mercado por sí solo no podía evitar las crisis y que para salir de ellas era necesario que el Estado interviniese en la economía, para reactivar la demanda y el empleo. (Eran los tiempos del New Deal en EEUU). El modelo keynesiano, surge después de la II guerra mundial en las principales economías imperialistas acuciadas por la fuerza creciente del campo comunista. Las potencias capitalistas aprovechan la masiva destrucción de fuerzas productivas provocada por el conflicto que facilita un proceso de rápida acumulación de capital, para aplicar programas sociales ( esta política se conocerá más adelante como Estado del Bienestar) que caracterizará esta fase . A partir de la crisis económica de los años 70, la virulenta critica contra el Estado Keynesiano, Estado-protector refleja la necesidad del capital de modificar las instituciones políticas, económicas y sociales que en un momento dado fueron un instrumento útil para evitar su desgaste. Y mientras va buscando las estructuras con las que desarrollar el nuevo modelo de producción: el modelo flexible, va destruyendo las reglas, instituciones y garantías que el capital se había obligado a conceder después de la Segunda Guerra Mundial: el reconocimiento del poder sindical en la empresa y fuera de ella; la seguridad social; el control de los movimientos del capital; el papel decisivo del Estado en la regulación de la economía. El capitalismo, para hacer funcionar el modelo flexible de producción, hace que los países adopten modelos económicos neoliberales, funcionales a la economía de mercado. Así, aparecen las reformas estructurales: apertura comercial; privatización de empresas públicas; reformas fiscales, reformas del sistema de pensiones; desaparición de subsidios a la población, disminución del gasto social, reformas laborales, donde la incorporación de la mujer al mercado laboral juega un papel primordial para la flexibilización y la reducción del salario.
Para el nuevo capitalismo, el modelo de familia trabajadora resulta antieconómico desde el punto de vista de acumulación de capital. El trabajo de reproducción y restauración se reduce con las nuevas tecnologías y con los avances en salud…la necesidad, del sistema, de fuerza de trabajo no esta amenazada, y la institución familiar cambia de acuerdo a las nuevas relaciones de producción: De la familia con un solo perceptor de salario, se pasa a la familia con dos perceptores, incorporándose la mujer al mercado laboral, sin abandonar su rol de “ama de casa”, conciliando de manera individual sus dos actividades.
En la crisis actual las fuerzas reaccionarias llaman al retorno al hogar y a la defensa de la familia y esto sirve para que el sistema no haga las inversiones necesarias para ayudar a las mujeres a vender su fuerza de trabajo, pero no impide el aumento continuado de mujeres asalariadas a nivel mundial.
En España, en el 2005, el número total de hombres ocupados era de 11.162.900 y el de mujeres de 7.329.800. Desde el 2005 al 2013 ha pasado a haber 1.993.700 hombres menos ocupados. En el caso de las mujeres, la cifra entre inicios del 2005 y el 2013 ha aumentado en 324.200. Por lo tanto, las mujeres no han vuelto al hogar con la crisis, sino todo lo contrario. Las mujeres tienen una mayor presencia en el mercado laboral que antes de la crisis. (fuente: datos de la EPA.)
A partir de los 35 años la evolución de la ocupación masculina y la femenina, diverge y, mientras que la primera disminuye la segunda se incrementa. Sobre todo a partir de los 50-65 años.
Como consecuencia de la desregularización del mercado laboral en nuestro país, nos encontramos con una tasa de temporalidad muy alta 33,1 para las mujeres y 30,6 para los hombres y también un elevado porcentaje de trabajo a tiempo parcial sobre todo en las mujeres: 24,4 (fuente: Labour Force Survey (LFS, Eurostat Database 2014)
Con estos datos, podríamos decir, que la mujer ha conseguido autonomía como consecuencia de su incorporación al mercado laboral, y que aunque sigue realizando el trabajo invisible del hogar, en la actualidad aumentado, como resultado de los recortes sociales, también es cierto que se esta produciendo un reparto mas equitativo, de estas tareas, entre las parejas.
Sin embargo, los trabajos que realiza la mujer como asalariada, mayoritariamente, son los llamados trabajos genéricos, flexibles, temporales y mal pagados, percibiendo, por tanto, un salario que esta por debajo de lo que es necesario para una vida independiente, además el alto índice de trabajo parcial, hace que su salario se reduzca aun más.
La opresión material está respaldada por un conjunto de factores ideológicos. La forma en que las mujeres trabajadoras ven el mundo no está determinada sólo por sus propias condiciones materiales, sino también por la ideología generada por la clase dominante.
El hecho de que el sistema no se cuestione la función reproductiva y la maternidad como exclusivos de las mujeres, si no que por el contrario refuerce el rol de la maternidad como propio de la mujer y además lo jerarquice poniéndolo en el primer lugar de su vida, hace que la mujer sea presionada socialmente para dejar en segundo plano su vida laboral, profesional, en definitiva su esfera publica.
El sistema no puede hacer frente a los altos costes de la socialización de la reproducción y menos en épocas de crisis. Son posibles, y necesarios (muy necesarios) para el sistema cambios limitados que permitan a las mujeres convertirse en asalarias, consiguiendo una autonomía también limitada, pero una parte de su opresión esta excluida de estos cambios la, que se ejerce con la reproducción privatizada dentro de esa familia en crisis que el capital ha generado, pero que todavía le es necesaria para la acumulación de capital.
En el capitalismo, la clase trabajadora es la única capaz de producir un cambio real y para ello tiene que actuar sin divisiones, con una movilización total de sus fuerzas.
En los momentos actuales, la ofensiva del capital es enorme, por lo que pensamos que es fundamental el análisis y el debate sobre las teorías que separan las luchas dentro de la clase trabajadora, por eso es esencial que se retome la discusión sobre patriarcado y capitalismo en el movimiento feminista.
En el feminismo, la teoría del patriarcado es la perspectiva dominante; entendiendo por patriarcado “un sistema de relaciones, tanto materiales como culturales, de dominación y explotación de las mujeres por los hombres. Un sistema con su propia lógica pero permeable al cambio histórico y en relación con el capitalismo”. La concepción del patriarcado como un sistema independiente dentro de la sociedad capitalista es una interpretación intuitiva e inmediata de los fenómenos de opresión y poder basados en el género, es la apariencia, lo que vemos y experimentamos de las relaciones de alienación y dominio que se producen y reproducen por y en el capitalismo. El concepto de patriarcado surge como una consecuencia de interpretar la explotación desde una visión económica sin tener en cuenta que una relación de explotación implica siempre una relación de dominación y alienación.
La compañera Cinzia Arruzza ha elaborado una teoria que denomina “teoría unitaria” cuya tesis esencial es que “para el feminismo marxista, la opresión de género y la opresión racial no corresponden a dos sistemas autónomos que tienen sus propias causas particulares: se han convertido en una parte integral de la sociedad capitalista a través de un largo proceso histórico que ha disuelto anteriores formas de vida social. Y, sería un error ver a ambos como meros residuos de anteriores formaciones sociales que siguen existiendo en la sociedad capitalista, por razones relacionadas con su anclaje en la psique humana o en el antagonismo entre “clases sexuadas”, etc. La cuestión reside en identificar el marco de las condiciones sociales y las relaciones de clase que tienen un impacto, reproducen, e influyen en nuestra percepción de nosotros mismos y de nuestras relaciones con los demás, nuestros comportamientos y nuestras prácticas.
Este marco es la lógica de la acumulación capitalista, que impone límites fundamentales en nuestras experiencias vividas y en cómo las interpretamos. El hecho de que un número tan grande de corrientes teóricas feministas en los últimos decenios hayan sido capaces de evitar el análisis de este proceso, y el papel crucial desempeñado por el capital en la opresión de género en sus diversas formas, da fe del poder del capital de cooptar nuestras ideas e influenciar nuestros modos de pensar.”
Son muchas las teorías y debates sobre patriarcado y capitalismo que debemos retomar para clarificar las causas de la opresión de la mujer y quien las genera a fin de luchar contra ellas y de luchar junto a todos los oprimidos y explotados, junto a nuestra clase, para asegurarnos de ganar la batalla por la emancipación y la liberación del genero humano.