El pasado día cuatro de febrero, el pueblo griego secundó mayoritariamente el llamamiento a la tercera huelga general, convocada por los sindicatos GSVEE y ADEDY y apoyada por PAME, a la que se enfrenta el gobierno de Tsipras en menos de un año, con todo el país en pie de guerra.
En la huelga han participado todos los sectores junto a la clase obrera: pensionistas, marinos mercantes, profesionales liberales, taxistas, empleados públicos, transportistas, agricultores y campesinos, pequeño comercio, farmacéuticos, profesores y estudiantes.
Esta vez el detonante ha sido el últimatum de la Unión Europea del capital, que ha exigido rebajar este año las pensiones el 1% del PIB (1.800 millones de euros). Se han recortado 11 veces desde 2010, con una pérdida del 40% de su cuantía, sobre todo las llamadas principales.
Además de ir a la Huelga, más de cincuenta mil griegos se manifestaron en diversas marchas hacia el parlamento en el centro de Atenas con graves enfrentamientos contra las fuerzas antidisturbios, manifestaciones que se reprodujeron en todas las grandes ciudades de Grecia. Los antidisturbios fueron desplegados en la plaza Syntagma, Atenas, para intentar desvirtuarla con rondas de gases lacrimógenos y granadas de aturdimiento. Los manifestantes respondieron lanzando piedras y bombas incendiarias a los represores. Hubo paros, concentraciones y marchas en 76 ciudades.
La huelga ha estado precedida de decenas de movilizaciones contra la subida de las cotizaciones a la seguridad social y, destaca, la de los agricultores, que desde hace semanas han sacado miles de tractores en todo el país y bloqueado cientos de carreteras y puntos neurálgicos, incluidos pasos fronterizos con Bulgaria y Turquía.
Es de destacar que sectores que en convocatorias anteriores no secundaron el paro, como el pequeño comercio, los taxistas o los farmacéuticos, se han hecho eco del llamamiento; también pararon los hospitales, con servicios mínimos, o el transporte interurbano; solo hubo metro y autobuses en Atenas con severas limitaciones horarias. Igualmente se sumaron a la huelga otros colectivos como el de empleados de gasolineras, conductores de camiones, abogados, ingenieros y notarios. La Confederación Helénica de Profesionales, Artesanos y Comerciantes como la Confederación Nacional de Comercio y Empresas también decidieron apoyar la movilización, por lo que las calles del país se vieron con gran parte de las tiendas cerradas. La Federación de Marinos, por tercera vez en poco más de un mes, decidió mantener los barcos amarrados a puerto durante 48 horas, lo que puede causar de nuevo un tapón en las islas. Las líneas de ferris que traslada diariamente a los turistas desde y hasta Atenas tampoco funcionaron. Los periodistas, un día antes, realizaron un paro, incluidos los que trabajan en los gabinetes de prensa de ministerios y organismos oficiales, provocando un apagón informativo. Los informadores quieren evitar que su fondo de pensiones, hasta ahora independiente, se integre en la caja común proyectada por el Gobierno, que podría usar ese dinero para pagar deuda injusta con los bancos.
El gobierno de Tsipras plantea subidas de las cotizaciones y recortes de las pensiones suplementarias, que pese a tener ese nombre, forman el pilar fundamental de los ingresos de los jubilados, que a su vez son el sustento de más de la mitad de las familias griegas.
Esta tercera huelga general marca un importante salto en la lucha política contra el plan de austeridad que Syriza quiere aplicar. Se trata de una respuesta contundente de los trabajadores a las continuas traiciones.
El proceso de resistencia avanza y se hace imprescindible discutir la unificación de las centrales obreras y las organizaciones de izquierdas y sociales. Es necesario un plan de lucha nacional para dar continuidad a la resistencia y seguir organizando acciones más contundentes. La única salida para los trabajadores y el pueblo griego es confiar en sus propias fuerzas, lograr la organización independiente y no tener ninguna confianza en el gobierno de Syriza.