Informe del Secretariado al Pleno ampliado del Comité Central celebrado el 13 y 14 de junio de 2015
«Consideramos, de hecho, que la crisis capitalista está desnudando a los ojos del proletariado la esencia del problema, la contradicción principal y antagónica en el modo de producción capitalista entre el estancamiento de las fuerzas productivas y el carácter de las relaciones de producción, de modo que el hecho de que la contradicción, larvada hasta ahora, entre el oportunismo burgués y la aristocracia obrera que dominaban la dirección política del campo popular se haya desarrollado hasta el extremo de llevar a la burguesía directamente a las instituciones, va a servir, también, de rica experiencia al proletariado, al demostrar palpablemente que ninguna de estas corrientes oportunistas, hasta ahora dominantes en el campo de los comunistas, tiene la más mínima intención de avanzar hacia la destrucción del capitalismo. La confusión que vivimos puede servir, en definitiva, para acelerar la batalla ideológica que nos permita avanzar hacia aquel objetivo de unidad entre los comunistas.»
Situación internacional
Varios son los datos que apuntan a una más que probable recaída en la interminable crisis imperialista: la aparición de nuevas burbujas en las sobrecalentadas economías capitalistas, la posible salida de Grecia de la zona euro y la decisión del Gobierno británico de someter a referéndum su permanencia en la UE en 2017, la comprobación de que el sueño de autonomía energética de EEUU que provocó la euforia de su presidente carecía de fundamento (los informes apuntan a que las bolsas de combustible extraído por técnicas de fracking son menores de las previstas), la reducción de precios del petróleo, la desaceleración relativa de la economía china, etc.
Enmarcado en este proceso general de crisis económica, varias han sido las advertencias de los organismos financieros del imperialismo (BM y FMI en particular) contra el exceso de optimismo respecto a la recuperación de la economía capitalista; por eso, se acrecienta la lucha entre las diversas potencias por mantener su hegemonía en las zonas que dominan y penetrar en otras, estableciendo alianzas con antiguos rivales. La situación internacional se vuelve cada día que pasa más fluida,
Desde nuestro último Congreso, hace ahora seis meses, han ocurrido diversos acontecimientos que ejemplifican los cambios intervenidos en la arena internacional y de los que hemos tratado en anteriores informes. Algunos cambios son aparentemente sorprendentes, lo que provoca una relativa desorientación sobre cuáles son sus razones.
Así, por ejemplo, al acercamiento entre EEUU y Cuba (estos días se ha confirmado la próxima reanudación de las relaciones diplomáticas rotas desde 1961); la alianza, más que tácita, entre aquel país e Irán en la guerra contra el EI en Siria e Irak, etc., en tanto que Arabia Saudí y Qatar, entre otros aliados suyos, apoyan a ese grupo fanático.
Los últimos roces diplomáticos con el gobierno sionista no han modificado, sin embargo, el apoyo de EEUU a su aliado más firme en Oriente Próximo: siguen abiertos todos los frentes de lucha y focos de conflicto; el pueblo palestino continúa soportando la ocupación nazisionista ante la indiferencia de la llamada «comunidad internacional».
La agresividad del gobierno Netanyahu le ha llevado a enfrentarse formalmente con su mentor yanqui, pero la identidad entre ambos sigue firme y es uno de los principales elementos de desestabilización en esta zona de tan vital importancia geoestratégica. Los constantes e impunes ataques de la aviación saudí contra Yemen son otra muestra de hasta donde llega el nuevo “talante” de un Obama al final de su mandato: son gestos de cara a la galería.
Los cambios en las alianzas y en el “estilo” de las relaciones entre las potencias y antiguos enemigos, la delicadeza del lenguaje diplomático, etc., no bastan para encubrir la tendencia real que es justo la contraria, el rearme, el incremento del militarismo: Japón, por ejemplo, un país cuya producción militar quedó sujeta a estricto control tras la II Guerra Mundial, acaba de anunciar un nuevo e importante incremento de su presupuesto militar. Ya hablamos recientemente en nuestro órgano de expresión, Octubre, sobre los reproches de Obama a la UE por no dar suficiente importancia al rearme.
Recientemente también, la OTAN ha decidido poner en marcha una nueva fuerza de “intervención rápida” (una brigada de alrededor de 5.000 hombres) que “liderará” España en 2016. Esta fuerza, preparada para moverse al lugar de intervención en 48 horas, estará respaldada por otras dos brigadas con un total de 30.000 hombres. El estado español, a pesar de la crisis, aportará al menos 3000 efectivos a esta fuerza.
Otro ejemplo que nos afecta directamente es la decisión (que ha pasado, por cierto, prácticamente desapercibida) de que la base de Morón (a apenas 70 kilómetros de Sevilla) pase a ser base permanente de la fuerza de intervención rápida del ejército de EEUU en África.
Las tendencias de este proceso ya las hemos tratado en otras ocasiones. Recordamos algunas:
1. El paulatino debilitamiento de la Unión Europea. Como señalamos en su día (ver nuestro informe sobre la Constitución Europea de 2005), el proceso de conformación de la UE como bloque imperialista vive sujeto a una permanente contradicción entre el intento de los diversos sectores de la oligarquía europea de preservar sus intereses nacionales frente a los demás, y particularmente frente al núcleo central, y la necesidad de unificar sus intereses generales, para intervenir en la pelea interimperialista en condiciones más ventajosas. De esta contradicción surge el constante bloqueo por parte de algunos estados en la aplicación de las medidas trazadas por las instituciones del bloque imperialista y el consenso entre todos ellos a la hora de cargar sobre las espaldas de los trabajadores y los pueblos de Europa las consecuencias de sus crisis, generalizando los recortes, endureciendo la legislación laboral, negando derechos sociales, etc.
Dos ejemplos últimos de este proceso general: Grecia, cuya economía se ahoga, acosada por las continuas exigencias de la UE y el FMI para que devuelva los préstamos concedidos a los bancos, y las presiones sobre Syriza para que renuncie a su compromiso de aplicar un giro social a la política del Gobierno, como comprometió en la campaña electoral, y pase a aplicar nuevos recortes sociales (no parece, sin embargo, que la UE tenga tanto interés en recortar el desorbitado gasto militar griego, el tercero de la OTAN, tras EEUU y Gran Bretaña[1]).
Esta política está provocando que el Gobierno griego busque financiación también fuera de la UE: La Rusia de Putin se ha ofrecido a avalar a Grecia si decide pedir ayuda financiera al Banco de Desarrollo puesto en marcha por los BRICS y a participar en la privatización de servicios públicos griegos. Y puede terminar provocando la salida de Grecia de la zona euro, eventualidad esta para la que ya se prepara la oligarquía europea y que provocaría un efecto cascada llevando al bloque a una nueva recesión.
La decisión de someter a referéndum (cumpliendo así un compromiso electoral) la posible salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (recordemos que no forma parte de la zona euro), es otro dato que ilustra sobre las convulsiones que sacuden el bloque común del imperialismo europeo.
Otro dato es el constante “tira y afloja” entre los partidarios de una solución “diplomática” en la guerra de Ucrania (hoy imposible, entre otras razones, por el carácter ultrarreaccionario y ultranacionalista de sus aliados del Maidán) y quienes optan por una mayor contundencia frente a Rusia, reclamando la venta masiva de armas al reaccionario gobierno ucraniano e incluso la implicación militar directa en el conflicto (estar preparados para intervenir en conflictos como el de Ucrania, es una de las razones para la puesta en marcha de la fuerza de intervención rápida de la OTAN).
El drama de la inmigración, que está provocando miles de muertes, es otra causa de constante roce entre los “socios” imperialistas europeos: Ninguno de ellos puso objeciones a la hora de intervenir militarmente en Libia, por ejemplo, cuando estallaron las revueltas populares contra el régimen de Gaddafi; todos coincidieron en el objetivo de azuzar a las fuerzas más reaccionarias y fanáticas de ese país y desarticular el estado, con tal de evitar la victoria popular, a costa de romperlo en dos creando una situación de permanente inestabilidad. Ahora, miles de libios se unen a la diáspora de ciudadanos de Siria, Argelia, Irak, Paquistán y de los países subsaharianos, castigados por revueltas fanáticas y golpes de estado azuzados por las diversas potencias que se disputan sus materias primas y el control de los enclaves geoestratégicos.
Esa marea humana arriesga su vida en embarcaciones miserables para cruzar el Mediterráneo hacia la “próspera” Europa, mientras ésta se pelea por reducir la cuota que cada estado tiene asignada para recibir a quienes logran llegar a la “tierra prometida”.
2. El progreso de la penetración del capital chino y el traslado de la tensión interimperialista a la zona Asia-Pacífico. Un ejemplo anecdótico si se quiere, pero que ilustra la mayor presencia china en Europa,es el viaje de vuelta a China (ejecutado por Yiwu Tianmeng, un operador privado) del tren más largo del mundo, que une Madrid con Yiwu (China). Este tren pasa por ocho países: España, Francia, Alemania, Polonia, Bielorrusia, Rusia, Kazajistán y China, y forma parte de un proyecto más amplio con el que China pretende tejer una red de ferrocarriles que contribuyan al desarrollo del interior del país.
Aparejado a este proceso, la lucha cada vez más encarnizada por aumentar su influencia, establecer alianzas, desarrollar acuerdos de libre comercio, suscribir contratos para el desarrollo de infraestructuras, y también la tensión entre las potencias, se trasladan paulatinamente al área Asia-Pacífico.
La celebración en noviembre pasado (en Pekín) de una cumbre de la APEC en la que participaron 20 países de la zona, y de la que tratamos en el informe al Congreso, fue una nueva ocasión en la que China intentó crear una zona de libre comercio en Asia-Pacífico que incluyera a toda la región (origen de más de la mitad del PIB mundial). Pero EEUU mantiene su apuesta por desarrollar el Acuerdo de Asociación Transpacífico, compuesto por solo 12 de los países de la APEC y que excluye a China.La construcción de islotes artificiales, con la intención de apropiarse de pequeños archipiélagos de valor estratégico en disputa con Japón, Filipinas y Vietnam, es un nuevo elemento de tensión en el área del Pacífico.
La reacción de la potencia yanqui no se ha hecho esperar: cuestionado continuamente su “liderazgo”, hasta ahora indiscutido entre las potencias imperialistas, como señalaba recientemente un medio de comunicación, Obama ha decidido centrar el final de su mandato en aplicar una profunda reforma de su política exterior, lo que augura nuevos roces y choques con las potencias emergentes que comienzan a disputar su dominio.
3. El declive y debilitamiento de las terceras vías en Latinoamérica. En Venezuela, Ecuador, Brasil, etc., debido a diversos factores, entre ellosel no haber avanzado en la perspectiva socialista, ni en la instauración de elementos socialistas, la caída de los precios de la energía, la persistencia de una extrema desigualdad, la debilidad de las estructuras orgánicas que los apoyaban, y en el caso brasileño y ecuatoriano, el conocimiento de importantes casos de corrupción, como el de Petrobras, etc., se está produciendo un agotamiento de las tendencias reformistas y populistas que dominaron la agenda política del subcontinente estos últimos lustros; lo que, unido a la pelea abierta entre Chinay EEUU por acceder o mantener respectivamente el acceso a los mercados de materias primas, atrayendo a su campo a las oligarquías locales y sus respectivos representantes políticos, hacen de esta región una zona altamente inestable desde el punto de vista político los próximos años[2].
4. El intento de la Rusia de Putin de recuperar su papel imperial. La “nueva” Rusia imperial ha reforzado sus lazos como aliado estratégico de China y se enfrenta directamente con la Unión Europea en Ucrania. Putin no solo ha impulsado la creación del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, como alternativa al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, sino que insiste continuamente en que el objetivo de su constitución es debilitar a las actuales instituciones del imperialismo (BM y FMI) para imponer un “nuevo orden” mundial; ha declarado públicamente su intención de cooperar con China y cuantos países se lo soliciten para venderles petróleo y gas en condiciones ventajosas, insistiendo en lograr que las transacciones internacionales dejen de realizarse en dólares y pasen a efectuarse en yuanes chinos, etc. En este contexto, debemos entender las recientes maniobras navales efectuadas conjuntamente entre el ejército ruso y el chino en el mar Mediterráneo, a las puertas de la Europa capitalista, como un paso más en el pulso entre las potencias imperialistas.
La situación internacional se vuelve día a día más inestable; las alianzas cambian constantemente, antiguos enemigos se reconcilian y, tras ese devenir de situaciones nuevas, permanece el mismo sentido en los cambios: el mundo unipolar se transforma rápidamente en un entorno más “fluido”, con nuevos actores que cuestionan el dominio de EEUU, aparecen nuevas potencias en disputa, en medio de una crisis económica general que contribuye a ir definiendo “coaliciones” regionales, impulsa la concentración de capital y la aparición de “burbujas”, elimina las escasas barreras que se oponen a la libre circulación del capital, destruyendo derechos laborales, sociales y políticos de los trabajadores; crece la lucha, pero la debilidad de las fuerzas de clase, de los comunistas, hace aumentar la desorientación, las dudas… Vamos hacia un periodo en la política internacional en el que cada día puede valer por años.
En esta coyuntura, la batalla ideológica, frente a la confusión de corrientes pequeñoburguesas, reformistas e idealistas que predican la desorganización y la conciliación de clases, es una prioridad, máxime cuando alguno de estos nuevos agentes en la pelea interimperialista utiliza deliberadamente la confusión y se autodefine como “socialista”, o, como en el caso de Putin, explota sin ninguna vergüenza el prestigio de la época soviética para presentar sus ansias imperialistas como defensa de la independencia nacional de Rusia. La tendencia general en el terreno internacional apunta hacia el enfrentamiento entre las potencias, el rearme y el militarismo; hacia la sistemática destrucción de las conquistas del proletariado, hacia la degradación de los derechos democráticos; hacia un periodo de crisis en todos los órdenes, que sitúan la prioridad en la recuperación de los objetivos revolucionarios de los comunistas.
Situación Interna
Continúa la crisis
Algunos datos recogidos del informe del Secretario General al Consejo Confederal de CCOO dejan claro que hay poco espacio para el optimismo, a pesar de que la economía española puede crecer en 2015 un 3%. Estos son algunos de esos datos:
La deuda pública supera en marzo de 2015 el billón de euros (casi 650.000 millones desde 2007). El desequilibrio del sector exterior ha vuelto a crecer casi el 50% en 2014, acumulando un déficit de 24.472 millones de euros, que refleja la enorme insuficiencia de nuestro sector industrial para atender a la demanda interna. Hay 5.444.600 personas en paro en el primer trimestre de 2015 y sólo el 54,87 % de ellos recibe algún tipo de prestación o ayuda (lo que nos coloca como el país con más desempleo de toda la Unión Europea)[3].
Los jóvenes de entre 16 y 29 años que tienen un empleo en 2015 son la mitad de los que lo tenían en 2008, según el Instituto Nacional de Estadística. En esa misma franja de edad, la contratación parcial no deseada asciende hasta un 67%, la temporalidad juvenil ha vuelto a repuntar en los últimos meses hasta situarse cerca del 60%, y el salario medio de los menores de 30 años no superaba los 11.860 euros anuales en 2014. Por otra parte, cerca de 600.000 jóvenes han tenido que hacer las maletas en los últimos años, lo que esconde un drama que el Gobierno desprecia de un modo grosero al defender abiertamente la «movilidad exterior» como una de las soluciones al paro.
La conclusión, como señala el informe, es que un país que tiene sin utilizar el 25% del principal factor de producción, que es el trabajo; que tiene la deuda externa más alta de la OCDE en términos relativos y la segunda del mundo en valores absolutos, con un endeudamiento público equivalente al 100% del PIB y con una deuda privada, de empresas y familias, entre las más altas de la OCDE; que está a la cabeza en el aumento de la desigualdad y la pobreza laboral, no tiene un cuadro macroeconómico estable, por mucho que el PIB haya crecido el 1,4% en 2014 y lo esté haciendo ahora próximo al 3%.
Máxime si tenemos en cuenta que la economía española tradicionalmente se ha venido moviendo, con muchas oscilaciones, sobre la media de la zona euro, con las tasas de crecimiento del PIB más elevadas en épocas de recuperación y caídas mucho más pronunciadas en momentos de recesión[4].En este estado de cosas tiene mucho que ver la mentalidad secular de la patronal española, que conserva de la época franquista la dependencia de la ayuda estatal y la querencia por el beneficio fácil a costa de lo que sea.
Cabe esperar por tanto que los próximos meses, lejos del optimismo del Gobierno Rajoy (explicable dado el periodo electoral que vivimos), la crisis continúe y, sobre todo, que continúen sus brutales consecuencias sobre los trabajadores, que ven liquidada las expectativas de toda una generación abocada a trabajar por salarios de miseria, sin derechos y en condiciones mucho peores que sus padres.
Desde el punto de vista político, como venimos señalando en otros informes y documentos, la aparición del movimiento “ciudadanista” ha provocado el cese de la movilización social y ha trasladado la protesta (la indignación) al ámbito electoral. Hay quien se refiere a la situación creada por la aparición de PODEMOS como una segunda transición. Y ciertamente, como entonces, la pelea formal entre opciones que no cuestionan las causas profundas del proceso de degradación democrática que vive España desde hace años, agudizado desde el inicio de la crisis, y sitúan la solución de los problemas que afectan a la mayoría trabajadora en una mayor eficacia y control formal de la acción política, ha dejado de lado el protagonismo de las masas.
Hace un año, en apenas dos semanas (el tiempo que va del 2 al 19 de junio), el Borbón heredero de Franco abdicó el trono en su hijo. A pesar del rechazo espontáneo, expresado en multitudinarias manifestaciones por todo el estado, nadie, ni el Parlamento, ni las principales opciones electorales “emergentes”, dijo nada (hubo, eso sí, algunas fuerzas, como UPyD, que apoyaron públicamente la maniobra, y pocas, muy pocas excepciones, IU en particular, a la regla de sumisión total), no se debatió con la mínima profundidad sobre tema tan importante. Una decisión de esa trascendencia se limitó a un acuerdo entre las dos fuerzas que se han venido turnando en la gestión de los intereses de la oligarquía y el control de las instituciones del régimen, PSOE y PP, acuerdo que se impuso por la vía de los hechos (igual que el art. 135 de la Constitución, unos años antes).
Hace unos días, el Gobierno acordaba autorizar al ejército de EEUU el establecimiento de la base permanente de su fuerza de intervención rápida para África en Rota, contraviniendo uno de los compromisos que en su día adquiriera el régimen para impedir la victoria del no a la OTAN en el referéndum de 1986. Nadie ha dicho nada tampoco en esta ocasión; un atentado tan brutal contra las más elementales normas democráticas ha pasado desapercibido para quienes hablan de cambio.
Normas como la reciente reforma de la Ley de bases del Régimen Local, la ley mordaza, la reforma del código penal y un largo etcétera, recientemente promulgadas o en trámite parlamentario, se han caído también del debate político. La moda es hablar de consenso, nuevo estilo, transparencia y eficacia en la gestión…
El cambio prometido por las fuerzas (emergentes o no) en las campañas electorales se ha limitado de momento a una profusión de radicalismo verbal, vagas e indefinidas promesas de regeneración democrática, acompañadas de compromisos con el consenso y sostén del régimen.
La cuestión es que hemos pasado, en unos meses, de un estado de movilización general y generalizada, aunque dispersa y sin objetivos políticos, a una compleja situación en la que está en juego un proceso de recomposición del revisionismo, manteniendo el consenso interclasista, el intento de diluir las organizaciones en un magma desarticulado y difuso de pulsiones individuales, controlado por un minúsculo grupo de líderes y caudillos. Un intento de lavar la cara del régimen (lo que presentan como “renovación”) después de los continuos escándalos de corrupción. Las principales fuerzas “emergentes” (PODEMOS y Ciudadanos) hacen alarde expreso de su apuesta por el consenso con las fuerzas que se han turnado en el Gobierno los últimos años, limitándose a exigir un lavado de cara.
PODEMOS ha surgido en un momento histórico definido por el agotamiento del régimen, la exacerbación de la lucha de clases y la debilidad de las organizaciones de la clase trabajadora. Realmente el fenómeno “ciudadanista”, ya lo hemos dicho otras veces, no es nuevo, aunque no cabe duda de que la virulencia con la que se ha producido la erupción populista en esta ocasión es mucho mayor que en otras circunstancias recientes.
Llevamos años oyendo hablar de “convergencia”, asistiendo a una ruleta de encuentros, mesas y foros que buscaban el acuerdo entre las familias revisionistas sin que hasta el momento ese acuerdo haya llegado a concretarse en una propuesta al margen del régimen.
No es un fenómeno nuevo, ni son nuevas las premisas que lo enmarcan. Reproducimos a continuación un extracto del informe al Comité Central de junio de 2012, sobre el papel de los oportunistas: «A las clases dominantes les conviene que se mantenga la dispersión de objetivos de lucha, para evitar la articulación orgánica de los intereses políticos de la mayoría social. En esto coinciden con las diversas corrientes oportunistas: anarquistas, trotskistas, etc., que niegan la existencia de una identidad central única para toda la clase, y por lo tanto defienden que la organización única, central y centralizada, expresión de esa identidad de clase, se fragmente en una suma de identidades parciales: ecologismo, feminismo, etc., que se constituyen en centro del interés individual y de la actividad de cada militante organizado.
Una característica común a este tipo de organizaciones es que se presentan como superadoras del modelo «clásico» de partido (eufemismo con el que suelen identificar con preferencia al modelo leninista, centralizado, de partido único de clase).
En este modelo pequeñoburgués, el militante participa del debate sectorial en su ámbito y centro de interés particular, sin una perspectiva general, sin “cosmovisiones”, como señalaba Inés Sabanés, sin objetivos generales que unifiquen los esfuerzos en un sentido revolucionario.
¿Es este modelo de organización difuso, y sin dirección centralizada, más democrático? ¿Quién dirige y determina la orientación general de todas estas redes? Las asambleas y encuentros periódicos, por lo general y debido a la propia concepción orgánica del modelo “reticular”, suelen ser una acumulación caótica de temas y tareas parciales, que las hacen improductivas.
No, realmente, la historia demuestra que este modelo anarquizante, propio de los primeros estadios de organización del movimiento obrero, contribuye no a mejorar la participación democrática, sino a concentrar la dirección en un pequeño grupo o, a veces, en un único líder, que resume y personifica el interés general y suple la falta de un método que permita sistematizar la toma de decisiones, unificar objetivos y canalizar la acción colectiva». Aplíquese esta descripción a la erupción “ciudadana” y veremos que cuadra perfectamente con lo que hoy vivimos[5].
Por otra parte, desde que se consumó la traición del carrillismo, su renuncia a la ruptura y la aceptación de la maniobra monárquica, en el seno de la izquierda revisionista e institucional han coexistido dos tendencias en constante pelea, dos “almas”: un “alma” proveniente de la aristocracia obrera, más orgánica, y en cierta forma más disciplinada; y otra “alma” proveniente de la pequeña burguesía, técnica e intelectualmente preparada, cuya actividad se limitaba hasta ahora a orientar, asesorar e influir en la dirección de la política de la izquierda en las instituciones, principalmente de Izquierda Unida. Huelga decir que las dos asumían la renuncia a la ruptura con el franquismo, han defendido el régimen continuista y hecho del consenso su norma básica de funcionamiento, y han mantenido los objetivos generales del movimiento popular en el limbo de las “señas de identidad” que adornan los congresos.
Paulatinamente, conforme se consolidaba la maniobra monárquica, la derecha recuperaba la confianza en su capacidad de controlar la política de Estado sin “sobresaltos” y sin hacer concesiones; conforme el papel de las organizaciones de masas, especialmente de los sindicatos, menguaba como consecuencia de diversos factores (el entreguismo de sus dirigentes, empeñados en pactar a costa de todo; la pérdida de tejido industrial y consecuentemente la dispersión productiva, que provocó una explosión de microempresas descapitalizadas mayoritariamente en el sector de los servicios no ligados a la producción, y la consiguiente fragmentación de los intereses inmediatos de los trabajadores, etc.), afloraban y se profundizaban nuevas contradicciones entre ambas tendencias y el sector pequeñoburgués comenzaba a coordinar su trabajo (centrado en ámbitos no relacionados con el movimiento obrero: ecología, solidaridad, feminismo, etc.), apoyándose en la tendencia ideológica de moda de cada momento para dar una cobertura “ideológica” a sus propuestas y consolidar poco a poco su papel en la organización.
Si hacemos un rápido repaso de los últimos 20 años veremos cuáles han sido algunas de estas modas cambiantes: del movimiento ecopacifista representado por los verdes alemanes se pasó a venerar el movimiento zapatista como quintaesencia de las tendencias “socialistas no estatistas y sectarias”; luego vinieron los experimentos “reformadores” del PT de Brasil, que generalizó la cuestión de los “presupuestos participativos” puestos en marcha por la alcaldía de Porto Alegre, la primera gran ciudad que controló este grupo revisionista brasileño; más tarde, el “altermundismo”, con Toni Negri y su teoría del superimperialismo (mala copia del Kautskysmo), los “tutti bianchi” y las primeras expresiones del sí se puede, frase que se convirtió en consigna del idealismo pequeñoburgués, etc., que terminaron diluyéndose tan rápidamente como llegaron; de ahí se pasó al bolivarismo y la teoría del socialismo del siglo XXI, etc., etc.
De un sitio a otro, a la sombra de teóricos del revisionismo o “postmarxismo”, como Marta Harnecker[6], Heinz Dieterich[7], o Ernesto Laclau[8],los teóricos de la izquierda pequeñoburguesa que ahora ocupa «la centralidad» de la palestra política han ido construyendo y reforzando su coordinación en la interminable pelea entre familias y capillas que ha sido norma en la vida interna de Izquierda Unida y, en general, en el campo de la izquierda revisionista (tanto la reformista, como la radical-oportunista).
Tras esta pelea entre “familias” están nombres como Enrique de Santiago, Julio Anguita, Willy Meyer, etc., que mientras hablaban sin parar de la necesidad de “confluencia de la izquierda”, animaban a la dispersión de las luchas, amparadas en “mareas de la dignidad” (cada una de ellas empeñada en mantener su digna “soberanía”, y la mayoría coincidiendo en renunciar a objetivos políticos generales), y se preparaban para un enfrentamiento inevitable cuyo objetivo último es la recomposición del campo revisionista, manteniendo intacto el respeto a las normas consensuadas en el pacto “constitucional” de 1978.
Cuando celebramos nuestro III Congreso, en diciembre pasado, aún no se había puesto a prueba el tirón electoral de PODEMOS y del “ciudadanismo” en general. Hoy ya se han contrastado algunas tendencias, aunque en una situación como la que vivimos puede haber cambios importantes antes de las próximas elecciones generales de noviembre, que habrá que tener en cuenta.
Hoy, como ya hemos hecho público en sendas declaraciones, podemos decir que en términos generales PODEMOS no ha acabado con el bipartidismo, ni se ha constituido en alternativa de gobierno. Lejos de ello, PP y PSOE han acaparado más del 50% de los votos en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, de modo que, aunque han recibido un serio correctivo, su brutal política antipopular, cuyas consecuencias para nuestra clase son dramáticas, no ha recibido el castigo que era de esperar.
Dicho esto, es innegable que el panorama electoral ha sufrido cambios importantes. Estos son algunos de ellos: las plataformas ciudadanas han hecho presencia de formas contundente, en su mayoría articuladas como una alianza coyuntural entre diversos sectores, incluidas no pocas “viejas glorias” de la izquierda reformista e institucional (es el caso de Inés Sabanés, en Madrid, o Joan Ribó en Valencia), que pueden encontrarse con dificultades para articular una acción política común en la gestión municipal.
Podemos decir que, con la ayuda de una parte de los medios de comunicación en manos de la oligarquía, y mediante una inteligente campaña de marketing político, se ha creado una marca que ha acaparado la oferta de izquierda en la mayoría de localidades de una cierta importancia. No obstante, Ciudadanos, aunque finalmente no obtuvo los resultados que auguraban la mayoría de encuestas, ha aprovechado la puerta abierta por PODEMOS para, con el mismo lenguaje ambiguo, erigirse en “muleta” del PP, todo ello en apenas cinco meses. El fenómeno Podemos se ha limitado objetivamente a una recomposición del campo de la izquierda revisionista y, aunque se presenta como responsable de la pérdida de voto del PP, realmente ha evitado, al debilitar las movilizaciones y contribuir a dispersar las fuerzas de la izquierda, que Rajoy y su gobierno de miserables sufrieran la derrota histórica que merecían, ha provocado un ruido político que ha alejado a la clase trabajadora y a los sectores populares de sus objetivos políticos generales y ha puesto más difícil si cabe la unidad de la izquierda de cara a las próximas elecciones generales.
En el terreno sindical, sin embargo, no han cuajado los intentos de constituir un referente propio del movimiento “ciudadano”. Los caudillos de éste no parecen discutir el papel de los bonzos oportunistas que controlan los grandes sindicatos de masas. Necesitan que las organizaciones de clase se mantengan férreamente controladas para evitar que se active políticamente la única fuerza que puede discutir el dominio de su visión pequeñoburguesa y oportunista en el campo popular: la clase obrera.
Sobre el movimiento obrero
En paralelo al avance de la crisis, ha ido creciendo el descrédito de los dirigentes de los sindicatos de masas. Razones para él no han faltado: tras la Huelga General de septiembre de 2010 contra la reforma laboral de Zapatero, firmaron un vergonzoso acuerdo que aumentaba la edad de jubilación y empeoraba las condiciones para acceder a la prestación; a pesar de haber organizado dos huelgas generales, más que merecidas, contra la política del Gobierno Rajoy, no han faltado los gestos de sumisión a la espera de ser aceptados en un diálogo con el Gobierno que no se ha dado: firma de un informe de pretendidos expertos, uno de ellos propuesto por CCOO, que defendía nuevos recortes en la jubilación; varios acuerdos inanes en contenido pero que aportaban credibilidad a un gobierno que comenzaba a ser contestado masivamente en la calle, etc.
En julio del año pasado, con Rajoy contra las cuerdas y su gobierno desgastado, en una nueva reunión en la Moncloa, Toxo y Méndez se comprometían a abrir varias mesas de negociación sobre diversos temas. Ninguna de ellas ha terminado sustanciándose en nada concreto, ni hubo tampoco ningún compromiso del Gobierno para, al menos, suavizar su programa de recortes. Nada sobre la mesa, nada que no fuera el miedo y la cobardía de los dirigentes oportunistas de CCOO y UGT, acrecentados por su descrédito entre los trabajadores y la profundización de la campaña contra la organización sindical, sostenida por todos los medios de manipulación de masas del régimen y apoyada por determinados sectores del “ciudadanismo” pequeñoburgués.
Conforme se acercaba el inicio del largo ciclo electoral, aumentó el entreguismo de los Toxo, Méndez y cía., que en diciembre firmaban un acuerdo con nombre rimbombante: Programa Extraordinario de Activación para el Empleo, pero cuyo contenido era tan ridículo que ni los mismos firmantes han aireado sus anunciados logros.
Asustados por la pérdida de credibilidad y la desafiliación, y para proteger el núcleo de dirección que los sostiene, en unos momentos en los que dominan la confusión y el ruido, se ataca con saña la organización independiente de los trabajadores y el mismo concepto de organización centralizada es combatido por la nueva izquierda virtual, siguen empeñados en reforzar la centralización de la organización sindical, dejando en el desamparo a millones de trabajadores de pequeñas y medianas empresas descapitalizadas, que están sometidos a una legislación cada vez más reaccionaria y que pagan en sus condiciones de trabajo y derechos laborales los problemas financieros, cuando no los caprichos, de sus patronos. Estos trabajadores están fuera del paraguas de la organización sindical, por cuanto en sus centros de trabajo ni siquiera tienen la posibilidad de elegir representantes que defiendan sus intereses.
Ha habido luchas sindicales, sí, algunas conocidas y ejemplares: limpieza viaria de Madrid, Coca-Cola, por ejemplo, pero han sido las excepciones en un panorama general de ausencia de negociación, recortes laborales, retroceso en la acción sindical, etc. A primeros de mayo, en plena campaña para las elecciones municipales y autonómicas, los dirigentes de CCOO y UGT suscribieron con la CEOE un preacuerdo de negociación colectiva de ámbito estatal, ANC, absolutamente inaceptable, que está siendo contestado por muchos afiliados y cuadros sindicales.
La dispersión política que vive la izquierda se ha trasladado al movimiento sindical: en CCOO han surgido varias iniciativas, generalmente promovidas por sectores ligados a organizaciones trotskistas, dirigidas formalmente a renovar la lucha contra el aparato sindical ante la atonía del sector crítico; pero ninguna de estas iniciativas ha logrado otra cosa que no fuera aumentar la confusión y debilitar la oposición interna.
Entre tanto, el sector crítico sufre directamente las consecuencias de la situación de caos y desorientación que viven el PCE e IU: con la excepción de algún núcleo territorial (fundamentalmente Madrid) donde sí existe una acción coordinada y permanente de oposición, en general, la mayoría de los cuadros del sector crítico han estado centrados en su propio sector sin participar de la coordinación con otros sectores, cuando no han pasado a la batalla electoral desatendiendo la lucha interna en el sindicato (de hecho, muchas de las listas “emergentes” se han constituido con miembros de él).
Entre tanto, el proceso de centralización de los sindicatos se acelera: en UGT se ha modificado la estructura orgánica, agrupando la estructura sectorial en unas pocas grandes federaciones y anulando virtualmente la estructura territorial (en numerosos documentos hemos establecido la importancia de reforzar la perspectiva confederal y de clase sobre la corporativa y sectorial, y hemos insistido en que es en las organizaciones territoriales donde se debería dar esa cobertura a los sectores más precarios, trabajadores de microempresas, etc., que son los más alejados de la sindicación y cuyo peso en el seno de la clase obrera crece).
En CCOO parece inminente la fusión de alguna de las federaciones que aún mantenían su “independencia”; es el caso de Agroalimentaria, lo mismo que sigue el proceso de fusiones en grandes federaciones, que, paradójicamente va acompañado de un refuerzo de la política corporativa en los sectores concretos. Podríamos decir que, en tanto el núcleo de dirección (generalmente controlado por el sector o empresa más fuerte) de cada federación se aísla, deja hacer a los sectores, a condición de que “respeten” su dirección y voten los pactos que subscriben con gobiernos y patronal. La consecuencia es que, por esa vía, se diluyen los objetivos generales y se impone un “sálvese el que pueda” en el que aquellos sectores capaces de coordinar su acción, y con fuerza para hacer valer el poder sindical, consiguen resultados, pero la marcha general es hacia el debilitamiento del sindicato como organización de clase.
En esta coyuntura, habrá que esperar a ver en qué queda la pelea política en el campo de la izquierda. En otoño del próximo año empieza en CCOO el proceso congresual y ya se están produciendo movimientos. El sector crítico va a llevar un debate sobre el futuro del sindicalismo en el que se tocan aspectos fundamentales como el papel de las federaciones y los territorios, la concertación social, etc.
Los comunistas deberemos implicarnos en él y ayudar a los sectores hoy por hoy alejados de la organización sindical (jóvenes, precarios, de pymes, etc.) a organizarse y articular sus reivindicaciones concretas dentro de una perspectiva de clase general. Para ello, debemos intervenir allí donde están: polígonos industriales, centros comerciales polivalentes, etc.; debemos utilizar la estructura sindical y también las organizaciones en las que intervenimos en cada territorio para acceder a ellos. Todo, sin perder de vista que la organización sindical, aun debilitada y en manos de indeseables, agrupa a millones de trabajadores, prepara a muchos cuadros en la acción política, forma a quienes deberían constituir la vanguardia de la lucha de las clases trabajadoras.
Sobre algunos elementos de nuestra táctica política en la coyuntura actual. La Federación Republicanos (RPS)
Somos comunistas y sabemos que únicamente la superación revolucionaria del capitalismo para establecer una dictadura del proletariado sobre la burguesía puede crear las condiciones necesarias para la emancipación de la clase obrera. Sabemos que la más democrática de las repúblicas burguesas no deja de ser una forma de Estado explotadora.
Siempre hemos trabajado, y reforzaremos ahora nuestros esfuerzos, por alcanzar la unidad de los comunistas en un único partido de la clase obrera. Una unidad que debe darse sobre los principios revolucionarios comunes a los comunistas y requerirá abrir foros de discusión y de coordinación del trabajo conjunto con otras organizaciones y sectores comunistas.
Consideramos, de hecho, que la crisis capitalista está desnudando a los ojos del proletariado la esencia del problema, la contradicción principal y antagónica en el modo de producción capitalista entre el estancamiento de las fuerzas productivas y el carácter de las relaciones de producción, de modo que el hecho de que la contradicción, larvada hasta ahora, entre el oportunismo burgués y la aristocracia obrera que dominaban la dirección política del campo popular se haya desarrollado hasta el extremo de llevar a la burguesía directamente a las instituciones, va a servir, también, de rica experiencia al proletariado, al demostrar palpablemente que ninguna de estas corrientes oportunistas, hasta ahora dominantes en el campo de los comunistas, tiene la más mínima intención de avanzar hacia la destrucción del capitalismo. La confusión que vivimos puede servir, en definitiva, para acelerar la batalla ideológica que nos permita avanzar hacia aquel objetivo de unidad entre los comunistas.
Pero nuestro empeño ha sido siempre el de levantar un gran bloque popular en torno al objetivo de ruptura con el régimen continuista y su superación en una República Popular y Federativa. ¿Por qué este empeño en la unidad republicana?
Lo hemos dicho en alguna ocasión en debate abierto contra ciertas corrientes doctrinales que desprecian la pelea republicana como un adorno “burgués”: el grado de madurez del proletariado es muy bajo, producto del dominio en el campo popular de todo tipo de corrientes oportunistas y burguesas (y, por qué no decirlo, de nuestros propios errores a la hora de reforzar nuestra ligazón con el proletariado). Y la lucha por la unidad de los comunistas no puede ir al margen de la lucha política por avanzar, junto a otros sectores trabajadores, hacia un marco democrático que cree las condiciones para la aplicación de políticas sociales, laborales y democráticas de progreso, que permitan acumular fuerzas para enfrentar aquella tarea revolucionaria.
La historia es rica en ejemplos que demuestran que la dispersión de objetivos debilita extraordinariamente la fuerza del proletariado y dificulta su toma de conciencia política. Esta constatación es particularmente clara en España, donde las condiciones objetivas de producción, determinadas por su desarrollo histórico, han propiciado una gran fragmentación de los intereses inmediatos de los trabajadores. Por eso insistimos tanto en la necesidad de unificar los objetivos del movimiento popular en un frente dirigido contra el enemigo común: la oligarquía empresarial y financiera y el régimen político corrupto que da cobertura a su dominio. La Plataforma de Ciudadanos por la República, en cuya constitución y desarrollo jugamos un papel determinante, ha sido un instrumento decisivo para explicar el auge de la lucha republicana y cómo ha enraizado en el movimiento popular los 15 últimos años.
Es evidente que, en momentos de confusión como los que vivimos, momentos en los que se reactivan y airean profusamente las tendencias reformistas y oportunistas que todo lo cifran en la acción sin dirección política o en objetivos puramente electorales, es fácil caer en el activismo y no ver al Partido como el instrumento de dirección ideológica y política del trabajo en los frentes de masas, sino rebajarlo al papel de un frente más en competencia con los otros en los que nuestros militantes actúan, entrando en competencia con su propio entorno y transformándose en un grupo de activistas, una organización de masas más, a costa de rebajar su política.
Cuántas veces hemos oído repetir por la vía de los hechos que lo importante es el movimiento y los objetivos no son nada, como dijera el revisionista Berstein, o, por el contrario, que no hay objetivos tácticos y unitarios, que la lucha debe orientarse directamente hacia la revolución socialista, por más que el concepto de socialismo de quienes esto dice no pase de ser la salmodia propia de los bolivarianos o la mística evangélica y antileninista del Galeano de turno.
Respecto de la JER
Aunque parece evidenciarse una cierta reacción frente al “ciudadanismo”, lo cierto es que la izquierda organizada en su conjunto sigue sin proponer realmente una unidad basada en la ruptura con el régimen, y cuando habla de unidad lo que quiere es protegerse de la posibilidad de un retroceso electoral aún mayor. Por otra parte, nuestra fuerza (no nuestra influencia política, que es alta entre la gente de izquierda) es muy limitada.
Es cierto que la dirección del PCE busca ahora nuestro compromiso y está dispuesta a defender al menos formalmente la necesidad de República, pero se sigue movimiento en un terreno retórico. Para ellos, se trata de unir a las fuerzas que tienen una cierta representación institucional (EQUO, Izquierda Abierta, Compromís, etc.) en torno a la propuesta fetiche de un proceso constituyente. Algo que, a tenor de la nueva correlación de fuerzas tras las pasadas elecciones de mayo, les va a ser mucho más difícil.
Esta idea del Proceso Constituyente ya figuraba en el denominado Documento Base Para la Conferencia Republicana del PCE, elaborado en 2010, y se basa en una concepción idealista de la cuestión. Entre las razones para la propuesta de proceso constituyente, cita dos con carácter prioritario: el «agotamiento de la Transición» y «la crisis de civilización y su manifestación en la formación social española». No establece la lucha por la República como un objetivo dirigido a destruir las bases de un régimen cuya razón de ser ha sido el mantenimiento del bloque de poder que sostuvo al franquismo, y como única forma de configurar un marco que permita desarrollar un programa popular, progresista y de izquierdas: según el documento, estamos ante una crisis de civilización (sic).
La lucha por la República, que Marx definía como la expresión de la lucha entre las clases sociales, pasa a ser un concepto cultural, “civilizatorio”. El proceso constituyente se convierte en un objetivo en sí, cuando resulta evidente que, para “constituir”, es preciso en primer lugar tener poder para hacerlo. En cierta medida, se desconecta la lucha por la ruptura y por la República de la lucha de clases, de las luchas de las clases trabajadoras. Y las organizaciones se convierten en un sujeto pasivo del proceso, que será «elaborado en sus líneas maestras a través del debate ciudadano».
Dicho esto, tenemos que añadir que, obviamente, la JER es un instrumento hoy necesario para reforzar el contacto y la acción coordinada con aquellos sectores de la izquierda que empiezan a reaccionar ante la avalancha del “ciudadanismo”, comparten con nosotros la idea de reforzar la organización de izquierda permanente y empiezan a ver necesaria la lucha por la ruptura.
La JER jugó un papel muy positivo en la respuesta inicial contra la maniobra de abdicación, en junio del año pasado, aunque después no hizo prácticamente nada para mantener la respuesta en el tiempo, si bien es verdad que el verano y el tiempo político (era el momento de mayor confusión, cuando más fuerte era el ataque al concepto de organización, y mayor también la indefinición del “ciudadanismo” y la confusión en las filas de las organizaciones de izquierda institucional) estaba provocando un auténtico terremoto interno en el PCE e IU, que todavía continúa y que hacía difícil una mayor implicación suya.
Por nuestra parte, insistimos en que el momento es el de unidad, sí, pero en torno a objetivos de ruptura con la monarquía continuista. No sabemos hasta dónde están dispuestos a llegar los dirigentes de otras fuerzas en este trabajo, no sabemos hasta qué punto no es la necesidad de tener un mensaje “diferenciado” de la moda “ciudadana” lo que les mueve, y no la comprensión cabal del problema. Pero nuestra obligación no es la de predicar en el aire, sino intervenir en la batalla política. No somos tribunos libres de la plebe, como a sí mismos se ven algunos, sino una organización de clase que debe dar respuesta a cada coyuntura política para avanzar en el camino hacia la revolución; no debemos escudarnos en la pureza de principios, sino trabajar por levantar un bloque popular con ese objetivo realmente transformador. Y eso exige asumir riesgos y aprender a ceder en cuestiones no esenciales. No somos nosotros en ningún caso los que renunciamos a principios políticos que consideramos elementales en estos momentos, sino otros los que se acercan a lo que siempre hemos defendido nosotros. Y eso es positivo. Por esa razón hemos trabajado en la JER y seguiremos haciéndolo, asumiendo nuestros compromisos y peleando contra todo intento de desviar la lucha al terreno del debate diletante. Es mucho lo que se juega nuestra clase.
Nuestras tareas en los próximos meses
Cuando escribimos este informe, la confusión en el PCE-IU es, si cabe, mayor aún. En la última reunión, su dirección federal ha expulsado a la dirección de IU Madrid, y propone concurrir a las próximas elecciones generales en candidaturas «de unidad popular» con PODEMOS, que, por su parte, está negociando abiertamente con el PSOE y el bloque de poder real (empresarios, banca, etc.), e insiste en que cualquier acuerdo de candidaturas de unidad debe hacerse bajo sus siglas. Una parte de la dirección federal de IU, con A. Garzón a la cabeza, parece dispuesta a una rendición incondicional ante el “ciudadanismo”, pero otra parece dispuesta a pelear por mantener su identidad.
Por otra parte, el 13 de junio se constituyen los Ayuntamientos y a partir de ahí comenzará a verse hasta dónde llega el recambio en la izquierda institucional y hasta dónde es factible una acción coordinada de las plataformas “ciudadanistas” constituidas al calor de la moda, con la suma en aluvión de todo tipo de sectores: desde núcleos de gente honrada y cercana a nuestras posiciones, que consideran equivocadamente que ese es el mejor camino (la unidad de la izquierda, aunque sea formal), para avanzar después en el desarrollo de objetivos políticos comunes, hasta todo tipo de corrientes oportunistas: trostkistas, anarquistas, etc., pasando por elementos de la “vieja guardia” revisionista (la ya señalada Inés Sabanés, el probable alcalde de Valencia Joan Ribó, y un largo etcétera).
Los “ciudadanistas” deberán poner en marcha sus programas, que, en lo esencial, no tocan aspectos que tengan que ver con cuestiones políticas (la futura alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, señalaba en una reciente entrevista: «…afortunadamente, Ahora Madrid no está formada por partidos; es una plataforma ciudadana que ha establecido un programa amplio, pero no cerrado»; y añadía a la pregunta de qué haría si la justicia le dice que no siga con su posición en relación con la política de vivienda: «pues yo obedecería a la justicia. La justicia siempre tendrá la última palabra, claro que sí»).
Es decir, los próximos meses, quizá incluso antes de que se celebren las próximas generales, la llamada “unidad popular” que sigue el modelo “ciudadano” (plataformas formalmente no partidarias, pero llenas de arribistas y oportunistas de los más variopintos partidos, sin ninguna trabazón política; con programas que en la mayor parte de los casos son una sucesión de propuestas que se centran en cuestiones sociales, pero separadas de las políticas) tendrá que echar a andar y aflorarán muchas de sus contradicciones.
No es de descartar tampoco que la oligarquía, que conoce todas las tropelías de algunos de estos nuevos “gurúes anticasta” reciclados, vaya dosificando informaciones sobre sus andanzas cuando eran parte de la izquierda institucional (ya han salido algunos casos que ilustran sobre lo que puede llegar a ser la próxima campaña electoral).
PODEMOS en ninguna de las elecciones pasadas (Andalucía, Madrid, etc.) ha llegado a ser la fuerza dominante. Ya surgen voces de queja sobre la deriva hacia el sostén del statu quo en sus propias filas, y algunas de sus organizaciones toman posición en contra de la dirección oficial (no faltan incluso quienes comparten muchas de nuestras posiciones).
Debemos tener en cuenta que la situación política del último año y medio ha estado condicionada profundamente por el fenómeno “ciudadanista”, que cientos de miles de votantes han optado por estas candidaturas como una forma de hacer efectivo su rechazo al régimen, sin valorar programas, ni personas, simplemente buscando en muchas ocasiones el nombre que sonara a la propuesta ciudadana. Pero la abstención sigue siendo muy elevada y, la expectativa creada por estas corrientes también. Si esas expectativas son defraudadas (lo que, mucho nos tememos, es lo más probable), se puede provocar una reacción muy peligrosa de no existir referentes. El debate en el campo de la izquierda sigue y empieza a entrar más claramente en el campo ideológico y político, tras la erupción “ciudadana”.
Por lo tanto, la pregunta es: ¿qué debemos hacer los próximos meses en un momento político todavía centrado en la batalla electoral y en el que domina una concepción apolítica, activista e idealista de la lucha entre buena parte de los militantes y cuadros de las organizaciones de izquierda?
Lo primero, no perder los nervios. Como decimos, todavía es mucho el ruido, pero las condiciones objetivas no apuntan hacia una mejora y más pronto que tarde deberán contrastarse con la realidad las propuestas de la pequeña burguesía por encima de la lucha de clases. Pero hasta entonces, las decisiones de todas las organizaciones de izquierda van a estar condicionadas por las próximas citas electorales.
Cabe preguntarse si es posible que el movimiento “ciudadanista” gane las próximas elecciones generales. A la vista de los datos de hoy, parece difícil: la propia dispersión del voto de izquierda, el carácter coyuntural y local de las alianzas, por ejemplo, son factores que apuntan a un pronto debilitamiento del fenómeno “ciudadanista”, pero hay que tener en cuenta otros factores, como la caída del PP, que ha abierto en este partido una crisis interna cuya evolución va a depender de factores hoy poco claros; el crecimiento de Ciudadanos a costa del campo que actualmente monopoliza PODEMOS y que puede haberse detenido, etc.
Y, si las ganara, debemos preguntarnos si cambiaría realmente algo, de mantener su programa centrado en exclusiva en una supuesta regeneración democrática y mayor participación, sin destruir en el camino las bases del régimen que sostiene la dominación de la oligarquía y que ellos no cuestionan. Nosotros decimos que no, que conforme tengan que desarrollar en las instituciones sus compromisos electorales, una de dos, o asumen las tesis de quienes defendemos la ruptura y la República como condición sine qua non para el avance democrático, o pasarán a formar parte y sostén del propio Régimen.
Está por ver, por lo tanto, hasta dónde puede llegar el “ciudadanismo”, pero, en cualquier caso, es evidente que hoy por hoy monopoliza el debate en el campo popular (de hecho, estamos constatando en todas partes que la penetración de las corrientes “ciudadanistas” en las organizaciones de la izquierda institucional es mucho mayor de lo que inicialmente parecía). Todo ello es fruto de un hecho que hemos señalado más arriba: desde hacía muchos años, el trabajo con y las reivindicaciones de la clase obrera eran un aspecto secundario en la política de la izquierda española. Las prioridades de la pequeña burguesía y su forma de organización difusa en movimientos sociales o plataformas coyunturales habían pasado a ser las que dominaban el campo de la izquierda, hace mucho tiempo.
Hay, sí, datos que apuntan a una cierta reacción frente a la indefinición pequeñoburguesa: incluso algunos sectores y líderes de las fuerzas de la izquierda institucional se prodigan las últimas semanas en declaraciones en defensa de un frente de izquierdas para las próximas elecciones generales y critican abiertamente la soberbia de los dirigentes “podemitas”, que insisten en que cualquier alternativa “unitaria” debe necesariamente construirse en torno a su “marca”.
En estas circunstancias, no es descartable nada; se habla abiertamente de confluir con PODEMOS en las próximas elecciones generales. Habría que ver si esta fuerza política acepta otra cosa que no sea la rendición sin condiciones de IU y, en caso de que estuviera dispuesta a aceptar la propuesta de coalición, cuáles serían las consecuencias en el sector que no acepta la posibilidad de diluirse en un bloque “ciudadanista”.
La prioridad de nuestra organización en la coyuntura actual debe ser la de reforzarnos, reforzar nuestro entorno, mejorar nuestro trabajo concreto, afianzar nuestra ligazón con los sectores de otras fuerzas de izquierdas (incluido PODEMOS) que comienzan a entender que tras el “ciudadanismo” no hay nada, ningún cambio, y afianzarnos en aquellos sitios donde ya existen condiciones para ello, sin dispersar fuerzas.
La celebración de nuestro III Congreso nos ha permitido profundizar en un debate ideológico que estaba adormecido, acuciado por las “urgencias prácticas”. Nuevos cuadros han promocionado a la dirección del Partido; y estamos empeñados en reforzar la estructura y la vida orgánica del Partidopara mejorar el control político del trabajo y la preparación de los camaradas.
Formar cuadros del Partido es esencial, máxime si entramos en una fase en la que se abrirán debates unitarios con otros comunistas. La situación política es muy cambiante y desigual según los territorios, y necesitamos que los organismos colectivos del Partido sean capaces de orientarse de forma autónoma para aplicar (traducir) los análisis de la dirección en su lugar de intervención. No queremos camaradas formalmente obedientes, sino capaces de pensar por sí mismos en situaciones distintas y de transmitir sus experiencias y análisis para que sean valorados por los órganos de dirección.
Lo que permitió que los liquidacionistas trabajaran contra el Partido no fue la falta de control formal (por supuesto, engañaron, cuando tuvieron que hacerlo, sobre sus verdaderas intenciones) de la dirección del Partido, sino el haber descuidado (cuando no ignorado) las tendencias localistas y sectarias que mostraban de tiempo antes y que entraron en contradicción directa con el Partido cuando la situación política se aceleró.
Debemos también profundizar la batalla ideológica y la formación política, en primer lugar en el seno mismo del Partido, pues en no pocas ocasiones militantes nuestros se limitan a “pontificar” sobre los errores de quienes votan a los “ciudadanistas” sin dar alternativas, sin organizar a las masas, sin ligarnos a ellas. Y no faltan tampoco quienes creen haber cumplido el expediente participando en las plataformas, firmando convocatorias para que aparezcan las siglas del Partido, y desprecian el trabajo propio de refuerzo de nuestras organizaciones.
Vamos a ver cómo, una vez pase este “loco” año electoral, seguirán agudizándose los problemas de las masas. Por eso, el estar con ellas va a ser determinante. Y para lograr esto debemos priorizar, PRIORIZAR, con mayúsculas. Priorizar sobre las peleas concretas en las que nos implicamos y priorizar los lugares donde nuestros militantes y cuadros intervienen.
En estos meses, como conclusión, hemos vivido una durísima batalla contra la organización y la política de clases. Las contradicciones que venían minando el campo popular han estallado bruscamente y han provocado una gran desorientación en la izquierda, precisamente porque desde hace décadas había abandonado la ideología de clase. A corto plazo es difícil que podamos recuperar la sensatez, pero el hecho de que las contradicciones se hayan expresado tan claramente nos debe permitir desarrollar más efectivamente una lucha ideológica sin cuartel y ordenar nuestras propias filas, ya que también fuimos tocados por estas desviaciones. Así pues, estas son nuestras prioridades para los próximos meses
NOTAS
[1]Antes de la crisis, el gasto militar de Grecia llegaba al 4% del PIB (era, de lejos, el más alto de Europa); en 2014 era del 2,3% (en España es del 0,8%). Con 11 millones de habitantes, Grecia tiene un ejército de 150.000 soldados y la sorprendente cantidad de 1.620 tanques. Entre los años 2005 y 2009, Grecia fue el número 5 en la lista de los mayores importadores de armas del mundo. Casi el 70% de su armamento bélico lo adquiere de empresas de Alemania y EEUU.
[2]Según datos de Oxfam Internacional de finales de 2014, en América Latina, 114 multimillonarios concentran una riqueza cercana a los 44.000 millones de dólares (equivalente al 76% de la deuda externa total de la región), lo que la convierte en una de las regiones más desiguales del planeta. Por contraste, 167 millones de personas (el 28% de la población) son pobres. Esta organización señalaba también que los niveles de evasión de las empresas son enormes: van del 46% en México al 65% en Ecuador, todo ello, sin suficientes sanciones.
[3]En los últimos años, la tasa de pobreza y exclusión social no ha dejado de aumentar, hasta la alarmante cifra del 27,3%, pero es más relevante incluso la reducción constante del umbral de la pobreza. Estos datos evidencian que no sólo cada vez hay más pobres, sino que aquellas y aquellos a quienes consideramos como pobres, lo son en mayor grado: cada vez hay más personas que viven con cada vez menos recursos.
[4] El que la evolución de la economía española sea mucho más inestable que la de los países centrales de la zona euro, con tasas de variación del PIB más intensas en la fase expansiva y mayores caídas en la fase recesiva, tiene causas estructurales: nuestra especialización productiva, el escaso volumen de recursos propios de las empresas españolas (las empresas españolas están entre las más endeudadas de la zona euro) y, fruto de ello, la fragilidad de nuestro mercado de trabajo (tomado del citado informe de CCOO).
[5]El populismo no es tampoco un fenómeno circunscrito a España. En Latinoamérica son muchos los ejemplos: en Ecuador, que ha vivido en la última década varios procesos populares que terminaron derrocando a los presidentes Bucaram y Lucio Gutiérrez, el Movimiento País es el instrumento de uno de estos caudillos, Rafael Correa, para mantenerse en el poder.
En el Seminario Internacional Problemas de la Revolución en América Latina, celebrado en Quito en 2012, la ponencia del partido hermano, PCMLE, señalaba: «cuando los pueblos dan muestras de cansancio o de agotamiento de los tradicionales regímenes políticos oligárquicos, cuando reclaman “que se vayan todos”, la experiencia de varios procesos latinoamericanos muestra que una u otra forma del populismo se ha puesto en vigencia». Y añade más adelante: «desde el punto de vista de clase, podemos afirmar que el populismo es una concepción de gobierno burguesa, utilizada por las clases dominantes cuando el sistema atraviesa dificultades o fenómenos de crisis económicas o políticas, para a través de esos regímenes sostener los mecanismos y las formas de la dominación… siendo una corriente política burguesa, no vacila en tomar frases e inclusive propuestas que se presentan como de izquierda, en “defensa” de los oprimidos, de los “descamisados”… para, en realidad, servir a los mismos intereses de las clases dominantes, mantener y modernizar el sistema capitalista y continuar sirviendo los intereses de los monopolios, del imperialismo».
No es extraño, por lo tanto, que Rafael Correa sea un referente para alguno de los dirigentes de PODEMOS, que es uno de sus más firmes valedores.
[6]El título de varias de sus obras ilustra su carácter revisionista. Así, por ejemplo: Una nueva izquierda en busca de la vida en plenitud, referida al Gobierno de Alianza País del presidente ecuatoriano Correa; o El sistema político yugoslavo. Buscando un camino alternativo al sistema representativo burgués y al sistema estatista soviético.
[7] Para una crítica razonada, remitimos al folleto de nuestro Partido.
[8]El pensamiento de este sociólogo argentino, vinculado al kirchnerismo, repudia el marxismo como determinismo económico y rechaza que la lucha de clases sea el antagonismo determinante en la sociedad.