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«Uno de los problemas fundamentales que afronta el movimiento popular y también, por supuesto, los comunistas, es la insuficiencia de tejido social en los barrios, centros de estudio, etc. En los barrios funcionan, sí, plataformas coyunturales para enfrentar los problemas que surgen. Pero no hay organizaciones permanentes que permitan agrupar a los sectores que luchan, estructurar la información, el debate, la solidaridad y la participación de la gente, educar y formar cuadros, etc. Hoy, excepción hecha de las principales centrales sindicales (y con problemas) y alguna asociación local, la participación política de las masas no se articula de manera permanente en organizaciones de base. Esa es la gran victoria del socioliberalismo».
SITUACIÓN INTERNACIONAL
El pasado 8 de febrero, saltaban de nuevo las alarmas en los centros del capital imperialista: la bolsa de Nueva York, el Dow Jones, perdía en una sola jornada el 4,65 %, la mayor caída diaria en puntos de su historia. Aparentemente todo quedó en un susto, pero con anterioridad han sido frecuentes otros sobresaltos que hacen dudar sobre la salud financiera del imperialismo: hace apenas un año (finales de 2016), el gigante financiero alemán, Deutsche Bank corría el riesgo inminente de quiebra a juicio de no pocos especialistas. Hace unos días se hablaba del BBVA y Santander como dos entidades en riesgo por su exposición en países como Chile, México, Portugal o Turquía*(1). También en Italia, la degradación del Banco Monte dei Paschi de la que se ha venido tratando a lo largo del año pasado hasta hoy, forma parte de un grave deterioro general de la banca de ese país. Otro tanto cabe decir sobre las criptomonedas o divisas digitales de las que a finales de 2017 existían nada menos que 1.335 tipos (en particular el bitcoin), estas divisas son el refugio del capital especulativo y provocan continuas burbujas que se desinflan con igual rapidez que se expanden *(2).
Son, por lo tanto, continuas las pruebas de que la economía capitalista está sometida a un constante estado de alarma y no solo por la volatilidad de los mercados financieros. Por eso es importante en momentos de imprevistos, profundos y rápidos cambios como los que vivimos, tener siempre en cuenta las tendencias.
Y las tendencias generales del imperialismo, como venimos insistiendo desde hace años, no han variado, apuntan hacia la continuidad, con altibajos y breves espacios de recuperación cada vez más cortos y menos profundos, de la crisis general que afecta a la totalidad del sistema en su conjunto; crisis que el gran capital sortea recurriendo a la formación de burbujas especulativas que amenazan con estallar y desatar un crac tan profundo sino mayor que el de 2007 que derrumbó las principales economías capitalistas en apenas una semana *(3).
Esta situación de crisis económica está provocando un reajuste sistémico en el centro del poder imperialista que se manifiesta en todas partes, pero con particular virulencia en el eje Asia Pacífico y, en el Oriente Próximo, donde confluyen las principales potencias económicas y militares que se disputan la hegemonía: En esta región los dos principales aliados del imperialismo yanqui, Israel y Arabia Saudí acentúan su papel de gendarmes, provocando conflictos y avivando guerras, que anticipan una lucha sin cuartel entre las grandes potencias por alterar o evitarlo la actual correlación de fuerzas.
El cambio en las alianzas del reaccionario gobierno de Erdogan, enfrentado abiertamente a EEUU no sólo en el ámbito diplomático (por el amparo yanqui a Fethullah Gülen, a quien Ankara acusa de organizar el golpe de estado de 2016), sino en el militar, con el inicio de la ofensiva contra las YPF kurdas aliadas de EEUU en la lucha contra el Estado Islámico en Siria, y el acercamiento de Turquía (miembro activo de la OTAN, no lo olvidemos) a la Rusia de Putin, es un perfecto ejemplo de la inestabilidad en la zona.
Las contradicciones interimperialistas crecen, lo que empuja el rearme y la militarización de los Estados. Según datos del Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo, el gasto militar en el mundo superaba en 2016 los 1,69 billones de dólares y desde entonces no ha parado de crecer. Los 15 principales inversores en armamento acaparan el 81% de ese gasto total mundial. Y, entre ellos, los EEUU de Trump, con más de 600.000 millones de dólares anuales concentra por si solo el 41% del total, seguido de China. El gasto militar, a menudo es mayor que el declarado porque se escamotean en otros gastos públicos partidas que realmente van a parar al ejército. Con todo, para 2018, ambos países (EEUU y China) prevén incrementar su presupuesto militar en un 9,27 % y 8,1% respectivamente.*(4)
El presidente francés, Macron, acaba de anunciar el próximo restablecimiento de un servicio militar obligatorio de un mes de duración, sufragado con fondos al margen del presupuesto de defensa cuya cuantía se ha comprometido a incrementar, al tiempo que junto a Alemania encabeza el desarrollo de un ejército europeo.
La cumbre de la OTAN celebrada en Cardiff en 2014 aprobó el incremento de los presupuestos militares de los países del bloque hasta un mínimo del 2%. El gobierno Rajoy prevé, subirlos del 0,92% actual al 1,5% en seis años. El compromiso del estado monárquico con el militarismo imperialista no se limita a esto y se incrementa de continuo: no solo el territorio español sigue siendo la plataforma desde la que parten incursiones militares contra otros países de Oriente Medio y África, sirve de refugio a la VI flota yanqui y acoge la instalación del sector occidental del escudo antimisiles de EEUU; España, además, es uno de los principales exportadores mundiales de armamento (facturó 7.500 millones de euros en 2015, en muchos casos a estados implicados en conflictos y agresiones, como Arabia Saudí, Irak, Ucrania o Marruecos). Y el ejército español participa activamente en todas las misiones militares de la UE y en la mayoría de la OTAN: Según la página web del Ministerio de Defensa, en 15 misiones, con más de 2600 militares y guardias civiles desplegados en cuatro continentes. Esta intervención va en aumento ya que la Ministra de Defensa ha solicitado el placet para incrementar hasta 292 el número de militares españoles destinados en Mali y a 95 en Afganistán, por ejemplo.
Este contexto de incremento de la agresividad del imperialismo provoca éxodos masivos de millones de personas que huyen de los focos de conflicto. En 2016, más de 65 millones de personas en el mundo eran refugiados (solo de Siria se calcula que hay más de 5 millones de desplazados por la cruel guerra azuzada por el imperialismo), lo que da aliento a movimientos reaccionarios que crecen en la Europa capitalista como hemos visto recientemente en Alemania o Italia, donde en las elecciones de este mes, las fuerzas fascistas han actuado sin caretas, con un mensaje racista y nacionalista. Es por ello que la solidaridad internacional es hoy más que nunca una obligación de los comunistas. Hay que denunciar el cinismo de la burguesía que, por un lado provoca las guerras, alienta los conflictos, cierra sus fronteras y construye guetos, y por otro, redobla la cháchara sobre la solidaridad.
La vida en Palestina, Libia, Siria, Yemen y tantos otros lugares donde los ejércitos imperialistas intervienen sin control, resulta insoportable para sus habitantes. Las nuevas generaciones de muchos países de África y el Magreb sufren un constante deterioro de sus expectativas, condenados al paro y la pobreza; las protestas en Túnez, en Marruecos, Egipto y tantos otros lugares donde gobiernan sátrapas de viejo o nuevo cuño, se ahogan a bastonazos y tiros. Los jóvenes de las grandes potencias económicas saben que van a vivir peor que sus padres, con el trabajo, la educación, la sanidad y las pensiones amenazadas. Y frente a este mundo capitalista que se deteriora a marchas forzadas y se prepara para la guerra entre países y entre clases, la pequeña burguesía ha querido levantar una cortina de buenas intenciones, pretendiendo acabar con las contradicciones que se acumulan, con reformas que no han tocado nada esencial del poder que se enfrenta a los pueblos.
Y todo ese muro de humo, se desvanece en Latinoamérica, lo mismo que en Europa. En Chile, Argentina, Brasil, los populismos están en crisis. La oligarquía se siente de nuevo fuerte y arrambla con las cesiones que en su día hizo para evitar poner en riesgo los pilares de los sistemas que garantizan su poder. En Colombia, el Gobierno de Santos, derrotada las FARC, se encoje de hombros ante los asesinatos impunes de dirigentes populares a manos de los grupos paramilitares fascistas.
En Ecuador, Correa, el títere corrupto que alardeaba de su poder frente a las organizaciones populares y era jaleado por el populismo de “izquierda” y los revisionistas como un héroe frente al imperialismo, acaba de morder el polvo en el reciente referéndum, mientras su vicepresidente se enfrenta a graves cargos de corrupción por el escándalo de la constructora brasileña Odebrecht, el mismo que implica a Lula y Rousseff.
En Grecia son Tsipras y Syriza quienes acaban de aplicar un brutal paquete de recortes (que entre otras medidas incluye recortes del derecho de huelga, privatizaciones, debilitamiento de los derechos de los usuarios frente a las entidades bancarias, etc.) contestado por una nueva Huelga el pasado mes de enero. En toda Europa, (Francia, Alemania, Italia, Polonia, Hungría, etc.) las fuerzas fascistas, envalentonadas por la frustración que genera la impotente mística pasiva del ciudadanismo, se encaraman a los parlamentos nacionales, etc.
Cuando la lucha de clases se encarniza, como ahora, las salmodias del reformismo terminan provocando frustración, confusión y miedo en las clases populares, factores todos ellos que sirven de caldo de cultivo al fascismo.
Y la lucha de clase se encarniza precisamente porque las contradicciones propias del capitalismo en su fase imperialista son más agudas que nunca. La crisis está provocando una vuelta de parte de la burguesía a la renacionalización económica, lo que choca con su necesidad de ampliar los mercados. Y, al tiempo, los Estados imperialistas aumentan su presión por hacerse con otros mercados y aumentar sus áreas de influencia, lo que genera continuas tensiones entre ellos.
Frente a esta tendencia, los oportunistas intentan defender el proteccionismo y se asustan al tiempo ante el surgimiento de las corrientes ultranacionalistas de los Trump y cia. Quisieran hacer compatible el capitalismo, cuya esencia es la explotación del trabajo humano, con una redistribución justa y equitativa del producto de ese trabajo; la socialización de la producción y la configuración de un mercado mundial, con el mantenimiento de la pequeña producción, etc.
En la actualidad, como señala el economista argentino Rolando Astarita en un reciente artículo de lectura muy recomendable: <<… muchos de los grupos políticos que se presentan ante la opinión pública como los más radicalizados adoptan, de hecho, el viejo enfoque del socialismo utópico…,están empeñados en ofrecerles a los trabajadores y oprimidos toda clase de recetas-solución, haciendo abstracción de las condiciones materiales, las relaciones sociales y las leyes objetivas del capitalismo… han convertido “El Capital” en un texto “para los días de fiesta” (R. Astarita, Del socialismo científico al socialismo utópico (pero senil))
Finalmente estamos comprobando la certeza de la predicción que Marx expusiera en su discurso ante la Sociedad Democrática de Bruselas en 1848: <<…Si el salario, en un comienzo, hace al hombre trabajar para vivir, acaba simplemente haciéndole vivir, pero la vida de una máquina. Su existencia no tiene más valor que el de una simple fuerza productiva, y el capitalista lo trata en congruencia con ello… Mientras mantengáis en pie la relación entre el trabajo asalariado y el capital, aunque el cambio de mercancías se lleve a cabo bajo las condiciones más favorables, habrá siempre una clase explotadora y otra explotada… el sistema librecambista actúa destructivamente. Desintegra las nacionalidades anteriores y hace culminar el antagonismo entre el proletariado y la burguesía. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio, acelera la revolución social. Solamente en este sentido revolucionario emito yo, señores, mi voto en favor del libre cambio>> (C. Marx, Sobre el Libre Cambio).
El mundo vive una situación contradictoria: aparentemente se ha sofocado la lucha de clases y el marxismo revolucionario no supone ningún peligro para la supervivencia del capital. Pero en todas partes se reactiva la lucha y las masas adquieren protagonismo: en Túnez el Gobierno aprobaba un plan de recortes para pagar el préstamo de 2.400 millones que le hizo el FMI en 2016, con un gran consenso en el Parlamento, pero las masas han respondido en contra con firmeza, con un importante protagonismo del partido hermano: miles de trabajadores han tomado las calles el pasado mes de enero, a pesar de la durísima represión que se saldó con un muerto y más de 800 personas detenidas. Lo nuevo, como señalan las informaciones de prensa, es que la movilización está ahora mucho más organizada que en 2011 cuando el pueblo tunecino derrocó a Ben Ali.
En Marruecos, la lucha popular, atajada a tiros por la policía del sátrapa Mohamed VI, ha vuelto a tomar las calles con movilizaciones en el Rif que se han prolongado a lo largo de más de un año, a pesar de las detenciones y las palizas de la policía (desde septiembre se celebra un juicio contra decenas de detenidos en las protestas donde se piden duras condenas para decenas de ellos). En Francia, la reforma laboral de Macron fue contestada en la calle con una importante movilización, etc. En todo el mundo la lucha popular aumenta. En el mismo EEUU, un reciente estudio de la Universidad de Harvard, ponía de manifiesto que el 51% de los jóvenes entre 18 y 29 años ya no confía en el sistema capitalista y un porcentaje cercano al 30% apoyaba el socialismo. También en nuestro país se percibe una clara reactivación del movimiento popular.
Realmente a lo que asistimos es al fracaso histórico de las terceras vías socialdemócratas y revisionistas en sus diversas variantes, el fracaso de quienes han querido cambiar el capitalismo con reformas que respetan los fundamentos de un sistema cuyas bases se tambalean precisamente porque no es capaz de continuar sin destruir aquello que el esfuerzo humano ha creado.
Lo determinante en todas partes pasa a ser la capacidad de organización y la claridad y firmeza en la respuesta y en los objetivos que mueven a las masas, que se movilizarán (lo están haciendo ya) porque no tienen otra salida si no quieren vivir la vida de una máquina, como dijera Marx, soportando la explotación de un sistema hostil cuyas contradicciones degradan las relaciones sociales y amenazan su futuro y el de su gente.
Por eso es tan importante que los comunistas nos reforcemos, reforcemos la solidaridadinternacionalista, recuperemos la ligazón estrecha con nuestra clase y trabajemos con audacia en las luchas por venir.
SITUACIÓN INTERNA
En el marco interno, continúa avanzando la derechización del Estado impulsada por el bloque reaccionario que encabezan PP y Ciudadanos. La derecha ha recuperado la iniciativa política, reforzando el denominado “bloque constitucional” con el PSOE, al tiempo que el ciudadanismo, como luego veremos, ha perdido a estas alturas la mayor parte de su credibilidad y se prepara para la próxima cita electoral, esforzándose en ser aceptado como interlocutor por el bloque de poder e inmerso en una durísima pelea que está rompiendo en pedazos la precaria unidad interna de las plataformas ciudadanistas.
Las elecciones impuestas del 21 de diciembre en Cataluña han puesto de manifiesto que el estado monárquico está dispuesto a todo para mantener el statu quo surgido de la transición: mantener suspendida de facto la “autonomía” mediante la aplicación del artículo 155 de su Constitución, forzar unas nuevas elecciones, procesar a más de una decena de cargos públicos catalanes por delitos de excepción como sedición y rebelión, etc.
El Gobierno espera que su presión constante rompa el frente de la burguesía catalana y refuerce el campo de la derecha españolista reaccionaria, por eso recrudece sus amenazas. Al escribir este informe, todo indica que terminará consiguiendo su objetivo. Una parte importante de la burguesía catalana, cuya intención, como señalábamos en el informe al anterior CC, no era otra que el obtener ventajas económicas similares a las del cupo vasco, se divide asustada por las consecuencias de su error “táctico” al emprender el Procés. No debemos olvidar que, al fin y al cabo, la identidad entre CIU en su día y PDeCat (su sucesora) como fuerza hegemónica de la burguesía catalana y el PP-PSOE ha sido mucha y se ha mantenido incólume prácticamente hasta el pasado año: de hecho CIU apoyó con su voto los recortes de Rajoy y Cataluña está en cabeza en su aplicación en materia sanitaria, privatizaciones, etc. Esta es una de las razones por las que una parte importante de los distritos más populares de las principales ciudades catalanas terminaron votando a partidos españolistas.
Al calor del conflicto en Cataluña, el Gobierno y sus aliados políticos han puesto en marcha una campaña de patrioterismo españolista y reaccionario que alcanza cotas verdaderamente delirantes, como el esperpento de la cantante Marta Sánchez poniendo letra a un himno que a lo largo de la historia ha representado la opresión y miseria de los pueblos de España, y la propuesta del ministro de turno para que lo cantara en la final de la “copa del rey” que se celebrará en Madrid.
Al hilo de este recrudecimiento de la fascistización del que hablamos, se va creando, con la ayuda de los medios de comunicación a su servicio (la gran mayoría), un ambiente de miedo e inseguridad, se aplican las leyes mordaza y penal, y se manipula el dolor generado por dramáticos casos criminales para avanzar en el endurecimiento de los tipos penales. Todo vale, para imponer el poder del estado y evitar la respuesta organizada de las masas contra los recortes de todo tipo que siguen aplicando.
Ya en 2015, cuando se aprobaron, un informe elaborado por 5 relatores de la ONU advertían de que la libertad de expresión en España estaba seriamente amenazada con la ley mordaza y la reforma del Código Penal. Hace unos días, uno de los portavoces de Jueces para la Democracia afirmaba que “tenemos menos libertad ahora que en los 80” y recordaba que el Consejo de Europa lleva cinco años seguidos reprochando al Estado español que no cumple los estándares europeos sobre separación de poderes. Por su parte, Amnistía Internacional señalaba en un comunicado que en España: <<Alzar la voz, incluso en redes sociales, se ha vuelto cada vez más peligroso, como muestra las 20 condenas dictadas por “enaltecimiento del terrorismo” y “humillación a las víctimas” en 2017 >>. Y suma y sigue.
Podemos ver cómo se condena a 3 años y medio de cárcel a un rapero por “injurias a la corona”, se mantiene en prisión a Alfón por participar en un piquete de huelga, o se multa, procesa o amenaza a revistas satíricas como “El Jueves”, artistas plásticos, etc., mientras los casos de corrupción política se enmarañan en largos procesos o simplemente quedan impunes y el yerno del borbón fija con autorización del juzgado su residencia en Suiza, sin que termine de ejecutarse su condena a seis años de prisión por corrupción.
La situación de las masas es cada vez más crítica. El gobierno afirma que la economía crece, pero ese crecimiento del PIB únicamente revierte en beneficio de las cuentas de las grandes empresas. El 93% del empleo que se crea en España se da en actividades de bajo contenido tecnológico y ligadas a sectores como turismo y hostelería (el 12% de los contratos son de camarero). Trabajo cada vez más precario y miserable, hasta el punto de que el 14,6% de los trabajadores con empleo son pobres, lo mismo que el 30% de los ciudadanos españoles; lo cierto es que durante la crisis, la productividad del trabajo ha crecido diez veces más que el salario.
En 2017, los impuestos sobre los salarios (que incluye el impuesto sobre la renta y las cotizaciones sociales) en España llegan al 39,5%, por encima de la UE. La carga impositiva para el trabajador individual aumentó una media de 0,9 puntos porcentuales, pasando del 38,6% al 39,5% entre 2000 y 2016, durante el mismo período, la media de la OCDE se redujo del 37.0% al 36.0%.
El Gobierno vende como un logro social la pírrica subida del SMI recientemente pactada con patronal y sindicatos, pero este incremento miserable está condicionado a que siga creciendo el PIB y se cree empleo. Lo mismo pasa con su promesa de subir el sueldo de los funcionarios y aplicar algunas mejoras en materia de empleo, etc., en los servicios públicos, este acuerdo limitado llega tras años de congelaciones y recortes salariales y de empleo que han mermado el poder de compra de los empleados públicos entre el 14% y el 20% y han supuesto una pérdida de más de 225.000 empleos entre 2010 y 2017, según datos de CCOO.
Los recortes aplicados en las inversiones en infraestructuras de los servicios públicos esenciales como sanidad, educación y transporte están provocando situaciones angustiosas: crecimiento de las lista de espera que la patronal quiere bajar trasladando pacientes a la sanidad privada (son numerosas las denuncias en este sentido en algunos de los mayores hospitales de la red sanitaria); graves problemas en la red de cercanías de ciudades como Madrid y Barcelona, etc.).
Ahora bien, que exista acuerdo en el bloque de poder para mantener a toda costa el marco político actual y avanzar rápidamente hacia un recrudecimiento de la represión, no significa que no existan problemas y contradicciones entre las fuerzas que lo componen. La primera de ellas que se agudiza conforme van quedando claras las verdaderas dimensiones de la corrupción de Estado que salpica a la máxima dirección del partido en el gobierno, se da entre el PP y la nueva fuerza política llamada a ocupar su lugar, Ciudadanos. Este partido, surgido en Cataluña como rechazo al nacionalismo catalán desde posiciones abiertamente españolistas y José antonianas, ha venido jugando desde su constitución con la ambigüedad política y el lenguaje propios del populismo, para ir ocupando espacios hasta amenazar directamente la supremacía del PP en el campo de la derecha cavernícola, compitiendo al tiempo con ventaja frente a Podemos. Las elecciones del 21 D, marcan una tendencia que las últimas encuestas parecen confirmar, lo que podría forzar un anticipo de las elecciones generales.
Uno de los principales motivos de conflicto entre PP y Ciudadanos, está en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. El año pasado, Rajoy contó con el apoyo de C,s y PNV, este año no es así: PNV, ha tomado buena nota de la confrontación entre la burguesía catalana y española y ha retirado su apoyo a los presupuestos hasta que no termine la vigencia del artículo 155. C,s pone como condiciones para su apoyo la dimisión de una senadora, Pilar Barreiro investigada por corrupción en el caso Púnica, y que el gobierno cumpla la exigencia de homologación de salarios de la policía y guardia civil, con los Mossos d´escuadra (homologación salarial, no en las condiciones sociales, más ventajosas para los cuerpos de policía nacionales), algo que ya ha sido aceptado por el Gobierno. La verdadera razón de que Rivera niegue el apoyo a Rajoy, parece evidente que reside en un intento de quemar a su gobierno y forzar la convocatoria de elecciones anticipadas tras las municipales y autonómicas del año próximo.
El bloqueo de las cuentas no deja de ser un contratiempo menor para el PP, porque, como ya ha expresado Rajoy en el Congreso, puede optar por prorrogar los presupuestos e ir aprobando por la vía del Decreto Ley aquellas partidas que la “situación requiera”. Esta vía tiene el riesgo de quemarle políticamente al tener que asumir toda la responsabilidad del gasto, pero es también su principal baza para ganar “popularidad” al permitirle aprobar en solitario medidas como el incremento del Salario Mínimo Interprofesional, la subida salarial a los funcionarios, o, llegado el caso, la homologación salarial de las fuerzas policiales.
Así de claro lo dice el diario El Periódico en su edición del 14 de febrero: <<Fuentes de Hacienda señalaron que la creencia de que un Ejecutivo no puede gobernar sin Presupuestos ha quedado «obsoleta», porque puede hacerlo siempre que cumpla las previsiones de los cuadros macro económicos que se presentan ante las autoridades europeas. El techo de gasto y los objetivos de déficit, obligaciones que introdujo Bruselas para controlar a los países con déficit, sí que se podrían aprobar en verano, añaden esas fuentes. Los socialistas ya respaldaron los del 2017 a cambio del aumento del salario mínimo interprofesional>>.
Con todo, es una pelea técnica entre los representantes de la oligarquía que según como se resuelva finalmente lo más que puede suponer es el cambio de un derechista por otro. Queda claro que la discusión hoy por hoy no está sobre las bases del régimen o la necesidad de un cambio rupturista; no está en juego que Rajoy se vaya, sino su sustitución por otro reaccionario impenitente que ha mostrado en varias ocasiones su vocación de continuar la política neoliberal del PP, o incluso superarla en algunos temas (por ejemplo defiende la imposición de un contrato único como alternativa al problema de empleo, y en la crisis catalana ha ido más allá que el Gobierno en la defensa del españolismo más rancio y carpetovetónico).
Estos cuatro años de “confrontación” entre la “vieja” y la “nueva” política a lo más que ha llegado es a abrir la posibilidad de cambiar las caras, no las políticas. De hecho, C,s y Podemos (las dos fuerzas que representan la “alternativa” por la derecha y por la izquierda al bipartidismo de la transición) mantienen, si no un acuerdo tácito, sí sorprendentes coincidencias en sus posturas. Ambas formaciones han coincidido en la propuesta de reformar la ley electoral de la que hablamos en este mismo informe y en la cuestión relativa a la exigencia de regeneración del PP. No es sorprendente que esto ocurra si tenemos en cuenta que son las dos “referencias” “populistas” para los sectores de la pequeña burguesía insatisfecha que intenta cambiar algunos aspectos particularmente groseros del régimen (regenerar, dice Rivera) sin tocar sus bases.
C,s tiene un interés adicional: forzar en caso necesario el adelanto electoral para ejercer su papel de líder de la derecha españolista si la situación lo requiere. Podemos, otro: consolidar su representación institucional y evitar la sangría de votos que le auguran las encuestas y los resultados del 21 D (…)
Hace cuatro años, Podemos monopolizó la expresión política del descontento popular y sirvió objetivamente al régimen para evitar la politización de esedescontento que hubiera podido permitir la conformación de una alternativa unitaria de ruptura. En lugar de ello, Podemos vino a ser la sublimación de la alternativa que el revisionismo venía buscando desde el principio de la transición. Su propuesta explícita era renunciar a un programa político de ruptura frente al régimen que quería superar, con la excusa de que así acapararía el voto tanto por la derecha como por la izquierda que le aupara a las instituciones para, desde ellas, aplicar las reformas.
La lucha contra la monarquía y por la República, como expresión de la ruptura con el régimen, no eran prioritarias para ellos. La organización de las masas, tampoco: redes sociales para la articulación del debate, formas de organización difusas (con adscritos en lugar de militantes, voto telemático, etc.) venían a ser la perfección de la participación democrática, cuando en la práctica eran la envoltura formal de un modelo de organización incontrolable por los propios militantes, cesariano, amparado en el discurso del líder en quien se subliman los anhelos de todos (no hubo mejor prueba de esto que la impresión en la propia papeleta de voto de la imagen de PIT en las elecciones de diciembre de 2015).
Todo ello, durante unos meses que a la postre han sido decisivos para que el PP recuperara la iniciativa, confundió completamente el ambiente político en el campo popular, generó unas expectativas ahora frustradas y terminó por agudizar la desvertebración del campo popular. Ya, durante los años 80 y principios de los 90 el PSOE felipista se encargó de anular y vaciar la estructura de organizaciones populares que había sostenido la lucha contra la dictadura franquista.
Las direcciones de Izquierda Unida y el PCE entraron desde el principio en el juego (eliminando sin contemplaciones cualquier atisbo de oposición interna a golpe de expulsión, dicho sea de paso) porque esa y no otra era su verdadera propuesta desde los tiempos de Carrillo.
En un artículo criticado con acierto en La República.es, el proto secretario general del PCE, Enrique de Santiago, expresa claramente este principio reformista, cuando define leninismo como, <<la doctrina política construida por los marxistas para conquistar el poder político accediendo a las instituciones propias del capitalismo, para transformarlas en instituciones socialistas insertas en un modelo alternativo de nuevo Estado proletario>>. Es difícil en tan poco espacio escribir tal cúmulo de aberraciones que deforman lo más esencial de las tesis leninistas.
Congruente con esta renuncia, E. de Santiago afirma: <<… la militancia comunista debe por tanto trabajar en la construcción de un espacio de confluencia más poroso, abierto, flexible y que abandone la fórmula tradicional de partido político… Unidad Popular que “debe plasmarse en un acuerdo político que dispute la hegemonía institucional a las fuerzas del Régimen”. El reto de los comunistas es “vincular a este proyecto ilusionante al bloque asalariado. Como este es diverso debemos dirigirnos prioritariamente a aquellas personas en situación de exclusión social; a pequeños empresarios y comerciantes; a autónomos y profesionales y a una juventud de origen social diverso”>>.Esta es la misma idea que defiende Podemos: organización rígida y jerarquizada para controlar las elecciones y el trabajo institucional, ningún control democrático permanente y ningún objetivo general en la base.
En definitiva, los revisionistas no solo renuncian a la superación revolucionaria del capitalismo (porque al menos de momento es cierto que no están dadas las condiciones para ella), sino también a su expresión táctica, que en un contexto político como el de la España actual, solo puede venir de la confrontación con el bloque que gestiona el Estado capitalista. Lo esencial, para los revisionistas, es acumular fuerzas en las instituciones para desde ellas avanzar hacia un nuevo modelo “socialista”.
Para quienes pretenden que lo prioritario es copar las instituciones para desde ellas avanzar reforma a reforma en la transformación del capitalismo en socialismo, el tiempo transcurrido desde el sarpullido ciudadanista ha servido para comprobar que sin un cambio de raíz representado en la ruptura con el régimen monárquico acompañada de un programa radical de medidas políticas que cambie de arriba abajo las principales instituciones del Estado, empezando por su máxima representación (simbólica, dicen algunos, pero como símbolo del carácter no democrático y formal del término democracia en la España monárquica) no se va a dar ningún cambio de fondo en la lamentable situación que sufren las clases populares. La alternativa de República Popular y Federal es el resumen del programa táctico que puede garantizar una Unidad Popular real y efectiva, una Unidad Popular que sea la expresión del trabajo en la calle, en los barrios, etc., de estructuras populares, y no la muleta de la izquierda institucional.
Instaladas las «fuerzas del cambio» en las instituciones, en ocasiones con el control formal de ellas, la dura realidad se ha impuesto: El Gobierno no ha cambiado ni una coma de su programa de recortes, bien al contrario, sintiéndose más fuerte, habla abiertamente de desarrollar plenamente aquellas normas como la LOMCE que la oposición popular había mantenido en “modo de espera”.
Y en la mayoría de los casos, los ayuntamientos del cambio o han renunciado motu propio a aquellas propuestas programáticas que realmente afectan directamente a la vida de la mayoría trabajadora, o no han podido aplicarlas porque el marco establecido por el bloque de poder del régimen (este sí perfectamente definido desde el inicio de la transición y desarrollado ahora en un sentido cada vez más reaccionario) se lo impide.
Dicho de otra manera, sin derogar, por ejemplo, la reforma de la Ley de Régimen Local, (lo que exige establecer una nueva estructura territorial distinta a la de la Constitución monárquica, que contemple desde la configuración de un modelo federal, hasta alternativas al despoblamiento general de la España interior), y hacer lo propio con el artículo 135 de la Constitución monárquica (lo que exige romper con la Unión Europea, el papel de los ayuntamientos será el de gestionar las cuestiones que no afecten directamente al interés del bloque de poder, sin iniciativa propia en los aspectos fundamentales de la acción pública, porque sus cuentas están objetivamente intervenidas por las directrices del Gobierno y, en última instancia, de la UE
Finalmente, en muchos ayuntamientos del cambio todo se ha reducido a construir más carriles bicis, hacer jornadas sobre ecología y feminismo, o regular lugares para que las mascotas puedan hacer sus necesidades. La reversión al ámbito público de los servicios privatizados sigue siendo una asignatura pendiente, lo mismo que la utilización de los recursos municipales para proyectos sociales de calado. En Madrid, por ejemplo, el Ayuntamiento devolverá 1022 millones de euros ahorrados por la baja ejecución del gasto (en 2016, un 27% de lo previsto) a los bancos para amortizar la deuda, por imposición del Gobierno. De hecho, Carmena cesó al anterior concejal de Economía, Carlos Sánchez Mato, por negarse a firmar el plan de ajuste que imponía el Ministro Montoro.
Cada intento de reforma choca con un modelo hecho precisamente para mantener incólumes los fundamentos del régimen monárquico continuista: los intentos de pactar una tímida modificación de la Constitución del 78 han quedado en nada. Las últimas semanas, las dos fuerzas populistas, Ciudadanos y Unidos Podemos, vienen negociando entre ellos un cambio de la legislación electoral. Finalmente, todo parece limitarse a la propuesta de sustituir la formula D´Hont para el cálculo y distribución de los escaños, por la Saínte-Laguë, algo más proporcional. Y ni eso probablemente prospere, porque tanto PP, como PSOE se niegan en redondo a cualquier alteración de una norma electoral que les favorece. Y así en todos los casos. La Constitución del 78 (que, recordemos, más del 60% de los votantes actuales no votó) es absolutamente inamovible; salvo cuando así lo decidan los partidos que conforman el bloque de poder y siempre que no estén en cuestión los intereses concretos de estoso de la oligarquía que representan.
El desgaste del ciudadanismo en estos cuatro años (y especialmente tras el fiasco del sorpasso electoral de junio de 2.016) se acelera conforme se acerca el nuevo periodo electoral de mayo de 2019. La situación podríamos resumirla así: iniciativa y crisis interna en la derecha por un posible recambio en la hegemonía y confusión y división en la izquierda.
Pero sigue existiendo un gran malestar contenido, que a la menor chispa estalla, como ha probado la alta participación en algunas movilizaciones en defensa de la sanidad pública o las movilizaciones en defensa de las pensiones públicas de estas últimas jornadas.
Bien es verdad que esta reactivación se hace sobre unos parámetros muy parecidos a los del movimiento de las mareas y con la misma dispersión, participación individual y ausencia de proyecto u objetivos políticos. Son, podríamos decir, un desahogo.
Entramos en una coyuntura en la que las condiciones objetivas van a estar cada vez más dispuestas para la intervención de los comunistas, pero en la que al mismo tiempo se junta una creciente insatisfacción, frustración y confusión que aumentan la sensación de incapacidad de avanzar entre las masas, agudizada por el estado de debilidad de la izquierda.
Y no es para menos, porque los dirigentes de las escasas organizaciones con capacidad para dirigir la movilización, no están por la labor. Así, por ejemplo, la dirección de los sindicatos ha permanecido al margen de las convocatorias del 22 de febrero en defensa de las pensiones públicas, entre otras cosas porque un papel más activo les hubiera obligado a tratar de su responsabilidad en el actual estado de cosas (firma del acuerdo de pensiones de 2011 y la posición de su “experto”, en el caso de CCOO, en el “informe de los expertos” en 2013). Y, sin embargo, un sector importante de ambos sindicatos, sí participó en la convocatoria de las concentraciones, lo que obligó a que aquella finalmente se sumara también formalmente.
La misma actitud cobarde han mostrado en otras cuestiones: el aumento del SMI, o la convocatoria de Huelga el próximo 8 de marzo en la que han cedido protagonismo político al feminismo burgués. Es cierto que finalmente han convocado la movilización y lo han hecho acertadamente llamando al conjunto de la clase y por objetivos propios, pero no han disputado con un mínimo de interés el discurso ideológico del feminismo burgués, verdaderamente oportunista y peligroso en la medida en que viene a debilitar la identidad de clase y confundir sobre los objetivos de lucha.
El trabajo de clarificación que hemos venido realizando, analizando su base burguesa y definiendo los objetivos de la lucha de las mujeres trabajadoras junto a sus hermanos de clase, debemos continuarlo. El oportunismo ha buscado en esta movilización un modo de hacer política sin comprometerse en una lucha verdaderamente de principios contra el sistema capitalista que esclaviza a los trabajadores y determina unas relaciones sociales que se deterioran conforme crece la incertidumbre y se desarrolla la crisis.
Algunas cuestiones sobre el contexto político en el campo popular y el papel de los comunistas. Orientaciones y propuestas
Sí, como hemos insistido en más de una ocasión: el Gobierno de turno se limita a aplicar la ley, una ley que hace y deshace cuando lo estima conveniente con la ayuda cuando la ocasión lo requiere de los otros representantes de la gran burguesía nacional o nacionalista, y que aplica con la firmeza o flexibilidad que les convenga para no alterar el statu quo.
Mucha gente empieza a darse cuenta de ello. Pero insistimos en que el malestar latente, en un contexto en el que cabe esperar un recrudecimiento de los ataques del capital contra las trabajadores, puede terminar desplazándose hacia la derecha si no se presenta una alternativa consecuente capaz de enfrentar los cambios que puedan permitir avanzar hacia la emancipación de nuestra clase. Es preciso que tengamos esto muy presente a la hora de establecer nuestro trabajo.
Uno de los problemas fundamentales que afronta el movimiento popular y también, por supuesto, los comunistas, es la insuficiencia de tejido social en los barrios, centros de estudio, etc. En los barrios funcionan, sí, plataformas coyunturales para enfrentar los problemas que surgen. Pero no hay organizaciones permanentes que permitan agrupar a los sectores que luchan, estructurar la información, el debate, la solidaridad y la participación de la gente, educar y formar cuadros, etc. Hoy, excepción hecha de las principales centrales sindicales (y con problemas) y alguna asociación local, la participación política de las masas no se articula de manera permanente en organizaciones de base. Esa es la gran victoria del socioliberalismo.
La respuesta a este grave problema es dispar: Podemos, y sus confluencias, conscientes de su división interna, van a intentar a toda costa presentarse como la única posibilidad de oposición política al demoledor bloque “constitucional monárquico”. Para ello, pondrán todos los obstáculos para evitar que cualquier otra iniciativa popular prospere, al tiempo que intentará contentar a los elementos críticos de su organización aireando cualquier propuesta, por descabellada y estrafalaria que resulte, que surja de su entorno. Intentará jugar el papel que en la Argentina de su ideólogo Laclau, juega el “justicialismo” peronista como amalgama de todas las corrientes, desde las de derecha más extrema hasta las del anarquismo más “radical”. Pero otras organizaciones, incluidos sectores importantes del PCE, empiezan a ser conscientes de que sin solventar esta contradicción no es posible enfrentar con eficacia la política de degradación democrática que está desarrollando el régimen.
Y, sin embargo, cuando nos dirigimos a las masas, particularmente a los jóvenes, vemos que muchos de ellos tienen una gran inquietud política, no saben sistematizarla, son incapaces de hacer por si solos un análisis del momento para sacar conclusiones de trabajo, están confundidos (como la mayoría, por otra parte) por los rápidos y a veces desconcertantes cambios que se están produciendo, carecen de formación (pero son un diamante en bruto, cuando las generaciones anteriores en muchos casos están mal formadas e influidas por las más variadas corrientes oportunistas dominantes en la izquierda), pero tienen inquietud por enfrentar políticamente sus problemas.
Se necesita volver a articular orgánicamente la iniciativa popular, conectar de nuevo con las amplias masas. Ese es el terreno que debemos desbrozar con la propuesta de la consulta. La propia sensación de debilidad actúa objetivamente como freno a los intentos por trabajar unidos para retomar el contacto con las masas y articularlas (también la inercia de una izquierda acostumbrada a que la movilización sea la muleta de la actividad institucional y no al revés). Pero es muy importante tener presente esto, para comprender cabalmente cual es el objetivo que nos marcamos con la consulta.
No es, desde luego, realizar un referéndum con fecha fijada (hoy el enemigo es demasiado fuerte como para plantear la batalla en campo abierto); no es tampoco replicar las formas de organización difusa que dirigieron la campaña contra los recortes sin darle salida política. Se trata precisamente de lo contrario, de ayudar a la gente en su entorno de vida (trabajo, barrio, etc.) a organizarse, utilizando y reforzando también a las organizaciones permanentes como los sindicatos, etc., explicar la alternativa de ruptura que compartimos y la necesidad de unificar las luchas concretas en torno a ella, y ayudar a que los intereses comunes se determinen y expresen colectivamente y no limitando la “participación” de la gente a acudir a convocatorias que vienen “de arriba”.
La campaña por la consulta debemos encararla como una oportunidad para llegar a estos sectores hoy al margen de la vida y actividad política, a los que se les deja votar cada cuatro años en elecciones amañadas por leyes hechas a medida e inmensos aparatos de propaganda y manipulación de masas , a partidos que luego incumplen las promesas hechas, cuya dirección está íntimamente ligada al poder económico y comprometida en el sostenimiento de un sistema injusto y de un régimen particularmente agresivo y antidemocrático; sectores a los que se silencia continuamente, que no tienen voz en lo que atañe a sus vidas.
Por ese motivo es tan importante llenar de contenido social y económico la campaña por la consulta, recoger las inquietudes y reivindicaciones concretas más sentidas por las masas y ligarlas con el objetivo táctico de la República.
La Unidad Popular necesita tener una base, porque la simple agregación de siglas y organizaciones en sí misma no es garantía de nada si esas siglas tienen poca ligazón con las masas. El acceso a las instituciones tampoco sirve si no es para ayudar a que las masas participen organizadamente definiendo y exigiendo sus intereses y objetivos.
Una de las medidas que puede ayudar en esta tarea es la de reactivar el trabajo en los sindicatos y hacia el movimiento obrero. Por eso, proponemos a este CC la realización de una Conferencia Sobre Movimiento Obrero, para el próximo otoño. Los sindicatos, están en manos de una dirección oportunista que representa los intereses de una aristocracia obrera que defiende con uñas y dientes su posición privilegiada frente al resto de trabajadores; son, sin embargo, un instrumento formidable de organización y lucha para el proletariado que en momentos como estos no podemos abandonar. A pesar de todos los intentos por arrinconarla, desacreditarla y debilitarla, la organización sindical sigue siendo el principal (si no el único) instrumento capaz de convocar y articular con eficacia la respuesta del proletariado.
Desde hace años, (más claramente aún, cuando comenzó lo peor de la actual crisis, en 2010) ha hecho dejación de su responsabilidad como organizador de la confrontación de clase, colocándose a la zaga de estructuras dispersas como las denominadas “mareas”, pero siguen contando con una potente organización y afiliación que debemos trabajar y reforzar.
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Notas:
*(1).- Esta advertencia del FMI tiene fundamentos sólidos. Baste decir que los bancos españoles representan alrededor del 12% del sector bancario en Turquía, el 38% en México, 25% en Chile; o que el 88% de los ingresos antes de impuestos del Banco Santander procede de sus operaciones internacionales (el 89% en el caso del BBVA). De hecho, mientras continúa cerrado el crédito a pymes y hogares en España, la exposición en el extranjero de los bancos españoles ha crecido hasta el 45% del total de sus activos financieros
*(2).- Baste decir que solo en 2017 el valor del bitcoin pasó de 997 dólares la unidad en enero a 19.343 dólares a mediados de diciembre, para caer bruscamente en una semana hasta los 14.000 y así sucesivamente.
*(3).- La crisis financiera que padece el sistema capitalista es una consecuencia de la crisis de superproducción inherente al propio modo de producción capitalista (como dicen algunos economistas, las crisis están en el código genético del capitalismo). Separar los mecanismos de crédito del conjunto del sistema productivo, como pretenden los revisionistas y los ciudadanitas, es como poco de una ingenuidad propia de ignorantes en cuestiones económicas. En este sentido Marx fustigo a Proudhon por lo mismo. La ceguera de clase no permite a los oportunistas ver más allá.
Fue el estancamiento de la inversión productiva, la precondición de la crisis financiera. Ahora esta crisis financiera realimenta a la economía productiva.
La alta oferta de créditos y los bajos tipos de interés inflan los precios de los terrenos y de las viviendas o de otros tipos de bienes. La expansión del crédito empuja los precios al alza y los prestamistas utilizan estos “títulos de valor” de haber realizados prestamos (a empresas productivas, a particulares como hipotecas, etc.) como activos con los que pueden negociar, vender, invertir ayudando a un incremento aun mayor de los precios. Pero, ¡ojo!, no se está negociando con valores existentes, sino con valores que “existirán” en el futuro. Esta pirámide no se sustenta en plusvalía actual, sino sobre anticipos de plusvalía que está por crear, que se creará en el futuro y por tanto inexistente en el momento de la transacción. Todo transcurre con normalidad hasta que los deudores se vuelven insolventes (las empresas no venden sus mercancías, los obreros que van al paro no pueden pagar sus hipotecas, etc.). En definitiva la superproducción capitalista se impone y pincha la burbuja generando mayor catástrofe.
Los prestamistas utilizan estos “títulos” para nuevas inversiones como si de capital contante y sonante se tratara, e incluso les sirven de aval para adquirir ellos mismos nuevos créditos y aumentar su capital para invertir y especular. A esto es a lo que se le llama apalancamiento, al hecho de trabajar con estos “activos” que poseen e incluso con los que no poseen y piden prestados con estos avales de papel.
Por último, a los que alardean de que la productividad en España ha aumentado por haberse incrementado el capital constante en renovación tecnológica habrá decirles que el que la productividad media suba en medio de la crisis es una consecuencia de que la crisis ha eliminado a las empresas menos productivas que son las empresas pequeñas y medianas además de las regulaciones de empleo en las grandes. Con esto la productividad media ha aumentado sin mucho esfuerzo para las grandes empresas. La realidad es que la burguesía oligárquica española para aumentar la explotación ha optado por restablecer la tasa de ganancia disminuyendo los salarios.
*(4).- El gasto es proporcionalmente mayor aún en los Estados de zonas donde confluyen los intereses de las potencias, en particular oriente próximo.Por eso, si tenemos en cuenta el gasto en defensa como porcentaje del Producto Interior Bruto, veremos que son los países de esa región del mundo los que más invierten en defensa: Arabia Saudí el 9, 10% e Israel el 7,3% de sus respectivos PIB, por ejemplo.