C. Hermida
El gobierno de Pedro Sánchez ha lanzado la idea de conmemorar el medio siglo de la muerte de Franco con un amplio programa de actos que tendrán como lema central “50 años de libertad”. Lo que vamos a presenciar durante todo este año es un conjunto de eventos que fijarán como objetivo embellecer la monarquía, presentándola como la institución que devolvió la libertad a los españoles y ha proporcionado a nuestro país un largo período de prosperidad y democracia.
En una palabra, vamos asistir a una sistemática tergiversación histórica con el objetivo, una vez más, de lavar el cerebro a los españoles y blanquear la podredumbre moral y las corruptelas de una familia real que debe el trono a la designación que en su momento decidió Franco, un dictador fascista que ha sido el mayor asesino de masas de la Historia de nuestro país.
Vamos a tener tiempo hasta noviembre de 2025 de recordar y repasar muchos episodios de la Historia reciente de nuestro país, pero conviene como inicio señalar algunas pautas de lo se conoce oficialmente como la Transición, el período que se extiende desde la muerte de Franco en noviembre de 1975 hasta la promulgación de la actual Constitución en 1978.
Deformando los hechos históricos de manera sistemática, se ha construido una versión oficial idílica de los acontecimientos ocurridos durante estos años con la finalidad de ensalzar la actual monarquía. Presentada como un proceso pacífico y democrático, que demostró la madurez del pueblo español, en realidad la Transición consistió en un complejo proceso por el cual la oligarquía española logró imponer su modelo político, evitando una verdadera ruptura democrática con el franquismo. Una gran parte de las fuerzas de izquierda colaboraron en la maniobra, traicionando su propia historia, renunciando a la República e impidiendo que el pueblo español se pronunciara sobre la forma de régimen. Fue, sin duda. una gran estafa.
Bajo la fórmula del consenso, las instituciones franquistas desaparecieron formalmente, pero el aparato del estado de la dictadura quedó intacto. Los mismos jueces, militares y policías que organizaron y dirigieron la brutal represión contra la oposición antifranquista siguieron en sus puestos e incluso fueron promocionados profesionalmente. Los crímenes del franquismo y sus protagonistas quedaron impunes, y buena muestra de ello son las miles de fosas comunes que aún no se han exhumado y donde yacen miles de republicanos asesinados por los rebeldes durante la guerra civil.
La Transición culminó con una Constitución que consagraba una monarquía designada por Franco, ilegal e ilegítima, además de asegurar posiciones de privilegio a la Iglesia Católica y otorgar a las Fuerzas Armadas cometidos políticos incompatibles con la democracia, mientras los derechos sociales que en ella figuran han quedado en papel mojado.
La monarquía, encarnada en la persona de Juan Carlos I y posteriormente en su hijo Felipe VI, es la clave de bóveda de un sistema político incapaz de solucionar los graves problemas de este país. La Constitución de 1978 garantiza los intereses de unos grupos oligárquicos incompatibles con las aspiraciones de las clases populares. El problema nacional, educativo, eclesiástico y fiscal, por citar sólo algunas cuestiones que precisan abordarse con urgencia, no tiene solución en el marco de una monarquía que jamás ha condenado la dictadura franquista y nunca ha mostrado su apoyo a las víctimas de la barbarie fascsita. La institución monárquica y su entramado constitucional constituyen un obstáculo que impide la regeneración política, la superación de la crisis económica y el ejercicio de una verdadera democracia.
La conmemoración anunciada va a consistir en una gran farsa que el Partido Popular, VOX y otros grupos fascistas aprovecharán para reivindicar la figura de Franco. Sin duda, será otra vuelta de tuerca en esa guerra cultural que ha emprendido la ultraderecha para destruir los principios más elementales de la democracia y conculcar los derechos civiles.
Nuestro partido va a denunciar este circo mediático como en su momento denunció y combatió la gran mentira y la gran traición de la Transición, que no fue ni democrática, ni modélica ni pacífica, tal y como se empeñan en presentarla todos los pesebristas de la monarquía.
Las libertades y derechos que se consiguieron tras la muerte del dictador no fueron obra de Suárez, Carrillo, Felipe González o el Rey, sino el resultado de una lucha popular que costó mucha sangre, mucho dolor y sufrimiento. Decenas de personas fueron asesinadas por los cuerpos policiales y grupos paramilitares. Fue el pueblo el verdadero protagonista, mientras que todos esos “artífices” de la Transición actuaron para impedir la ruptura democrática.
Y ahora que tantos se suben al carro de una memoria histórica políticamente correcta, que iguala a los verdugos y a las víctimas, en una bochornosa mezcolanza en la que “todos fuimos culpables” de la guerra civil, debemos recordar que en 1986, cuando la izquierda oficial miraba para otro lado, porque no tocaba hablar de ciertos temas, el PCE (m-l) organizó el primer homenaje a las víctimas del franquismo. Librando una dura batalla contra quienes pusieron todo tipo de obstáculos, contra quienes querían que fracasáramos, conseguimos que ese homenaje fuera un inmenso éxito.
El día de la inauguración, Raúl Marco, fundador y dirigente de nuestro Partido hasta su fallecimiento en 2020, pronunció unas emotivas palabras en las que puso de manifiesto la justicia del homenaje, su espíritu unitario y la necesidad de no olvidar lo que fue el fascismo:
“Porque amaban la vida osaron desafiar a la bestia fascista. A ellos, a todos ellos, por encima de adscripciones partidarias e ideológicas, rendimos el homenaje que ahora iniciamos. Con sentido unitario y carácter político, homenajeamos a los que gritaron “¡Libertad!” y pagaron con sus vidas, con tortura, cárcel y exilio.
A las mujeres y hombres que frente a la barbarie de Franco y sus esbirros levantaron la cabeza y la voz; a los que editaban folletos y octavillas clandestinas y mantuvieron viva la llama de la esperanza en un pueblo amordazado y oprimido. ¿Sus nombres? ¡Innominables!
Su grito de libertad nadie lo pudo a callar. Aún hoy se oye como una exigencia. Nosotros lo recogemos, lo mantenemos y tampoco ahora lo acallarán por más que se esfuercen los serviles y mesócratas de turno, lleven la etiqueta que lleven y rindan pleitesía a dioses, reyes y tribunos…
Con la tragicomedia de la llamada transición y el miedo a los poderes fácticos, se pretende falsificar cuarenta años de nuestra historia, de la vida del pueblo; cuarenta años de sufrimientos y de represión sangrienta y también de lucha, de resistencia, de rechazo al fascismo.
Reivindicamos esos años y su memoria histórica para los pueblos de España y particularmente para la juventud que, o toma conciencia y se moviliza, o sufrirá el fascismo de nuevo.
La bestia fascista no ha desaparecido, está al acecho para soltar su zarpazo. ¡Y los que hoy nos mal gobiernan, junto con los “consensuados”, dejan la puerta entreabierta a la fiera! Ahí tenemos conocidos ministros franquistas, fachas declarados ayer, que hoy, colmo de la ironía, se presentan como “demócratas de toda la vida”.
Al rendir homenaje a nuestros luchadores, no podemos olvidar a todos aquellos que en el mundo se enfrentan a la reacción, al fascismo y al imperialismo como, por ejemplo, en Chile.
Y aquí es de subrayar el cinismo del Gobierno que se adhiere a manifestaciones contra Pinochet, al mismo tiempo que vende armas a ese iluminado asesino, armas utilizadas contra nuestros hermanos chilenos.
Es esta gente, y no son los únicos, los que quieren silenciar de nuevo a los luchadores de la libertad. Mas no lo lograrán.
Los pueblos de España sí tienen memoria, tenemos memoria y no olvidamos los nombres de los que dieron todo por la libertad, como por ejemplo: Julián Grimau, Francisco Granados, Joaquín Delgado, Puig Antich, Txiqui, Otaegui, Baena, Sánchez Bravo, García Sanz.
Y tampoco olvidamos a las víctimas de la transición como los abogados de Atocha, Vitoria, Yolanda, Arturo Ruiz, José Luis y Emilio…
En estos actos nos hemos unido diversas fuerzas políticas, personalidades, artistas, obreros, pueblo, en fin. Y también hay ausencias vergonzosas y vergonzantes (Tierno Galván hubiera estado aquí, con nosotros), que tratan de justificarse con él “no al revanchismo”.
¡Traemos canciones y poesías contra fusiles, torturas y cárcel; bendito revanchismo!
No, no permitiremos que nos callen. Si silencian de nuevo al pueblo, lo intentarán luego con los artistas (que también son pueblo), con los poetas (“la poesía es un arma cargada de futuro” proclama certeramente Celaya), silenciarán a los cantantes, silenciarán la vida…
Por nuestra parte, en tanto que Partido que desde el inicio nos hemos volcado en la preparación de este Homenaje, seguiremos adelante, sin que nadie nos frene.
Y llamamos a todas las fuerzas políticas y sindicales, a todo aquel que se niega a que nos roben la memoria histórica, a venir con nosotros. Nos anima un profundo sentido unitario popular y no abandonaremos ni una sola parcela de nuestra responsabilidad.
Y si a los siniestros amaneceres franquistas supimos oponer la lucha decidida y la hermosa esperanza que hoy nos anima, ¡seguiremos hasta que despunte, radiante, el alba de la libertad!
¡Y esta será Tricolor!”
Madrid, 28 de septiembre de 1986.
(LOS PUEBLOS DE ESPAÑA SÍ TIENEN MEMORIA. Vanguardia Obrera, n.562, octubre 1986, p.9).
Frente a las torticeras maniobras que van a presidir este 50º aniversario de la muerte de Franco, nosotros reivindicamos el espíritu de lucha con el que organizamos este Homenaje de 1986. Y ahora, como entonces, proclamamos: ¡NI OLVIDO NI PERDÓN para los crímenes del franquismo!