Editorial de Octubre, nº 77
La detección del primer caso de ébola en España ha puesto de manifiesto una vez más la ineptitud del gobierno en situaciones de emergencia. Negligencia, irresponsabilidad y mentiras han sido la tónica dominante del equipo de Rajoy y, como en ocasiones anteriores –Prestige, Yak 42-, se ha trasladado la culpa a las víctimas
, en un ejercicio monumental de cinismo y desfachatez ética. Mientras cundía la alarma social, un nuevo caso de corrupción –las tarjetas opacas de Bankia– provocaba la indignación ciudadana y ponía al descubierto que los consejeros de esa entidad bancaria son una pandilla de ladrones que han saqueado y llevado a la quiebra a una institución fundada en el siglo XVIII.
Hay en nuestro país una sensación de desgobierno y un profundo deseo de cambio que no logra plasmarse políticamente. La izquierda sigue desunida y fuerzas como “Podemos” se mueven en la ambigüedad ideológica y difunden un discurso que favorece la desorganización de las clases populares e impide la toma de conciencia de clase. El resultado es que en amplios sectores sociales se ha instalado el fatalismo, la resignación y una especie de nihilismo que culpa a todos los políticos de ser los causantes de la corrupción y la crisis y criminaliza la política. Una situación muy peligrosa porque la desesperación social y la falta de una alternativa política dejan la puerta abierta al fascismo.
En este difícil panorama, nosotros, comunistas, tenemos que asumir en primer lugar un papel de clarificación política e ideológica, hacer pedagogía entre las masas. La situación actual, la catástrofe económica y social en que está sumido el pueblo español, no se soluciona con un cambio de gobierno o caras nuevas. Porque no estamos en presencia de una crisis de gobierno, sino que se trata de una crisis del sistema político, de una crisis del régimen. Es la monarquía impuesta por Franco, la Constitución de 1978 y el bipartidismo lo que está en quiebra. Es el sistema forjado durante los años de la Transición el que constituye el máximo obstáculo para superar los graves problemas que tiene nuestro país. La miseria y el paro no pueden solucionarse en el actual marco político, es imprescindible su superación. Necesitamos una verdadera ruptura democrática que se materialice en la proclamación de la III República.
El enemigo principal no es la “casta política”, como predican algunos, sino la oligarquía financiera y su expresión política: la monarquía borbónica. Ni todos los políticos ni todos los partidos son iguales. El bloque de poder oligárquico debe ser sustituido por un bloque popular capaz de llevar a cabo transformaciones estructurales en nuestro país. Este es el discurso que los comunistas debemos transmitir a la población. Y, simultáneamente, junto a esa labor pedagógica, tenemos que trabajar por la unidad de la izquierda para forjar un frente popular que haga realidad esa ruptura. La movilización sin objetivos políticos y sin dirección política es estéril, conduce al cansancio y, en consecuencia, a la inacción. La movilización en la calle debe servir para elevar la conciencia de la gente e incrementar su nivel de comprensión de la situación política. Marchas, manifestaciones y huelgas deben ser en las actuales circunstancias un instrumento para organizar la unidad popular.
Los comunistas debemos crear organización, combatiendo sin descanso la idea de que un difuso movimiento ciudadano es suficiente para cambiar la correlación de fuerzas. Nunca ha sido así históricamente. Los grandes cambios políticos, las revoluciones que han transformado el mundo, han tenido como base la organización. Las revueltas campesinas espontáneas sin dirección política y sin objetivos precisos siempre fueron aplastadas. Es, por tanto, una tarea prioritaria fortalecer organizativamente nuestro partido, tanto desde el punto de vista numérico como ideológico. Una sólida formación marxista-leninista nos permitirá combatir adecuadamente las desviaciones políticas e ideológicas que tanto daño nos han hecho.
Como dijo Lenin, un comunista es un propagandista, un agitador y un organizador. No lo olvidemos. No nos dejemos arrastrar por corrientes populistas y demagógicas maquilladas de izquierda. El PCE (m-l), con 50 años de combate al lado de los trabajadores, lucha por la República Popular y Federal, con el objetivo irrenunciable de la revolución socialista.