Secretariado del Comité Central del PCE(m-l)
SITUACIÓN INTERNACIONAL
La crisis sigue, y la guerra, también
La confusión dominante en la burguesía, su división entre quienes apuestan por la continuidad de la globalización imperialista y quienes ven en el nacionalismo, el cierre de fronteras y el establecimiento de medidas proteccionistas, una garantía para sus intereses de clase, ha llevado al propio FMI a hablar de la entrada en una “quinta globalización”, a la que llama slowflación, (jugando con el término inglés slow: lento) que, según esta institución imperialista, se caracterizaría por una desaceleración prolongada en el ritmo de reformas y apertura comercial y el debilitamiento del apoyo político al libre comercio en medio de crecientes “tensiones geopolíticas”. Una forma “sutil” de definir una crisis de superproducción imperialista.
Frente a los datos objetivos que hablan de una crisis sin parangón, acompañada de un conflicto por el control de la economía global, los analistas de la burguesía se dividen entre catastrofistas, que predican el fin del planeta, la inminencia de catástrofes económicas, energéticas o naturales, todas inevitables; “profetas” que aventuran poco menos que el fin del planeta y de la especie humana, acogotados por una imparable crisis energética y climática. Y optimistas, que, por encima de las tendencias y los datos objetivos, predicen de continuo el fin cercano de la crisis, viendo en cada cambio coyuntural una mejora definitiva.
La ideología que comparten ambas tendencias es una perspectiva burguesa, que separa la consecuencia: la crisis, de su causa última: la tendencia del capitalismo hacia la periódica destrucción de fuerzas productivas como consecuencia de su carácter anárquico, no sujeto a mayor control que el del interés de los propietarios de los medios de producción. Ambas, tienen como premisa falsa que el capitalismo es la culminación final del proceso histórico de desarrollo de la humanidad, y solo cabe esperar la adaptación del mundo a sus reglas. Ambas, ignoran olímpicamente las causas, y, por lo tanto, también las soluciones.
En anteriores informes hemos hablado del enfrentamiento entre los sectores de la pequeña y media burguesía que exigen el mantenimiento del “orden constitucional” burgués, el respeto a las instituciones del estado Liberal; y quienes plantean la ruptura con las instituciones del estado liberal y buscan la instauración de un Estado abiertamente terrorista que acabe con las reglas democráticas que formalmente defiende la burguesía.
Si bien es cierto que esta tendencia terrorista, filo fascista, ha demostrado su disposición a no respetar las normas de las constituciones liberales: lo pudimos ver en enero de 2021 con el asalto al Capitolio yanqui y en enero de este año, en Brasilia; de momento, la oligarquía imperialista no tiene necesidad de recurrir al terrorismo abierto para mantener el control. Como símbolo de ello, Lula, el recién reelegido presidente brasileño, visitó EEUU entrevistándose con Biden.
Un reciente ejemplo de lo que decimos, lo dio el nuevo gobierno italiano presidido por Meloni, una declarada admiradora del fascismo, profundamente reaccionaria, que antes de ganar las elecciones se había declarado “antieuropeista” y no ha tardado en hacer votos de sumisión a la UE, aceptando los compromisos que ligan al Estado italiano con el imperialismo yanqui y la OTAN en la guerra de Ucrania, visitando después a Zelenski.
Respecto a la guerra en Ucrania, cuando se cumple un año de la invasión de ese país por el ejército ruso, lejos de terminar, se va enquistando paulatinamente. Entre tanto, el lenguaje y la actividad militarista de la UE suben continuamente de tono; uno de los más beligerantes defensores del militarismo europeo, el reaccionario social liberal, Borrell, cuyo pomposo título: “Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad” ilustra sobre su papel en la Europa imperialista, declaraba en la reciente cumbre de Seguridad de Munich: “Zelenski recibe muchos aplausos, pero pocas municiones”. El matonismode este personaje, responsable de la “diplomacia” de la UE, va de par con el constante incremento del armamentismo atlantista.
La Conferencia de Munich sobre Seguridad, inaugurada con un discurso del presidente ucraniano, y a la que Rusia no fue invitada por primera vez en 20 años, fue un espejo de la evolución del imperialismo y de cómo avanza la confrontación cada vez más abierta entre bloques: los aliados del imperio yanqui, se comprometían a aumentar la producción de armamento y proporcionar al gobierno de Zelenski los sistemas de misiles y aviones de combate que viene reclamando (la prensa abriría después sus portadas con el mensaje de que la batalla de Ucrania vacía los arsenales de Occidente); y, en respuesta, la UE proponía una acción conjunta para aumentar la producción de armamento; el presidente francés llamaba a invertir masivamente en “defensa para asegurar la seguridad de la UE”… El imperialismo habla de paz y se prepara activamente para la guerra.
EEUU y China hablaron a solas, al margen del resto (como señalaba la prensa, en un lugar desconocido) sin que se viera ningún avance diplomático. Uno de los temas centrales de sus conversaciones fue el incidente del globo chino que sobrevoló parte del territorio de EEUU. En lo tocante a la guerra, el yanqui, insistió en su espíritu belicista, en tanto el representante chino hacia lo propio respecto a su alianza “sin límites” con Putin.
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El imperialismo está en guerra y las principales tendencias de esta confrontación ya las hemos venido estableciendo en anteriores informes, y paulatinamente se van confirmando. Estas son algunas:
La confrontación por el control de la economía imperialista se perfila entre EEUU y China.
El diario El País, lo expresaba de esta forma en su edición del 12 de febrero: “La crisis provocada por el órdago ruso en Ucrania copa desde hace un año la atención mundial, pero la principal fuerza motriz del siglo XXI es la competición entre EEUU y China… las dos potencias están embarcadas en un pulso descarnado por la primacía mundial”.
El portavoz de la burguesía liberal, seguía haciendo una relación sucinta de alguno de los movimientos que se han venido produciendo a lo largo de los últimos meses dirigidos a reforzar la posiciones de cada una de las dos potencias en su bloque respectivo: …las nuevas sanciones de Washington contra empresas chinas,…la decisión de Filipinas de permitir el acceso del ejército yanqui a otras cuatro de sus bases militares; la disposición de Japón y Países Bajos a secundar las restricciones estadounidenses a la exportación de microchips a China, o el acuerdo entre Tokio y Washington para ampliar al dominio espacial su alianza de defensa…” Por el lado chino: la declaración estratégica que afirmaba una relación “sin límites” con Rusia justo antes de la invasión de Ucrania por el ejército ruso y sus movimientos para reforzar el control económico en áreas de Latinoamérica, África y Oriente Medio. Y daba cuenta, también, de las contradicciones, de las que ya venimos tratando, que afronta la Europa Imperialista donde coexisten potencias interesadas en profundizar la alianza con EEUU, con otras, incómodas con el papel subsidiario que juegan en la pelea y con las consecuencias que para su economía acarrea el cumplimiento de la orden yanqui de desconectar la economía “occidental” de Rusia y China.
En nuestro país, las fuerzas pro Putin, insisten con su insidiosa propaganda, en que todos estos movimientos marcan la configuración de un mundo “multipolar” que sería para ellos la alternativa “progresista” al dominio del “imperialismo occidental” que ha llevado la ruina a los países más atrasados.
Sin entrar a debatir en este informe (ya lo hemos hecho otras veces) la aberración que supone distinguir, como hacen los radical oportunistas, entre imperialismo bueno y malo (una confusión por otra parte habitual en los revisionistas desde la traición de la socialdemocracia que llevó a la I Guerra Mundial); afirmar, como hacen, que los movimientos del imperialismo chino o ruso se dirigen a la configuración de un “mundo multipolar”, como si eso supusiera un mayor equilibrio y colaboración entre países, presupone de hecho tomar partido entre potencias capitalistas cuya intención es la de lograr un trozo mayor en el mercado mundial de fuerza de trabajo y materias primas a explotar. Por lo demás, dentro de cada bloque (siguiendo la torpe y malintencionada exposición del oportunismo: el “occidental” y el “multipolar”) existen contradicciones, lo que no impide que cada uno actúe, al menos de momento, con una lógica y disciplina interna evidentes.
Los responsables políticos del imperio yanqui ya han reconocido expresamente que su principal enemigo es China; y se preparan desde hace tiempo para un enfrentamiento directo contra su principal rival. En torno a esta confrontación gira la política del resto de potencias aliadas: Europa, Gran Bretaña, Canadá, Japón, etc., con EEUU. Y, en el mismo sentido se mueve la de China (y sus aliados) que amenaza continuamente con un conflicto militar abierto si se sobrepasa el actual statu quo sobre Taiwán.
En el terreno económico, China, la potencia que opta al control de la economía imperialista, como ya adelantamos en otros informes a los que remitimos, adopta posiciones aparentemente menos belicosas, en tanto avanza posiciones y aumenta su control y dominio sobre nuevas áreas hasta el momento ligadas al imperialismo yanqui. El artículo del que hablamos lo señalaba de esta forma: “China entendió muy bien hace tiempo que había amplias zonas del mundo con una enorme necesidad de financiación para el desarrollo, que las instituciones internacionales no cubrían adecuadamente. A través de esa vía económica ha ido construyendo relaciones políticas”.
Las alianzas entre estados capitalistas son volátiles.
Uno de los ejemplos más “sorprendentes”, es el de Arabia Saudí, una teocracia medieval que desde 1945 ha actuado de cancerbero de EEUU para garantizar la seguridad militar del imperio yanqui en Oriente Próximo y el flujo de petróleo vinculado al dólar; una dictadura ultrarreaccionaria, otrora fiel aliada de los yanquis y motor de conflictos en su zona particular de influencia, que paulatinamente se desliza al campo del imperialismo emergente chino.
Se dan también paradojas que demuestran que la solidez de las lealtades está siempre limitada por las necesidades económicas. Un ejemplo de ello es el “pragmatismo” del imperialismo europeo que, tras aplicar la prohibición de importación del gas y el petróleo ruso, ha buscado una salida “sorprendente”: “Europa está sustituyendo los refinados que producía Rusia por otros que producen las refinerías de EEUU, China e India. Lo curioso es que las refinerías de estos dos últimos países podrían estar enviando a Europa diesel y otros derivados hechos a partir del petróleo ruso (comprado con un descuento más que notable).
Mientras el gobierno chino despliega su diplomacia financiera para avanzar posiciones en el tablero internacional, EEUU hace lo propio: recientemente, por ejemplo, sellaba una alianza con la India que incluía la colaboración en armamento e inteligencia artificial. India, actualmente la quinta economía del mundo en Producto Interior Bruto, está a punto de sobrepasar a China, su vecina en Asia, como país más poblado del planeta, y se configura por ello, como una de las potencias de más peso en la configuración de las áreas de influencia geopolítica entre EEUU y China. India, lo mismo que Brasil, es un miembro del BRICS, que avanza, como veremos más adelante, hacia el establecimiento de un nuevo patrón monetario al margen del dólar; pero al tiempo, su peso demográfico y económico, le enfrentan también con China que disputa el negocio de su oligarquía en el entorno que comparten. No decimos que finalmente ésta u otras alianzas que se van configurando lleguen a algo; decimos que la dinámica de conflicto interimperialista aumenta la fluidez de las relaciones entre los estados que disputan mercados para su capital.
La Guerra es fundamentalmente económica.
China, se enfrenta a una burbuja inmobiliaria, de la que el hundimiento del Evergrande Group, el mayor promotor inmobiliario de China (y del mundo), es un símbolo. El descenso demográfico, la pandemia, la política proteccionista y las sanciones contra ella de alguno de los países a los que dirigía una parte importante de sus exportaciones, etc., han traído como consecuencia que China creciera solo un 3% el año pasado (el peor dato desde 1976, excepción hecha de 2020, el año de la pandemia). Es posible que recupere pronto su actividad, pero resulta claro que atraviesa una crisis. Lo mismo que EEUU, cuyo sector inmobiliario, también, se asoma al crack.
Por otra parte, la economía mundial, como señalaba literalmente la sección de negocios del diario El País del domingo 19 de febrero: “se vuelve adicta a la deuda”. La información continuaba dando cuenta de que “una década después de la crisis financiera global (se refiere a la de 2.008)… en las economías avanzadas, la deuda pública pegó un enorme brinco en 10 años: del 69% del PIB en 2007 al 105% en 2017”. Desde entonces, con la profundización de la crisis, el Covid, el incremento del armamentismo, etc., se ha disparado más aún (sirva de ejemplo que entonces, en 2017, España afrontaba una Deuda del 98,6% y cerró 2022 en el 113,1%).
Esta deuda no para de crecer porque los gobiernos persisten en sus políticas de ayuda a la gran empresa (muchas veces son ayudas indirectas, por cuanto pagan una parte de sus reestructuraciones de empleo, facilitan su entrada en los sectores -sanidad, educación, pensiones, etc., antes cubiertos por el Estado), por los mayores costes derivados del conflicto interimperialista (es el caso del aumento del precio de los combustibles en la UE, sobre todo desde el inicio de la guerra en Ucrania), el refuerzo de su armamento y sus ejércitos, etc. Si a ello le sumamos la dura pelea (a veces oculta, otras no) por los mercados, el incremento desbocado de la inflación, etc., etc.; comprenderemos que la crisis va para largo.
En una economía como la imperialista, sumida en una contradicción irresoluble entre el carácter social de la producción y la apropiación privada del producto social, la inversión no alcanza la rentabilidad esperada y la especulación es la última salida para el capitalista. En una situación así, como ya explicara magistralmente Marx, el símbolo se impone sobre la producción real; y entre los símbolos del capital, el primero es el dinero.
El dinero, lo hemos dicho otras veces, es un símbolo de valor que no tiene valor en sí mismo (será por eso que en el dólar yanqui figura la leyenda “in god we trust”: confiamos en dios) y finalmente representa un valor en la medida en la que está respaldado por otros valores reales: minerales como el oro y la plata, materias primas como el petróleo, o el “valor de un país” reflejado en el de su economía, o mejor dicho, en el peso de su economía reconocido por los demás estados.
Por eso, poco a poco, ese imperialismo “multipolar” tan del gusto de los oportunistas, tiene como objetivo, imponer su propia moneda como símbolo de la transacciones internacionales… y refugio de la especulación. Quien finalmente logre imponer su moneda en las transacciones entre los países, conseguirá trasladar a los demás los desajustes de su propia economía por cuanto la moneda que aceptan aquellos, tendrá a ésta por respaldo, de modo que cualquier pérdida de su valor repercutirá negativamente en el valor de las demás monedas a las que “sirve” como expresión de valor en sus transacciones.
Por eso, paso a paso, uno de los objetivos principales de China y sus aliados es, desde hace años el acabar con el dólar como moneda internacional de referencia. La creación del grupo BRICS perseguía el objetivo de coordinar las transacciones entre los Estados miembros (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); en 2014 crearon el Nuevo Banco de Desarrollo, como una alternativa al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (la presidencia de este Banco la ocupará hasta 2025 Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil).
Pues bien, en la cumbre de los Brics de agosto se va a tratar de la utilización de una moneda común para las transacciones del este bloque. Esta batalla económica va dirigida a debilitar (y finalmente acabar con) la hegemonía del dólar como valor de respaldo de las transacciones internacionales.
Esto señalaba hace unos días Alberto Cruz en Ecuador Today: “La visita que el presidente chino, Xi Jinping, realizó a Arabia Saudita a primeros de diciembre del año pasado ya ha logrado su primer objetivo: el país árabe ha reconocido formalmente que «está dispuesto a discutir el comercio petrolífero en monedas diferentes al dólar»… La gran pregunta es cuánta proporción, de ese 17% del total de la venta saudita de petróleo que va a China, se hará en la moneda china y en cuánto tiempo estará en marcha este comercio en petro-yuanes, aunque a buen seguro que no será un plazo superior a cinco años (que algunos reducen a tres)… Merece la pena añadir que desde que se inició esa bolsa en petro-yuanes, en 2018, se han facturado 17’1 billones de yuanes (el equivalente a un poco menos de 2’5 billones de euros). Es decir, menos dólares en circulación, más debilitamiento de la moneda occidental, el único poder que le queda a Occidente”.
El autor da cuenta también del viaje de Jinping a Irán, otro de los nuevos aliados teocráticos de ese “mundo multipolar” tan del gusto de los revisionistas radical oportunistas…, y del incremento en un 30% del comercio ruso-chino en 2.022… Así construye el imperio mandarín el nuevo orden mundial.
Será el desarrollo de las monedas digitales de los bancos centrales, sin embargo, lo que permitirá la verdadera internacionalización del yuan. Actualmente, el sistema monetario basado en el dólar descansa en los balances de los bancos comerciales occidentales. Utilizar la misma red es, por lo tanto, arriesgado para China (sobre todo tras el precedente de las sanciones contra Rusia) por lo que le es necesario construir otro circuito desacoplado del circuito de la divisa estadounidense. Esta es la razón de la actual carrera por digitalizar las monedas de los bancos centrales (según el FMI más de la mitad de los bancos centrales del mundo se hallan inmersos en la investigación, desarrollo e implantación de monedas digitales) concebida precisamente para conectar los bancos centrales situados al margen de la esfera de influencia geopolítica y geoeconómica estadounidense.
La guerra interimperialista, como venimos insistiendo, es sobre todo una guerra económica sin concesiones, que provoca consecuencias en todas las economías: inflación desbocada, hambre, estancamiento económico y conflictos militares en las áreas en disputa directa entre ambos bloques. Para avanzar posiciones, China lleva años recurriendo a ofrecer “ayudas desinteresadas” que atan a los países con el dogal de la deuda y los hacen girar en el sentido que marca quien controla la soga; a cambio, se obtiene como botín el control de las materias primas y de la mano de obra barata y ventajas “geoestratégicas” para sus fuerzas armadas, en previsión de enfrentamientos abiertos. Nada, como ya hemos dicho otras veces, que no hayan hecho antes y continúen haciendo los imperios que les precedieron: Inglaterra, EEUU, etc.
La Unión Europea se enfrenta de continuo a una contradicción entre el papel de potencia imperialista que quiere jugar y su sumisión a los dictados de Washington que le implican cada vez más en una guerra que le debilita y aumenta su crisis interna, al tiempo que alimenta la crisis de su economía. La inflación, el incremento de la deuda, el estancamiento económico atenazan la economía europea. El Banco Central Europeo, presidido por halcones del liberalismo a ultranza como Lagarde y Luis de Guindos aplica una dura política de incremento de los tipos de interés: en julio del año pasado, el BCE subió los tipos de interés por primera vez en 11 años; desde entonces, el tipo de interés de referencia en Europa ha pasado del 0,5, al 3,5 en febrero (el provisional del presente marzo está en el 3,8%). Este encarecimiento afecta directamente a todos los préstamos y de modo especial a los hipotecarios, por lo que están atando a miles de familias que, de la noche a la mañana, se ven con serios problemas para pagar sus hipotecas. A principios de Febrero, el euribor en España cerraba en el 3,337 % por lo que las hipotecas se habían encarecido en más de 300 euros mensuales (3.600 anuales) de media. Las instituciones de la UE avisan, también, de la inminente limitación de las ayudas estatales en los estados de la Unión, con el pretexto de sujetar la inflación y limitar el endeudamiento.
La profundidad de la crisis, los escándalos de corrupción (el denominado Qatargate, salpica ya a numerosos parlamentarios) que empiezan a ser conocidos, la posición frente a la guerra en Ucrania, etc., son, todos ellos, elementos que incrementan las contradicciones internas en un bloque imperialista en el que coexisten Estados con diferentes intereses que, conforme se agrava el panorama, entran en contradicción entre sí de forma más clara. La guerra en Ucrania, se enquista. Ninguno de los dos bandos parece en condiciones de vencer en el conflicto, ambos países se desangran, sin ver un final al enfrentamiento. Y en ese estado de cosas, la UE actúa cada vez de forma más evidente como cancerbero del imperialismo yanqui, a costa de agravar su crisis económica y política.
En la cumbre de Davos del año pasado se planteó que la respuesta a la pandemia era una prueba de que los ciudadanos habían asumido los sacrificios que exigía la transición económica y la terapia de choque que el imperialismo ha puesto en marcha. El año transcurrido desde entonces ha demostrado que no es así. La lucha se va incrementando en toda Europa, en todo el mundo: las grandes movilizaciones en Gran Bretaña y, más recientemente en Francia; la lucha del pueblo peruano que, a pesar de la criminal represión del Estado y la vergonzosa campaña de silencio de la prensa sumisa, continúa enfrentando a una mayoría del pueblo hermano con un gobierno y un parlamento ilegítimos, etc.; han sido una refutación práctica de esa conclusión; una prueba de que la terapia de choque que aplica el capitalismo para intentar superar su crisis, levanta cada vez más oposición.
Como símbolo de lo que decimos, al tiempo que se celebraba la cumbre de Munich, estaba convocada una huelga en el aeropuerto de esa capital bávara y se celebraron manifestaciones en la ciudad contra la guerra. Unos días antes, varias huelgas masivas, convocadas de forma unitaria por los sindicatos franceses y manifestaciones que reunieron a más de un millón de personas contra el proyecto de subir la edad de jubilación en Francia, de 62 a 64 años, avisaban de que esta decisión va a tener enfrente al proletariado francés. La lucha se extiende, aunque en todas partes falta orientación y organización.
Situación Interna
En España se viven, también, tiempos de crisis.
Crisis económica.
El incremento del PIB español (un 5,5% en 2022) está por encima del de algunas grandes economías, como Alemania (1,9%) o EEUU (2,1%). Pero hay otros datos que nos permiten tener una visión más certera y menos optimista de la situación real: el consumo se ha retraído un 2% y la inversión también (más del 1%); por otra parte, gran parte de la subida recae en el sector turístico (recuperado tras la pandemia) que ha supuesto un 61% del crecimiento del PIB, y otros servicios. Con todo, el PIB sigue 1,1 puntos por debajo de los niveles anteriores a la pandemia y según previsiones del Instituto de Estudios Europeos, España será el país de la UE que menos crezca (un 0,7%) entre 2019 y 2024.
Respecto a la Deuda Pública alcanza ya 1,5 billones de euros (ha crecido un 22,3% desde 2019), aunque, como la inflación se ha desbocado los últimos meses, la ratio Deuda-PIB haya disminuido.
Otros datos confirman que la crisis continúa profundizándose y sus efectos en la mayoría trabajadora son demoledores: El paro creció en 2022 hasta el 13,1% (algo más de 3 millones de personas, casi tantos parados como en Alemania y Francia juntas). España es el país con la tasa de paro más alta de la UE, más del doble de la media.
Entre los jóvenes, la tasa de paro es del 29,26%, la mayor de Europa también; y en España están 10 de las veinte áreas metropolitanas con más desempleo entre los menores de 25 años de toda la Unión Europea. A ello hay que añadir la precariedad (en España hay más de 500.000 trabajadores becarios y más de un millón de contratos de formación, la mayoría en condiciones de sobre explotación) y el inalcanzable coste de la vivienda que hace que la edad de emancipación entre los jóvenes esté en los 28,9 años, etc.
Respecto a la inflación: aunque se ha ido moderando los últimos meses, es del 5,9% al inicio de este año; Pero, la inflación subyacente*(1), ha escalado hasta el 7,5 %, la más alta desde 1986 y mantiene una progresión constante, lo que anticipa que la inflación va a seguir alta los próximos meses, a pesar del optimismo oficial. Además, los alimentos se han encarecido un 15,4% en tasa interanual: una subida verdaderamente brutal que sufren las clases trabajadoras en un país en el que cerca del 28 % de los ciudadanos están en el umbral de la pobreza.
La escalada de precios de los alimentos hace que las masas cambien hábitos alimenticios (mayor consumo de ultraprocesados y menos productos frescos, por ejemplo), para adaptarse a las continuas variaciones; se denuncian las trampas de las grandes cadenas de supermercados, que rebajan el peso de los envases, o suben de la noche a la mañana el precio de algunos productos, etc. (estas evidencias, no se investigan ni sancionan).
Todas las medidas adoptadas por el gobierno de coalición para intentar controlar la inflación desde fuera, sin intervenir en el mercado, han fracasado: la ayuda para el alquiler dirigida a los jóvenes, se ha trasladado a los caseros; a pesar del límite de subida de los alquileres del 2% establecido por el Gobierno en marzo, los alquileres han subido en 2022 un 7,4% de media (el 25 % en Barcelona, 23% en Alicante y Gerona y 13,2% en Madrid); lo mismo ha ocurrido con el descuento del IVA de los alimentos de primera necesidad que, no ha conseguido acabar con la inflación, que sigue situada en niveles intolerables. UP propone ahora una bonificación del 14% en 20 alimentos básicos, para evitar la escalada.
Pero, uno tras otros, estos planes y medidas chocan contra una estructura empresarial dominada por oligopolios que controlan todos los sectores económicos, trasladan al consumidor el aumento de los costes de producción y distribución y absorben cualquier ayuda que el Estado establezca. En definitiva: sin atacar los intereses del gran capital, no vale ninguna política para frenar la constante degradación de las condiciones de vida y trabajo de las masas.
Crisis política.
Iniciamos un año electoral y, poco a poco, van quedando en evidencia las profundas debilidades del gobierno de coalición. Ninguno de los principales compromisos adquiridos en su constitución que afectan al ámbito del trabajo o los derechos sociales, se ha cumplido:
No se han derogado las reformas de las pensiones (ni la de Rajoy, ni, menos aún, la de Zapatero); por el contrario, con la entrada en vigor del denominado “Mecanismo de Equidad Intergeneracional”, el aumento del periodo de cálculo de la pensión (de 25 a 29 años), la ley para el impulso de los planes (privados) de pensionesde empleo aprobada en junio pasado (que supone un peligroso paso hacia la privatización de las pensiones), entre otras medidas, se ha profundizado en los recortes.
La Ley de Vivienda, continúa sin ver la luz. El Estado sigue sin intervenir en el sector inmobiliario y consintiendo, cuando no fomentando, el negocio de rentistas y fondos de inversión que han convertido la vivienda en un foco de especulación incontrolado. El Gobierno, no solo no interviene creando un parque público de vivienda social y poniendo fin a la actividad de los fondos buitre, sino que ha entregado la gestión de la Sareb a dos fondos de inversión: Blackstone e Hipoges, con un largo historial de especulación y acoso inmobiliario, pasando por encima de la Ley de Vivienda en trámite, que prohibiría la venta de viviendas de titularidad pública.
La carrera acelerada de algunos (la mayoría) gobiernos autonómicos, hacia la privatización de la sanidad y la educación, se apoya en normas estatales que autorizan los conciertos y permiten el traslado de fondos públicos a entidades privadas, controladas la mayoría por fondos de inversión. La propia Ley General de Sanidad de 1986, por ejemplo, en su artículo 90 autoriza los conciertos público-privados que están en el origen de la privatización; la ley 15/97 dio un paso más, permitiendo la entrada de empresas privadas en la Sanidad Pública. Ninguna de estas normas ha sido derogada por la denominada Ley Darias, en trámite.
En materia educativa, la privatización se apoya en un Real Decreto de 1985, que autoriza los conciertos educativos con entidades privadas; tampoco la LOMLOE (conocida como ley Celaá) deroga los conciertos. De modo que tras el traspaso de competencias a las Comunidades Autónomas, todas utilizan estas normas para sus privatizaciones, y algunas (en general las gobernadas por el PP, pero no solo) aplican un programa de privatizaciones que está intentando liquidar el sector público. En la FP, por ejemplo, 3 de cada 5 alumnos van a centros privados (en Madrid, el 58,3% de los alumnos que solicitaron plaza en 2022 en un centro público de FP, se han quedado sin ella). La privatización de la enseñanza va de par con el control cada vez mayor de los centros privados por fondos buitre.
Otros compromisos han sido ignorados también, o violados olímpicamente: La ley Mordaza, no solo no se ha derogado como se comprometieron a hacer, sino que, tras la reforma del delito de sedición y la creación del nuevo delito de desórdenes públicos agravados, aprobada hace unos meses, algunas actos de movilización, como la participación en encierros o manifestaciones no legalizadas, podrían llegar a ser sancionados con hasta 3 años de prisión.
En general, a lo largo de la legislatura, el PSOE ha venido imponiendo sus objetivos, y paralizando la negociación de las reformas comprometidas hasta prácticamente el final del mandato, cuando se apresuran a aprobar medidas con las que quieren mostrar un talante más avanzado. Una de las últimas es la aprobación de un paquete de 2.545 millones de euros para becas, que, aunque supongan un pequeño respiro para muchas familias, no alteran en nada la tendencia hacia la privatización de la enseñanza, la degradación de sus contenidos y su supeditación a los intereses del capital privado; esta ayuda supondrá, a buen seguro, el traslado masivo de dinero público a las entidades que controlan los centro privados.
En UP ha habido una especie de reparto de papeles entre las dos corrientes que la componen: en aquellas materias que afectan más directamente a las clases populares y tienen que ver con los derechos laborales y sociales de nuestra clase, el protagonismo ha correspondido al sector de IU-PCE, encabezado por Yolanda Díaz; Podemos se ha centrado en las medidas legislativas que tienen que ver con algunos derechos democráticos.
El resultado no puede ser más limitado: la bancada de IU-PCE se ha esforzado en todo momento en implicar a la gran patronal, buscando siempre la concertación entre los “agentes sociales”, lo que ha limitado los acuerdos. Así, por ejemplo, como ya hemos dicho, no se derogaron ninguna de las últimas reformas laborales, sino que todo se centró en limitar la contratación temporal, derivando el contrato temporal hacia el contrato fijo discontinuo (lo que en la práctica ha sustituido un empleo precario por otro); pero dejó intactos los recortes impuestos por el gobierno de Rajoy que habían eliminado el control jurídico y recortado drásticamente las indemnizaciones de los despidos, particularmente de los colectivos. *(2)
Lo mismo cabe decir respecto de otras medidas encaminadas a suavizar las consecuencias de la brutal crisis económica sobre las familias trabajadoras: la vivienda, como señalamos más arriba, sigue siendo un campo abierto a la especulación y únicamente se ha intervenido desde fuera, sin controlar realmente a los grandes rentistas y los fondos de inversión; la privatización de las pensiones sigue en marcha; el Estatuto del Becario sigue sin legislarse, por lo que continúa el fraude sobre una parte de los contratos de formación; el intento de topar el precio de algunos alimentos de primera necesidad pactando un acuerdo voluntario con las grandes distribuidoras, quedó en un esperpento, etc. Es verdad que UP siempre ha intentado ir un poco más allá que su socio del Gobierno liberal; pero el resultado no puede ser más limitado.
Por su parte, la labor legislativa impulsada por los Ministerios de Podemos, ha sido particularmente problemática porque todas las normas que han constituido su centro de interés, forman parte del acerbo cultural de un sector de la pequeña burguesía “progre”, y no son, de ningún modo, una prioridad para los trabajadores, lo que ha provocado un auténtico desaguisado, dando “munición” a los sectores más rancios de la derecha franquista o aumentando las contradicciones internas con sectores y organizaciones populares: La “Ley de bienestar animal”, por ejemplo, ha generado un comprensible malestar entre los pequeños agricultores y ganaderos; la “Ley Trans”, ha suscitado la oposición de gran parte del movimiento feminista; y la ley estrella del Ministerio de Igualdad, la conocida como “Ley del solo sí es sí”ha aumentado las contradicciones en el seno del propio gobierno de coalición hasta el punto de que el PSOE ha propuesto una reforma de dicha ley que ha salido adelante en el Congreso (apoyo de PP y C,s y abstención de Vox) con la oposición de UP.
La pequeña burguesía “progre” ha terminado provocando un desaguisado político al pasar por alto que las relaciones humanas están condicionadas por las relaciones de clase, que no son otra cosa que relaciones de poder. La Ley del solo sí es sí, por ejemplo, vuelve una vez más a usar el derecho penal como instrumento de cambio social, dejando intacta la primacía de las relaciones de poder y dominio configuradoras de las relaciones entre sexos, que son en última instancia las causantes de la violencia contra las mujeres. De esa forma, los problemas sociales o políticos se transforman en problemas de seguridad y defensa, de expulsión y castigo, que ayudan a mantener y profundizar las actuales estructuras sociales, pilares del sistema capitalista.
Respecto de la Ley Trans, estamos elaborando una valoración más profunda, pero está claro que la transexualidad o cualquier expresión de la diversidad no constituye ningún problema teórico respecto a la configuración del sujeto colectivo, “que se constituye como tal, incorporando las múltiples individualidades e identidades de grupo en la lucha contra nuestro enemigo histórico”.
Un perfecto ejemplo de esta legislación “limpia” de contradicciones que no sirve para avanzar en derechos porque desconoce que las relaciones de trabajo no se dan en el mundo ideal de la burguesía sino en el real de la lucha de clases, lo representa el reconocimiento formal de un permiso para las mujeres trabajadoras que sufren menstruaciones dolorosas; semejante norma pasa por alto que en el capitalismo, el mercado de trabajo es “libre”; pero este eufemismo oculta que en el capitalismo, la ley que rige las relaciones “libres” entre el trabajador y el empresario es la de la “oferta y la demanda”, de modo que, sin modificar esa relación, sin acabar con ella, semejante norma supondría la expulsión del mercado de trabajo de las mujeres que quisieran ejercitar tal derecho.
En lo tocante a las decisiones políticas de Estado, las que conforman los límites institucionales, fijan el borde político del marco constitucional monárquico y regulan las relaciones internacionales, el control del PSOE en la acción de gobierno es total. Podemos decir que el social liberalismo ha dejado a sus socios negociar los asuntos “domésticos”, seguro de que, llegado el momento, corregirían los posibles “desajustes”, pero ha mantenido para sí el control de las grandes líneas de la política estatal.
Así, por ejemplo, a pesar de los mohines de protesta de los cargos de UP y de su oposición retórica, el Estado español se ha metido de hoz y coz en el conflicto ucraniano y reforzado su implicación en la OTAN sin que UP haya hecho lo más mínimo por impedirlo: envío de armas (primero se dijo que defensivas y, ahora ofensivas, como el tanque Leopard y, posiblemente, aviones de combate, etc.), entrenamiento de tropas ucranianas, refuerzo de la presencia de tropas españolas en los países fronterizos con Ucrania (Estonia, Lituania, etc.), bajo mandato de la OTAN, etc. Sánchez, visitaba por segunda vez Kiev, dos días después de hacerlo el jefe del bloque, Biden; tras reunirse con la Duma ucraniana, anunciaba del envío inmediato de seis tanques Leopard para la zona: un paso más en la implicación en la guerra. Los votos “pacifistas” de los dirigentes revisionistas y su práctica contemplativa, son la mejor muestra de la impotencia de su labor y del monumental error de pactar en su día un gobierno de coalición con una fuerza, el PSOE, que ha sido siempre uno de los más firmes valedores del régimen monárquico continuista.
Dos decisiones transcendentales, cuyas consecuencias están aún por ver, han probado el nulo peso de UP a la hora de decidir los “asuntos de Estado”: el aumento del 26,3 % del Presupuesto Militar, en un momento de crisis como el actual; y la traición a los compromisos del Estado español, como potencia colonizadora que fue, con el Pueblo Saharaui; ambas han sido decisiones tomadas unilateralmente por Sánchez, sin consulta siquiera con su Gobierno, que muestran hasta qué punto UP está comprometida voluntariamente en la defensa del Régimen.
En el cambio de la política estatal hacia la monarquía del sátrapa Mohamed VI, el papel de Sánchez ha sido particularmente humillante (la “cumbre” con Marruecos de hace unas semanas), en la que el “primo” del rey actual se negó a participar, marca un estilo de tal sumisión que sorprende incluso a sus más íntimos colaboradores). Este giro inaceptable, además de implicar a nuestro país en la política de guerra del imperialismo yanqui hacia África (que, como ya hemos dicho otras veces, junto con Asia es la zona en la que paulatinamente se centra la confrontación abierta entre EEUU y China); ha provocado la ruptura política con Argelia, con consecuencias económicas de gran calado.
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En los últimos años, las expresiones de unidad y organización del proletariado y de los sectores populares, se daban esporádicamente en grandes manifestaciones que convocaban plataformas alejadas de los centros donde las masas se relacionan y, por tanto, de donde puede surgir su organización. En cualquier caso, las movilizaciones puntuales y dispersas tenían su origen en la convocatoria de líderes u organizaciones políticas que suplían e ignoraban el empuje de las masas. El conflicto político entre las masas y el estado capitalista se expresaba únicamente en las elecciones, en las que todo: candidatura, programa, campaña, etc., se decidía al margen de ellas.
La enorme dispersión de la lucha que trajo consigo el surgimiento del oportunismo ciudadanista ha afectado de modo particularmente intenso a la juventud, que se ha enfrentado a la ofensiva del capital sin instrumentos propios de organización. Pero, conforme la erupción ciudadanista se apaga, sectores de la juventud empiezan a reaccionar. Corrientes juveniles del entorno del nacionalismo vasco, por ejemplo, se han separado constituyendo coordinadoras que se definen como comunistas y reconocen la necesidad de una lucha conjunta del proletariado contra el Estado monárquico.
Sus posiciones suponen un significativo avance frente a la confusión del movimiento abertzale, pero se percibe en ellas una tendencia, que de consolidarse resulta peligrosa, a intentar partir de cero, ignorando las experiencias del movimiento obrero, y hacer solos el camino de análisis político que a nuestra clase le ha costado doscientos años de derrotas y errores, pero también de victorias, que constituyen un bagaje político que debemos analizar colectivamente.
Es comprensible el hartazgo de estos sectores, cansados de la manipulación del revisionismo y del oportunismo y que sufren ahora el intento de aislamiento por parte del entorno del que surgen; pero no deben olvidar tampoco los errores y las traiciones, porque forman parte de la historia de nuestra clase, de la que tenemos que sacar enseñanzas. La UJCE ha hecho público también su intención de separarse del camino reformista de su organización. En definitiva, los sectores juveniles empiezan a marcar distancias con el revisionismo y el oportunismo.
La juventud es la etapa de la vida en que se es más activo, impulsivo y permeable a las ideas; es el momento vital en el que se empieza a formar la ideología de cada cual; y la confusión política actual aumenta el peligro de que estos sectores caigan bajo la influencia de las corrientes ideológicas revisionistas radicales. Nuestro Partido ha mantenido siempre una lucha sin cuartel contra el revisionismo en todas sus manifestaciones: contra el reformismo del carrillismo y sus epígonos, pero también contra el radical-oportunismo de quienes se niegan a entender en qué fase de la lucha política estamos y confunden el leninismo con el radicalismo infantil en las formas y el seguidismo ecléctico en el fondo ideológico.
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Hemos entrado en un año electoral en medio de una crisis política evidente, que afecta directamente al Gobierno de coalición. La tensión entre el PSOE y UP, salta a la vista, a pesar de los esfuerzos de unos y otros por “salvar los trastos” para no sufrir un desgaste electoral y mantener vivo el gobierno. La coalición UP viene arrastrando tensiones internas desde hace meses. La puesta en marcha del proyecto de Yolanda Díaz (Sumar) con el que ésta deja clara su intención de separarse de Podemos; la bronca entre ambas formaciones durante la configuración de las candidaturas electorales en Andalucía en junio pasado y sus continuos desencuentros, van unidos a la crisis interna en las organizaciones políticas que sustentan el espacio de UP. El PCE celebró, también en junio, su XXI Congreso, abierto prácticamente en dos (la candidatura ganadora obtuvo solo un puñado de votos más) y las organizaciones locales de Podemos se desmoronan entre duros enfrentamientos personales, lo que marca un momento político de crisis y descomposición del campo revisionista y oportunista. Ya hemos hablado otras veces del desengaño que vive el campo popular para con la izquierda, su alejamiento de la lucha política y el descrédito hacia “lo político” que siente una parte importante de nuestra clase y los sectores populares.
Por el lado de las organizaciones de masas; de las pocas organizaciones de clase con una estructura permanente que pueda garantizar una lucha ordenada del proletariado contra el capital, el panorama no es más optimista: los dos grandes sindicatos de masas: CCOO y UGT, cuya dirección está copada por elementos de la aristocracia obrera, que se han mostrado completamente incapaces de presentar batalla con un mínimo de contundencia, han cedido completamente la iniciativa al Gobierno que, a su vez, espera inútilmente un acuerdo con la gran patronal y su representante en las mesas de negociación de los acuerdos sociales, la CEOE. Han sustituido en la práctica la lucha de clases con la empatía en la negociación con el enemigo de nuestra clase.
Frente a la brutal ofensiva del capital, se han limitado a una triste jornada de lucha en noviembre pasado, en la que participó poco más que el aparato de liberados sindicales, seguida de la amenaza de continuar con ella, bajo la consigna: salario o conflicto, que no se cumplió en absoluto. En definitiva, ninguna oposición mínimamente consistente.
Así pues, el panorama no puede ser más sombrío: la derecha reaccionaria del PP envalentonada, la derecha más abiertamente franquista, representada por Vox, marcando claramente la orientación de la política de los Feijoo, Díaz Ayuso y cia*(3); la izquierda institucional debilitada y el movimiento sindical de masas durmiendo el sueño de los justos. La posible presentación de una moción de censura de VOX, que propone como candidato a la presidencia del gobierno al antiguo líder carrillista Ramón Tamames, es solo un símbolo del momento. En esta situación, todo apuntaría a un inminente desastre político.
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Y sin embargo, a lo largo de los últimos meses hemos asistido a un resurgimiento de la lucha popular, con algunas características nuevas (originales):
- Las movilizaciones, muy importantes algunas, como las dos manifestaciones en defensa de la Sanidad Pública de Madrid que juntaron a cientos de miles de personas, no han partido de la iniciativa de los partidos institucionales, ni de plataformas dispersas como las mareas. Ha sido en los barrios donde se ha ido formando el fermento de la movilización,*(4) lo que apunta a un inicio de coordinación entre las masas, aunque aún no esté organizado.
- La actitud abierta a las orientaciones y la rápida aceptación de consignas políticas que apuntan hacia el centro de los problemas; una de ellas: “gobierne quien gobierne, lo público se defiende”, indica que las masas asumen la necesidad de la lucha política, aunque, desengañados, rehuyan su expresión orgánica.
- El surgimiento de corrientes abiertamente críticas con la orientación revisionista u oportunista en las propias organizaciones políticas y sociales que agrupaban hasta el momento lo poco organizado que había en el campo popular y eran reconocidas como articuladoras de las convocatorias y movilizaciones. Un ejemplo de ello, es el movimiento Trabajadores Pensionistas que, dentro del movimiento general de los pensionistas, han empujado por la generalización de alternativas directamente enfrentadas con el reformismo del gobierno, sirviendo de altavoz para las luchas en otros campos.
- La búsqueda de coordinación entre estas corrientes, al margen de los partidos institucionales.
- El desarrollo de luchas en sectores de trabajo disperso (atención a domicilio, limpiadoras, etc.) hasta ahora alejadas del sindicalismo, que van coordinándose paulatinamente.
- La tendencia a unificar objetivos. Aún no se asume completamente la relación entre las consecuencias y las causas, pero se intuye que detrás de las medidas que recortan o amenazan los derechos de la mayoría no hay solo, ni fundamentalmente, una mala gestión, sino que forman parte de una política deliberada y coherente con la orientación general de los gobiernos que las adoptan; que el Estado no es neutral y, por lo tanto la lucha debe dirigirse también contra él.
Estas características de las que hablamos, son todavía incipientes, pero apuntan a un cambio de tendencia que debemos de tener en cuenta; de hecho, la soberbia de Ayuso en la cuestión relativa a la sanidad madrileña, que en otras circunstancias hubiera sido políticamente suicida, solo cabe entenderla porque saben que la indignación de las masas todavía no está suficientemente organizada. Por eso, intentan agotar la lucha de los sanitarios, ignorando todas sus reivindicaciones, a la espera de que la tensión ceda.
11 de marzo de 2023
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Notas:
*(1).- La inflación subyacente excluye productos de demanda inelástica (se llaman así: inelástica, porque las subidas del precio no afecta tanto a la demanda, ya que son bienes de los que la gente no puede prescindir aunque aumenten mucho su precio, como los alimentos o la energía).
*(2).- El primer año de vigencia de la Reforma Laboral, los despidos de indefinidos crecen un 68% y las dimisiones marcan un máximo de 1,7 millones; las extinciones de fijos en periodo de prueba se dispararon un 620%. De modo que, en la práctica, el 66% de las bajas de afiliación siguen ligadas a actividades eventuales. Tomado de El Economista.
*(3).- Aunque en las elecciones autonómicas de Andalucia, VOX sufrió un fuerte varapalo cuando daba por hecho su papel determinante para que el PP pudiera formar gobierno; aunque su “eximio” representante en la Junta de Catilla y León haya dado cumplida cuenta de su torpeza, y su candidata en Andalucía no tardara en abandonar el barco con duros reproches a la dirección de la fuerza franquista, lo cierto es que su ideario está cada vez más presente en la acción de los dirigentes del PP.
*(4).-La lucha de los “Barrios Hartos” de Sevilla, es un ejemplo de estas nuevas formas de coordinación popular de las luchas. Respecto a la aceptación de consignas políticas, la nacionalización de la energía fue plenamente aceptada por los vecinos en su enfrentamiento con Endesa.