C. Hermida
Durante los días 3 y 4 de abril, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (campus de Somosaguas) se ha celebrado el X Congreso de la Asociación de Historia Social, dedicado a La Historia Social en el nuevo milenio. Logros y perspectivas, 2000-2025.
Durante las sesiones se analizaron cuestiones como la situación de la Historia Social en España, las relaciones con otras Ciencias Sociales, nuevas temáticas, etc. Lo que se desprende de este Congreso es que de la Historia Social prácticamente han desaparecido los trabajadores, los campesinos y artesanos, los conflictos y la lucha de clases. Lo que había constituido la columna vertebral de los estudios de la historiografía en el campo social durante la segunda mitad del siglo XX, ahora forma parte del baúl de los recuerdos, y lo actual son las formas de sociabilidad, los cuidados, la vida cotidiana, las emociones, y, claro está, la historia de género. Es evidente que esos estudios tienen su interés, pero no entenderás nada si los tratas en el vacío, de forma abstracta, sin relacionarlos con una base material, con las relaciones de producción del momento, con el modo de producción. Renunciar al materialismo histórico y a la metodología marxista, como se ha hecho, no conduce más que a especulaciones y formulaciones que están de moda en el mundo editorial, pero no nos acercan a un conocimiento científico del pasado. Mucho de lo que se publica ni es Historia ni es Social.
Estas novísimas tendencias, que hacen furor en muchos Departamentos de las Facultades de Humanidades, no surgen por casualidad ni espontáneamente, sino que corresponden a una orquestación bien organizada. La Universidad y los historiadores tiene intereses de clase, no son espíritus puros que viven al margen de la sociedad, sino instituciones y personas que defienden determinadas ideologías y modelos sociales. La oligarquía necesita controlar la Universidad en cuanto que es un centro desde el que se generan planteamientos que influyen en el conjunto social. Por ello, el arrinconamiento del marxismo ha sido un objetivo primordial de las clases dominantes desde hace décadas. Castigar a los díscolos y disidentes, mientras se premia a los dóciles y serviles es un modo de actuación de las autoridades académicas. La concesión de puestos, becas, publicaciones, promociones, etc. constituyen un medio de promocionar a profesores que no causan problemas.
La guerra cultural de la derecha se extiende a todos los ámbitos de la vida y la Historia es una herramienta fundamental para transmitir una determinada concepción del mundo y comprender el presente. La tergiversación del pasado es muy útil para deformar la memoria histórica y moldear ideológicamente a los ciudadanos.
La Historia Social se mueve en un laberinto epistemológico que diluye su campo temático hasta hacerlo irreconocible. Si bien es una disciplina que debe explorar e incorporar ámbitos de conocimiento que contribuyen a reforzar nuestra comprensión de otras épocas, existen unos cimientos y unas estructuras de carácter permanente. Nadie pone en duda que analizar las formas de sociabilidad es extremadamente interesante, pero cuando se hace desde el conocimiento de la situación material de la clase estudiada; de los condicionamientos económicos y de los niveles de vida. La cuantificación de salarios y precios ha desaparecido de los estudios de la disciplina. Y yo me pregunto qué podemos saber de la vida de las clases populares sin conocer que capacidad adquisitiva tenían.
Si seguimos por este camino pronto veremos en las librerías obras sobre la forma de sociabilidad de los gatos callejeros en el siglo XIX en relación con su desarrollo emocional. No exagero. En el año 2014 se publicó un libro en España titulado Los animales forman parte de la clase trabajadora, del historiador inglés Jason Hribal, donde se afirmaba, entre otras cosas, que los animales organizaban formas de resistencia. Llevo treinta y cinco años en Comisiones Obreras y nunca he visto una huelga de asnos, ni de caballos, pero vivo en la ciudad y no estoy muy al tanto del sindicalismo equino en el campo.