JCE(m-l) Elx
El sindicalismo en España ha sido históricamente una herramienta fundamental para la defensa de los derechos laborales y sociales de los trabajadores. Sin embargo, en los últimos años, se ha observado una disminución en la afiliación juvenil a los sindicatos. Este fenómeno plantea interrogantes sobre el futuro del movimiento obrero y la relación de la juventud con las organizaciones sindicales. ¿Está el sindicalismo muerto entre los jóvenes? ¿Qué prejuicios existen hacia los sindicatos? ¿Existen diferencias en la afiliación según la formación académica? ¿Es todavía necesario el sindicalismo para la juventud? ¿Cuál es el papel de los comunistas al respecto?
Según datos de Comisiones Obreras (CCOO), en 2016, solo el 3,6% de sus afiliados tenía menos de 29 años. Sin embargo, en la actualidad, se estima que alrededor de 50.000 jóvenes menores de 30 años están afiliados a CCOO, y si se incluyen a los menores de 35 años, la cifra asciende a aproximadamente 115.000. Por otro lado, la Unión General de Trabajadores (UGT) reportó en 2018 que solo el 12% de sus afiliados eran menores de 35 años. Estos datos reflejan una tendencia de disminución en la afiliación juvenil, pero también indican que existe cierta base de jóvenes comprometidos con la acción sindical.
Si bien es una cifra muy baja para un país con una población de casi 49 millones de personas, y aunque la afiliación juvenil a los sindicatos haya disminuido mucho respecto a décadas pasadas, no se puede afirmar que el sindicalismo esté muerto entre la juventud.
La percepción de los sindicatos entre los jóvenes está influenciada por diversos factores. Un estudio encargado por el sindicato USO revela que más de la mitad de los jóvenes (54,55%) no sabe qué es un sindicato, y entre los menores de 20 años y aquellos con estudios básicos, este desconocimiento es aún mayor. Además, muchos jóvenes consideran que los sindicatos son instituciones anticuadas, burocráticas y desconectadas de las realidades laborales actuales. Esta percepción puede estar relacionada con la falta de formación en derechos laborales durante la educación formal, por la inactividad de muchos sindicatos al no acercarse a los estudiantes desde el inicio de sus estudios para ofrecer formación o asesoramiento, o por no mostrarse como una herramienta fundamental de los jóvenes para defender sus intereses.
También, la afiliación sindical varía según la formación académica y la profesión. En sectores como la sanidad, el sindicato SATSE ha logrado una significativa afiliación juvenil, con casi un tercio de sus 130.000 afiliados menores de 35 años. En contraste, para profesiones de humanidades o ciencias sociales, la afiliación sindical suele ser más baja.
Pese a todo esto, el sindicalismo sigue siendo esencial para la juventud, especialmente en un contexto de creciente precariedad laboral. Según una encuesta de USO, el 77,63% de los jóvenes ha realizado tareas que no le correspondían, el 69,32% ha sufrido sobrecarga laboral y el 66,98% ha trabajado horas extras no remuneradas. Además, el 54,92% ha trabajado alguna vez sin contrato, y el 51,5% ha trabajado sin remuneración. Estas cifras evidencian la vulnerabilidad de los jóvenes en el mercado laboral y la necesidad de organizaciones que defiendan sus derechos. En este sentido, la Confederación Europea de Sindicatos (CES) destaca que los sindicatos deben adaptarse a las sensibilidades de la juventud, acercándose a ellos desde etapas tempranas de su formación, como en institutos y universidades, para fomentar la participación y dar a conocer el trabajo sindical. Pero no basta con esto. Son muchas las reivindicaciones urgentes que el sindicalismo de clase debe encabezar: Garantizar el empleo frente al despido improcedente, enfrentar el paro, aumentar los salarios, acabar con la privatización, garantizar la vivienda digna y accesible, el aumento de las pensiones, etc. El movimiento sindical no puede mantenerse al margen de esta situación, ni puede mantener una actitud meramente contemplativa o conciliadora. Es necesario que las organizaciones sindicales asuman su responsabilidad para organizar una respuesta contundente de nuestra clase a este estado de guerra social. En esta dirección debemos remar los comunistas que trabajamos dentro de los sindicatos.
El sindicalismo no está muerto entre la juventud, pero lo estará si no actuamos rápido. La hostilidad que nos encontramos en el mercado laboral hace más evidente las contradicciones entre trabajo y capital. Si bien la afiliación juvenil ha disminuido, la necesidad de organizaciones que defiendan los derechos laborales de los jóvenes es más evidente que nunca. Es fundamental que los sindicatos se adapten a las realidades actuales, acercándose a los jóvenes desde etapas tempranas de su formación y ofreciendo soluciones a sus necesidades. Solo así se garantizará un futuro laboral más justo y equitativo para las generaciones venideras.
Los jóvenes no podemos normalizar en nuestras vidas la ausencia de una lucha obrera organizada. La implantación en el movimiento obrero organizado en los sindicatos es garantía de fortaleza para los comunistas. Y como comunistas, debemos atender a la necesidad de organizar y dirigir el movimiento obrero y sindical e impulsar o reforzar organizaciones obreras.
Es crucial que desde la juventud entendamos nuestro papel en nuestros puestos de trabajo y comencemos a adquirir práctica y reunir a compañeros de trabajo en la lucha por la emancipación de nuestra clase. Las experiencias que hemos tenido cuando el trabajo realizado era el adecuado han sido positivas. Por ello, el PCE (m-l) continuará llamando a la unidad y a la organización de nuestra clase, y trabajará hacia una alternativa política en todos los espacios posibles frente al capital y la monarquía, que ataca nuestros derechos y amenaza nuestra seguridad y la de nuestras familias.